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3/7/23

Dimite el ministro de Economía finlandés por sugerir el fomento de “abortos climáticos” en África

 "El ministro de Economía de Finlandia, el ultraderechista Vilhelm Junnila, ha dimitido este viernes, tras solo 10 días en el cargo y menos de 48 horas después de haber sobrevivido por un estrecho margen a una moción de censura motivada por sus vínculos con grupos neonazis. Unas declaraciones de Junnila, en las que proponía que Helsinki fomentara “los abortos climáticos” en África para reducir las emisiones globales de dióxido de cárbono, han propiciado que Demócratas Cristianos, uno de los socios minoritarios del nuevo Ejecutivo finlandés, el más derechista de la historia del país nórdico, exigiera su dimisión.

Junnila superó el pasado miércoles una moción en su contra impulsada por Los Verdes, a la que se sumaron el resto de formaciones de la oposición de centroizquierda y el Partido Popular Sueco de Finlandia (RKP), socio del Ejecutivo de coalición constituido la semana pasada y formado también por los cristianodemócratas, el ultraderechista Partido de los Finlandeses y el conservador Coalición Nacional. La moción fue rechazada en el Eduskunta (Parlamento) por 95 votos frente a 86, en un pleno en el que no participaron 11 diputados de la oposición, entre ellos Sanna Marin, la ex primera ministra socialdemócrata que fue derrotada por la derecha y la ultraderecha en las elecciones de abril. La ausencia de más de una decena de parlamentarios impidió que la moción prosperara, a pesar de contar con el respaldo del RKP, una formación que representa a la minoría de habla sueca y que tuvo constantes roces con el Partido de los Finlandeses durante los más de dos meses de negociaciones para formar Gobierno.

La moción de censura fue presentada por los lazos de Junnila con grupos neonazis y sus bromas y declaraciones extremistas y racistas. En marzo, en un acto de campaña, el político, de 41 años, felicitó a un compañero de partido por concurrir en el puesto 88 de las listas electorales, un número empleado en la simbología neonazi en referencia a Heil Hitler. Durante la legislatura pasada, el político ultraderechista fue el principal orador en varios actos organizados por el Movimiento de Resistencia Nórdico, un grupo neonazi ilegalizado en 2020 por el Tribunal Supremo. Junnila también compartió hace años varias fotografías polémicas en las redes sociales, entre ellas, una de un muñeco de nieve en su jardín con una evidente semejanza a un miembro del Ku Klux Klan.

 Tras superar la moción, y ser respaldado públicamente por Petteri Orpo, el primer ministro conservador, Päivi Räsänen, una diputada cristianodemócrata, publicó en Twitter que Junnila propuso en 2019, en una pregunta parlamentaria al Gobierno planteada por escrito, que Helsinki fomentara “los abortos climáticos” en los países africanos con mayor tasa de natalidad para reducir el impacto de la actividad humana en el medioambiente. Räsänen, que el año pasado fue absuelta tras ser acusada de incitación al odio por unos comentarios homófobos en las redes sociales, exigió a Junnila que aclarara si aún sostenía que el Gobierno finlandés debía promover los “abortos climáticos”.

En lugar de retractarse o matizar, este viernes por la mañana Junnila respondió a la diputada democristiana con una publicación en Facebook en la que afirmó que su propuesta de hace cuatro años “es una iniciativa totalmente en línea con el acuerdo de programa” del nuevo Gobierno finlandés. En un extenso mensaje, el ultraderechista argumentó que una drástica reducción de la natalidad en África mejoraría la calidad de vida en el continente, “empoderaría a mujeres y niñas” y supondría “un avance en la consecución de los objetivos climáticos”.

Tras la publicación de Junnila en la red social, Sari Essayah, líder cristianodemócrata y ministra de Agricultura, exigió la dimisión de su compañero en el Gobierno, menos de 36 horas después de que los cinco diputados de su partido votaran en contra de la moción de censura. “Estoy impactada. La idea de reducir la población mundial con el impulso de los abortos en África es ecofascismo de la peor clase”, declaró Essayah al diario Helsingin Sanomat.

Ante la presión de los diputados cristianodemócratas y suecófonos, Junnila anunció su dimisión a través de un comunicado: “A pesar de la confianza del partido y de mi grupo parlamentario, veo el asunto de la siguiente manera: considerando la continuación del Gobierno y la reputación de Finlandia, creo que me resulta imposible continuar de manera satisfactoria como ministro”.

La polémica en torno al ya exministro de Economía estuvo a punto de provocar la caída del Ejecutivo menos de una semana después de ser constituido, ya que Riikka Purra, vice primera ministra y líder del Partido de los Finlandeses, amenazó con abandonar la coalición si prosperaba la moción de censura. El caso de Junnila, el segundo ministro que menos tiempo ha permanecido en el cargo en la historia de Finlandia, ha evidenciado las dificultades que va a tener Orpo para mantener cohesionado el Gobierno cuatripartito que encabeza, en el que los ultraderechistas controlan siete ministerios, entre ellos algunos clave como Justicia o Interior."                 (Carlos Torralba , El País, 30/06/23)

26/10/22

Los ángeles caídos de Franco que ‘combatieron’ el gen rojo... el fanatismo de los psiquiatras al servicio de la dictadura

 "No solo vencieron con las armas. La represión franquista se valió de determinados científicos e intelectuales que se alinearon con el bando rebelde a la República para demonizar al enemigo y justificar su aniquilación.

 Son los ángeles caídos, personajes como el psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nágera, el inventor del gen rojo, que convirtió a los brigadistas internacionales en «degenerados y alcohólicos» y a las mujeres republicanas en «bestias salvajes», que sustentaron con sus teorías eugenésicas la represión sobre determinados grupos, como los homosexuales, y el robo de bebés con la aquiescencia de la iglesia católica.

 Sobre esta represión y las consecuencias que tuvo en la sociedad española, y particularmente en el atraso de la psiquiatría, versa el documental Los ángeles caídos. El fanatismo de los psiquiatras de Franco, dirigido por la periodista valenciana Rosa Brines y producido por el leonés Félix Vidal, que se proyecta este miércoles en El Albéitar (20.30 horas) dentro del ciclo de cine documental del XI Encuentro Internacional de Investigadores del Franquismo. 

El psiquiatra Cándido Polo, impulsor de la renovación del antiguo régimen asilar y la implantación del modelo de psiquiatría comunitaria en Valencia y pionero en el estudio de la asistencia psiquiátrica a las brigadas internacionales, es uno de los asesores del documental que presentará en León. Polo resalta que no fue solo Vallejo-Nágera, aunque «su cercanía a Franco le permitió estar al mando de la psiquiatría y experimentar con algunos grupos para buscar la corroboración de que el gen rojo contenía todas las maldades» como una forma de justificar la alteración del orden constitucional.

 Otros psiquiatras como Marco Merenciano, uno de los tres delatores del rector Peset Aleixandre, considerado uno de los científicos más brillantes de la época, o López-Ibor, en la segunda generación, dieron cobertura a la que fue una de las armas más poderosas del franquismo.

Los brigadistas recluidos en San Pedro de Cardeña, en Burgos, y las mujeres de la cárcel de Málaga fueron los grupos concretos sobre los que el conocido como el Mengele español aplicó sus teorías, pero las consecuencias se extendieron más allá. «Se instauró una psiquiatría retrógrada sobre las bases del nacional catolicismo que repercutió en la formación de las sucesivas generaciones y produjo un atraso científico irreparable en nuestra especialidad, creando profesionales deformados más que formados», subraya Polo.

 Una visión que sustentó la persecución de los homosexuales hasta los años 70 en España y la trama de los bebés robados, que acabó convirtiéndose en un enorme negocio hasta los años 80. «Los bebés robados son consecuencia de esa fabricación moral del enemigo, con la que no sólo se exterminaba a los padres, sino que robaba a los hijos bajo la teoría farisaica y maniquea  de que los entregaban a buenas manos», explica.

El documental aborda en varios bloques las diferentes áreas en las que intervinieron los ángeles caídos, «con la connivencia impune entre franquismo e iglesia que exculpaba a médicos y religiosas, mientras la justicia demoraba las causas». Como investigador de lo que se hizo con los brigadistas internacionales, el psiquiatra sostiene que fue una guerra «que no tiene justificación alguna» y detrás de la cual se esconde «una mentalidad inquisitorial».

Esta afirmación la sustenta en que Vallejo-Nágera llegó a pedir la creación de un Cuerpo Nacional de Inquisidores «donde se pudiera llevar a cabo la cruzada y buscar una auténtica eugenesia para exterminar y eliminar al enemigo». Una mentalidad que replicaba en sus prácticas «aquella frase de Franco, que dijo que si era necesario había que fusilar a la mitad de España»

La victoria de Franco y sus afines supuso, según Cándido Polo, «una impunidad que se prolongó durante décadas para estar limpiando el país». La generación siguiente a Nágera la representa López-Ibor, que «sin estilo castrense ni cuartelero, modernizó aspectos formales desde la alianza con la iglesia». De esta forma, «hasta que no desaparece la figura de Franco, no desaparece el anclaje y ha costado décadas renovar la especialidad y perseguir a los delincuentes» que participaron en la trama de los bebés robados.

 Para Cándido Polo, obras como Los ángeles caídos son esenciales en el proceso de reparación en el que ha tomado parte al rescatar el trato psiquiátrico que se dio a los brigadistas, como una forma de reivindicar la memoria de esas 40.000 hombres y mujeres que acudieron en auxilio de la República. «No eran degenerados ni alcohólicos. Eran idealistas que venían a luchar porque sabían lo que pasó después, pues la Guerra Civil fue la antesala de la II Guerra Mundial». El psiquiatra recuerda las palabras de Eistein, «nada sospechoso de retrasado ni pervertido: En tiempo de barbarie hay que ponerse del lado del pueblo español». 

Los ángeles caídos son la segunda obra documental de Rosa Brines y Félix Vidal, después de La amarga derrota de la República,  que acaban de crear la productora Docline Producciones para seguir con el rescate de la memoria democrática."             (Ana Gaitero, Diario de León, 24/10/22)

4/4/22

Se aprueba, al fin, una legislación contra los linchamientos en Estados Unidos

 "El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, promulgó este martes la Ley Emmett Till contra los Linchamientos. Culminan así más de 100 años de esfuerzos e iniciativas para que el linchamiento sea considerado un delito federal en el país.

Michelle Duster, la bisnieta de Ida B. Wells, una legendaria activista y periodista afroestadounidense denunciante de los linchamientos, dijo durante la ceremonia de firma de la ley:

“Desde que mi bisabuela visitó la Casa Blanca hace 124 años ha habido más de 200 iniciativas para promulgar esta legislación. Hace 17 años, en 2005, mi hermano Dan habló en una conferencia de prensa que se hizo en el Senado en la que se emitió una disculpa por no haber aprobado el proyecto de ley [contra los linchamientos]. Pero, finalmente, estamos aquí hoy, después de varias generaciones, para presenciar este momento histórico”.

Emmett Till debería estar vivo hoy. Nacido el 25 de julio de 1941, tendría actualmente 80 años de edad. Tal vez estaría aún bromeando y riendo como solía hacer durante su infancia. La madre de Emmett, Mamie Till-Mobley, escribió sobre su hijo: “Para Emmett, la vida era risa y la risa era vivificante. Había tanta alegría en su mundo despreocupado que solo quería compartirla con todos los que lo rodeaban”. 

Emmett Till, que era afroestadounidense, fue brutalmente asesinado el 28 de agosto de 1955 cuando tenía 14 años. El joven fue acusado de haberle dirigido un silbido a Carolyn Bryant, una mujer blanca. Tras ese episodio lo sacaron a rastras de la casa de su tío abuelo en la localidad de Money, en el estado de Misisipi, donde su madre lo había enviado desde Chicago para pasar el verano. Varios días después, su cuerpo fue hallado en el fondo del río Tallahatchie, brutalmente golpeado y desfigurado, y amarrado con alambre de púas al ventilador de una desmotadora de algodón de 34 kilos.

El alguacil del condado de Leflore intentó que el entierro de Emmet Till se realizara de inmediato, pero Mamie intervino y pagó el equivalente al salario de casi un año para que el cuerpo de su hijo fuera enviado de regreso a Chicago. Allí, el director de la funeraria se negó a abrir el cajón para que Mamie Till-Mobley pudiera ver el cadáver de su hijo. Pero ella le exigió: “Dame un martillo”. El encargado de la funeraria cedió y permitió que Mamie viera los restos mutilados de su hijo. Para entonces, el asesinato había desatado una gran indignación en todo el país. Mamie Till-Mobley insistió en que Emmett recibiera un funeral de ataúd abierto. “Que el mundo vea lo que yo he visto”, dijo.

Unas 100.000 personas asistieron al funeral para rendirle tributo al joven asesinado. La revista Jet Magazine puso en su portada una foto de Emmett en el ataúd, con la cabeza hinchada y deformada por la violencia. La imagen dio la vuelta al mundo y obligó a la población estadounidense a ver los estragos del racismo y la brutalidad de la intolerancia.

Dos sospechosos fueron arrestados por el secuestro y asesinato de Emmett Till: Roy Bryant, el esposo de la mujer que afirmó que el adolescente le había silbado; y el medio hermano de este, J.W. Milam. Desde que Emmett se reportó como desaparecido, dos valientes activistas de la filial en Misisipi de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, Medgar Evers y Amzie Moore, habían estado trabajando arduamente en el hecho, primero tratando de localizar al adolescente y luego buscando testigos presenciales del asesinato. 

A pesar de los testigos que presentaron los activistas, un jurado compuesto exclusivamente por hombres blancos absolvió a los sospechosos. Un miembro del jurado dijo que habían tomado la decisión en cuestión de minutos, pero que esperaron una hora antes de dar a conocerla para que diera la impresión de que realmente habían deliberado y ponderado el caso. Pocos años después, el 12 de junio de 1963, el propio Medgar Evers fue asesinado en la entrada de su casa.

Después de la absolución, Bryant y Milam vendieron su historia a la revista Look Magazine por 4.000 dólares —equivalente a más de 40.000 dólares en la actualidad—, casi la misma suma que Mamie Till-Mobley había pagado para que los restos de su hijo fueran trasladados a su ciudad natal. A pesar de que ambos hombres le confesaron a la revista que habían asesinado a Emmett, no pudieron ser llevados a juicio debido a las disposiciones constitucionales de Estados Unidos respecto al “doble juzgamiento”. Si en ese momento hubiera existido una ley federal contra los linchamientos, Bryant y Milam podrían haber sido nuevamente imputados.

El asesinato de Emmett Till le dio impulso al movimiento por los derechos civiles. Meses después, Rosa Parks se negaba a cederle su asiento a un hombre blanco en un autobús de la ciudad de Montgomery, en el estado de Alabama. Cuando se le preguntó por qué se rehusó a ir a la parte trasera del autobús, Parks dijo: “Pensé en Emmett Till y simplemente no podía dar marcha atrás”.

El renombrado sindicalista y activista por los derechos civiles afroestadounidense A. Philip Randolph eligió el día del octavo aniversario de la muerte de Emmett Till —el 28 de agosto de 1963— para llevar a cabo la Marcha sobre Washington, la gran manifestación en la que Martin Luther King pronunció su histórico discurso “Yo tengo un sueño”.

En 2004, el FBI reabrió la causa de Emmett Till y entrevistó a los testigos presenciales supervivientes, lo que llevó a la identificación de varios otros sospechosos que aún vivían en ese entonces. En 2017, el historiador Timothy Tyson publicó un libro sobre el caso que incluía una entrevista que le realizó a Carolyn Bryant en 2007. En el libro, Tyson cuenta que Bryant se retractó de parte del testimonio que brindó ante el tribunal en 1955, en el que había afirmado que Till la había tocado y le había hecho comentarios obscenos. Esta revelación podría haber provocado que Bryant fuera acusada de mentirle al FBI.

Sin embargo, la mujer negó el relato de Tyson y en diciembre de 2021 el Departamento de Justicia de Estados Unidos cerró formalmente el caso de Emmett Till.

“La forma de corregir los errores es encender la luz de la verdad sobre ellos”, escribió Ida B. Wells. Si bien los asesinos de Emmett Till permanecieron impunes, la corta vida del joven y el incansable activismo de su madre, Mamie Till-Mobley, indicaron el camino a seguir para que los estadounidenses repudiemos para siempre los actos de violencia racista."                   (Amy Goodman - Denis Moynihan   Rebelión, 02/04/2022)

26/1/22

Suecia esterilizó a "indeseables" hasta hace 25 años para depurar la raza... y uno de los culpables fue el siniestro Lundborg, antecesor de Vallejo-Nájera... La espeluznante investigación de higiene racial que realizó el sueco Herman Bernhard Lundborg entre los sami apuntaló intelectualmente la esterilización de "idiotas", indígenas, gitanos y personas vulnerables. El charlatán antisemita anticipó al Mengele español, el franquista Vallejo-Nájera, quien tachó el comunismo de retraso mental

 "El primero de los directores del Instituto sueco para la Biología Racial de Uppsala (Suecia) Herman Bernhard Lundborg (1868-1943) lo tenía muy claro: los nórdicos constituyen la raza superior y cualquier clase de mestizaje con indígenas sami de Laponia, romaníes, judíos, tornedalianos, fineses u otras minorías raciales debilitaría al pueblo escandinavo, al que atribuía el mayor grado de perfección humana incluso mucho antes de que nazis como el doctor Mengele trataran de servirse de la ciencia para apuntalar sus criminales desvaríos racistas. Tal y como firma la escritora Maja Hagerman, autora de un libro y un documental sobre los experimentos de Lundborg con los sami, "colegas investigadores de Alemania, que más tarde se convertirían en influyentes expertos raciales y dictarían sentencias de muerte en el Tercer Reich, miraban con envidia a través del Mar Báltico hacia Suecia, donde se había creado el primer instituto racial del mundo".

El Instituto estatal sueco de Biología Racial de Uppsala, fundado en 1922, contribuyó de forma muy significativa a que esas teorías eugenésicas se extendieran por Alemania, Estados Unidos o el resto de países escandinavos. Para sustentar sus atroces prejuicios, Lundborg viajó a Laponia por primera vez en 1913 y comenzó a tomar medidas craneales de nativos a quienes alentaba a desnudarse. Tomaba fotografías, comparaba fisonomías, analizaba los pelos del pubis y, finalmente, clasificaba a los sujetos de su estudio en "superiores" o "inferiores". Fue solo el primero de los muchos viajes que realizó a Sapmi -denominación nativa de Laponia- con la intención de legitimar el desvarío racista de la superioridad nórdica. Se había obstinado en demostrar que los indígenas son braquicéfalos o de cráneo corto, a diferencia de los escandinavos, que eran dolicocéfalos o de cráneo alargado, lo que a su juicio ejercía también una influencia en la impronta moral de los individuos. No había de pasar mucho tiempo para que los científicos nacionalsocialistas con los que se carteaba le imitaran y crearan el Instituto Kaiser Wilhelm de Antropología.Thank you for watching

Tuvo sexo y procreó con una "raza inferior"

Lo más sorprendente de la historia del pseudocientífico antisemita sueco es que él mismo terminó mezclándose, teniendo sexo y procreando, con una mujer perteneciente a uno de los grupos del tipo equivocado. A la postre, esa fue la razón por la que la periodista Maja Hagerman se decidió a escribir un libro sobre Lundborg. "No tenía la intención de escribir una biografía completa, pero eso cambió cuando descubrí la identidad de su amante María, nativa del norte de Sapmi (Laponia). Al contratarla como limpiadora en su oficina de Uppsala y dejarla embarazada casi de inmediato, arriesgó su reputación como la principal autoridad en temas raciales. Constantemente, advertía a los suecos sobre la amenaza de otras razas. Entonces, ¿en qué estaba pensando?".

A la postre, Lundborg trató a los sami como a insectos a los que categorizaba y estudiaba. Las miles de fotografías que tomó fueron halladas en perfecto estado muchos años después de su muerte, lujosamente encuadernadas en voluminosos libros apilados en las instalaciones del antiguo instituto de biología racial. Ni siquiera sabían que eso estaba allí. Y ello trajo nuevamente a colación el trauma colectivo que causó su investigación. Nunca les explicó lo que se traía entre manos pero cuando la verdad se conoció, se sintieron humillados.

Quieren los huesos de sus ancestros

La percepción social de que pertenecían a una raza inferior no la inventó Lundborg. La designación común de sami -lapón- es un exónimo que significa también idiota y vagabundo, razón por la que ha caído en desuso en la propia Suecia en el nombre de la corrección política. Sin embargo, el charlatán racista brindó magníficas coartadas a las compañías mineras o funcionarios del Gobierno que literalmente despojaron y siguen despojando de sus tierras y de sus recursos a los sami. En última instancia, sus estudios terminaron inspirando campañas de esterilización de "indeseables" que se prolongaron, de diferentes modos, hasta mediados de los noventa, gracias, entre otras cosas, a la simpatía de los injustamente idealizados socialdemócratas suecos. Y el problema extiende sus oscuras sombras hasta hoy de diferentes modos porque las heridas no han sido restañadas todavía.

"El proceso de 'suecificación' de los indígenas fue muy duro", dice el presidente del parlamento sami Stefan Mikaelson. "La discriminación institucional estructural está basada en el racismo. Los nativos eran vistos como menos valiosos en comparación con los pueblos de la sociedad dominante".

Lo que vino a hacer Lundborg es echar algo más de leña al fuego de su marginación histórica. Hace solo una semana, los sami organizaron una protesta finalmente cancelada en Uppsala para reclamar que la universidad devuelva los restos óseos y cráneos que aún conserva. Esta es una de las peticiones más largamente planteadas por los sami. "Todavía hay mucho material allí. Hace unos diez o doce años nuestro parlamento hizo una declaración común para que se repatriaran esos restos, independientemente de la institución en la que estén almacenados", asegura Stefan Mikaelson. "Y mucho más recientemente, una de las organizaciones sami volvió de nuevo a demandarlo".

Se sabe que la universidad alguna vez tuvo 57 cráneos y seis esqueletos de sami, mezclados junto a los de colonos y los de reclusos muertos en prisión cuyos cadáveres eran entregados por el Gobierno sueco a la ciencia hasta el decenio de 1950. En noviembre pasado, el Ejecutivo del país trató de enmendar sus errores del pasado comprometiéndose a crear una comisión de la verdad que examinara el trato que el país ha dado a la minoría sami en el pasado. No hay dudas de que este era antaño pésimo, y según el escritor austriaco Gabriel Kuhn, autor del libro Liberating Sápmi: Indigenous Resistance in Europe's Far North, tampoco la hay de que lo sigue siendo ahora.

En 2007, la sesión plenaria del parlamento sami exigió a los Gobiernos nórdicos que identificaran todo el material óseo que se encuentra en todas las colecciones nacionales para su posterior repatriación a donde pertenezcan. Esta organización de carácter consultivo desea también saber cómo se consiguió ese material y donde se llevaron a cabo los expolios y profanaciones de cementerios sami. En opinión del órgano presidido por Stefan Mikaelson, "no debe subestimarse la importancia de los restos humanos que se almacenan en un estante en una institución sueca. Un funeral es un evento importante en la comunidad sami donde toda la familia se reúne y honra a los muertos con su presencia". Que sigan todavía almacenados en esas colecciones estatales solo refuerza, en su opinión, las viejas actitudes colonialistas y discriminatorias que todavía sufren.

Devolución de restos óseos

Las primeras devoluciones se produjeron en 1997 en Noruega. Eran los cráneos de Mons Sombys y Aslak Haettas, retornados por el instituto anatómico en Oslo y posteriormente sepultados en la Iglesia Talvik de Alta, en Noruega. Hubo otra repatriación en Suecia have veinte años, la del Soejvengeelle u hombre sombra, cuyos restos habían sido legalmente saqueados en los 50 por el investigador Ernst Manker.

Hace dos meses, el rector de la Universidad de Uppsala solicitó permiso al Gobierno sueco para devolver a la Asociación Sami de Arjeplog un esqueleto encontrado en el Museo de la Universidad Gustavianum. Los restos pertenecen a un condenado que cumplió cadena perpetua en la prisión central de Långholmen y que estaba registrado en la iglesia de la parroquia de Arjeplog.

Tanto el saqueo de sus cementerios, como las mediciones anatómicas u otros tratos humillantes fueron justificados y alentados por Lundborg y su Biología Racial, que junto con las ideas darwinistas de la época condujeron, por ejemplo, a leyes que prohibían el matrimonio a los deficientes mentales (1915) y algo más tarde a decretos (1934 y 1941) que permitían la esterilización o la marginalización de sami, tornedalianos, fineses, gitanos, disminuidos psíquicos o personas con trastornos mentales. Los ingenieros sociales suecos pensaron que podrían mejorar la sociedad para las generaciones mediante campañas de esterilización.

En 2014, el propio Gobierno reconoció que había estado esterilizando, persiguiendo e impidiendo la entrada en el país a los gitanos durante el siglo precedente. Junto al mea culpa de Estocolmo, volvieron a resonar los ecos del instituto de Lundborg y todos los esfuerzos para imprimir legitimidad científica a la noción racista de "blanquedad". Durante su retiro en Alemania, su antisemitismo se fortaleció más todavía.

Gracias a una comisión relatora creada para investigar lo sucedido se sabe que Suecia esterilizó a 230.000 personas entre 1935 y 1996 en el contexto de un programa basado en la eugenesia y los conceptos de "higiene social y racial". Las 63.000 esterilizaciones practicadas entre 1934 y 1975 tenían por finalidad garantizar la pureza de la raza nórdica. Esto fue posible, entre otras cosas, a leyes aprobadas con el consenso de todas las formaciones políticas del país. Ni la caída del nazismo marcó un hito en estas "soluciones finales" a la sueca. Ellos siguieron a la suya mientras la prensa internacional divulgaba panegíricos sobre las bondades de las sociedades escandinavas.

El Mengele español

Entre mediados de los setenta y 1996 se esterilizaron a otras 166.000 personas, en la mitad de los casos de un modo consentido. El grueso de las víctimas de los últimos años fueron madres solas con hijos, alcohólicas, personas con patologías psiquiátricas o que vivían en la marginalidad. En las tandas anteriores, fueron los gitanos y los sami quienes se llevaron la peor parte.

Campañas semejantes fueron también implementadas en Francia, Canadá, EEUU, Suiza, Austria, Finlandia y Dinamarca. El máximo exponente de la eugenesia en nuestro país es el psiquiatra franquista Antonio Vallejo-Nájera, quienes estudió en 1939 a presos republicanos con la esperanza de demostrar "la perversión moral" de la izquierda.

Para mayor gloria del caudillo, el palentino creía haber identificado un "gen rojo" que predisponía a la perversión sexual e ideológica. El aprendiz español de eugenista no podía plantear una teoría racial en una sociedad mestiza como la española, pero colaboró y fue fuertemente influido por los nazis que anteriormente habían rendido pleitesía a Lundborg. El palenciano todavía posee un paseo con su nombre en Madrid. En 2010, miembros del Foro por la Memoria de la Comunidad de Madrid retiraron la placa de la vía y la reemplazaron por otra con el nombre de Calle contra la Impunidad."           (Ferran Barber, Público, 22/01/22)

22/7/21

Los espeluznantes experimentos sobre desnutrición que Canadá hizo con los niños de las escuelas indígenas... entre 1942 y 1952 los científicos en nutrición más prominentes de Canadá llevaron a cabo investigaciones en 1.300 indígenas, incluidos 1.000 niños

 "El descubrimiento de cientos de restos de niños en Kamloops, Brandon y Cowessess, en Canadá, ha puesto de manifiesto la devastación absoluta que los colonos infligieron en los niños, las familias y las comunidades originarias a través del sistema de Escuelas Residenciales Indígenas.

Como investigadora especializada en nutrición y colona-canadiense, hago un llamado a mis colegas para que reconozcan y comprendan los daños que han causado los experimentos de desnutrición y nutrición en los pueblos indígenas y el legado que han dejado.

Más fácil de asimilar

Ian Mosby, historiador de la alimentación, salud indígena y política del colonialismo de los colonos canadienses, descubrió que entre 1942 y 1952los científicos en nutrición más prominentes de Canadá llevaron a cabo investigaciones muy poco éticas en 1.300 indígenas, incluidos 1.000 niños, en comunidades cree en el norte de Manitoba y en seis escuelas residenciales en Canadá.

Muchos ya sufrían desnutrición debido a las políticas gubernamentales destructivas y las terribles condiciones de las escuelas residenciales.

A los ojos de los investigadores, esto los convertía en sujetos de prueba ideales.

 Frederick Tisdall, famoso por ser cocreador de la comida infantil Pablum en el Hospital para Niños Enfermos de Toronto, junto con Percy Moore y Lionel Bradley Pett fueron los principales arquitectos de los experimentos de nutrición.

Ellos aseguraron que la educación y las intervenciones en la dieta harían que los pueblos indígenas fueran activos más rentables para Canadá, que si los pueblos indígenas fueran más sanos, la transmisión de enfermedades como la tuberculosis a los blancos disminuiría y la asimilación sería más fácil.

Presentaron con éxito su plan para experimentos de nutrición al gobierno federal.

Pocas calorías, nutrientes y vitaminas

Tisdall, Moore y su equipo basaron su propuesta en los resultados que encontraron después de someter a 400 adultos y niños Cree en el norte de Manitoba a una serie de evaluaciones intrusivas, que incluyeron exámenes físicos, radiografías y extracciones de sangre.

El plan de Pett y su equipo se centró en determinar una base de referencia. 

Querían darles a los niños de la Escuela Residencial Indígena Alberni durante dos años una cantidad de leche tan pequeña que se les privara de las calorías y nutrientes necesarios para su crecimiento

Otros experimentos consistieron en no darles vitaminas y minerales esenciales a los niños de los grupos de control, mientras evitaban que los Servicios de Salud para Indígenas les brindaran atención dental con el pretexto de que esto podría afectar los resultados del estudio.

E incluso antes de estos experimentos, los niños de las Escuelas Residenciales Indígenas pasaban hambre, que se confirmaba con informes de desnutrición grave y signos de deficiencias graves de vitaminas y minerales.

Motivos raciales

El interés en la investigación de la nutrición aumentó dramáticamente en la década de 1940, después de que el Consejo Canadiense de Nutrición declarara públicamente que más del 60% de las personas en Canadá tenían deficiencias nutricionales.

La mayoría de los experimentos hasta entonces se habían realizado en animales, pero investigadores como Pett, quien fue el autor principal de lo que luego se convertiría en la Guía de Alimentos de Canadá, aprovecharon la oportunidad de utilizar a los indígenas como ratas de laboratorio.

Si bien los perpetradores como Pett a menudo actuaban bajo la fachada de comprender y ayudar a los pueblos indígenas, estaba claro que estos experimentos de nutrición tenían una motivación racial.

Los investigadores intentaron desentrañar el «problema indígena». Moore, Tisdall y sus colaboradores atribuyeron estereotipos discriminatorios como «descuido, indolencia, imprevisión e inercia» a la desnutrición.

A.E. Caldwell, director de la Escuela Residencial Indígena Alberni, afirmó que la desnutrición fue causada por dietas y formas de vida tradicionales, que también llamó «hábitos indolentes». 

Los experimentos de nutrición, junto con los alimentos profundamente inadecuados y de baja calidad que se les daba a los niños en estas escuelas, se alinearon perfectamente con el mandato de asimilación de Caldwell.

Prohibir a prácticamente todos los niños alimentos tradicionales adecuados es otro medio más de colonización y genocidio cultural.

 Según los hallazgos de Mosby, Pett afirmó que su objetivo era comprender mejor la transición «inevitable» al estar lejos de los alimentos tradicionales, sin embargo, las Escuelas Residenciales Indígenas fueron diseñadas a propósito para provocar esto.

Su investigación no es ética según los estándares contemporáneos, y es difícil creer que alguna vez haya sido aceptable experimentar con cualquier persona, y mucho menos con niños, sin su consentimiento.

Las secuelas del Holocausto y los experimentos biomédicos en los campos de concentración llevaron al desarrollo del Código de Nuremberg en 1947, que establece que el consentimiento voluntario para la investigación es absolutamente esencial y que los experimentos deben evitar todo sufrimiento físico y mental innecesario.

El código se creó el mismo año en que Pett se embarcó en sus experimentos de nutrición en seis escuelas residenciales.

Consecuencias de la malnutrición y experimentación

La desnutrición infantil puede ser mortal, especialmente cuando se combina con el riesgo de enfermedad, que era con frecuencia el caso en los internados.

El Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación indica que las principales causas de muerte de los niños en las escuelas residenciales fueron los daños físicos, la desnutrición, las enfermedades y el abandono.

Para los sobrevivientes de escuelas residenciales, los efectos de la desnutrición aún duran. 

El hambre durante la niñez aumenta el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2, e investigaciones indican que la desnutrición severa puede incluso causar cambios epigenéticos que pueden transmitirse de generación en generación.

Experimentar con niños que ya estaban sufriendo fue inmoral. 

Efectos a día de hoy

Los problemas de inseguridad alimentaria y nutrición en las comunidades indígenas son problemas importantes en Canadá, como resultado de las escuelas residenciales y las políticas coloniales que continúan hasta el día de hoy.

Los experimentos en estos internados y en las comunidades han hecho que los sitios de atención médica sean lugares precarios y traumáticos para muchas naciones indígenas y han llevado a que muchos tengan dudas en torno las vacunas durante la pandemia de covid-19.

 Al mismo tiempo, persiste el estigma, la violencia y el racismo hacia los pueblos indígenas en estos contextos.

Esta historia particular de experimentos de desnutrición y nutrición en niños y adultos indígenas se ha contado antes. Atrajo la atención de los principales medios de comunicación en 2013 después de la investigación de Mosby.

Y no sorprende a los pueblos indígenas, cuyas verdades debemos finalmente escuchar con atención."

(A Allison Daniel , Rebelión, 13/07/2021; Fuentes: The Conversation)

14/6/21

Las heridas aún abiertas de la matanza racista de Tulsa. Los tres únicos supervivientes vivos de los disturbios que costaron la vida a 300 afroamericanos hace 100 años continúan reclamando en vano una indemnización

 "Viola Ford Fletcher tenía siete años cuando un hombre pasó delante de su casa en el barrio de Greenwood, en la ciudad de Tulsa (Oklahoma), gritando a todo el mundo que se marcharan porque “los blancos estaban matando a todos los negros”. Era la noche del 31 de mayo de 1921.

 En cuestión de horas, durante la madrugada del 1 de junio, una turba de blancos saqueó e incendió los negocios de los afroamericanos. Según los cálculos de los historiadores, 300 personas murieron y otros centenares resultaron heridos. Las llamas destruyeron 35 manzanas y 8.000 residentes del distrito quedaron sin hogar.

 Fletcher aún recuerda con lucidez las imágenes de sus vecinos recibiendo disparos, sus cuerpos sin vida en la calle, el fuego consumiendo las iglesias, los negocios y los edificios. “Aún puedo oler el humo”, aseguró este 19 de mayo ante un comité del Congreso en Washington.

 El barrio atacado esa noche era conocido como el Wall Street Negro. Veteranos de la I Guerra Mundial, profesionales y artesanos —descendientes de esclavos— habían logrado levantar un segregado pero próspero distrito en el que vivían cerca de 10.000 afroamericanos. Era un oasis donde la comunidad negra podía acariciar el sueño americano en una época en la que aún eran comunes los linchamientos.

El detonante de la masacre fue un hecho banal en el ascensor de un hotel en el centro de Tulsa el 30 de mayo. Dick Rowland, un limpiabotas negro de 19 años, coincidió en él con Sarah Page, blanca, de 17. Según determinó una comisión oficial sobre la matanza, establecida en 2001 por el Estado de Oklahoma, el joven negro tropezó al salir del ascensor, lo que provocó que pisara el pie de la chica blanca, que profirió un grito probablemente involuntario.

Varios testigos afirmaron después haber oído gritar a una mujer blanca y a un joven negro escapar corriendo, un relato del que los medios locales de la época dedujeron que el adolescente afroamericano había agredido sexualmente a Page. Ese mismo día, cientos de hombres blancos armados se congregaron fuera del juzgado donde estaba detenido Rowland. Algunos de ellos habían sido reclutados por el Ayuntamiento de la ciudad y por las autoridades del Estado de Oklahoma. Un número inferior de hombres negros, también armados, acudieron al lugar para evitar que lincharan al joven Rowland. Un disparo entre la multitud desató el caos que se trasladó a Greenwood. La violencia se prolongó durante 24 horas.

 Ningún blanco fue procesado jamás por los hechos y, en estos 100 años, ningún negro ha sido indemnizado. El informe de la comisión oficial de Oklahoma instó ya en 2001 a que se compensara económicamente a las víctimas pero esa recomendación cayó en el olvido, pese a que el documento confirmaba que las autoridades de aquella época conspiraron e instigaron a los blancos a arrasar el barrio negro.

 Cerca de 6.000 personas fueron detenidas, la mayoría afroamericanos. Un gran jurado culpó a los hombres negros de los disturbios. Las compañías de seguro rechazaron las reclamaciones de las víctimas y las demandas civiles contra la ciudad en busca de ayuda financiera fueron desestimadas. Rowland, el limpiabotas negro cuyo incidente con la chica blanca desencadenó la furia de los blancos, fue posteriormente exonerado y todos los cargos en su contra, retirados.

Durante décadas, Tulsa ignoró lo sucedido ese 31 de mayo, una fecha que hasta hace poco ni siquiera aparecía en los libros de Historia. Ahora, el movimiento para lograr indemnizaciones por la que fue una de las masacres racistas más mortíferas de Estados Unidos desde el fin de la esclavitud ha cobrado un nuevo impulso en un país sacudido por el movimiento antirracista Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan-BLM). BLM llamó a movilizaciones masivas de la comunidad afroamericana ahora hace un año, tras el homicidio a manos de un policía del afroamericano George Floyd.

En este contexto, en septiembre de 2020, las tres únicas víctimas directas que aún viven y los descendientes de los fallecidos de Tulsa interpusieron una demanda contra la ciudad y la Cámara de Comercio estatal para que se los indemnice y se dé prioridad a los vecinos afroamericanos en la adjudicación de contratos municipales. La demandante principal, Lessie Benningfield Randle, de 105 años, es una de esos tres supervivientes conocidos, junto con Viola Fletcher y Hughes Van Ellis, el hermano menor de Fletcher, de 100 años.

Una justicia “imposible para los negros”

Lessie Benningfield Randle testificó en un vídeo proyectado a los miembros de la comisión del Congreso sobre una masacre que la anciana definió “como una guerra” perpetrada por hombres blancos armados que destruyeron su comunidad “sin ninguna razón”. Randle responsabilizó a las autoridades de la ciudad por lo sucedido: “Las personas en posiciones de poder de EE UU, muchas como ustedes, nos han dicho que esperemos. Otros nos han dicho que es demasiado tarde. Parece que la justicia en EE UU siempre es tan lenta o imposible para los negros y nos hacen sentir como si estuviéramos locos solo por pedir que las cosas se arreglen”.

“No somos solo imágenes en blanco y negro”, sostuvo, por su parte, Hughes Van Ellis, el hermano de Fletcher, quien también compareció ante el Congreso. “Somos de carne y hueso. Yo estaba allí cuando ocurrió. Y todavía estoy aquí”, agregó.

 El presidente Joe Biden, quien ha sostenido que la esclavitud es el “pecado original” de Estados Unidos, visitará este martes Tulsa. El mandatario se reunirá con los supervivientes para conmemorar el centenario de la masacre en una ciudad que es hogar aún hoy de escandalosas disparidades raciales. El ingreso familiar promedio en los hogares negros es menos de tres quintas partes de los 55.278 dólares (45.336 euros) de los que disponen de media las familias blancas, informa The New York Times. El 33,5% de los afroamericanos del norte de la ciudad vive en la pobreza, en comparación con el 13,4% de los blancos en el sur y la esperanza de vida de la comunidad en el barrio más pobre es 11 años inferior a la del sector más rico, blanco, según datos del Departamento de Salud de Tulsa recogidos por Human Right Watch.

Los supervivientes y los descendientes de las víctimas de Tulsa creen que la pobreza en la que vive aún hoy la comunidad negra de esa ciudad hunde sus raíces en las matanzas que tuvieron lugar en la noche del 31 de mayo al 1 de junio de 1921."                   (Antonia Laborde, El País, 31/05/21)

9/6/21

Tom Hanks: Deben saber la verdad sobre la masacre racial de Tulsa

 "Me considero un historiador aficionado que habla demasiado en las cenas con amistades, en las que inicio conversaciones con preguntas como: “¿Sabías que el canal de Erie es la razón por la que Manhattan se convirtió en el centro económico de Estados Unidos?”. 

Algunos de los proyectos en los que trabajo son obras de entretenimiento basadas en hechos históricos. ¿Sabían que el segundo presidente estadounidense alguna vez defendió en un tribunal a los soldados británicos que les dispararon a muerte a los bostonianos coloniales y que logró que la mayoría quedara libre de castigo?

 Según recuerdo, cuatro años de mi educación incluyeron estudios de historia estadounidense. Los grados quinto y octavo, dos semestres en el bachillerato, tres cuartas partes del programa que cursé en una universidad comunitaria. Desde entonces, he leído textos de historia por placer y he visto documentales como primera opción. Muchas de esas obras y esos libros académicos narraban las vivencias de gente blanca y la historia blanca. Las pocas figuras negras —Frederick Douglass, Harriet Tubman, el reverendo Martin Luther King Jr.— eran aquellas que habían logrado mucho a pesar de la esclavitud, la segregación y las injusticias institucionales en la sociedad estadounidense.

Sin embargo, pese a todo lo que he estudiado, jamás leí una sola página en ningún libro escolar de historia sobre cómo, en 1921, una muchedumbre de personas blancas incendió un lugar conocido como el Black Wall Street, asesinó a 300 de sus ciudadanos negros y desplazó a miles de afroestadounidenses que vivían en Tulsa, Oklahoma.

Lo mismo le ha ocurrido a mucha gente: en su mayoría, la historia la escribían personas blancas que se basaban en personas blancas, como yo, mientras que la historia de las personas de color —incluidos los horrendos disturbios de Tulsa— se excluía muy a menudo. Hasta hace relativamente poco tiempo, la industria del entretenimiento, que ayuda a determinar qué forma parte de la historia y qué queda en el olvido, hacía lo mismo. Eso incluye proyectos en los que yo participé. Yo sabía sobre el ataque al Fuerte Sumter, la batalla de Little Bighorn y el ataque a Pearl Harbor, pero no supe nada sobre la masacre de Tulsa sino hasta el año pasado, gracias a un artículo de The New York Times.

En vez de enterarme de eso, en mis clases de historia aprendí que la Ley del Sello en el Reino Unido contribuyó al motín del té, que “nosotros” éramos un pueblo libre porque la Declaración de Independencia decía que “todos los hombres son creados iguales”. Que la rebelión del whiskey comenzó por un impuesto al whiskey. Que los Artículos de la Confederación y las Leyes de Extranjería y Sedición fueron esfuerzos absurdos. Con justa razón, mis clases dedicaron tiempo a Sacco y Vanzetti, al Partido Progresista de Teddy Roosevelt y a los hermanos Wright. Nuestros libros de texto contaban la historia de la compra de Luisiana, de la inundación de Johnstown, Pensilvania, del gran terremoto de San Francisco y de George Washington Carver y los cientos de productos que desarrolló a partir del cacahuate.

 Pero Tulsa jamás figuró más que como una ciudad en la pradera. En uno de esos años escolares, se le dedicaron unos párrafos a la primera marcha para colonizar las tierras no asignadas, conocida como Oklahoma Land Rush, pero la quema en 1921 de la población negra que vivía ahí nunca se mencionó. Desde entonces, me he percatado de que tampoco hubo mención de la violencia, tanto a pequeña como a gran escala, contra las comunidades negras, sobre todo entre el final de la Reconstrucción y las victorias del movimiento por los derechos civiles; no se contaba nada de la matanza de residentes negros en Slocum, Texas, a manos de una turba de personas blancas en 1910 ni del Verano Rojo de terrorismo supremacista blanco en 1919. A muchos estudiantes como yo se nos decía que el linchamiento de estadounidenses negros era una tragedia, pero no que estos asesinatos públicos eran comunes y que a menudo eran elogiados por los periódicos y las fuerzas de seguridad locales.

Para un niño blanco que vivió en vecindarios blancos de Oakland, California, mi ciudad en los años sesenta y setenta parecía un lugar diverso e integrado, aunque a veces se sentía tenso y polarizado, algo que quedaba claro en muchos autobuses del transporte público. La división entre el Estados Unidos blanco y el negro se veía tan sólida como cualquier frontera internacional, incluso en una de las ciudades más integradas de la nación. Las escuelas Bret Harte Junior High y Skyline High School tenían estudiantes asiáticos, latinos y negros, pero la mayoría del alumnado de esos institutos era blanco. Ese no parecía ser el caso en otros bachilleratos públicos de la ciudad.

Nos dieron clases sobre la Proclamación de Emancipación, el Ku Klux Klan, el audaz heroísmo y los buenos modales de Rosa Parks, e incluso sobre la muerte de Crispus Attucks en la masacre de Boston. Partes de ciudades estadounidenses habían ardido en llamas en distintos momentos desde los disturbios de Watts en 1965, y Oakland era la sede del Partido Pantera Negra y del centro de inducción de reclutas de la era de la guerra de Vietnam, así que la historia se desarrollaba justo frente a nuestros ojos, en nuestra propia ciudad. Los problemas eran innumerables, las soluciones teóricas, las lecciones escasas y los titulares incesantes.

La verdad sobre Tulsa y la reiterada violencia de algunos estadounidenses blancos contra estadounidenses negros se ignoraba de manera sistemática, tal vez porque se consideraba una lección demasiado honesta y dolorosa para nuestros jóvenes oídos blancos. Por lo tanto, las escuelas predominantemente blancas no la incluían en sus temarios, las obras de ficción histórica dirigidas a las masas no la revelaban y la industria en la que elegí trabajar no abordó esos temas en películas ni en series sino hasta hace poco. Al parecer, los profesores y los directivos escolares blancos omitían el tema incendiario por el bien del statu quo —si acaso sabían sobre la masacre de Tulsa, porque algunos seguramente no estaban enterados de ella—, con lo que pusieron los sentimientos blancos por encima de la experiencia negra y, en este caso, literalmente por encima de las vidas negras.

¿Cómo habría cambiado nuestra perspectiva si a todos nos hubieran hablado de lo ocurrido en Tulsa en 1921 desde el quinto grado? Hoy en día, esta omisión me parece trágica, una oportunidad desperdiciada, un momento valioso de enseñanza malgastado. Cuando las personas escuchan sobre el racismo sistémico en Estados Unidos, el mero uso de esas palabras suscita la ira de aquellas personas blancas que insisten en que desde el 4 de julio de 1776 todos hemos sido libres, que todos fuimos creados de la misma manera, que cualquier estadounidense puede volverse presidente y tomar un taxi en el centro de Manhattan sin importar el color de su piel, que, en efecto, el progreso estadounidense hacia la justicia para todos quizá sea lento pero es persistente. Díganles eso a los sobrevivientes de Tulsa, que ahora tienen 100 años de edad, y a su descendencia. Y cuenten la verdad a los descendientes blancos de aquellos que estuvieron en la multitud que destruyó Black Wall Street.

Actualmente, pienso que las obras de ficción basadas en hechos históricos con fines de entretenimiento deben retratar el yugo del racismo en nuestra nación por el bien de las pretensiones de verosimilitud y autenticidad de esta forma de arte. Hasta hace poco, la masacre racial de Tulsa no se veía en películas ni programas de televisión. Gracias a varios proyectos que ahora están en plataformas de emisión en continuo, como Watchmen y Lovecraft Country, este ya no es el caso. Tal como otros documentos históricos que mapean nuestro ADN cultural, estas obras reflejarán quiénes somos realmente y ayudarán a determinar cuál es nuestra historia completa y qué es lo que debemos recordar.

¿Acaso nuestras escuelas deben enseñar lo que de verdad pasó en Tulsa? Sí, y también deben frenar la lucha para diseñar los planes de estudio de manera que se omitan injusticias raciales históricas con el argumento de evitar la incomodidad de los estudiantes. La historia de Estados Unidos es complicada, pero el conocimiento nos hace personas más sabias y fuertes. Lo sucedido en 1921 es una verdad, un portal hacia nuestra paradójica historia compartida. No se permitió la existencia de un Wall Street afroestadounidense; se redujo a cenizas. Más de 20 años después, ganamos la Segunda Guerra Mundial a pesar de la segregación racial institucionalizada.

 Más de 20 años después de eso, las misiones del programa Apolo pusieron a 12 hombres en la Luna mientras que otros luchaban para poder votar, y la publicación de los papeles del Pentágono demostró hasta qué grado están dispuestos a mentirnos sistemáticamente nuestros funcionarios electos. Cada una de estas lecciones es una crónica de nuestra búsqueda de estar a la altura de la promesa de nuestra tierra, de nuestro intento de contar verdades que, en Estados Unidos, deben considerarse más que evidentes."              

(El actor y cineasta cuyos proyectos incluyen obras basadas en hechos históricos, como Hermandad en la trinchera, The Pacific y John Adams: Tom Hanks, The New York Times, 07/06/21)

4/6/21

Ensayo de bombardeo contra una «raza inferior»... Tulsa, 1921, Estados Unidos...

 "Casi cien hombres, mujeres y niños, la mayoría negros, mueren en la masacre

Tulsa, Oklahoma, 30 de mayo de 1921 —A las 4:05 de la tarde, Dick Rowland, un lustrabotas huérfano de 19 años, se dirige al baño para negros ubicado en el edificio Drexel, en el 319 de la calle Main Street. El baño queda en el último piso, por lo cual el joven debe usar las escaleras o el ascensor. Esta vez se decide por el camino más rápido, el ascensor, donde trabaja una joven blanca de nombre Sarah Page. Según su propia versión, Dick (que en inglés suele usarse como nombre popular de pene), al entrar en el ascensor se tropieza y, en el reflejo de agarrarse de algo, se agarra del brazo de la operadora. Un empleado que lo ve a través de las decoradas rejas entiende que se trata de una violación y corre hasta el teléfono para reportarlo a la policía. El tema favorito de la imaginación pornográfica (la bestia inferior provocando placer a la bella superior; la inversión de roles entre los de abajo y los de arriba, como forma de catarsis del poder temeroso de sus propias fantasías) antecede a la industria pornográfica en varias décadas, probablemente en siglos.

Al día siguiente, el Tulsa Tribune titula: “Arrestan al negro que asaltó a una joven en un ascensor”. El diario agrega que el atacante le sacó el vestido a la joven Page y, más abajo, se hace eco del clamor popular: “A linchar el negro esta noche”. Los diarios no informan de la permanente actividad del Ku Klux Klan que no tolera la inexplicable prosperidad de los negros de Tulsa.[1]

Por alguna razón que sólo Dios sabe, la joven Sarah se niega a denunciar al atacante, pero de todas formas Dick es acusado de violación. Enseguida, hordas de indignados blancos atacan y vandalizan el elegante barrio negro de Tulsa. Al día siguiente, el 31 de mayo de 1921, aviones privados bombardean el área para calmar las protestas de negros generadas por el ataque de turbas de otros vecindarios. Cientos de edificios del distrito son destruidos por el fuego de los indignados blancos y más de nueve mil residentes pierden sus casas. Casi cien hombres, mujeres y niños, la mayoría negros, mueren en la masacre. Seis mil del mismo color terminan en prisión.

Dos años atrás, el bueno de Winston Churchill, ante las críticas por los bombardeos ingleses con gas letal en Afganistán, Palestina y contra los curdos en Medio Oriente, había respondido: “no entiendo tantas críticas de los humanistas por el bombardeo con gas venenoso; yo estoy de acuerdo con el uso de este gas contra los pueblos incivilizados; de esa forma se preservan los edificios y la infraestructura de esos países”.[2]

El 11 de junio, la joven Sarah Page insiste, esta vez en el popular diario Appeal to Reason: “cuando me agarró del brazo, yo grité y él se fue enseguida”.[3] Pero nada más vano que intentar sacar a un creyente de su convicción. Si la realidad no se adapta a los deseos, peor para ella. En las décadas por venir, los planes de desarrollo de infraestructura en Estados Unidos cruzarán el país y las grandes ciudades con decenas de nuevas y monumentales autopistas. Muchas de ellas, por gracia de la casualidad, realizarán desvíos técnicos, separando los barrios y las comunidades negras de las blancas y sirviendo para el desarrollo de los centros con mayoría de población blanca. Tulsa no será la excepción y, de esta forma, luego de ser arrasada por el fuego y el odio, quedará mortalmente segregada y desconectada por la nueva autopista norte.

Efectivamente borrada de la memoria popular y de los libros de las escuelas, la masacre de Tulsa en Oklahoma es el primer bombardeo aéreo registrado en suelo estadounidense, aunque todavía no se trata del primer bombardeo militar a una población civil, estudiado y organizado con múltiples innovaciones científicas, como ocurrirá seis años más tarde en Ocotal, Nicaragua, para revertir la victoria de un rebelde llamado Augusto Sandino, quien había arrinconado a los marines en un edificio del pueblo. Este es un bombardeo privado. El de Nicaragua será un experimento del gobierno. Hay algunas diferencias.

Pero se parecen mucho.

Notas:


[1] Este mismo año, en Birminham, Alabama, el recientemente electo presidente Warren Harding dice que los negros deben obtener “una ciudadanía completa”. La policía y la prensa se indignan y el senador por Mississippi Byron Pat Harrison protesta que “si aceptamos la teoría del presidente… tendríamos que aceptar la posibilidad de que un día este país pueda tener un presidente negro”.

[2] Ante la toma Palestina por el nuevo Estado de Israel, el mismo Churchill declarará: “No puedo disculparme por esta toma de territorio de la misma forma que nadie puede quejarse que los hombres blancos hayan tomado las tierras de los indios piel roja en América; es algo natural que las razas superiores dominen a las razas inferiores”.

[3] El Appeal to Reason es un influyente diario del Partido Socialista de Estados Unidos con más de medio millón de suscriptores. Luego de varias décadas de profusa actividad, será cerrado abruptamente en 1922.

JM. De La frontera salvaje: 200 años de fanatismo anglosajón en América latina ."          (Jorge Majfud , Rebelión, 02/06/2021)

2/6/21

Conmoción en Canadá tras el hallazgo de los restos de 215 niños en un antiguo internado para indígenas

 "El hallazgo de una fosa común con los restos de 215 niños en terrenos pertenecientes al antiguo internado para menores indígenas de Kamloops, en la provincia de Columbia Británica, ha conmocionado Canadá.

 El macabro descubrimiento fue desvelado por Rosanne Casimir, jefa de la reserva Tk’emlups te Secwépmc (habitada por miembros del pueblo shuswap) en un comunicado hecho público el jueves. En el texto, Casimir señalaba que los restos de los alumnos se encontraron “el pasado fin de semana, con la ayuda de un especialista en radares de penetración terrestre”. Casimir indicó que algunos de los niños tenían tan solo tres años de edad y se desconocen los motivos de las muertes y de cuándo datan. Entre 1883 y 1996, unos 150.000 niños fueron obligados a vivir en 139 centros para menores indígenas. La negligencia, los castigos físicos, la violencia sexual y el racismo fueron comunes dentro de sus muros.

Se espera que a mediados de junio se publique un informe con más detalles sobre lo ocurrido en Kamloops y que en los próximos días se anuncie el destino final de los restos. El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, ha escrito en Twitter que el descubrimiento es un “doloroso recuerdo” de “un vergonzoso capítulo de la historia” del país.

 El internado de Kamloops, abierto entre 1890 y 1969, fue el mayor de estos centros en el país, destinados en teoría a integrar a la joven población indígena en el sistema y regentados por el Gobierno y las comunidades religiosas. De adscripción católica, en sus tiempos de mayor esplendor alojaba a unos 500 alumnos procedentes de distintas comunidades autóctonas de Columbia Británica. Tras recibir la noticia sobre este hallazgo, Marc Miller, ministro federal de Servicios Indígenas, afirmó que el tema de los internados para menores indígenas “continúa siendo una vergüenza nacional, pero lo que resulta incluso más vergonzoso es que mucha gente no conoce esta realidad”. En junio de 2015, una comisión entregó un informe donde catalogó lo ocurrido en estas instituciones como un “genocidio cultural”.

 Muchos padres no volvieron a tener noticias de sus hijos. El informe de 2015 estableció que 3.125 menores fallecieron en estos centros. Cuatro años después, la cifra pasó a 4.134, pero algunos expertos calculan que podría rondar los 6.000. Rosanne Casimir indicó que, según su comunidad, los 215 niños de Kamloops no estaban incluidos en estos registros. El documento de la comisión señaló que la mitad del total de los decesos fueron por tuberculosis. La gripe, la neumonía y otras enfermedades también provocaron numerosas muertes. Otras más ocurrieron por incendios, suicidios, ahogamiento o hipotermia. No obstante, las causas siguen siendo una interrogante en diversos casos.

La tasa de mortalidad de los alumnos de origen autóctono entre 1941 y 1945 fue casi cinco veces superior a la del resto de menores canadienses. En los años 60 y hasta el cierre del último internado en 1996, esta tasa disminuyó, aunque siguió siendo dos veces más alta. Estudios académicos han establecido vínculos entre la experiencia en los internados y problemas de salud mental, drogadicción, alcoholismo y violencia en distintas reservas indígenas.

En 2008, el entonces primer ministro, Stephen Harper, se disculpó en nombre de todos los canadienses con las comunidades autóctonas por el daño provocado por los internados. Un año antes, el Gobierno de Harper había llegado a un acuerdo para resolver la ola de recursos presentados en tribunales exigiendo indemnizaciones. Un comité de verificación publicó en marzo que Canadá desembolsó en total 3.230 millones de dólares canadienses (unos 2.190 millones de euros): se entregaron 2.140 millones en indemnizaciones a 27.800 personas; la suma restante fue para gastos burocráticos y jurídicos.

Perry Bellegarde, jefe de la Asamblea de las Primeras Naciones de Canadá, ha expresado este viernes su dolor por el hallazgo de los restos de los 215 niños. “Si bien no es algo nuevo encontrar tumbas en antiguos internados, siempre es demoledor ver expuestas las heridas de ese episodio”, manifestó.

Desde que llegó al cargo de primer ministro en 2015, Justin Trudeau se ha comprometido a favorecer la reconciliación entre los pueblos indígenas y el resto del país. Ha aumentado los canales de comunicación con los líderes autóctonos y los recursos para estas comunidades. Asimismo, puso en marcha una comisión relacionada con el asesinato y desaparición de mujeres indígenas (unas 1.200 víctimas desde 1980, según los cálculos más conservadores).

Sin embargo, existen aún retos de envergadura por superar. Por ejemplo, decenas de reservas siguen con problemas de acceso al agua potable, y el racismo y la discriminación en instituciones policiales y sanitarias hacia los indígenas no son asunto anecdótico. La ley federal conocida como “Indian Act”, proclamada en 1876, continúa regulando gran parte de las actividades de los grupos autóctonos del país. Los indígenas representan el 4,9% de la población total de Canadá."                (Jaime Porras, El País, 29/05/21)

9/7/20

La violencia y los abusos en EE.UU. demuestran que la policía está fuera de control. En los últimos cinco años 5.408 civiles fallecieron por disparos de agentes. Cientos mueren cada año por balas de goma, estrangulamiento, etc.

"A raíz del asesinato de George Floyd y la posterior oleada de protestas por todo el país (y todo el mundo) en contra de la brutalidad policial, los estadounidenses han presenciado un vídeo tras otro de policías agrediendo a manifestantes desarmados y hasta a transeúntes que tuvieron la mala suerte de cruzarse en su camino.

En uno de los casos más sorprendentes, la policía de Búfalo empujó y tiró al suelo, sin ninguna justificación, a un hombre de 75 años, que comenzó a sangrar por las orejas y sufrió una lesión cerebral. Este suceso se produjo solo un día después de que esa misma policía, en ese mismo lugar, se hubiera arrodillado en solidaridad con aquellos que protestaban contra un uso excesivo de la fuerza. Para empeorar la situación, las autoridades mintieron y dijeron que el hombre simplemente se había “resbalado y caído”. Por desgracia para ellos, un vídeo del incidente se hizo viral y les obligó a admitir la verdad. 

Muchas personas tratan de explicar este tipo de casos como si fueran “episodios aislados” que llevan a cabo unas cuantas “manzanas podridas” que no representan a la mayoría de las fuerzas policiales de todo el país. Sus defensores insisten en decir que los medios fomentan una “narrativa antipolicial” que olvida los peligros a los que se enfrentan los policías en su trabajo (peligros que, por lo que parece, justifican el nivel de fuerza que emplean). 

Sin embargo, los datos empíricos disponibles sobre violencia y mantenimiento del orden revelan una imagen más compleja y preocupante. Se podría incluso decir que la mayoría de las conversaciones públicas pecan de estrechez de miras y de miopía a la hora de reflejar lo extremo, generalizado y polifacético que es el abuso policial en realidad.

Violencia policial generalizada 

En lo que llevamos de año, 481 civiles han recibido un disparo mortal a manos de la policía de Estados Unidos, según el Washington Post. En total, se han producido unos 7.397 homicidios por arma de fuego (excluidos los suicidios y los accidentes) durante este mismo período. Eso significa que aproximadamente uno de cada 15 estadounidenses que recibió un disparo mortal en 2020 fue asesinado por un agente de policía.

Desde 2015, la policía ha matado de un disparo al menos a 352 personas que se encontraban desarmadas (es decir, que ni siquiera estaban en posesión de un juguete, un objeto contundente o cualquier otro instrumento). En total, 5.408 civiles fallecieron por disparos de la policía a lo largo de los últimos cinco años; uno de cada 15 iba desarmado. Es importante destacar también que en estos datos figuran solo los tiroteos policiales. 

Cientos de civiles mueren a manos de la policía cada año por tásers, gas pimienta, balas de goma, llaves de estrangulamiento, asfixia postural, traumatismos por objetos contundentes, atropellos de coches policiales y otras causas; una gran parte de esos civiles se encontraba también desarmada y muchos tampoco habían cometido ningún delito.

Así y todo, los fallecimientos representan solo un pequeño porcentaje de la violencia policial en conjunto. Según la Oficina de Estadísticas Judiciales (BJS, por sus siglas en inglés), al menos 985.300 estadounidenses fueron objeto de amenazas no letales o de un uso abusivo de la fuerza por parte de la policía durante un único año: 2015, el año más reciente sobre el que figuran datos en la página de la BJS. 

Si se compara con la población total de EE.UU. de ese año, aproximadamente uno de cada 324 estadounidenses fue agredido verbal o físicamente por un policía. De hecho, todos los departamentos policiales del país reciben cada año miles de quejas por un uso excesivo de la fuerza que son “oficialmente admitidas” (es decir, que son lo bastante creíbles para justificar que se tomen medidas disciplinarias contra los agentes), como resultado de esos encuentros.

Cada año también se producen numerosas denuncias por casos de violación, agresión sexual y acoso sexual en los que hay policías de servicio involucrados. (Como es lógico, es probable que haya muchos más casos que no se denuncian). Según una investigación realizada por el Buffalo News, entre 2005 y 2015, “al menos cada cinco días se pesca a un agente policial en un caso de abuso sexual o conducta inapropiada”. 

Por lo general, en esos casos los policías están armados; normalmente las víctimas están solas y, casi siempre, tienen sus movimientos restringidos; en ocasiones también concurre una amenaza inminente de utilizar la fuerza o de ser arrestadas. Sin embargo, con frecuencia los policías tienen la osadía de afirmar que esos actos sexuales, con civiles que se encuentran bajo custodia policial, son consensuados. Una investigación de Associated Press descubrió que muchos policías utilizan herramientas o bases de datos policiales para acechar o acosar a exparejas o a personas en las que están sexualmente interesados (y para otros fines personales).

Esto es lo que se observa al echar un vistazo rápido sobre el comportamiento de los policías cuando están de servicio. Sin embargo, los policías también cometen delitos y actos violentos de forma habitual cuando no están de servicio. Por ejemplo, los índices de violencia doméstica son hasta cuatro veces más altos entre las fuerzas policiales que entre la población en general.

En resumen, cientos de miles de estadounidenses son víctimas de la brutalidad policial cada año. En ese sentido, Estados Unidos ocupa un lugar extremadamente atípico entre las democracias liberales ricas. El nivel de agresión que despliegan los policías en una zona parece no tener ninguna relación con el número de delitos violentos de esa zona, ni tampoco parece ser proporcional al peligro real al que se enfrentan las fuerzas policiales en su trabajo.

Agentes caídos

¿Cómo de peligroso es ser policía? Una manera de encontrar respuesta a esa pregunta es comparar el índice de homicidios de policías de servicio con el del estadounidense medio en su día a día. Solo por intuición podríamos suponer que un policía tiene muchas más posibilidades de morir en su trabajo que cualquier ciudadano en su rutina diaria, pero a decir verdad el coeficiente se acerca bastante.

Analicemos los datos de 2016, el último año para el que existen estadísticas fiables en todas las categorías pertinentes. Este resultó ser también un año particularmente sobresaliente en cuanto al número de homicidios policiales en cumplimiento del deber, más alto que cualquier otro año entre 2012 y 2019. Por tanto, los siguientes coeficientes pueden servir como un cálculo por lo alto de los peligros a los que se enfrentan los policías.

Para averiguar el número de policías que han muerto mientras estaban de servicio en 2016, emplearemos la Página Conmemorativa de Agentes Caídos (ODMP, por sus siglas en inglés), la página conmemorativa de policías más grande del país y una de las bases de datos de muertes policiales en cumplimiento del deber más fiable de Estados Unidos. Sus estadísticas recogen las bajas de policías federales, estatales y municipales, así como las de los funcionarios penitenciarios y los policías militares en misiones dentro del territorio nacional.

Según la ODMP, 181 agentes de los cuerpos de seguridad del Estado murieron mientras estaban de servicio en 2016. De todas estas muertes, 48 fueron consecuencia de problemas de salud (infartos, cánceres y enfermedades relacionadas con el trabajo) y 39 fueron consecuencia de accidentes de vehículos no relacionados con persecuciones (por ejemplo accidentes de aviones, barcos, motos, trenes, coches o agentes atropellados accidentalmente por civiles). También se produjo un fallecimiento provocado por un animal, dos ahogamientos, una caída, tres muertes por disparo accidental y un accidente ocurrido durante un entrenamiento. En total, menos de la mitad de todas las muertes de agentes, 86 en conjunto, fueron consecuencia directa de un autor, por ejemplo de una agresión, un apuñalamiento, un disparo, un atropello o un accidente durante una persecución.

Las cifras de la OMDP para 2016 son prácticamente iguales a la otra base de datos no gubernamental que registra las muertes policiales en Estados Unidos: el Fondo Conmemorativo de las Fuerzas de Seguridad. También figuran 86 homicidios policiales en 2016 (es decir, muertes consecuencia de que los agentes fueron golpeados, apuñalados, estrangulados, disparados o atropellados con un vehículo). Los cálculos de ambas bases de datos son superiores a las estadísticas del FBI, que registraron 66 muertes criminales de agentes policiales en 2016. No obstante, tomaremos la cifra más alta: 86 homicidios de agentes de las fuerzas de orden público mientras estaban de servicio.

Ese número se puede contrastar con el número total de agentes de orden público de todos los organismos que aparecen en la base de datos de la ODPM. Según los números de la BJS, había 701.273 agentes estatales y municipales a tiempo completo y 132.111 agentes federales a tiempo completo en Estados Unidos en 2016. El Departamento de Defensa calculó que había aproximadamente 50.000 policías militares en las bases del país durante ese mismo año.

Con estos totales podemos calcular el índice general de homicidios policiales en cumplimiento del deber durante 2016: 9,74 agentes por 100.000. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades calcula que el índice general de homicidios en Estados Unidos fue de 6 por 100.000 en 2016. El índice de homicidios en el caso de los hombres, concretamente, fue de 9,5 por 100.000. O lo que es lo mismo, las posibilidades que tiene un agente de policía de resultar víctima de un homicidio mientras está de servicio son solo ligeramente superiores a las del típico hombre estadounidense en su quehacer diario. 


De hecho, el riesgo de algunos segmentos de la población estadounidense de ser asesinados es considerablemente superior al de los agentes policiales. Por ejemplo, en 2016, el índice de homicidios entre los afroamericanos fue de 23,4 por 100.000. De media, un ciudadano negro tuvo más del doble de posibilidades de ser víctima de un homicidio que un policía de servicio (y tampoco hay que olvidar que muchas de estas muertes fueron provocadas por un policía).

No obstante, las muertes por sí solas no son una medida suficiente para calcular los riesgos a los que se enfrenta un policía. Al fin y al cabo, muchos agentes también resultan heridos cada año en situaciones violentas. Dicho esto, los datos por lesiones dibujan un panorama similar al de las estadísticas de fallecimientos. Los agentes de policía tienen el triple de posibilidades de necesitar atención hospitalaria como consecuencia de lesiones en el trabajo que la mayoría del resto de trabajadores de EE.UU. (aunque hay muchos otros trabajos en Estados Unidos que son más peligrosos que ser policía). Al igual que sucede con las muertes, la gran mayoría de las lesiones en cumplimiento del deber que sufren los policías (aproximadamente dos tercios) se producen sin que concurran circunstancias violentas.

La BJS calcula que 4,5 de cada 1000 ciudadanos estadounidenses sufrió lesiones como resultado de delitos con violencia en 2016. En el caso de la policía, esa cifra fue unas seis veces más alta: 28 de cada 1000 agentes. Sin embargo, la gran mayoría (78%) de las agresiones a policías fueron resultado de peleas cuerpo a cuerpo y muchas de las lesiones policiales provocadas por agresiones (31,4%) tuvieron lugar en ese contexto. En conjunto, los cuchillos, instrumentos cortantes o las armas de fuego representaron solo un poco más del 6% de los casos y poco más del 20% del total de las lesiones sufridas por agentes policiales como resultado de agresiones. De estos datos podemos deducir que la mayoría de las lesiones que sufren los policías durante las agresiones son probablemente poco graves: narices sangrando, magulladuras, cortes, esguinces, etc. 

Y, lógicamente, la otra cara de estos datos es que el 97% de los agentes de policías no experimentó ninguna lesión como resultado de situaciones violentas. Dicho de otro modo, no solo los asesinatos policiales son extremadamente poco frecuentes en un año cualquiera, si lo comparamos con el número de agentes policiales de todo el país, sino que las lesiones por situaciones violentas son también bastante inusuales. Todos estos datos hacen que las estadísticas sobre el empleo de la fuerza policial sean todavía más sorprendentes.

La ODMP calcula que 275 agentes de policía han fallecido por disparos mortales de civiles desde 2015 hasta ahora. Durante ese mismo período, como se indicó anteriormente, los tiroteos policiales acabaron con la vida de 5.408 civiles, de los que al menos 352 iban desarmados. Eso significa que por cada cuatro policías fallecidos en tiroteos en los últimos cinco años, la policía disparó mortalmente a más de cinco civiles desarmados. En suma, por cada agente que fallece en cumplimiento de su deber a manos de un asaltante, la policía mata aproximadamente a 20 civiles. En 2015, por cada caso de agresión de un civil a un policía, los policías agredían a 19 ciudadanos. 

En resumen, no existe ninguna “guerra contra los policías”. Al contrario, la violencia que despliega la policía contra los civiles parece ser sumamente desproporcionada en relación con el peligro al que realmente se enfrenta en la calle.

Propiedad y saqueo

No todos los abusos policiales son de naturaleza física. Solo hay que pensar en los miles de millones de dólares que la policía confisca en metálico, en coches, en inmuebles y en otros bienes, bajo la fórmula de la “incautación de bienes”. Por ejemplo, en 2014, la policía terminó llevándose más propiedades de los estadounidenses que los ladrones. En numerosos casos, la gente a la que se le confiscan sus bienes o sus propiedades nunca llega a ser acusada de un delito, pero, con demasiada frecuencia, les resulta imposible recuperar su dinero o sus bienes. El abuso de la incautación de bienes se ha vuelto tan extremo y generalizado que la Corte Suprema tuvo que intervenir hace poco para ayudar a frenarlo, y hasta existe un intento de ambos partidos en el Congreso para reducir la práctica. 

Con frecuencia, la policía también extorsiona a las comunidades pobres cobrando multas desmesuradas por delitos menores, bajo pena de cárcel. En muchos casos, las personas detenidas tienen que pagar unas tasas judiciales desorbitadas incluso aunque nunca se les llegue a acusar de ningún delito (y mucho menos se les condene). 

La criminalidad ha disminuido de forma constante a los largo de las últimas décadas, casi un 50% menos que a comienzos de la década de 1990. Sin embargo, la proporción de policías con respecto al número de ciudadanos ha permanecido casi inalterada. Eso significa que la policía tiene mucha más capacidad que antes, en comparación con los niveles reales de criminalidad con los que tiene que lidiar. Aun así, la mayoría de los delitos violentos y contra la propiedad que tienen lugar en Estados Unidos quedan sin resolver. Más de un tercio de los asesinatos, casi la mitad de todas las agresiones y la gran mayoría de las violaciones que se denuncian nunca desembocan en la detención de un sospechoso, su acusación y su procesamiento. De hecho, muchos de las pruebas que lleva a cabo la policía después de una agresión sexual nunca llegan al laboratorio: se calcula que hay un atraso en todo el país de 200.000 kits que nunca llegaron a testearse.

En su lugar, los departamentos policiales y los gobiernos municipales de todo el país destinan una enorme cantidad de efectivos policiales a extraer los recursos de la población civil, a menudo con el punto de mira en las personas que ya se encuentran entre los más desesperados y vulnerables de nuestra sociedad. Por otra parte, es notoria la dificultad que existe para conseguir que la policía rinda cuentas en los casos de negligencia, malas prácticas o abusos.

Las mentiras azules importan 

De acuerdo con una investigación que realizó USA Today, al menos 85.000 policías han sido investigados por mala conducta a lo largo de la última década, entre los cuales hay 22.924 investigaciones por un uso excesivo de la fuerza; 3.145 denuncias de violación, abuso infantil o cualquier otra conducta sexual inapropiada; 2.307 presuntos casos de violencia doméstica; y 2.645 casos de obstrucción policial de una investigación, perjurio, falsificación de informes y/o manipulación de testigos o pruebas. Estas cifras, por sobrecogedores que parezcan, podrían ser solo la punta del iceberg.

 La primera (y quizá la más insidiosa) línea de defensa que protege a los policías corruptos es el conocido como “muro de silencio azul”. Son muy pocos los casos en los que la policía denuncia los errores, mala conducta o los delitos cometidos por sus compañeros. En muchos casos, esos compañeros permanecen impasibles mientras se cometen los abusos. En otros casos, ayudan de forma activa a los agentes a ocultar sus irregularidades. Según un estudio del Departamento de Justicia, la mayoría de los agentes afirma que “no es extraño que un policía haga la vista gorda ante una conducta inapropiada de otro agente” y un 61 % admite que no siempre informa tan siquiera de “graves infracciones penales relacionadas con el abuso de autoridad de sus compañeros policías”. Un 56 % reconoció que si un agente comunica la mala conducta de un compañero es probable que los demás “le den la espalda”. Es decir, muchos de los delitos que cometen los policías, incluidos los delitos graves, nunca dan pie a una investigación y, por lo tanto, las estadísticas del artículo del USA Today nunca los recogerán. (Además, muchas de las investigaciones formales no se registran en las actas públicas y tampoco figuran, por tanto, en los datos recopilados por el periódico).

 Cuando las investigaciones sí se llevan a cabo, por lo general los policías cierran filas para protegerse unos a otros. Pensemos, por ejemplo, en los agentes de policía que casi matan al hombre de 75 años por empujarlo y tirarlo al suelo. Los policías involucrados fueron suspendidos sin sueldo mientras se investigaba el incidente (más tarde se les acusó de agresión). En lugar de aplaudir que se obligara a sus compañeros a rendir cuentas por un uso abusivo de la fuerza, la unidad policial de respuesta de emergencia dimitió en bloque para protestar por la medida. Como resultado de esta tendencia de los policías a cerrar filas, incluso cuando sus compañeros “obran mal”, las investigaciones por mala conducta policial terminan por lo general con las manos vacías.

Y lo que es peor, en los casos en los que se establece que se ha cometido una infracción, rara es la vez en que los agentes rinden cuentas por ello ante el sistema judicial. De acuerdo con una investigación que realizó USA Today en 2007, menos de un 5% de los casos de brutalidad policial que se envían a los fiscales de Estados Unidos llega en realidad a los tribunales. Y en esos casos excepcionales en que se lleva a los policías ante la justicia por su mala conducta, los jurados dudan a la hora de condenarlos. Solo se declara culpable a los policías en aproximadamente un tercio de los casos. 

Cuando hay policías involucrados en asesinatos, los agentes pueden por lo general recibir la absolución con solo aducir que se sintieron amenazados, incluso cuando la víctima estaba desarmada o no había cometido ningún delito, e incluso cuando el sospechoso estaba huyendo y no estaba enfrentándose a la policía. Como las posibilidades de éxito son tan bajas, los fiscales detestan presentar cargos contra policías por asesinar a civiles, aun cuando las investigaciones del departamento de policía concluyeron que se produjo una infracción. En consecuencia, en el 99% de los asesinatos policiales que se produjeron entre 2013 y 2019, nunca se acusó a los policías de ningún delito.

Del mismo modo, la policía está exenta de responsabilidad civil ante cualquier infracción. Por lo general son los contribuyentes quienes terminan pagando la cuenta para compensar a las víctimas de la mala conducta policial. Uno de los estudios más exhaustivos que se han realizado hasta la fecha concluyó que los gastos anuales por compensaciones judiciales, tasas legales y costes del seguro de responsabilidad por los casos de mala conducta policial ascienden a 500 millones de dólares al año. ¿Lo más sorprendente? Ese estudio se centró solo en 100 de los 18.000 cuerpos policiales federales, estatales y municipales del país.

De hecho, gracias a los sindicatos policiales, muchos policías ni siquiera sufren graves consecuencias profesionales por su mala conducta. Es muy difícil despedir o penalizar de forma significativa a los agentes, incluso cuando se confirman las infracciones. Peor aún, cuando a veces se expulsa a los policías por su mala conducta, estos pueden recuperar su trabajo en un tribunal de arbitraje o simplemente siendo destinados a otro distrito, ya que los sindicatos policiales obligan a los departamentos policiales a contratar a estas “manzanas podridas” a pesar de sus antecedentes por mala conducta. Diversos estudios han demostrado que estos agentes a menudo terminan después corrompiendo a sus nuevos compañeros. 

Esta impunidad es el motivo de que alguien como el asesino de George Floyd, Derek Chauvin, pudiera seguir todavía en el cuerpo de policía de Minneapolis a pesar haber recibido 17 quejas previas por mala conducta, entre las que había denuncias por un uso excesivo de la fuerza, por emplear repetidamente una fuerza letal y hasta compareció frente a un jurado de acusación para ser objeto de posibles acciones penales por un incidente anterior. Ese es el motivo también de que sea poco probable que los policías que golpearon repetidamente a los que se manifestaron para protestar contra asesinato ilegal de Floyd sufran consecuencias significativas por sus actos. Aunque son conscientes de que los transeúntes y los periodistas les están grabando, y aunque muchos de ellos llevan también cámaras portátiles, continúan comportándose de manera poco profesional, seguros, porque saben que no tendrán que rendir cuentas ante nadie. Mientras esto siga siendo así, la corrupción y el abuso policial continuarán siendo preocupantemente habituales entre las fuerzas policiales. 

Se puede y se debe honrar el sacrificio y el riesgo que la policía contrae en nuestro nombre. Sin embargo, esto no nos obliga a exagerar los peligros que conlleva el mantenimiento del orden público, ni a exagerar la eficacia de la policía, ni tampoco a hacer la vista gorda ante abusos realmente graves. La gratitud no puede servir como autorización para que los policías cacen a aquellos que se supone que tienen que servir y proteger. No se puede permitir que la policía esté por encima de la ley que ha jurado defender."                        

 (Musa al-Gharbi ostenta una beca Paul F. Lazarsfeld en la facultad de sociología de la Universidad de Columbia. CTXT, 03/07/20)