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27/4/22

Bárbara Lennie: “Mis abuelos secuestrados, mis padres exiliados, una tía desaparecida y otra torturada. Todo eso es parte de mi identidad”

 "La actriz Bárbara Lennie (Madrid, 38 años) se sienta en una terraza cerca del Museo del Prado, pide una botella de agua y mira, de reojo, el teléfono móvil que hace de grabadora. Lo aparta un poco.

Pregunta. Usted nace en Argentina.

Respuesta. Yo nazco en España.

P. Pues empezamos bien.

R. Mis padres se fueron de Argentina y me tuvieron en Madrid, y en cuanto pudieron, nos fuimos de nuevo a Buenos Aires. Allí viví hasta 1990. Después nos volvimos definitivamente a España.

P. ¿Por qué se fueron sus padres?

R. Exilio. Mi padre salió de Argentina a Brasil, y de ahí a España. Luego lo siguió mi madre. Tenían grados diferentes de militancia, los dos estaban en contra de la dictadura militar y fueron perseguidos.

P. La política.

R. Es parte de mi identidad. En mi familia lo ha atravesado casi todo. Mi tía es una desaparecida. Mi otra tía tuvo que exiliarse a Brasil, vive allí. Mis abuelos han estado secuestrados en la ESMA [Escuela Superior de Mecánica, centro de tortura de la dictadura], mi otra tía también fue torturada.

P. Sus abuelos.

R. Eran montoneros. Los secuestraron para interrogarlos por mi tía, su hija, a la que desaparecieron.

P. ¿Tiene hermanos?

R. Mi padre tuvo una hija con una mujer que también estuvo secuestrada en la ESMA. Joder, es un horror. En algún momento tengo que hacer algo con todo esto. Hace poco, mi primo me dio unos documentos de mis abuelos contando la historia de mi familia durante horas. Son documentos increíbles.

P. Volvieron a Argentina después.

R. Y convives con el miedo mucho tiempo. Sigues aterrado durante años. Pero cuando volvemos, ellos están saliendo de la oscuridad y yo vivo una infancia muy plena y muy luminosa.

P. Y regresan a Madrid, ya definitivamente.

R. Y aquí había burros. Y al lado de casa, gallinas. Fue un shock de cojones. Vivíamos en Pinar de Chamartín, que en aquella época era un poco far west. Yo sentía que, viniendo de Argentina, venía del progreso.

P. ¿Qué le pasó a Argentina?

R. Ponte a analizar tú lo que le pasó a Argentina. A Argentina le pasa todo todo el rato.

P. ¿Ha heredado el activismo político de sus padres?

R. Me gustaría haber heredado un poco más. Pero tengo muy claro que no voy a estar el resto de mi vida solo haciendo lo mío. No sé de qué manera lo canalizaré, pero lo haré. Tengo muy clara la sociedad en la que vivo. (...)"                      (Manuel Jabois, El País, 25/04/22)

13/6/19

La primera llamada de Cecilia Viñas a su familia se produjo en diciembre de 1983, días después de la llegada de la democracia a Argentina. Llevaban más de seis años sin saber de ella. La última llamada se produjo tres meses después. Y luego... nunca más se supo... Cecilia Viñas fue la única desaparecida de la que se tuvo información durante la democracia... Fue un caso único de la dictadura militar...




"La primera llamada de Cecilia Viñas a su familia se produjo en diciembre de 1983, días después de la llegada de la democracia a Argentina. Llevaban más de seis años sin saber de ella. La última llamada se produjo tres meses después. Y luego... nunca más se supo.

"Veo a mi viejo y me dice: 'Llamó tu hermana'... Lo miré para ver si no estaba chapa [loco]... Mi viejo, con total convencimiento, decía que era ella, 'que era la gorda'", recuerda su hermano Carlos, que no tiene ninguna duda de que era Cecilia: 'Estaba totalmente angustiada. Pero era ella. Seguridad total. Podrían haber puesto a una actriz con la voz angustiada, pero había códigos que conocíamos ella y yo... Cecilia habla con mi papá, pero con la voz 'soplada', tratando de que nadie escuche... 

Desde la primera llamada decía: 'En cualquier momento me largan'... Y también dice 'nos trasladan', como si fuera un grupo de rehenes al que mantenían secuestrado".

Nadie sabía nada de Cecilia desde el 13 de julio de 1977, cuando fue secuestrada junto a su marido, Hugo Penino, en el contexto de la ola siniestra de la Junta Militar argentina. Cecilia Viñas estaba embarazada de siete meses

 Años más tarde se desvelaron varias cosas: Hugo Penino quizá fue asesinado el mismo día de su secuestro. Cecilia no. Cecilia daría a luz dos meses después en una habitación cutre del centro clandestino de detención de la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada).

Otra muestra del salvajismo político de esos días: el padre de Hugo, marido de Cecilia, era primo de un general.

 Tras la desaparición, fueron a verle para preguntarle por el paradero de Hugo y Cecilia. La reunión no salió bien (por decir algo). Lo recuerda el hermano de Cecilia: "Mi viejo llamó al padre de Hugo, que era primo hermano del general [Osvaldo René] Azpitarte, a cargo del V Cuerpo de Ejército. 

Fueron a verlo, y el tipo de forma muy cruda les dijo que cada fuerza hacía lo que quería con sus secuestrados. 'Si los tuviera yo, y ellos habrían estado en la joda, no los ven más', les dijo… Y Azpitarte era pariente de Hugo... Salieron devastados de la reunión". En efecto, con familiares así, quién necesita enemigos. Era la guerra total y absoluta contra la subversión, su entorno y todo aquello que se moviera.

Lo cuenta el periodista e historiador Marcelo Larraquy en su nuevo libro, 'Los días salvajes', historias olvidadas de una década crucial (1971-1982). Larraquy, autor de clásicos como 'López Rega, el peronismo y la Triple A' o 'Galimberti: de Perón a Susana, de Montoneros a la CIA', vuelve a su tema favorito: la narración de una época convulsa que trasciende el caso argentino: sus libros sirven como espejo de qué ocurre cuando la política se polariza a lo bestia, la revolución choca con la represión y los artefactos políticos más extraños se suceden. O la Argentina de los setenta como laboratorio político del crudo siglo XX.

Busquen a mi hijo

De entre todas las historias de 'Los días salvajes', quizá la más dura sea la de Cecilia Viñas. Una de las llamadas a su familia desde su confinamiento quedó grabada. Es estremecedora. Cecilia sospecha (con razón o sin ella) que la novia de su padre (hija de un comandante) pudo irse de la lengua sobre su antigua militancia sindical y precipitar su secuestro. Aquí la llamada:

Una vida normal truncada salvajemente por lo peor de la política. "Después del golpe militar [Hugo y Cecilia] decidieron mudarse a Buenos Aires y abandonar la militancia hasta que la situación se aclarara. Hugo Penino consiguió empleo en Ford Copello y Cecilia en Nexo Publicidad. Había hecho un curso sobre tarjetas perforadas, una de las primeras herramientas informáticas para guardar datos. Los dos tenían buenos sueldos. Una vez, su madre le avisó que el Ejército había ido a su casa de Mar del Plata a preguntar por ella, pero Cecilia continuó en su trabajo. Quería hacer una vida normal. Ya estaba casada y esperaba un hijo", cuenta Larraquy.

Su hermano Carlos recuerda así en el libro los meses previos al secuestro: "Cecilia pensaba que no tenía nada que esconder. Ninguno de los dos era clandestino. Yo estuve con ellos un mes antes del secuestro. No tenían ningún temor. Ella, con la pancita; los dos muy felices; todo bien. Lo que tenía Cecilia es que largaba todo lo que se le venía a la cabeza. 

Yo le decía: 'Bajá los decibelios porque los tipos están muy pesados'. Y hablamos de la pareja de mi viejo, una mina bastante reaccionaria, hija de un comandante de Gendarmería, con un cuñado en la Marina, y mi hermana discutía bastante sobre la situación del país. Yo le decía que se hiciera la boluda".

Democracia pervertida

¿Cómo logró Cecilia hablar con sus padres desde su secuestro y por qué no volvió a saberse de ella? No se sabe con certeza. Quizá le dejaron hacer llamadas para minar a la familia y pedir un rescate. La democracia había llegado a Argentina, sí, pero el enloquecido tren de la represión no detuvo su marcha de un día para otro, sino que se fue ralentizando. Suena muy crudo, pero había mucha gente viviendo de eso tras años de represión contra la disidencia por parte de estratos oficiales y/o clandestinos del Estado. 

Uno de los lados sórdidos de la transición argentina es que el secuestro se había convertido en industria, y una industria no se desmonta en dos días, del secuestro político habíamos pasado a la extorsión criminal sin coartadas.

"Cecilia Viñas fue la única desaparecida de la que se tuvo información durante la democracia. Esto implicaba que, aun en el gobierno de Alfonsín, había una fuerza militar que todavía tenía secuestrados-desaparecidos en algún centro clandestino... Fue un caso único de la dictadura militar. Una secuestrada-desaparecida en 1977 que comenzó a llamar a su familia en diciembre de 1983, diez días después de que Alfonsín asumiera el gobierno.

 En las conversaciones hablaba de 'traslados', y 'guardias'... Una de las conversaciones fue grabada. La escuchó el ministro del Interior, Antonio Tróccoli, en su despacho el 30 de abril de 1984. El ministro transpiró: había una desaparecida que estaba viva", escribe Larraquy.

"El 29 de abril de 1983, la dictadura militar había resuelto dar por muertos a los "desaparecidos": 'Debe quedar definitivamente claro que quienes figuran en nóminas de desaparecidos, y que no se encuentran exiliados o en la clandestinidad, a los efectos jurídicos y administrativos se consideran muertos, aun cuando no se pueda precisar hasta el momento la causa y la oportunidad del eventual deceso, ni la ubicación de sus sepulturas', aseveraba el 'Documento Final', para dar por cerrados los debates acerca de "la lucha contra la subversión", cuenta el libro. Pero Cecilia Viñas vivía, aunque nunca dieron con ella. El que sí apareció fue... su hijo.

En otra de las llamadas a su familia, el 14 de enero de 1984, Cecilia preguntó cómo estaba su hijo. En 1977, sus secuestradores le dijeron que lo habían entregado a su familia tras el parto. Pero no era cierto. Según su hermano, enterarse de eso "fue tremendo para Cecilia", que en la siguiente llamada rogó a su madre: "Busquen a mi hijo".

El hijo de Cecilia Viñas y Hugo Penino nació en la Sala de Embarazadas del centro clandestino de la ESMA el 7 de septiembre de 1977. El bebé se lo quedó el capitán de navío Jorge Vildoza, subdirector de la ESMA. Todo esto se supo llegada la democracia y tras la movilización de las familias de Cecilia y Hugo. Pero Vildoza burló la acción de la justicia argentina, se benefició de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, se dio a la fuga con su familia, pasó por varios países y su rastro se perdió.

"Una luz de justicia se abrió muchos años más tarde en los juicios por las embarazadas despojadas de sus hijos en centros clandestinos. Un programa de televisión de España, 'Quién sabe dónde', se interesó por la historia de Cecilia, en forma coincidente con el juez español Baltasar Garzón, que aceptó tomar juicios por bebés apropiados, que consideró imprescriptibles", recuerda el libro. El hermano de Cecilia lo recuerda así: "Creo que eso fue en el año 97. Me presenté con mi mamá a la justicia en España y en la televisión. Pudimos pagar solo un pasaje; del otro se hizo cargo el programa. Contamos la historia, presentamos fotos. Seguimos denunciando a Vildoza como apropiador del hijo de Cecilia y Hugo. El programa tuvo mucha repercusión".

El hijo perdido de Cecilia se enteró entonces de su historia. "Javier se contactó con los tribunales federales argentinos. Es probable que se hubiera enterado del programa en España, o que hubiese leído en internet acerca de las denuncias contra el capitán Vildoza. Se dispuso a hacer los análisis de sangre. Estaba cansado de vivir con dos identidades. Su apropiador le había dicho que había sido adoptado".

El caso se reabrió. La mujer de Jorge Vildoza, Ana María Grimaldos, fue condenada a seis años de prisión en 2015 por apropiación de bebé. Jorge Luis Magnaco, médico responsable de los partos clandestinos en la ESMA, había sido condenado antes a 17 años. A día de hoy se desconoce el paradero de Jorge Vildoza

Escribe Larraquy en el prólogo del libro: "'Los días salvajes' no contiene todos los episodios centrales de la década de 1970, ni siquiera los más sobresalientes… Los episodios de este libro pueden parecer dispersos o dispares, pero hay fuerzas ciegas que los reúnen a todos. La fuerza de las expectativas colectivas no resueltas. La fuerza de las ideas y de las ilusiones, de los odios. La fuerza del miedo, de las tragedias, de lo que se quiso y no se pudo. De lo que se padeció.

Quizás esas fuerzas ciegas, rescatadas desde el mar de los acontecimientos, leídas en conjunto, puedan ofrecer una versión integrada y consistente de una época más olvidada que reconocida, más traumática que asimilada".

Repetimos: La fuerza de las expectativas colectivas no resueltas. La fuerza del miedo, de las tragedias, de lo que se quiso y no se pudo. De lo que se padeció."                (Carlos Prieto, El Confidencial, 12/05/19)

3/4/18

En México se practica una política planificada de despojo en amplias zonas del país, allí donde el poder ejerce el control social a través del terror

 "(...) Ruth Fierro (Chihuahua, 1986) y Antonio Cerezo (México DF, 1977) (...) son activistas de los derechos humanos en un país donde el narcotráfico y el poder político dibujan la misma calavera.

(...) Las violaciones de derechos humanos en México causan alarma internacional. ¿Ha fracasado la estrategia de seguridad del Gobierno de Enrique Peña Nieto?

A.C.: Para nosotros no ha fracasado. Ha sido un éxito porque su objetivo nunca fue garantizar los derechos humanos de la población sino los intereses económicos de las empresas nacionales y multinacionales. En México se practica una política planificada de despojo en amplias zonas del país, allí donde el poder ejerce el control social a través del terror. 

Por eso digo que la estrategia del gobierno ha resultado un completo éxito. Sin embargo, el coste en vidas humanas está siendo altísimo. Me refiero a que siendo un país donde no hay una guerra civil contabilizamos 100.000 muertos y 34.000 desaparecidos. Y eso solamente durante el sexenio presidencial de Enrique Peña Nieto. 

Dentro de este contexto de violencia generalizada, los defensores de los derechos humanos son un objetivo habitual. En el último año han sido ejecutados extrajudicialmente 48 activistas. Asesinados de manera directa por agentes del Estado o a través de particulares mandados por otros. 

Si a este dato sumamos las desapariciones forzadas, la prisión por motivos políticos o la cárcel por ejercer el derecho a la protesta la cifra asciende 1.442 casos entre 2016 y mediados de 2017. Una barbaridad.

Recuerda a la Colombia descarnada, a la de los años 90 y principios del 2000.

A.C.: Es que tienen una relación directa. El Operativo Conjunto Chihuahua que comenzó a aplicarse en 2008 en Ciudad Juárez es una copia de los planes de seguridad que se desarrollaron en Medellín en 2002 bajo el nombre Operativo militar Orion. Y no es casual que uno de los asesores del gobernador de Chihuahua durante aquella época fuera un personaje controvertido como Óscar Naranjo, ex general de la Policía Nacional colombiana.

 Por lo tanto, no hay nada casual. Muchos de los operativos y dinámicas de violación de los derechos humanos en México ya se pusieron en práctica en Colombia. Aquí también ocurren los denominados “falsos positivos”. Hace unas semanas, policías federales asesinaron en Veracruz a dos chicas menores que iban al cine con el argumento de que pertenecían a un grupo de narcotraficantes.

¿Son las mujeres las víctimas principales de esta violencia desmedida? 

R.F.: En Ciudad Juárez siempre estuvo presente el drama de las mujeres desaparecidas y asesinadas. Eso nos permitió visibilizar el problema pero también, con el transcurrir del tiempo, ver que no se circunscribe únicamente al estado de Chihuahua sino que está generalizado por todo el país. 

Porque hay otros lugares, además de Juárez, donde la incidencia es muy alta. Por ejemplo, la desaparición y asesinatos de mujeres en los estados de México y Jalisco son tremendos. Cuando empezamos a investigar estos hechos, la respuesta que obtuvimos fue muy triste porque, aunque encontramos la relación con la trata de personas y el narcotráfico, también detectamos que un número importante tenían su origen en el machismo social imperante y en el patriarcado mexicano tradicional que perpetúa los estereotipos de género.

 Datos oficiales muestran que el 93% de los feminicidios que se producen en México ocurren dentro del ámbito familiar. Y apuntaré otra cifra esclarecedora: cuando en 1993 se destapó el escándalo por el asesinato de mujeres en Ciudad Juárez se contabilizaban 30 homicidios por año mientras que en 2010 hubo más de 400 y en 2017 casi 150. 

Esto significa que las políticas de seguridad implementadas por el gobierno para combatir esta lacra no están funcionando. Al contrario. La militarización de la seguridad pública desde 2008 ha coincidido con la exacerbación de la violencia.

 Estoy hablando de que alcanzamos una tasa de 110 homicidios por cada 100.000 habitantes. Y, claro, las principales víctimas son las personas en riesgo de vulnerabilidad y ahí estamos las mujeres.  (...)

También denuncian las detenciones arbitrarias de miembros de organizaciones sociales practicadas por la policía. Y las torturas.

A.C.: Yo fui torturado en 2001 bajo la acusación de haber colocado unas bombas en entidades bancarias, algo que nunca comprendí. Mi activismo estaba entonces más centrado en las  comunidades indígenas, en la creación de cooperativas de café y esas cosas. Fui detenido y enviado a una prisión de máxima seguridad donde estuve siete años y medio. Igual que mis dos hermanos. 

Durante ese tiempo se produjo la toma del control interno de las prisiones por parte de la policía federal, lo que trajo un endurecimiento de las condiciones de vida para los reclusos. Suprimieron actividades, talleres, trabajo y estudios para implantar un modelo de hostigamiento basado en el encierro con la luz encendida todo el día. 

Los malos tratos son una práctica habitual pero sufrirlos hoy en día es casi una suerte porque también pueden ejecutarte o hacerte desaparecer. Hemos documentado decenas de casos de detenidos que han aparecido muertos o simplemente están en paradero desconocido.

El caso más conocido es el de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa en 2014. ¿En qué situación se encuentra ese proceso? 

A.C.: En nuevas comisiones y nuevas recomendaciones que no han servido para aclararlo. Aquello fue un mensaje nítido enviado a las organizaciones políticas y sociales de México.

R.F.: Que el caso de Ayotzinapa no se haya resuelto pese al impacto internacional que tuvo y las peticiones realizadas por la Comisión Interamericana de derechos humanos deja en evidencia que cualquier otro caso de menor trascendencia no será esclarecido. La crisis que sufre México por las desapariciones forzadas es gravísima.

¿Es México un estado fallido?

R.F.: Hay muchos lugares en los que sí es un estado fallido. Aunque no es igual en las comunidades más aisladas y rurales del país, como la Sierra Tarahumara, donde se conoce perfectamente la conjunción que existe entre la policía y el crimen organizado, y la situación que se vive en las zonas urbanas.

A.C.: Aunque el concepto no me gusta porque es un invento muy estadounidense, podríamos considerar que México es un estado fallido en materia de protección de derechos humanos, pero muy efectivo en la militarización de la seguridad o para realizar 11 reformas laborales.

 Es fallido para garantizar el acceso al agua potable en la capital pero es muy eficaz para reprimir las protestas. Hasta tienen perspectiva de género porque envían mujeres policías para pegar a mujeres manifestantes.  (...)

¿Tienen miedo?

R.F.: No sé si quiero ser consciente de ello. Hay algo absurdo en todo esto y es que a veces pienso que hasta tengo miedo de reconocer en público que lo tengo.

A.C.: No conozco a nadie que no tenga miedo cuando se vive una situación que escapa a su control. Pero lo asumimos mediante mecanismos internos que normalizan todo lo que es anormal en mi país. 

Es un proceso personal que desarrollamos para que el miedo no termine devorándote, porque eso sería la perdición, pero con el añadido de que todos somos conscientes de que la realidad de México no va a cambiar a corto plazo."                 (Entrevista a Antonio Cerezo y Ruth Fierro, activistas por los derechos humanos en México, Gorka Castillo, CTXT, 27/03/18)

9/10/17

Alfredo Astiz, uno de los más crueles represores argentinos: “Nunca voy a pedir perdón”

"Alfredo Astiz no se arrepiente de nada. “Nunca voy a pedir perdón por defender a mi patria”, dijo el miércoles frente al tribunal que lo juzga por su enésimo crimen, esta vez el asesinato de la adolescente sueca Dagmar Hagelin. Han pasado 40 años desde entonces, y Astiz está en la cárcel desde 2003, pero aún reivindica lo que hizo.

 El militar, que ahora tiene 67 años, es uno de los más conocidos genocidas argentinos. Con una crueldad que alimentó su leyenda, aprovechó su cara angelical de veinteañero rubio de ojos azules –por eso lo llamaron el ángel de la muerte- para infiltrarse en el incipiente grupo de las madres de Plaza de Mayo y colaborar en 1977 en el asesinato de su primera líder, Azuzena Villaflor, y otras 11 personas de su entorno, entre ellas dos monjas francesas. Todos murieron en los llamados vuelos de la muerte, arrojados vivos al Río de la Plata. .

Argentina ha dado un ejemplo al mundo con sus juicios de lesa humanidad. Más de 500 represores siguen en la cárcel y los procesos no se detienen, hay nuevas condenas con frecuencia. Lo que no cambia es la actitud de los condenados, que no solo se niegan a colaborar con la justicia o a admitir sus crímenes sino que ni siquiera aceptan pedir perdón a las víctimas. Tampoco han colaborado en desvelar dónde están las fosas comunes en las que acabaron muchos desaparecidos.

Los militares condenados siguen siendo una piña en torno al pacto de silencio que fraguaron en cuanto se recuperó la democracia, en 1983, y empezaron los primeros juicios bajo el Gobierno de Raúl Alfonsín. 

Ante la petición de asociaciones de militares y familiares para que muchos de estos represores pasen a arresto domiciliario, los grupos de derechos humanos insisten en que no pueden concederse esa gracia a quien ni siquiera se ha arrepentido ni ha colaborado con la justicia para esclarecer sus crímenes y el paradero de los cadáveres. Astiz les dio la razón y demostró una vez más que no tiene ninguna intención de abrir esa puerta.

El represor hizo un largo alegato final tras su intervención en el juicio. Y en él reivindicó su actuación en función de la obediencia debida y también en el contexto de una “guerra contra los subversivos”. Astiz, como otros muchos represores, no reconoce a los tribunales civiles y exige uno militar. 

Argentina también ha sido modélico en este apartado y desde el primer momento los responsables de la dictadura fueron juzgados como criminales comunes por tribunales ordinarios. Y así sigue. “Si quieren que explique lo que hice, que me juzgue un tribunal militar”, insistió.

El ex marino se quejó de una supuesta indefensión y llegó a decir que su país trata mejor a la orangutana Sandra que a él. El animal, que está en el zoo de Buenos Aires, fue declarada “persona no humana” por la justicia argentina, lo que le da el derecho a no ser maltratada. Astiz aprovechó incluso para defender la actuación de la Gendarmería en el caso del último desaparecido argentino, Santiago Maldonado

Dijo que hay “movimientos secesionistas que quieren apoderarse de parte de nuestro territorio", en referencia a los mapuches, pero para la ciudadanía “el principal problema era si un gendarme tenía una piedra en la mano o no".

Astiz, que dejó claro que es consciente de que pasará toda su vida en la cárcel con las cadenas perpetuas que acumula, será con toda probabilidad condenado en esta causa que comparte con otros famosos represores como Ricardo Cavallo. Los juicios siguen, con 182 sentencias, 130 procesos ya en la última fase y 284 aún en instrucción. 

Astiz podría haber sido uno de los beneficiados de la sentencia de la Corte Suprema en mayo de este año que permitía contar doble los días pasados en prisión preventiva, pero el escándalo que generó esa decisión fue tan grande que toda la clase política se puso de acuerdo para modificar la ley e impedir que puedan acogerse a ella los genocidas."                   (El País, 05/10/17)

9/7/15

Será difícil calcular cuántos padres murieron o se dejaron morir de angustia y de tristeza, cuántos otros enloquecieron...

"(...) Los excluidos no tienen justicia que los defienda. He ido a la villa treinta y uno, de Retiro, para solidarizarme con los sacerdotes que ayunan en repudio por la crueldad con que se pretendió echar a la gente, derribando sus precarias construcciones con salvajes topadoras.

Al regresar a casa, durante la noche he podido ver por televisión cómo se agredía a unos obreros que se negaban a desalojar una fábrica, golpeados con violencia, tratados como delincuentes por una sociedad que no considera un delito negarles a los hombres su derecho al trabajo; expropiándoles, incluso, hasta las pocas leyes laborales que los protegían.

También he visto a la policía corriendo con palos y tanques hidráulicos a vendedores ambulantes, en lugar de encarcelar a los que se están robando hasta las últimas monedas y tienen dinero y poder para comprar a esa justicia que cae con despiadada dureza sobre un pobre ladrón de gallinas.
 Como el muchacho que me escribió desde una cárcel cordobesa pidiéndome un ejemplar del Nunca más autografiado. Mientras ese hombre estaba preso por un delito menor, en un gesto aberrante se puso en libertad a los culpables de haber desangrado a la patria.

Con gran amargura, la tarde en que escuché la noticia de los indultos, me encerré en mi estudio sin deseos de ver a nadie, mientras volvían a mi mente las imágenes del horror, aquellos escenarios del suplicio.

En los años que precedieron al golpe de Estado de 1976 hubo actos de terrorismo que ninguna comunidad civilizada podría tolerar. Invocando esos hechos, criminales de la más baja especie, representantes de fuerzas demoniacas, desataron un terrorismo infinitamente peor, porque se ejerció con el poderío e impunidad que permite el Estado absoluto, iniciándose una caza de brujas que no sólo pagaron los terroristas, sino miles y miles de inocentes.

Cuando el país amaneció de esa pesadilla, el presidente Alfonsín, en su condición de jefe supremo de las Fuerzas Armadas, ordenó a los tribunales militares enjuiciar a los culpables de ese histórico horror. Luego, como estatuye la Constitución, el fuero civil daría la última palabra. Finalmente se nombró una comisión de civiles que, a través de una investigación paralela, aportó pruebas a la labor de los tribunales.

El horror que día a día íbamos descubriendo dejó a todos los que integramos la Conadep, la oscura sensación de que ninguno volvería a ser el mismo, como suele ocurrir cuando se desciende a los infiernos. Siempre recordaré la entereza ética y espiritual de las personalidades de la ciencia, la filosofía, varias religiones y el periodismo, que integraron la comisión.

El informe era transcripto por dactilógrafas que debían ser reemplazadas cuando, entre llantos, nos decían que les era imposible continuar su labor. En más de cincuenta mil páginas quedaron registradas las desapariciones, torturas y secuestros de miles de seres humanos, a menudo jóvenes idealistas, cuyo suplicio permanecerá para siempre en el lugar más desgarrado de nuestro corazón.

El terrorismo de Estado provocó también la destrucción de las familias de los desaparecidos. Padres y madres, en su atormentada fantasía, enterraron y resucitaron a sus hijos, sin saber, siquiera, la monstruosa realidad. Será difícil calcular cuántos padres murieron o se dejaron morir de angustia y de tristeza, cuántos otros enloquecieron. 
Como ocurrió con Miguel Itzigson, mi gran amigo, que en sus años finales tuvo como único objetivo recuperar a su hija, lograr alguna vez la verdad y la justicia. Pero el enfrentamiento con aquel horror, hecho de la crueldad de unos y la indiferencia de otros, acabó quebrando su admirable temple. Se dejó morir de tristeza.

El día en que la Conadep entregó el informe al presidente de la nación, la plaza de Mayo desbordaba de hombres, mujeres, jóvenes y madres con sus criaturas en brazos, que de ese modo daban su apoyo a aquel acontecimiento fundamental de nuestra historia. Ya que Nunca Más deberíamos reiterar los hechos que nos hicieron trágicamente famosos, cuando la prensa del mundo entero escribía en castellano la palabra "desaparecido".

Lamentablemente, las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final, y luego los indultos, han abortado aquella voluntad soberana que hubiese sido un ejemplo de lucha ética, que hubiera tenido consecuencias ejemplares para el futuro de nuestra patria. 
Porque la tragedia que vivió la Argentina no será olvidada jamás por los que poseen un corazón noble; no sólo por quienes han presenciado aquel infierno, sino también por la condena de todos los seres de conciencia del mundo. 
Como lo demuestra la investigación que en otros países llevan adelante seres como el juez Baltasar Garzón, con quien estuve durante mi último viaje a España. La sangre, el horror y la violencia cuestionan a la humanidad entera, y nos demuestran que no podemos desentendernos del sufrimiento de ningún ser humano.

Ernesto Sábato, "Antes del fín", 1999. En Búscame en el ciclo dela vida, 24/06/2015)

4/9/14

Preguntan a los jóvenes “si estaban dispuestos a formar una patrulla para ir en busca de subversivos”. Degollaron a los que respondieron que sí ante el engaño

"Gregoria Gastelú está sentada en un murito de la puerta de su casa, ubicada en una avenida algo polvorienta de Huamanga, durante un día cálido pero que, en su mirada, adquiere un destello nebuloso. 

Cuando pronuncia el nombre de Cesáreo, su hijo ausente, un torrente de palabras en quechua, tristemente tiernas fluyen de manera incontenible…
—En mi sueño, él aparece y me dice “ya, mamita, no llores, quédate tranquila”, relata, envuelta en llanto.

Al muchacho, un devoto del fútbol, se lo llevaron el 10 de julio de 1984, alrededor de las dos de la mañana, cuando varios individuos de aspecto militar, y cubiertos con pasamontañas negros, ingresaron a la casa trepando por una pared de la vivienda vecina. Empujaron al resto de la familia a la sala y fueron al cuarto de Cesáreo para sacarlo.

Al día siguiente lo buscaron en el cuartel Los Cabitos, en la comisaría, en la Fiscalía. Pero Cesáreo, el estudiante de la Universidad San Cristóbal, el hincha de la U, el hijo cariñoso, no apareció más. Su padre también lo buscó en el Infiernillo, un barranco cercano a Huamanga donde arrojaban cadáveres, pero igualmente naufragó en el dolor.

Gregoria fue a Lima y se embarcó a la isla El Frontón, cuando todavía albergaba inocentes y presos subversivos. Caminó llorando y preguntando por los pasillos del penal, sin resultado alguno. Volvió a Huamanga, siguió buscando, mientras su aura de tristeza crecía. Solo ha vuelto a ver a Cesáreo en sus dolientes y reiterados sueños.

Se estima que en Perú, durante el conflicto armado interno (1980-2000), desaparecieron entre 13.000 y 15.000 personas. Inicialmente, el Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) sostuvo que recibió “testimonios que dan cuenta de 4.414 casos de desaparición forzada de personas atribuidas a agentes del Estado” (2003).

Al año siguiente, la Defensoría del Pueblo presentó —recogiendo cifras de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH), el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y otras organizaciones— el informe Los peruanos que faltan, que eleva el número de desapariciones a la alarmante y escandalosa cifra de 8.588 personas.

Posteriormente, la CNDDHH lanzó la campaña Construyendo una esperanza. Con ella, logró recopilar 3.301 testimonios más, que aumentaron la curva a 12.859 personas, hasta el año 2005. Según un documento del Centro Andino de Investigaciones Antropológico-Forenses (CENIA), “este número es, aparentemente, el más cercano a la realidad”.  (...)

“Yo nunca me he separado de mi padre”, afirma, con un gesto de calidez andina, Mardonio Nalvarte(34 años), un agricultor de la comunidad de Canayre, centro poblado del distrito de Llochegua, en la provincia de Huanta, parado junto al ataúd blanco donde yacen los restos de su padre, Modesto, asesinado el 27 de febrero de 1989.

En el recinto del local huamanguino de la Comisión de Derechos Humanos (COMISEDH) hay siete ataúdes más, con flores encima, con velas, con niños que revolotean entre ellos. Mardonio lleva su memoria 23 años atrás, cuando alrededor de la una de la tarde escuchó el motor de unos botes que llegaban, surcando el río Mantaro, a su localidad.

Se trataba de senderistas disfrazados de policías que, primero, procedieron a victimar a las autoridades a pedradas. Luego, tras preguntar a los jóvenes “si estaban dispuestos a formar una patrulla para ir en busca de subversivos”, degollaron a los que respondieron que sí ante el engaño. Modesto, el padre de Mardonio, estaba entre ellos.

Él, desde su desprotegida pequeñez, alcanzó a ver la escena al auparse en una ventana. Cuando la tarde ya entraba, la matanza había concluido. Los sobrevivientes, aterrorizados, huyeron al campo, pero volvieron al día siguiente y encontraron 40 muertos, regados por el pueblo, a los que enterraron en una fosa común. (...)

Según Rosalía Chauca, de la Red por la Infancia y la Familia (Red INFA), algo que se suele perder de vista es que, con frecuencia, el familiar de un desaparecido es una víctima múltiple. “Además de perder a alguien, sin que le den una explicación —precisa—, puede haber sido torturado o incluso haber sufrido violencia sexual”. Una ruma de desgracias.

Raúl Calderón, quien trabaja con ella, y que ha visto de cerca varios casos en Ayacucho, describe una suerte de itinerario tenebroso de la víctima. “Primero —explica— viene un período de no aceptación, de creer que, en realidad, no ha pasado nada grave y que el ser querido está en un cuartel o en una comisaría. Y que un abogado será la solución”.

Pero la ausencia que aparece después apaga esa ilusión. Viene entonces la etapa de búsqueda desesperada, agotadora, que puede dejar exhausta el alma y hasta el cuerpo de la persona. “La persona —explica Rosalía— repara en detalles, en pequeños datos de alguien que pudo haber dicho o visto algo”. No hay un familiar que no sea minucioso.

Si la búsqueda se torna inútil, es posible que baje el esfuerzo pero nunca, nunca, decae. El familiar siempre está atento a una pista, un rumor, alguna leve noticia. La angustia se instala entonces en la vida y, a veces, sobreviene la soledad porque, en su entorno, no entienden esa persistencia o le recomiendan el olvido.

Eso no parece posible, al menos para la mayoría de familiares, porque el hueco en el alma permanece. Y solo se alivia parcialmente cuando el cuerpo aparece. En el mundo andino, como apunta Rosalía, “el ritual de despedida” es paradójicamente vital. Eso se sentía, como un vaho espiritual colectivo, en el velorio de las víctimas de Canayre.

Hay, sin embargo, un trance que es particularmente desolador. Se da cuando, como le ocurre ahora a Gregoria, la víctima ha reconocido, tras una exhumación, una prenda o algo que la convence de que ese es su hijo, su esposo, su hermano. Pero la ciencia forense no lo confirma todavía. “Ese es uno de los peores momentos”, observa Rosalía.

Es un tiempo de angustia mayor, de llanto, de estallidos desgarradores. Y es que el hallazgo de un cuerpo suele ser más importante que la búsqueda de justicia penal. Maritza Guzmán del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) de Ayacucho, comenta que esa es la mayor reparación que buscan los deudos. Les interesa más cerrar el círculo del dolor que ir a un tribunal. (...)

La crueldad se desató en el monte e incluyó, según testimonios recogidos por el Instituto de Defensa Legal (IDL) entre las mujeres asháninkas, masacres, asesinatos de niños y hasta crucifixiones. Luzmila, sin embargo, no retrocedió en su lucha, llevando encima, además, el recuerdo de Beto Juan, en su corazón selvático. (...)

Gregoria saca las fotos de Cesáreo en ropa deportiva. Lo mira, lo acaricia, le toca el rostro, como si fuera real. Saca luego un pantalón de color beige que le pertenecía y enseña la basta, dice que siempre la hacía así. Suelta por tercera vez sus lágrimas, mientras se vuelve a acordar de cada detalle, de cada fecha, de cada episodio.

Dice que ya tiene 80 años y que lo único que le interesa, antes de morir, es “encontrar a su hijo”. Vuelve a relatar un sueño en el cual él le dice que ya no llore y que tranquilice a su papito. Insiste en que las prendas que le mostraron, hace poco, tras la exhumación de unos cuerpos en una zona vecina al cuartel Los Cabitos, eran de él. Y llora otra vez.

Cuenta que solo le tocaron 1.000 soles (unos 270 euros a cambio de hoy) de reparación. Pero eso no importa. Le importa encontrar el cuerpo de su hijo, ya no en sueños, sino en la realidad. Porque ella lo quería mucho, porque era bueno, porque, en sus palabras tan tristes, se empoza todo el dolor de un tiempo de espanto, que no debería desaparecer jamás de nuestra memoria."               ( , El País, 3 SEP 2014)

22/5/11

Uruguay ratifica la ley de amnistía para la dictadura

"El Congreso uruguayo rechazó ayer anular la llamada Ley de Caducidad, que dio por cerrado el periodo de la dictadura (1973- 1985) sin que sus responsables fueran juzgados por sus crímenes. El Frente Amplio (FA), que gobierna, fue el impulsor del intento de reabrir los procesos, pero perdió la votación por un diputado de sus propias filas, Víctor Semproni, que se ausentó y provocó un empate a 49 votos que deja la ley en vigor.

El presidente José, Pepe, Mujica, que no era partidario de anular la ley, le pidió, sin embargo, en el último minuto, al diputado disidente que acatara la disciplina del partido. (...)

El proyecto de anulación fue defendido por el diputado del Frente Amplio Felipe Michelini, hijo del senador Zelmar Michelini, que fue asesinado por militares argentinos en Buenos Aires, en 1976, dentro de la famosa Operación Cóndor.

Felipe Michelini mantuvo que la Ley de Caducidad impedía el acceso universal a la justicia. "Es una ley que ataca nuestra dignidad y la de este Parlamento", afirmó el parlamentario. (...)

El presidente Mujica, un exdirigente guerrillero que sufrió salvajes torturas durante su prolongada detención, no quiso que el plenario del Frente Amplio cambiara la ley, pero al mismo tiempo aseguró que mantendría la disciplina partidaria y que no haría uso del derecho presidencial a vetar la nueva propuesta.

La complicada cabriola final (la abstención de un diputado del FA) ha dejado las cosas como quería Mujica, pero también un mal sabor de boca en amplios sectores del FA, molestos con las idas y venidas del presidente.

En una reciente entrevista con EL PAÍS, Mujica negó que mantener la Ley de Caducidad implique que el pueblo uruguayo defienda los crímenes cometidos durante la dictadura, sino que no quiere mirar atrás. El presidente se mostró comprensivo con el deseo de los familiares de saber qué pasó exactamente con las víctimas. "De todas las llagas del pasado", reiteró Pepe Mujica ayer, "esa es la peor".

El presidente uruguayo propone que se busquen otras fórmulas que permitan recopilar la información que demandan los familiares de quienes desaparecieron o fueron asesinados en aquella época." (El País, 21/05/2011)

27/4/11

"Hay una parte del pueblo que sufrió más, y sobre todo están sus familiares, que no encuentran consuelo con algunas cosas que pasaron en Uruguay"

"El Senado, gracias al voto de su grupo, el Frente Amplio, va a dejar sin efecto la Ley de Caducidad, vigente desde 1986, que ha permitido hasta el momento no juzgar a los militares acusados de cometer atroces delitos durante la dictadura de 1973 a 1985.

Es conocido que Mujica, ex dirigente tupamaro, que fue brutalmente torturado y que pasó casi 15 años preso, no ha querido impulsar personalmente esa iniciativa y que intenta mantener su presidencia al margen de la polémica.

No es el único exguerrillero que no quería que se derogara la ley de amnistía. (...)

Pregunta. Uruguay ha venido soslayando el problema de si juzgar o no a los militares, al contrario de lo que decidió Argentina.

Respuesta. No creo que sea así. En Uruguay hubo dos plebiscitos sobre el tema. De hecho, no creo que ningún otro país se haya tomado tanto trabajo para resolver esa cuestión. Lo que sucede es que, en los dos plebiscitos, el voto fue contrario a la derogación de la Ley de Caducidad. Lo cual no es equivalente a que la gente haya avalado lo que ocurrió en la dictadura. (...)

Insisto en que eso no quiere decir que se avalaran las decisiones de la dictadura ni nada por el estilo. Eso sería injusto con la sensibilidad de mi pueblo. Pero creo que una parte de la ciudadanía estaba harta de la discusión.

P. ¿Qué ha pasado ahora para que su partido vote en contra de lo decidido en los dos referendos?

R. Hay una parte del pueblo que sufrió más, y sobre todo están sus familiares, que no encuentran consuelo con algunas cosas que pasaron en Uruguay y que no se han ventilado desde el punto de vista jurídico.

Uruguay no se diferencia en eso de cualquier otro país. Me he enterado de que en España andan removiendo cementerios. Hay heridas viejas que desgraciadamente permanecen en alguna gente que integra nuestras sociedades. No les pasa a todos, pero hay gente que tiene ese reclamo.

P. Existe además una decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que falló en febrero que el Estado uruguayo debía modificar esa ley, en una demanda relacionada con el caso Gelman, la nieta del poeta, desaparecida en 1976 y recuperada en 2000.

R. En efecto, estamos condenados desde el punto de vista internacional por mantener esa ley. No es un problema sencillo. Hay caras valiosas desde los dos puntos de vista. Es un dilema entre las decisiones que tomó nuestro pueblo y la decisión del Parlamento, que aparece como enmendando el resultado de los plebiscitos.

¿Por qué lo hace? A una parte del Parlamento le parece que lo tiene que hacer.

P. Parece que usted, como presidente, quiere mantenerse al margen de este tema.

R. El Ejecutivo rehuyó meterse en esta discusión, porque somos presidentes de la nación. De los que nos votaron y de los que no nos votaron. Dijimos desde el primer momento que queríamos construir, en todo lo que se pudiera, unidad nacional. (...)

P. Ha habido mucho nerviosismo entre los militares retirados que afirman que mantuvieron conversaciones con usted en los años noventa para dejar solucionado este asunto.

R. A lo largo de estos años hemos conversado muchas veces con los militares y tendremos que seguir conversando otras tantas. Yo le doy mucha importancia al factor militar. No son el motor de la historia, pero suelen ser la puerta que se abre y que se cierra. Una democracia republicana debe cultivar la fidelidad de sus fuerzas armadas.

Nunca se va a tener la fidelidad de aquellos a los que uno desprecia. Esta es la paradoja. Esta herida que traemos del pasado hace que, subjetivamente, mucha gente de este país esté inculpando a los militares de hoy por los que lo eran ayer. Y esto es un error que cometemos para con el futuro.

P. Si todo hubiera dependido de una decisión estrictamente suya, ¿qué habría pasado?

R. Como persona, no soy adicto a vivir mirando para atrás, porque la vida siempre es porvenir y todos los días amanece. Pero esa es mi manera de ser. No se la puedo imponer a mis conciudadanos." (El País, Domingo, 17/04/2011, p. 8/9)

5/4/11

El terror en Siria

"Unos duermen en coches por si la policía va a su casa a buscarlos en medio de la noche. Otros se refugian en viviendas de familias nada sospechosas de participar en protestas en contra del régimen y los hay también que andan forajidos de pueblo en pueblo, en un optimista intento de burlar a las fuerzas de seguridad y al omnipresente espionaje sirio.

Todos se afanan en borrar las fotos y vídeos de las manifestaciones que puedan delatar a algún vecino. Es lo que cuentan algunos de los manifestantes y vecinos de Deraa (Siria) cuando llegan a Ramza, una ciudad jordana que se encuentra pegada a la frontera entre ambos países. (...)

Los habitantes de Deraa, la ciudad en la que estallaron las primeras revueltas contra el presidente Bachar el Asad y en la que la represión se ha cobrado el mayor numero de víctimas, viven presos del miedo.

La campaña de detenciones masivas y torturas a los cautivos de los dos últimos días ha sembrado el pánico y ha logrado debilitar de momento la revuelta, cuentan los llegados desde la ciudad. (...)

Aun así, a los que vienen de Deraa les persigue la sombra del miedo. Temen detallar los atropellos que el régimen sirio comete en nombre de la estabilidad y con la ley de emergencia en la mano.

En la calle nadie habla de lo que sucede al otro lado de la frontera. En privado, lejos de las miradas y sin nombres de por medio, algunos se atreven.

"Hay muchos jóvenes heridos, pero se quedan en casa porque piensan que, en el hospital, las fuerzas de seguridad les detendrán o les matarán", cuenta en la trastienda de un ultramarinos un comerciante que hace media hora ha llegado de Deraa.

Vive junto a la mezquita Al Omari, la que se había convertido en hospital improvisado y fue atacada por la policía. Durante el ataque murieron al menos seis personas. Amnistía Internacional cifra en 55 el número de muertos en Deraa a manos de las fuerzas de seguridad.

Los vecinos hablan además de un número indeterminado de desaparecidos, de detenidos de los que no se vuelve a saber nada. Fuentes próximas a los manifestantes explican que a los encarcelados los apalean y les aplican descargas eléctricas. Estas acusaciones resultan imposibles de confirmar al estar cerrado el país a cal y canto a los periodistas extranjeros. (...)

Cuentan los residentes que el viernes por la noche fueron casa por casa pidiendo teléfonos móviles y obligando a sus dueños a identificar a los manifestantes que aparecían en las imágenes guardadas. Así han ido cayendo uno tras otro los manifestantes, delatados por los móviles de sus vecinos. (El País, 04/04/2011, p. 8)

12/11/10

El verdugo voluntario... Massera


"El almirante Emilio Eduardo Massera, de 84 años, el hombre que convirtió a la Armada argentina en sinónimo de espanto y que animó a muchos de sus oficiales a transformarse en torturadores, secuestradores y asesinos, falleció el lunes en el Hospital Naval de Buenos Aires (...)

Su "carrera" y su increíble egolatría fueron cortadas de cuajo, primero por la acusación de haber tirado al mar, desde su yate oficial, al marido de una de sus amantes y luego, por la famosa causa judicial "Nunca Más" abierta por el Gobierno democrático de Raúl Alfonsín, que terminó, en 1985, con la condena a cadena perpetua de los principales responsables de la dictadura militar. El llamado "Proceso" supuso la muerte y desaparición de unos 30.000 argentinos, según los cálculos de los organismos de defensa de los derechos humanos. (...)

Los tres oficiales decidieron repartirse el poder por tercios, una para cada arma, y se lanzaron a una represión feroz, primero contra los "subversivos", integrantes de los Montoneros y otros grupos armados de izquierda; "después contra los cómplices; luego, contra sus simpatizantes; y, por último, contra los indiferentes y a los tibios", según explicó otro almirante de su misma ralea, Alfredo Oscar Saint-Jean." (El País, 08/11/2010)

"En su puesto de jefe de la Armada controlaba todo lo que sucedía en el interior de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), un edificio situado sobre una de las principales avenidas de la capital argentina que se convirtió en uno de los mayores centros de detención ilegal, tortura, robo de bebés y asesinatos del régimen militar. Se calcula que solo por sus instalaciones pasaron unos 5.000 secuestrados de los cuales apenas unas decenas sobrevivieron. (...)

A veces se incluía además el robo de las posesiones de los represaliados, incluyendo sus viviendas. (...)

Había abandonado la Junta y pasado a la reserva en 1978, sin embargo, quiso seguir al frente del Grupo de Tareas de la ESMA, es decir, de los militares encargados de custodiar, interrogar y torturar a los detenidos en el edificio, así como de elegir a aquellos que debían embarcar narcotizados en aviones Hércules para ser arrojados de noche sobre las aguas del río de la Plata. Y es que Massera no mostró tanto apego a las labores de Gobierno como a las de torturas. (...)

Pero los indultos de Menem no podían abarcar dos aspectos de crímenes contra la humanidad que resultaron imprescriptibles. Por un lado, el robo de bebés que les eran arrancados a las secuestradas en el mismo paritorio para ser entregados a familias afines a la dictadura. Por otro, el Plan Cóndor: la colaboración coordinada entre todas las dictaduras del Cono Sur para perseguir, y en ocasiones hacer desaparecer, a cualquier ciudadano de una dictadura amiga que fuera considerado una amenaza." (El País, 09/11/2010)

7/7/10

Narcos... policías...

"La búsqueda del don de Tivoli empezó el lunes y se prolongó hasta el miércoles. Las consecuencias de esos tres días son todavía muy visibles en el barrio. Es difícil encontrar una casa o un coche que no haya recibido un balazo; algunos edificios, como el mercado, están quemados y en las calles todavía quedan restos de trincheras improvisadas con sacos y neumáticos. Toda la zona está tomada por la policía y el Ejército de Jamaica, que deambula por el barrio con carros blindados. Aunque se permite la entrada de periodistas, es difícil recorrer sus calles sin que a cada paso un soldado o un agente pida la documentación o pregunte inútilmente por unos permisos que no proporciona ninguna oficina de Kingston. (...)

Uno de los militares asegura entender el cabreo de la población de Tivoli Gardens y explica que tuvieron que actuar con eficacia para repeler los ataques de la Shower Posse. "En realidad no fuimos muy agresivos. Dejamos que dispararan y sacamos a los que pudimos de las casas para evitar que fueran heridos. Podría haber sido peor".

Peor es un término demasiado inconsistente para describir la experiencia de Bryan. A unos 40 minutos en coche de Tivoli, en la parroquia de Portmore, el joven músico de 16 años cuenta que sobrevivió a los ataques gracias a una llamada telefónica. Prefiere ocultar tanto su nombre como su mote. Así que llamémosle Bryan. Lo que sigue es una reconstrucción de lo ocurrido en las primeras horas, según su relato:

"Poco después de las diez de la mañana del lunes sonaron los primeros disparos. Yo estaba con mis amigos en la calle. Vi un helicóptero que volaba muy bajo. Y luego recuerdo a un hombre que corría con la pierna sangrando. Nos tiramos al suelo, junto a una pared, y nos quedamos así un rato. Luego nos metimos en una casa donde había más gente.

Los soldados y la policía rodearon la ciudad y empezaron a buscar en los pisos. Entraron donde estábamos y encontraron armas y chalecos antibalas. Los policías nos preguntaban: ¿dónde está Dudus?, ¿dónde está Dudus? Después de eso nos llevaron a una calle donde había varios muertos y nos dijeron que cogiéramos los cuerpos y los apilásemos. Pillaron a un rasta y le dieron gasolina para quemar los cadáveres y eso es lo que hizo. A las doce de la noche llegó un policía al que llaman Bigger Ford -un Ford más grande-. Sacó la pistola y nos puso a los que estábamos allí en tres filas. Empezó a preguntar por El Presidente y nadie le decía nada. A mí me preguntó y yo le dije que no sabía, que yo era músico y no un gánster. Me puse a cantar para demostrárselo. Luego cogió un fusil y nos dijo que corriéramos. Eso hicieron algunos. Bigger Ford y otros policías empezaron a disparar contra ellos.

Yo me quedé quieto. La policía nos llevó a un campo y nos metió en una casa, a los cadáveres y a los que no salimos corriendo. Iban a quemarnos allí. Entonces sonó mi teléfono móvil. Era mi primo que me llamaba desde Londres. Bigger Ford lo cogió y le escuchó un rato. Luego colgó, me dio el teléfono y me dijo que me fuera. Creo que a los demás los quemaron porque me han dicho que la casa está incendiada". (El País, Domingo, 06 /06/2010, p. 6/7)

31/1/10

Desaparecidos

"La primera etapa de la represión, la del terror caliente que se inició el mismo día del golpe, no fue –contra lo que tantas veces se ha dicho– una matanza protagonizada por bandas incontroladas de falangistas. Al contrario, esta represión inicial al amparo de los bandos declaratorios del estado de guerra, era minuciosamente controlada en cada municipio y provincia por los comandantes militares y delegados de Orden Público. Durante esa primera fase, que se prolongó hasta marzo de 1937, perdió la vida la mayor parte de las víctimas del suroeste.

Lo ejemplifica la provincia de Huelva, donde 5.633 hombres y mujeres fueron asesinados por aplicación del bando de guerra, frente a los sólo 386 condenados a muerte en consejo de guerra. La mayor parte fueron enterrados en fosas comunes en cementerios, cunetas y descampados. Casi ninguno se inscribió en el Registro Civil. Algunos se registraron durante la posguerra y primeros años de la democracia, pero se estima que son dos tercios los que nunca lo hicieron. Han transcurrido más de setenta años desde que fueron asesinados y legalmente siguen siendo meros desaparecidos, incluso cuando sus restos han sido exhumados, mientras la actual ley del Registro Civil impide o dificulta su inscripción." (ARICO: Esposición 'todos los nombres')

24/9/09

El alarde del verdugo

"El piloto argentino detenido en Valencia alardeaba ante sus colegas de haber participado en los "vuelos de la muerte"

Julio Alberto Poch fue piloto del régimen del general Videla. Participó del horror de lanzar desde el aire a los detenidos por la feroz dictadura que sembró el terror entre 1976 y 1983 en Argentina. Lo contaba. Se felicitaba de ello. Así se lo contaron al juez argentino que persigue por torturas y asesinatos a quienes hicieron desaparecer a más de 30.000 personas; y se lo contaron los que desde hace años son compañeros de Poch en la línea comercial aérea holandesa Transavia. (...)

Julio Alberto Poch tiene 57 años. Fue teniente de la Armada argentina. Pilotó aviones que vaciaron un pasaje vivo sobre el mar y el Río de la Plata para garantizarse la muerte por ahogamiento de sus víctimas. Eran los llamados "vuelos de la muerte". En 1981 abandonó Argentina y se trasladó con su familia a Holanda. Tiene doble nacionalidad. Y siguió ganándose la vida volando, transportando pasajeros como piloto de línea. Su último destino, una empresa de low cost (vuelos baratos).

A Poch le perdió la boca, la arrogancia y la chulería. Y el juez Sergio Torres, encargado de perseguir a los pilotos de los "vuelos de la muerte", no desaprovechó la oportunidad.

Torres tenía conocimiento, después de un viaje a Holanda en 2008 en busca precisamente de antiguos militares colaboradores de la dictadura de Videla, de que un piloto, Julio Alberto Poch, había reconocido ante sus propios compañeros de Transavia lo que consideraba una hazaña, una gloria, una heroicidad: haber tirado vivos desde el aire a secuestrados por la dictadura. (...)

Según explicó Alexis Banylis, de la Agrupación Hijos, un compañero de Poch relató cómo en un viaje a Bali conoció de su boca el estremecedor relato de los vuelos de la muerte. Sin pudor, sin dolor, sin vergüenza." (El País, ed. Galicia, España, 24/09/2009, p. 15)

25/6/09

Al asesino sanguinario, se le usa, y después, cuando ya no sirve, se le manda al frente... para que lo maten, y ya no estorbe

"El más sanguinario de O Courel. Los más viejos de Ferreirós de Arriba recuerdan a O Matón de Teixeira, un falangista tan vil que al final fue asesinado por los suyos de un tiro en el oído(...)

"(Daniel Visuña, más conocido por todos como Benito) los muertos de la guerra no se cuentan". Que la guerra es "una escabechina" y así hay que aceptarla. Pero en O Courel acusa a "los de la Falange": "Eran unos criminales, mataban hasta al que era más bueno que el pan. Y el de Teixeira era el peor".

El otro vecino, José, no pierde el tiempo en presentaciones (...) Le dicen que son periodistas, que vienen de Santiago para escucharlo y él, sin preguntas, empieza a soltar lastre. "Pues un día bajaron del monte 20 escapados. Se metieron a comer uno o dos en cada casa. Y otro día llegó uno sin pierna y con un perro grande. Dijo que era asturiano y preguntó por la cantina. Pidió un vino para él y rosquillas para el can. Lo mataron en el Alto da Trapa, lo tiraron a rebolos y allí se pudrió. El perro no se separó de él en ocho días".

José coge carrerilla y se desboca. Llega un momento en que la audiencia pierde la cuenta de los represaliados y escapados de O Courel. "Al Blanquín de Meiraos lo mató en Visuña uno que lo esperaba escondido en un pozo. La Guardia Civil lo llevó en burro a enterrar en su parroquia". "Otros cuatro escapados llegaron aquí de noche de todo. Querían cuartos, pero el viejo do Farañón se les enfrentó: 'que vos esfolo co machado!'. El cabecilla era O Velasco, de Vega de Valcárcel. Era muy fuerte, podía con todos, y nunca lo pillaban. Pero un día lo mataron. Llevaba a hombros a un compañero herido y no pudo correr".

"La gente tenía miedo. Y los viejos más. Los niños casi no. De los escapados y sobre todo de los falangistas, que hicieron muchas; muchas". Había cuatro que "venían a diario a requisar pan y cabritos. Los peores eran O Mostaz y sobre todo O Matón de Teixeira". José coincide con Benito al señalar al hombre más sanguinario que dio O Courel. Su maldad inspiró un poema a Novoneyra y su historia se ha ido contando entre generaciones. De lo que ya casi nadie se acuerda es de su nombre. Se llamaba Emilio Aira y cuando quería mal a alguno lo acusaba de robar "a ferramenta" de las obras de la carretera, la actual LU-651 que lleva a Quiroga.

"En Ferreirós de Abaixo, los falangistas le dieron madera al Zamorano. Luego, los del pueblo lo untaron con miel y aguardiente y lo tuvieron envuelto en una sábana hasta que curó". "También andaba por ahí una mujer de Sobrado. Era la jefa de una cuadrilla de escapados. Cuando la mataron le encontraron en la bolsa las cartas de amor que le escribía uno de Visuña. Entonces, fueron a buscarlo y lo mataron sobre el puente en Ferreirós de Abaixo".

"O Matón también acabó con Amador García, el tío de mi mujer", sigue contando José. "Pusieron la excusa de la ferramenta. Lo mataron en la calle, y su moza, del disgusto, murió días después. Dicen que le vino la regla" y se desangró. Por entonces, la madre de José tejía unos calcetines para otro hijo, Manuel Álvarez, que estaba en el frente de Teruel. "Había un escapado que andaba detrás de ellos", recuerda el hermano pequeño: "Ojalá que su hijo no caiga, y que vuelva', le decía, 'pero a mí me venían muy bien en el monte'". Al final, los calcetines nunca salieron de Ferreirós, porque Emilio Aira mató al correo.

Manoel Cela, de Parada, era músico de verbena y compañero de Manuel Álvarez en el campo de batalla. Vino a casa con un permiso. "Traía un chubasquero y unas botas viejas de mi hermano y le iba a llevar de vuelta otras botas y los calcetines", cuenta José. Manoel estaba marcado desde que asistió a un mitin de Acción Republicana, en Seoane, y socorrió a un candidato que fue herido de bala. O Matón y sus secuaces "mazaron al músico y lo tiraron vivo a una cueva muy honda en Teixeira". Su padre lo sacó ya muerto con una cuerda. Las quejas de los familiares de Manoel y de Amador ablandaron a las autoridades y Aira fue llamado a filas. En cuanto se incorporó, el sargento, que era de la zona, le puso la pistola en la oreja y disparó. "Mi padre me enseño a segar hondo", dio por toda explicación al regresar a O Courel. A O Matón, dice Benito, "se lo cargaron adrede los nacionales" por higiene." (El País, ed. Galicia, Galicia, 23/06/2009, p. 8)

1/12/08

El duelo de las familias colombianas

"En Colombia los ríos son las tumbas de los desfavorecidos de la guerra... Los verdugos, desconfiados de que el agua no pueda borrar su sangre, descuartizan a sus víctimas, vivas o extintas. Mutilan sus cuerpos. Van llegando o apareciendo por partes. Vestidos. Desnudos. Despedazados... Miles de descuartizados bajan por los ríos. (...)

Los pescadores son los primeros en descubrir los cuerpos. Desde la barca los empujan con una vara de madera y los arrastran a la orilla. Pero desde que también les dio por matar a varios de estos rescatadores de muertos, los pescadores saben que es mejor no sacarlos (El Tiempo, 23 de abril de 2007). Sólo las familias se atreven a desafiar la muerte yendo a diario a verlos bajar por el río para encontrar a los suyos o para socorrer a otros y, como dicen: "Hacerlos nuestros". Necesitan su porción de duelo para seguir viviendo con dignidad. Y si no encuentran sus propios cadáveres o, con suerte, apenas consiguen algún recuerdo del desaparecido, adoptan a los muertos con los que tropiezan y les dan el nombre del hermano, hija, madre o marido. Cuando bajan sin cabeza o vienen sin brazos, recomponen sus cuerpos. Jamás dejan un cuerpo sin recomponer. A unos les dan los ojos. A otros las manos. Remiendan sus miembros con la idea de que en esta vida o en la otra los asesinos tengan que responder por las víctimas. El trabajo de tener sus muertos anónimos les alivia el dolor. Los llaman los "No Nombres (N. N.)". Terrible y desgraciada abreviatura. Con las siglas N. N. (del latín nomen necio: nombre desconocido) los nazis abandonaban los cadáveres de judíos en los campos de concentración de Dachau, Bergen-Belsen, Auschwitz, Treblinka...

Los colombianos colocan lápidas y un número para que todos sepan que desde ahora el nombre desconocido es un muerto con dueño. O todavía mejor: un desaparecido que ha sido reencontrado. Cuando escuchan sollozos de voces recientes que van en busca de sus muertos, las mujeres les entregan los cadáveres recuperados para que las familias de las víctimas puedan vivir el luto por los seres queridos.

La señora Catalina Montoya Piedrahita (es famosa la bravura de la mujer colombiana) consiguió plantarse frente al asesino de su hijo:

"Dígame quién mató a mi hijo, cuénteme dónde lo enterró, en qué fosa, que yo voy y lo busco y saco los restos".

"No señora", le contestó un paramilitar curtido de Colombia, "nosotros no hacíamos fosas comunes. A toda la gente la tirábamos al río". (El Colombiano, 19 de octubre de 2008).

No hay exclusividad para los cadáveres. Tampoco se trata de levantar un cementerio de desaparecidos. Consultores colombianos de la ONG Equitas piden que los restos humanos N. N. deban ser declarados Patrimonio Cultural de Colombia para que sean protegidos e identificados. Mientras tanto, cada uno de los cientos N. N. enterrados tiene su dueño N. N. elegido por un familiar adoptivo. Después lo bautiza: N. N. Federico, N. N. Aída Luz, N. N. Ana Frank, N. N. Roberto. Y añaden una placa de mármol que dice: "Gracias N. N. por el favor recibido". (NURIA AMAT: Mis muertos, tus muertos, nuestros muertos. El País, ed. Galicia, Opinión, 24/11/2008, p. 31/2)