"La primera llamada de Cecilia Viñas a su familia se
produjo en diciembre de 1983, días después de la llegada de la
democracia a Argentina. Llevaban más de seis años sin saber de ella. La
última llamada se produjo tres meses después. Y luego... nunca más se supo.
"Veo a mi viejo y me dice: 'Llamó tu hermana'... Lo
miré para ver si no estaba chapa [loco]... Mi viejo, con total
convencimiento, decía que era ella, 'que era la gorda'", recuerda su
hermano Carlos, que no tiene ninguna duda de que era Cecilia: 'Estaba totalmente angustiada. Pero era ella. Seguridad total.
Podrían haber puesto a una actriz con la voz angustiada, pero había
códigos que conocíamos ella y yo... Cecilia habla con mi papá, pero con
la voz 'soplada', tratando de que nadie escuche...
Desde la primera
llamada decía: 'En cualquier momento me largan'... Y también dice 'nos
trasladan', como si fuera un grupo de rehenes al que mantenían
secuestrado".
Nadie sabía nada de Cecilia desde el 13 de julio de 1977, cuando fue secuestrada junto a su marido, Hugo Penino, en el contexto de la ola siniestra de la Junta Militar argentina. Cecilia Viñas estaba embarazada de siete meses.
Años más tarde se desvelaron varias cosas: Hugo Penino quizá fue
asesinado el mismo día de su secuestro. Cecilia no. Cecilia daría a luz
dos meses después en una habitación cutre del centro clandestino de
detención de la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada).
Otra muestra del salvajismo político de esos días: el
padre de Hugo, marido de Cecilia, era primo de un general.
Tras la
desaparición, fueron a verle para preguntarle por el paradero de Hugo y
Cecilia. La reunión no salió bien (por decir algo). Lo recuerda el
hermano de Cecilia: "Mi viejo llamó al padre de Hugo, que era primo
hermano del general [Osvaldo René] Azpitarte,
a cargo del V Cuerpo de Ejército.
Fueron a verlo, y el tipo de forma
muy cruda les dijo que cada fuerza hacía lo que quería con sus
secuestrados. 'Si los tuviera yo, y ellos habrían estado en la joda, no los ven más',
les dijo… Y Azpitarte era pariente de Hugo... Salieron devastados de la
reunión". En efecto, con familiares así, quién necesita enemigos. Era
la guerra total y absoluta contra la subversión, su entorno y todo
aquello que se moviera.
Lo cuenta el periodista e historiador Marcelo Larraquy en su nuevo libro, 'Los días salvajes', historias olvidadas de una década crucial (1971-1982). Larraquy, autor de clásicos como 'López Rega, el peronismo y la Triple A' o 'Galimberti: de Perón a Susana, de Montoneros a la CIA',
vuelve a su tema favorito: la narración de una época convulsa que
trasciende el caso argentino: sus libros sirven como espejo de qué
ocurre cuando la política se polariza a lo bestia, la revolución choca
con la represión y los artefactos políticos más extraños se suceden. O
la Argentina de los setenta como laboratorio político del crudo siglo
XX.
Busquen a mi hijo
De entre todas las historias de 'Los días salvajes',
quizá la más dura sea la de Cecilia Viñas. Una de las llamadas a su
familia desde su confinamiento quedó grabada. Es estremecedora. Cecilia
sospecha (con razón o sin ella) que la novia de su padre (hija de un
comandante) pudo irse de la lengua sobre su antigua militancia sindical y
precipitar su secuestro. Aquí la llamada:
Una vida normal truncada salvajemente por lo peor de la política.
"Después del golpe militar [Hugo y Cecilia] decidieron mudarse a Buenos
Aires y abandonar la militancia hasta que la situación se aclarara.
Hugo Penino consiguió empleo en Ford Copello y Cecilia en Nexo
Publicidad. Había hecho un curso sobre tarjetas perforadas, una de las
primeras herramientas informáticas para guardar datos. Los dos tenían
buenos sueldos. Una vez, su madre le avisó que el Ejército había ido a
su casa de Mar del Plata a preguntar por ella, pero Cecilia continuó en su trabajo. Quería hacer una vida normal. Ya estaba casada y esperaba un hijo", cuenta Larraquy.
Su hermano Carlos recuerda así en el libro los meses previos al secuestro: "Cecilia pensaba que no tenía nada que esconder. Ninguno de los dos era clandestino. Yo estuve con ellos un mes antes del secuestro. No tenían ningún temor. Ella, con la pancita; los dos muy felices;
todo bien. Lo que tenía Cecilia es que largaba todo lo que se le venía a
la cabeza.
Yo le decía: 'Bajá los decibelios porque los tipos están muy
pesados'. Y hablamos de la pareja de mi viejo, una mina bastante
reaccionaria, hija de un comandante de Gendarmería, con un cuñado en la
Marina, y mi hermana discutía bastante sobre la situación del país. Yo
le decía que se hiciera la boluda".
Democracia pervertida
¿Cómo logró Cecilia hablar con sus padres desde su
secuestro y por qué no volvió a saberse de ella? No se sabe con certeza.
Quizá le dejaron hacer llamadas para minar a la familia y pedir un
rescate. La democracia había llegado a Argentina, sí, pero el
enloquecido tren de la represión no detuvo su marcha de un día para
otro, sino que se fue ralentizando. Suena muy crudo, pero había mucha gente viviendo de eso tras años de represión contra la disidencia
por parte de estratos oficiales y/o clandestinos del Estado.
Uno de los
lados sórdidos de la transición argentina es que el secuestro se había
convertido en industria, y una industria no se desmonta en dos días, del
secuestro político habíamos pasado a la extorsión criminal sin coartadas.
"Cecilia Viñas fue la única desaparecida de la que se tuvo información durante la democracia. Esto implicaba que, aun en el gobierno de Alfonsín,
había una fuerza militar que todavía tenía secuestrados-desaparecidos
en algún centro clandestino... Fue un caso único de la dictadura
militar. Una secuestrada-desaparecida en 1977 que comenzó a llamar a su
familia en diciembre de 1983, diez días después de que Alfonsín asumiera
el gobierno.
En las conversaciones hablaba de 'traslados', y
'guardias'... Una de las conversaciones fue grabada. La escuchó el
ministro del Interior, Antonio Tróccoli, en su despacho el 30 de abril de 1984. El ministro transpiró: había una desaparecida que estaba viva", escribe Larraquy.
"El 29 de abril de 1983, la dictadura militar había
resuelto dar por muertos a los "desaparecidos": 'Debe quedar
definitivamente claro que quienes figuran en nóminas de desaparecidos, y
que no se encuentran exiliados o en la clandestinidad, a los efectos jurídicos y administrativos se consideran muertos,
aun cuando no se pueda precisar hasta el momento la causa y la
oportunidad del eventual deceso, ni la ubicación de sus sepulturas',
aseveraba el 'Documento Final', para
dar por cerrados los debates acerca de "la lucha contra la subversión",
cuenta el libro. Pero Cecilia Viñas vivía, aunque nunca dieron con ella.
El que sí apareció fue... su hijo.
En otra de las llamadas a su familia, el 14 de enero de 1984, Cecilia preguntó cómo estaba su hijo.
En 1977, sus secuestradores le dijeron que lo habían entregado a su
familia tras el parto. Pero no era cierto. Según su hermano, enterarse
de eso "fue tremendo para Cecilia", que en la siguiente llamada rogó a
su madre: "Busquen a mi hijo".
El hijo de Cecilia Viñas y Hugo Penino nació en la
Sala de Embarazadas del centro clandestino de la ESMA el 7 de septiembre
de 1977. El bebé se lo quedó el capitán de navío Jorge Vildoza,
subdirector de la ESMA. Todo esto se supo llegada la democracia y tras
la movilización de las familias de Cecilia y Hugo. Pero Vildoza burló la
acción de la justicia argentina, se benefició de las leyes de Punto
Final y Obediencia Debida, se dio a la fuga con su familia, pasó por
varios países y su rastro se perdió.
"Una luz de justicia se abrió muchos años más tarde en los juicios por las embarazadas despojadas de sus hijos en centros clandestinos. Un programa de televisión de España, 'Quién sabe dónde', se interesó por la historia de Cecilia, en forma coincidente con el juez español Baltasar Garzón,
que aceptó tomar juicios por bebés apropiados, que consideró
imprescriptibles", recuerda el libro. El hermano de Cecilia lo recuerda
así: "Creo que eso fue en el año 97. Me presenté con mi mamá a la
justicia en España y en la televisión. Pudimos pagar solo un pasaje; del
otro se hizo cargo el programa. Contamos la historia, presentamos
fotos. Seguimos denunciando a Vildoza como apropiador del hijo de
Cecilia y Hugo. El programa tuvo mucha repercusión".
El hijo perdido de Cecilia se enteró entonces de su
historia. "Javier se contactó con los tribunales federales argentinos.
Es probable que se hubiera enterado del programa en España, o que
hubiese leído en internet acerca de las denuncias contra el capitán
Vildoza. Se dispuso a hacer los análisis de sangre. Estaba cansado de
vivir con dos identidades. Su apropiador le había dicho que había sido adoptado".
El caso se reabrió. La mujer de Jorge Vildoza, Ana
María Grimaldos, fue condenada a seis años de prisión en 2015 por
apropiación de bebé. Jorge Luis Magnaco,
médico responsable de los partos clandestinos en la ESMA, había sido
condenado antes a 17 años. A día de hoy se desconoce el paradero de
Jorge Vildoza
Escribe Larraquy en el prólogo del libro: "'Los días
salvajes' no contiene todos los episodios centrales de la década de
1970, ni siquiera los más sobresalientes… Los episodios de este libro
pueden parecer dispersos o dispares, pero hay fuerzas ciegas que los
reúnen a todos. La fuerza de las expectativas colectivas no resueltas.
La fuerza de las ideas y de las ilusiones, de los odios. La fuerza del
miedo, de las tragedias, de lo que se quiso y no se pudo. De lo que se
padeció.
Quizás esas fuerzas ciegas, rescatadas desde el mar de los
acontecimientos, leídas en conjunto, puedan ofrecer una versión
integrada y consistente de una época más olvidada que reconocida, más
traumática que asimilada".
Repetimos: La fuerza de las expectativas colectivas
no resueltas. La fuerza del miedo, de las tragedias, de lo que se quiso y
no se pudo. De lo que se padeció." (Carlos Prieto, El Confidencial, 12/05/19)
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