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18/10/24

Las fosas comunes del valle de la rebeldía... El cortijo del Marrufo fue transformado en campo de concentración y en centro de detenciones, torturas y fusilamientos. Desde allí, entre noviembre del 36 y marzo del 37, se sembró el horror en todo el valle... Los vecinos de toda la comarca fueron obligados a presentarse en el cortijo. Un número indeterminado de personas fueron detenidas, torturadas y asesinadas sin juicio durante todo el año. Muchas mujeres retenidas en el campo de concentración fueron torturadas y violadas antes de ser fusiladas. Los relatos dan cuenta de que muchos de los vecinos masacrados fueron obligados a cavar las fosas en las que serían arrojados, así como a cubrir con tierra a los anteriores fusilados

 "(...) Los militares, procedentes de Jerez, Jimena, Alcalá de los Gazules y Ubrique, asesinaron a decenas de personas desarmadas, quemaron sus casas y robaron sus pertenencias; también las de Jacinto, cuya esposa y pequeños sobrevivirían para contarlo. Una vez tomada la zona y derrotado su Comité de Defensa, los fascistas se acuartelaron en el cortijo del Marrufo, a 9 kilómetros de La Sauceda.

(...) El documental La Sauceda, de la utopía al terror (2015), dirigido por Juan Miguel León Moriche y producido por el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar, y la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo en La Sauceda y el Marrufo, recogería los sucesos. Las últimas personas supervivientes, infantes cuando sucedió la masacre, y algunos de sus descendientes, rememoran en la película como procedieron los golpistas. El cortijo del Marrufo fue transformado en campo de concentración y en centro de detenciones, torturas y fusilamientos. Desde allí, entre noviembre del 36 y marzo del 37, se sembró el horror en todo el valle. Fueron los meses del denominado ‘terror caliente’. Los habitantes y refugiados supervivientes de los bombardeos de la Sauceda fueron recluidos en sus instalaciones. Los vecinos de toda la comarca fueron obligados a presentarse en el cortijo. Un número indeterminado de personas fueron detenidas, torturadas y asesinadas sin juicio durante todo el año. Muchas mujeres retenidas en el campo de concentración fueron torturadas y violadas antes de ser fusiladas.

Los relatos dan cuenta de que muchos de los vecinos masacrados fueron obligados a cavar las fosas en las que serían arrojados, así como a cubrir con tierra a los anteriores fusilados. El desprecio por la dignidad y humanidad de aquellos seres humanos se muestra en la forma en la que se llevaron a cabo las sucesivas masacres. Sin embargo, y a pesar de las terroríficas evidencias, una vez borrada del mapa La Sauceda, los susurros y el miedo se impusieron sobre la memoria de las generaciones venideras. Cuarenta años de terrorismo de Estado contra cualquier disidencia política tendrían como modelo moral, militar e institucional lo que durante aquel año los sublevados hicieron en todo el territorio del Estado español. Crímenes de lesa humanidad que, según la Ley de Memoria Histórica –Ley de Memoria Democrática desde 2022–, todavía pueden ser perseguidos. Miles de cunetas aún repletas de cadáveres que no han sido exhumados y dignificados lo atestiguan.

Donde talaron vidas, sueños e ilusiones retoñan la memoria y la justicia[1]

Sin embargo, la memoria se abre paso a través de los recovecos más inesperados. Durante décadas, aquellos dolorosos relatos familiares sobre lo ocurrido siguieron transmitiéndose. De hecho, fueron estos gestos, que pudieran parecer insignificantes, los que sostuvieron el frágil pero persistente hilo del recuerdo y abrieron paso a lo que, a partir de 2009, ocurrió. Una cruz de hierro, clavada en una pequeña pendiente junto a la capilla del cortijo del Marrufo resistía al paso de los años. Cada vez que la lluvia o los animales la tumbaban, alguien que conocía la historia del lugar volvía a hincarla en la tierra. Precisamente bajo esa cruz se encontraban algunas de las fosas comunes que, gracias a los testimonios orales y a las evidencias balísticas, pudieron descubrirse.

Los expertos llegaron a afirmar que en el Marrufo podía encontrarse una de las mayores fosas comunes clandestinas, fuera de un cementerio, del Estado español. Una vez inaugurada la ruta de trabajo, arqueólogos, historiadoras, estudiantes, voluntarias y descendientes de desaparecidos se pusieron en marcha. Como resultado de las actividades colectivas desarrolladas de 2009 a 2012, siete fosas comunes con los restos de 28 cuerpos fueron recuperados del cortijo del Marrufo. La campaña más importante fue financiada por un particular, nieto y bisnieto de fusilados en el valle, y propietario de una de las marcas de relojes más importantes del mundo. Fue con su apoyo financiero, no con el del Estado, como se llevaron a cabo las exhumaciones de 2012, se creó la Casa de la Memoria de la Sauceda y se rehabilitó el Cementerio de La Sauceda con su Panteón de la Dignidad, en el que descansan los restos de esos 28 asesinados ya dignificados, uno de ellos Jacinto. (...)"   (Helios F. Garcés, CTXT, 01/10/24)

18/7/23

"En el periódico La Voz del 3 de septiembre de 1936 se contaba cómo estos latifundistas y aspirantes a serlo se reunían por las tardes en el Casino de Labradores de Córdoba y en los cafés y círculos de la calle Sierpes de Sevilla para, entre vinos, alardear de sus cazas de campesinos. Entre risotadas y chistes macabros contaban cómo acabaron a cañón tocante con más de veinte labradores acabando con una frase lapidaria: 'Querían la Reforma Agraria. Ya la tienen'"

 "(...) Los camisas negras sirven al poder, siempre sirven al orden. Esa utilidad sistémica a las élites, de perros guardianes de los oligarcas, es la que les proporciona tanta visibilidad. Si consiguen enfrentarse a los enemigos de la propiedad privada son aceptados y utilizados por los dirigentes de partidos y medios que consideran que Usera es Chinatown. Son utilizados ahora, y lo fueron en los momentos más negros de nuestra historia.

 En Franquismo S.A recordé la historia de los caballistas negros de la burguesía andaluza. Una tropa de jinetes que salían al campo andaluz a acabar con los jornaleros republicanos que habían cuestionado la propiedad de los caciques y señoritos andaluces en el campo con la petición de la reforma agraria: "en el periódico La Voz del 3 de septiembre de 1936 se contaba cómo estos latifundistas y aspirantes a serlo se reunían por las tardes en el Casino de Labradores de Córdoba y en los cafés y círculos de la calle Sierpes de Sevilla para, entre vinos, alardear de sus cazas de campesinos. Entre risotadas y chistes macabros contaban cómo acabaron a cañón tocante con más de veinte labradores acabando con una frase lapidaria: 'Querían la Reforma Agraria. Ya la tienen'". (...)"                 (Antonio Maestre , blog, 16/05/2023)

22/5/23

Más de 30 masacres con 112 víctimas han tenido lugar entre enero y mayo de 2023 en Colombia

 "64 líderes, lideresas y defensores de Derechos Humanos asesinados en Colombia entre enero y mayo de 2023, según el Observatorio de la ONG Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ); el último de los casos reportados (11 de mayo) es el del veedor ciudadano Jhon Fredy Rueda Rodríguez, víctima de los sicarios en el municipio de Sincelejo (Sucre); a ello se suman otros crímenes durante el mismo periodo: 11 excombatientes de las FARC firmantes de los Acuerdos de Paz y 34 masacres con 112 víctimas.

Además de las reformas sanitaria, educativa, tributaria y de las pensiones, la presidencia de Gustavo Petro ha promovido la prórroga de la Ley 418 de la Paz Total (noviembre de 2022) y el Proyecto de Ley por el que se establecen mecanismos de sujeción a la justicia ordinaria, garantías de no repetición y desmantelamiento de estructuras armadas organizadas de crimen de alto impacto (marzo 2023).

Son algunos de los puntos tratados en el conversatorio –celebrado el 16 de mayo en Valencia- que CEDSALA y la Coordinació Valenciana de Solidariitat amb Colombia organizaron con la lideresa social María Mercedes Ramos Cerinza (Camino hacia la paz total, perspectiva desde los territorios).

María Ramos Cerinza es coordinadora de la Red de Hermandad y Solidaridad con Colombia (REDHER); integrante de la Fundación Pasos de Derechos Humanos (DDHH) y miembro de la comisión nacional de DDHH del Congreso de los Pueblos.

En el acto hizo referencia al Paro Regional Indefinido por la Vida y la Permanencia en el Territorio, que durante 72 horas, a finales de enero, llevaron a término comunidades campesinas en la región de Los Dos Ríos; uno de los motivos del bloqueo viario fue exigir el reconocimiento de la emergencia humanitaria (en el Magdalena Medio), ante “los constantes ataques y la amenaza de la arremetida paramilitar”. Exigieron la “reacción inmediata” por parte del Gobierno de Petro.

Otro ejemplo de movilización popular se produjo el pasado 22 de marzo: inicio de la marcha pacífica de las comunidades negras de Buenaventura (Valle del Cauca), debido a “la crisis humanitaria que atraviesa el territorio, especialmente la zona rural”; denunciaron el asesinato de líderes comunitarios, las persecuciones y los desplazamientos forzosos por la acción de grupos paramilitares, así como el control militar de la población.

Un documento para aproximarse a las razones de las protestas es la Declaratoria de emergencia humanitaria y de DDHH en Colombia -emitida el 28 de abril de 2022- y a la que se adhirieron numerosas organizaciones populares, movimientos sociales y políticos; ONG de DDHH, sindicatos y colectivos de maestros, campesinos, mujeres, ambientales, jóvenes, estudiantes o étnico-culturales.

La Declaratoria hace balance de las violaciones de los DDHH durante el Paro Nacional (el estallido que comenzó un año antes), a partir de los registros de la ONG Temblores, Amnistía Internacional e INDEPAZ: cerca de 100 asesinatos, la mayoría perpetrados por la fuerza pública; más de un centenar de jóvenes con graves daños oculares; 60 casos de violencia sexual y de género (Naciones Unidas); 129 manifestantes desaparecidos en un mes (Fiscalía General de la Nación) y miles de detenciones arbitrarias.

Por la vida, la libertad y la permanencia en los territorios, concluye el texto, que comienza con la denuncia de un “genocidio político en curso”, inserto en una “estrategia de aniquilamiento de la oposición” (aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional y el enemigo interno).

Uno de los ejemplos de represión destacados es la sufrida por el magisterio afiliado a la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación -FECODE- (“al menos 6.119 violaciones a la vida, libertad e integridad de los docentes sindicalizados entre 1986 y 2016”, entre ellas 990 homicidios y 78 desapariciones forzadas).

Maestra, miembro del movimiento de masas del Centro Oriente y vocera de la Coordinación Colombia Europa Estados Unidos, María Ramos Cerinza informa de campañas permanentes como Ser líder social no es delito, en la que participa -de manera destacada- el movimiento Congreso de los Pueblos.

En una de las últimas denuncias, del 17 de mayo, la Campaña ha rechazado el artículo de la columnista del periódico Vanguardia (Santander),Cristina Plazas Michelsen, titulada La estrategia aterradora de Petro (parte 2); la razón es que promueve “prácticas sociales genocidas contra el Congreso de los Pueblos”.

También se solidarizan con la minga educativa en los territorios indígenas del departamento de Risaralda, que comenzaron el 10 de abril una lucha “en Defensa de la Educación Pública Propia y los derechos laborales de los docentesetnoeducadores”; en un contexto de emergencia (necesidades de construcción de aulas, establecimientos educativos y nuevos docentes, o restaurantes y cocinas escolares), los profesores indígenas se movilizaron hacia Bogotá “por el derecho a la educación”.

En la iniciativa Ser líder social no es delito podría incluirse el asesinato -el 22 de febrero de 2022- de los líderes campesinos Teófilo Acuña y Jorge Alberto Tafur, en el municipio de San Martín (César).

Los dos dirigentes formaban parte del Coordinador Nacional Agrario (CNA), el Congreso de los Pueblos y trabajaban con las comunidades del Magdalena Medio; el crimen fue perpetrado por sicarios uniformados con prendas militares (agencia Colombia Informa).

En el apoyo a las organizaciones populares se significa también la Fundación Pasos; así, han difundido la agresión y retención ilegal de documentos -por parte de la policía nacional- de la que fueron objeto jóvenes que estaban manifestándose en el centro de Bogotá, el 28 de abril; formaban parte de la Asociación Nacional de Jóvenes y Estudiantes de Colombia (ANJECO), y la movilización conmemoraba el segundo aniversario del Paro Nacional.

La ONG hace memoria en las redes sociales, asimismo, de la muerte del muchacho de 15 años Duván Aldana, en el municipio de Soacha (junio 2020). “¡La fuerza pública lo asesinó!”, denuncia la Fundación Pasos, respecto a los disparos de la Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) durante el desalojo de un predio."                  (Enric Llopis, Rebelión, 20/05/23)

23/2/23

El 10% de la población civil de San Sebastián de los Reyes fue represaliada con fusilamientos, destierros, cárcel o destacamentos penales... a mi padre lo quemaron. Que lo ataron a un camión con una soga y le prendieron fuego

 "A Esther Mateo Cabrero le cuesta mantenerse el día que empiezan a emerger los primeros huesos. Se acuerda de su padre, que nunca superó el final violento del suyo: "Tuvo siempre un halo de tristeza". Es nieta de Manuel Mateo López, alcalde de San Sebastián de los Reyes entre febrero de 1937 y mayo de 1938. Se fue sin cumplir un último deseo, comprarles una bicicleta a sus hijos. Así lo escribió en la carta de despedida. El padre de Esther fue quien finalmente compró aquella bicicleta. Una bici que nunca se atrevió a tirar, por más que pasaron los años. Era el símbolo de uno de los últimos deseos del abuelo.

A ese deseo y a "mantener siempre la cabeza alta" se suma hoy algo de la justicia que también pidió por escrito. "Al menos, que les devuelvan la dignidad, no pueden estar ahí tirados como perros", dice su nieta. Lo fusiló un pelotón de refuerzo, porque no se fusilaba en domingo. Era el día 22 de octubre de 1939. La guerra había terminado hacía seis meses. En esa misma fosa está un primo de su padre y un tío abuelo. El 10% de la población civil de San Sebastián de los Reyes fue represaliada con fusilamientos, destierros, cárcel o destacamentos penales.   

 Son las 8.45 horas del 24 de agosto de 2022, tercer día de trabajos, cuando los equipos dan con el primer hueso. Forma parte del esqueleto de un hombre de menos de 25 años. El cráneo está abierto por la mitad, probablemente como consecuencia del tiro de gracia. "Ese es el abuelo de todos", dice alguien. Después de años de búsqueda, de documentos, de solicitudes, de informes y de esperar, están ahí y tienen el primer hallazgo. Es uno de los 90 cuerpos que fueron asesinados y arrojados a esa fosa que hoy forma parte del Cementerio Parroquial de Colmenar Viejo y de la que solamente se está excavando la mitad. Otros 18 están enterrados en otras fosas bajo los pasillos del cementerio. Dicen que porque confesaron antes de morir, pero no es una conclusión fiable.  

Es la primera fosa común de civiles que se exhuma en la Comunidad de Madrid. Los trabajos durarán hasta el día 31 de agosto, porque ese es el permiso que ha concedido la Iglesia para trabajar sobre su suelo y el tiempo que tienen para empezar a exhumar a las 108 personas de varios pueblos asesinadas desde abril de 1939 hasta finales de ese año.  

 

Rojos fusilados por las fuerzas franquistas de la dictadura. El 98% fueron jornaleros, obreros y campesinos. También están allí miembros de la élite política de izquierdas de la Sierra Norte. El más joven tenía 22 años; el mayor, 56. Hasta el cuarto día de trabajos, han aparecido los restos de cinco personas, todos en ataúdes.  

Una mujer y 107 hombres

Esta exhumación es resultado del empeño de la asociación Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes. A su ayuntamiento ha concedido la Secretaría de Estado de Memoria Democrática la subvención de 20.000 euros para iniciar los trabajos de desentierro. Los está llevando a cabo la Fundación Aranzadi —responsable de la exhumación de más de 5.000 víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura en España—, el Equipo A de Arqueología, y la propia asociación. 

Es solo el principio de un fin: el fin a 83 años de incertidumbre, de no tener dónde visitar a sus muertos, de tristezas heredadas, de conversaciones que lo han elucubrado todo sobre el destino fatal que tuvieron aquellos 107 hombres y una mujer, de hijos que se marcharon sin saber qué pasó con sus padres, que murieron sin superar su ausencia. "Es que vamos muy tarde", dice Carmen Carreras Béjar, secretaria de la asociación. 

A Lucía, arqueóloga de 23 años, que participa por primera vez en una exhumación, le parece un trabajo "emocionante". Debe ser difícil llegar a trabajar en esto si no crees en los tres conceptos que articulan la memoria democrática: verdad, justicia y reparación. "Esto implica un compromiso", afirma Almudena García-Rubio Ruiz, de la Fundación Aranzadi y directora de la excavación. Es ella quien va ofreciendo los datos corroborados e hipótesis. Aquí son la ciencia y la historia las que irán devolviendo a cada hueso su nombre. Pero tienen que esperar. Los huesos irán al laboratorio de la Universidad Complutense de Madrid, a la espera de otra subvención para ser analizados.

Cuentan las familias a pie de fosa que a este suelo lo llamaban en el pueblo "la fosa de los desamparados", porque ni siquiera estaba entonces dentro del cementerio. Sobre ellos cayeron escombros, restos cementeriales, fragmentos de maceteros. También han encontrado los equipos de arqueólogos restos comunes en otros suelos de cementerio como son enterramientos perinatales de no bautizados y otros huesos sueltos.  

"Decían en el pueblo que a mi padre lo quemaron"

Allí también tiraron al padre de Benita, Facundo Navacerrada Perdiguero, fundador de la UGT de San Sebastián de los Reyes. "Decían en el pueblo que a mi padre lo quemaron. Que lo ataron a un camión con una soga y le prendieron fuego", cuenta. Ella tenía seis años y narra la familia que su hermana Adela, que tenía 16 en 1939, fue a ver a los fusilados aquel día, que les limpió la cara y no pudo reconocer a su padre. Estaba acusado de robo. "Qué buen ladrón debió ser –dice con cierta ironía– si se le murieron de hambre tres de los ocho hijos que tuvo". La madre de Benita estaba en la cárcel entonces, cuando dijeron en casa que Facundo había sido asesinado, y la abuela materna, que se estaba haciendo cargo de los cinco hijos, murió de un infarto ese mismo día tras conocer la noticia. Los cinco niños se quedaron solos.  

Una de las personas que excava los primeros días en esa fosa es Elvira, forma parte del Equipo A de arqueólogos. Es voluntaria y bisnieta de un fusilado de Colmenar Viejo, Guillermo Nogales Bartolomé. La observan con sobriedad su madre y su abuela Victorina, de 93 años, hija de Guillermo. A Guillermo lo mataron un 24 de mayo de 1939 "por defender el bien común y no intereses particulares". Son cuatro las generaciones reunidas en ese lateral del cementerio, desde el bisabuelo fusilado a la nieta que hoy suda cavando bajo el sol.   

 Ahora, queda esperar un nuevo permiso y una nueva subvención para terminar los trabajos. Queda esperar la solución que devuelvan los análisis de los ADN para entregar los restos a las familias. Confían que la nueva Ley de Memoria Democrática ayude a agilizar la burocracia que requieren las exhumaciones. Pero, por ahora, algunas partes de la excavación han dado ya sobre el suelo geológico.  

Con el paso de los días, familiares, técnicos y visitantes van conociéndose. Las conversaciones fluyen bajo el sol implacable de este verano. Desde la directora de la excavación a la mujer que trae agua fría a los arqueólogos forman un equipo engrasado. Es un trabajo ingente, minucioso y colectivo que nació hace unos años y terminará dentro de otros.  

Mientras, este país seguirá caminando sobre un suelo horadado de zanjas y de muerte."            (Aroa Moreno Durán, InfoLibre, 27/08/22)

 

 

 

16/1/23

El colonialismo británico causó 100 millones de muertes en la India... en 40 años, según un estudio académico

 "El colonialismo británico causó al menos  100 millones de muertes en India en aproximadamente 40 años , según un estudio académico.

Y durante casi 200 años de colonialismo, el imperio británico robó al menos  $ 45 billones en riqueza de la India , calculó un destacado economista.

El antropólogo económico Jason Hickel y su coautor Dylan Sullivan publicaron un artículo en la respetada revista académica World Development titulado “ Capitalismo y pobreza extrema : un análisis global de los salarios reales, la estatura humana y la mortalidad desde el largo siglo XVI”.

En el informe, los académicos estimaron que India sufrió un exceso de 165 millones de muertes debido al colonialismo británico entre 1880 y 1920.

“Esta cifra es mayor que el número combinado de muertes de ambas guerras mundiales, incluido el holocausto nazi”, señalaron.

Agregaron: “La esperanza de vida india no alcanzó el nivel de la Inglaterra moderna temprana (35,8 años) hasta 1950, después de la descolonización”.

 Hickel y Sullivan resumieron su investigación en un artículo en Al Jazeera, titulado “ Cómo el colonialismo británico mató a 100 millones de indios en 40 años ”.

Ellos explicaron:

Según una investigación del historiador económico Robert C Allen, la pobreza extrema en la India aumentó bajo el dominio británico, del 23 % en 1810 a más del 50 % a mediados del siglo XX. Los salarios reales disminuyeron durante el período colonial británico, alcanzando su punto más bajo en el siglo XIX, mientras que las hambrunas se hicieron más frecuentes y mortales. Lejos de beneficiar al pueblo indio, el colonialismo fue una tragedia humana con pocos paralelos en la historia registrada.

Los expertos coinciden en que  el período de 1880 a 1920, el apogeo del poder imperial británico, fue particularmente devastador para la India . Los censos de población integrales realizados por el régimen colonial a partir de la década de 1880 revelan que  la tasa de mortalidad aumentó considerablemente durante este período, de 37,2 muertes por cada 1.000 habitantes en la década de 1880 a 44,2 en la década de 1910 . La esperanza de vida se redujo de 26,7 años a 21,9 años .

En  un artículo reciente  en la revista World Development, utilizamos datos del censo para estimar la cantidad de personas asesinadas por las políticas imperiales británicas durante estas cuatro décadas brutales. Solo existen datos sólidos sobre las tasas de mortalidad en la India desde la década de 1880. Si usamos esto como la línea de base para la mortalidad «normal», encontramos que se produjeron unos 50 millones de muertes en exceso bajo la égida del colonialismo británico durante el período de 1891 a 1920.

Cincuenta millones de muertes es una cifra asombrosa y, sin embargo, es una estimación conservadora. Los datos sobre salarios reales indican que en 1880, el nivel de vida en la India colonial ya había disminuido drásticamente desde sus niveles anteriores . Allen y otros académicos argumentan que  antes del colonialismo, el nivel de vida de los indios puede haber estado “a la par con las partes en desarrollo de Europa occidental”.  No sabemos con certeza cuál era la tasa de mortalidad precolonial de la India, pero si asumimos que era similar a la de Inglaterra en los siglos XVI y XVII (27,18 muertes por cada 1000 personas), encontramos que  en la India ocurrieron 165 millones de muertes en exceso . durante el período de 1881 a 1920.

Si bien el número exacto de muertes es sensible a las suposiciones que hacemos sobre la mortalidad de referencia, está claro que  alrededor de 100 millones de personas murieron prematuramente en el apogeo del colonialismo británico . Esta es una de las mayores crisis de mortalidad inducidas por políticas en la historia de la humanidad.  Es mayor que el número combinado de muertes que ocurrieron durante todas las hambrunas en la Unión Soviética, la China maoísta, Corea del Norte, la Camboya de Pol Pot y la Etiopía de Mengistu.

Esta asombrosa cifra no incluye las decenas de millones de indios más que murieron en las hambrunas provocadas por el hombre que fueron causadas por el imperio británico.

En la notoria hambruna de Bengala en 1943, aproximadamente 3 millones de indios murieron de hambre, mientras que el gobierno británico exportaba alimentos y prohibía la importación de granos.

Los estudios académicos realizados por científicos encontraron que la  hambruna de Bengala de 1943 no fue el resultado de causas naturales ; fue producto de las políticas del primer ministro británico Winston Churchill.

El propio Churchill fue un racista notorio que declaró: “Odio a los indios. Son un pueblo bestial con una religión bestial”.

A principios de la década de 1930, Churchill también  admiraba al líder nazi Adolf Hitler  y al dictador italiano que fundó el fascismo, Benito Mussolini.

Los propios eruditos partidarios de Churchill admitieron que él “ expresó su admiración por Mussolini ” y que “si se ve obligado a elegir entre el fascismo italiano y el comunismo italiano, Churchill elegiría sin dudarlo el primero”.

El político indio Shashi Tharoor, quien se desempeñó como subsecretario general de las Naciones Unidas, ha documentado exhaustivamente los crímenes del imperio británico, particularmente bajo Churchill.

“ Churchill tiene tanta sangre en sus manos como Hitler ”, subrayó Tharoor. Señaló “las decisiones que él [Churchill] firmó personalmente durante la hambruna de Bengala, cuando 4,3 millones de personas murieron a causa de las decisiones que tomó o respaldó”.

La galardonada economista india Utsa Patnaik ha estimado que el  imperio británico extrajo 45 billones de dólares de riqueza  del subcontinente indio.

En una entrevista de 2018 con el sitio web de noticias indio Mint, explicó:

Entre 1765 y 1938, el drenaje ascendió a 9,2 billones de libras esterlinas (equivalentes a 45 billones de dólares), tomando como medida los ingresos excedentes de exportación de la India y componiéndolos a una tasa de interés del 5%. A los indios nunca se les acreditaron sus propias ganancias en oro y divisas. En cambio, a los productores locales aquí se les ‘pagó’ el equivalente en rupias del presupuesto, algo que nunca encontrarías en ningún país independiente. El ‘drenaje’ varió entre el 26-36% del presupuesto del gobierno central. Obviamente habría hecho una gran diferencia si las enormes ganancias internacionales de la India se hubieran mantenido dentro del país. India habría estado mucho más desarrollada, con indicadores de salud y bienestar social mucho mejores. Prácticamente no hubo aumento en el ingreso per cápita entre 1900 y 1946,

Dado que Gran Bretaña se llevó todas las ganancias, tal estancamiento no es sorprendente. La gente común moría como moscas debido a la desnutrición y las enfermedades. Es impactante que la esperanza de vida de los indios al nacer fuera de solo 22 años en 1911. Sin embargo, el índice más revelador es la disponibilidad de cereales para la alimentación. Debido a que el poder adquisitivo de los indios comunes estaba siendo reducido por los altos impuestos, el consumo anual per cápita de granos alimenticios se redujo de 200 kg en 1900 a 157 kg en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, y se desplomó aún más a 137 kg en 1946. Ningún país en el El mundo de hoy, ni siquiera el menos desarrollado, está ni cerca de la posición que tenía la India en 1946.

Patnaik enfatizó:

El mundo capitalista moderno no existiría sin el colonialismo y el drenaje. Durante la transición industrial de Gran Bretaña, de 1780 a 1820, la fuga de Asia y las Indias Occidentales combinadas fue de alrededor del 6 por ciento del PIB de Gran Bretaña, casi lo mismo que su propia tasa de ahorro. Después de mediados del siglo XIX, Gran Bretaña tenía déficits en cuenta corriente con Europa continental y América del Norte y, al mismo tiempo, estaba invirtiendo masivamente en estas regiones, lo que significaba tener también déficits en cuenta de capital. Los dos déficits se sumaron a los grandes y crecientes déficits de la balanza de pagos (BdP) con estas regiones.

¿Cómo fue posible que Gran Bretaña exportara tanto capital, que se destinó a la construcción de vías férreas, carreteras y fábricas en EE. UU. y Europa continental? Sus déficits de balanza de pagos con estas regiones se estaban resolviendo mediante la apropiación del oro financiero y las divisas ganadas por las colonias, especialmente India. Todos los gastos inusuales, como la guerra, también se incluyeron en el presupuesto indio, y todo lo que India no pudo cubrir a través de sus ganancias de cambio anuales se mostró como su deuda, sobre la cual se acumularon intereses."

Ben Norton , Maestroviejo, 24/12/22)

10/1/23

Masacre en Ayacucho... «Los mataron como a animales»

 "El 15 de diciembre de 2022, mientras los helicópteros sobrevolaban la zona, miembros del ejército nacional de Perú abatieron a civiles con balas reales en las afueras de la ciudad de Ayacucho. Esta acción fue la respuesta a una huelga y movilización nacional en protesta por el golpe de Estado que depuso al presidente Pedro Castillo el 7 de diciembre.

El 15 de diciembre cientos de estudiantes universitarios, comerciantes, vendedores ambulantes, trabajadores agrícolas y activistas se reunieron en el centro de Ayacucho para expresar su descontento por la destitución de Castillo y continuaron su movilización hacia el aeropuerto. En otras ciudades del sur andino del país se registraron acciones similares.

Cuando los manifestantes se acercaron al aeropuerto, miembros de las fuerzas armadas abrieron fuego y dispararon botes de gas lacrimógeno directamente contra ellos. Los disparos del ejército desde los helicópteros resultaron ser los más letales. Mientras los cientos de personas desarmadas corrían para salvar sus vidas, los disparos continuaron.

Diez personas murieron a consecuencia de esta violencia infligida por el ejército y docenas más resultaron heridas, según cifras oficiales facilitadas por la oficina del defensor del pueblo. Al menos seis personas siguen luchando por su vida en hospitales de Lima, la capital de Perú, y de Ayacucho. Las autopsias de 10 de los fallecidos en Ayacucho muestran que seis de las víctimas murieron por heridas de bala en el pecho. El más joven solo tenía 15 años.

El 27 de diciembre Reuters informó de cómo una de estas víctimas mortales en Ayacucho, Edgar Prado, de 51 años, murió por disparos cuando intentaba ayudar a otra persona que había sido abatida durante las protestas.

La respuesta extremadamente violenta de las fuerzas de seguridad a las protestas antigolpistas en todo Perú fue ampliamente condenada. Una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitó el país del 20 al 22 de diciembre para recibir testimonios de organizaciones locales de derechos humanos y de víctimas sobre la violenta represión sufrida por los manifestantes, y también habló con familiares de las 28 víctimas mortales. La delegación viajó a Ayacucho el 22 de diciembre.

Más de una docena de familiares, habitantes de Ayacucho, organizadores y un par de periodistas independientes, entre los que me encontraba, esperaban en la acera de una de las estrechas y coloridas calles de la ciudad mientras se celebraba la reunión. Mientras la gente entraba y salía, se relataron gran parte de los acontecimientos y tragedias del 15 de diciembre.

La masacre

“Esto no lo vas a ver en las noticias de aquí», me dijo Carmen (nombre ficticio) mientras me mostraba un vídeo en su teléfono de un niño con la camisa manchada de sangre que era arrastrado a un lugar seguro por otros manifestantes. «Es su sobrino», me dijo, señalando a una mujer sentada en el suelo.

Pedro Huamani, un hombre de 70 años miembro del Frente en Defensa del Pueblo de Ayacucho (FREDEPA), acompañaba a las víctimas que esperaban fuera de la reunión de la CIDH. «Hemos sufrido una pérdida terrible», me dijo, «yo estuve presente ese día en una marcha pacífica hacia el aeropuerto».

«Cuando empezaron a dispararnos granadas de gas lacrimógeno y balas, empecé a asfixiarme, casi muero allí», dijo Huamani. «Escapé y bajé al cementerio, pero fue lo mismo, intentábamos entrar y empezaron a dispararnos por detrás. Sobrevolaban helicópteros y desde allí nos disparaban granadas de gas lacrimógeno intentando matarnos».

Carmen trajo a algunos de sus amigos y uno de ellos, que llevaba un chándal gris, me dijo: «Todos vivimos cerca del aeropuerto y vimos cómo ocurría todo. Tendrías que haber visto cómo les disparaban como a animales. Intentamos ayudar a algunos heridos, pero fue duro».

La masacre de Ayacucho, así como la violenta represión en todo el país, no ha hecho sino intensificar la exigencia popular de que Dina Boluarte dimita. Boluarte tomó posesión de su cargo el 7 de diciembre, inmediatamente después del golpe contra Castillo. En entrevistas y discursos públicos ha justificado el uso de la fuerza por parte de la policía contra los manifestantes calificando sus acciones de actos de «terrorismo» y «vandalismo».

Huamani, mientras temblaba y contenía las lágrimas, dijo: «Es una presidenta asesina y en Huamanga no la queremos ni la reconocemos como presidenta porque esta mujer ordenó a la policía y al ejército disparar contra nosotros, los peruanos. Y esas balas, esas armas, realmente las compramos nosotros, no el ejército, ni los soldados, sino el pueblo. Y que nos maten es realmente horrible».

La rabia de los ayacuchanos también está vinculada al debilitamiento histórico de la democracia peruana y a la exclusión económica que sufren las regiones situadas fuera de Lima. Huamani explicó: «Sacaron a nuestro presidente [Castillo], así que esto no es una democracia. No somos una democracia, estamos en [estado de] guerra, pero no sólo en Ayacucho y Huamanga, sino también en Arequipa, Apurímac, Cusco. En estas regiones, estamos sufriendo la pobreza, ya no podemos sobrevivir, nos estamos muriendo de hambre… y estos derechistas quieren hacernos sus esclavos, pero no lo permitiremos porque estamos respondiendo y resistiendo».

Viejas heridas abiertas

El 15 de diciembre no era la primera vez que las fuerzas armadas peruanas masacraban a civiles en Ayacucho. Muchos de los presentes ese día afirmaron que el trato bélico recibido por los manifestantes pacíficos recordaba a los días del conflicto armado interno de dos décadas que los peruanos sufrieron hace más de 20 años.

«Todavía nos tratan como si todos fuéramos terroristas», señaló un familiar de una de las víctimas de las protestas.

Como parte de su campaña contra la insurgencia guerrillera, el Estado torturó, detuvo, hizo desaparecer y asesinó a decenas de miles de campesinos e indígenas inocentes acusándolos de apoyar o formar parte de la insurgencia.

La población de Ayacucho fue una de las más afectadas. Según los informes de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, creada para investigar las violaciones de los derechos humanos, de las 69.280 víctimas mortales estimadas del conflicto armado interno en Perú entre 1980 y 2000, 26.000 fueron asesinadas o desaparecieron a manos de agentes estatales o grupos insurgentes en Ayacucho. Miles de personas que huyeron de sus pueblos a la ciudad de Ayacucho durante el conflicto siguen buscando a sus seres queridos y exigen justicia.

Una de ellas es Paula Aguilar Yucra, a quien conocí fuera de la reunión de la CIDH. Como más del 60% de los ayacuchanos, el quechua es su lengua materna. Esta mujer de 63 años es miembro de la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú (ANFASEP), con sede en Ayacucho. Huyó de su comunidad rural de Usmay a Ayacucho en 1984, después de que su madre fuera asesinada y su hermano secuestrado por soldados y nunca se volviera a saber de él.

Casi 40 años después, vuelve a estar de luto. Su nieto, José Luis Aguilar Yucra, de 20 años, padre de un niño de dos años, fue asesinado el 15 de diciembre de un disparo en la cabeza cuando intentaba volver a casa después del trabajo.

En una vigilia celebrada en la tarde del 22 de diciembre, Paula, de pie junto a los demás miembros de ANFASEP, sostenía un cartel en el que se leía: «Luchar hoy no significa morir mañana»."              ( Zoe Alexandra  , Rebelión, 07/01/2023; fuente Counterpuch)

28/10/22

Reconstruir Ayotzinapa: ¿dónde quedaron los 43 estudiantes desaparecidos?

 "En México, el calendario marca de nuevo la fecha de la vergüenza y el horror. El 26 de septiembre se cumplen ocho años de una de las tragedias modernas del país, el caso Ayotzinapa, el ataque brutal contra un grupo de estudiantes de magisterio, aprendices de profesor de una escuela rural, hijos de campesinos, que toparon con el mal una noche cualquiera de otoño: el narco y el Estado corrupto.

 Lo hicieron en un pueblo, Iguala, que era entonces un importante centro logístico del tráfico de heroína en la región. Tres estudiantes murieron a balazos durante el ataque, igual que otras tres personas que pasaban por allí, un chofer de autobús, un jugador de fútbol y la pasajera de un taxi. 43 estudiantes desaparecieron, todos alrededor de la veintena. Solo se han hallado pequeñas porciones de huesos de tres de ellos.

A lo largo de los años, las autoridades han planteado diferentes motivos de por qué sucedió el ataque, que mantiene en la cárcel a unas 70 personas, pero que llegó a tener casi 150 presos. El actual Gobierno, que encabeza Andrés Manuel López Obrador, ha presentado un nuevo informe que tumba la conocida como “verdad histórica”, que elaboraron las autoridades bajo el mandato de Enrique Peña Nieto (2012-2018). En esta crónica, EL PAÍS reconstruye la cronología inabarcable de un ataque que cambió la realidad de México, a partir de los diversos informes existentes, fuentes de la investigación, tanto de la Fiscalía como de la comisión presidencial que investiga el caso, y expertos que participan de las pesquisas.

Sobre los motivos, las autoridades dijeron primero que los estudiantes acudieron a Iguala a boicotear un acto político local, luego filtraron que parte de los muchachos tenía vínculos con un grupo criminal contrario al que mandaba en Iguala. La hipótesis más aceptada a día de hoy es que amenazaron, sin saberlo, parte de la logística comercial de la red de delincuentes locales: los autobuses. Los criminales de Iguala usaban autobuses para mandar heroína al norte de Estados Unidos. Los normalistas fueron al municipio a tomar vehículos para acudir, días más tarde, a las marchas conmemorativas de la matanza de Tlatelolco en Ciudad de México, la represión estatal de estudiantes en octubre de 1968.

La burocracia del tráfico de drogas, los autobuses, las rutas, apuntan a las entrañas del caso Ayotzinapa. La embestida de policías de hasta cuatro municipios contra los estudiantes, la articulación de los agentes con el grupo criminal de la región, Guerreros Unidos, y la extraña participación de la Policía Federal y el Ejército, hoy señalados de tener un papel importante en el ataque, componen una de las capas del oprobio. La otra señala el cierre en falso de la investigación, operación orquestada por la Fiscalía del Gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018), cuyo titular, Jesús Murillo, está preso desde agosto, acusado de tortura, desaparición forzada y obstrucción a la justicia.

 Para el actual Gobierno, la resolución del caso Ayotzinapa ha sido una prioridad. El primer Gobierno de izquierda en la historia del país ve en el ataque contra los estudiantes un crimen de Estado, ejemplo del clasismo de los regímenes anteriores, némesis de los movimientos disidentes. La primera decisión de López Obrador al llegar al cargo, en diciembre de 2018, fue precisamente crear la comisión. Aunque las familias de los 43 han criticado a veces la falta de avances, o los modos de la comisión, la situación ha mejorado. Los últimos dos años de mandato son claves para la resolución del caso.

26 de septiembre de 2014: el ataque

Un contingente de normalistas, como se conoce a los aspirantes de maestro en México, salió de la escuela de Ayotzinapa pasadas las 17.00 de aquel 26 de septiembre. Tenían una encomienda sencilla, habitual para los estudiantes: debían secuestrar autobuses para que ellos y sus compañeros del resto de las escuelas normales del país viajaran a Ciudad de México, días después, a conmemorar la matanza el 2 de octubre. Eligieron Iguala por una cuestión estratégica. Podían ir a otros sitios, Chilpancingo, sin ir más lejos, la capital, que está a pocos kilómetros de la escuela, pero fracasos anteriores les habían hecho pensar que era mejor ir a un lugar donde la policía no estuviera tan pendiente.

Los estudiantes viajaron desde la escuela en dos autobuses que ya tenían secuestrados de antes. Llegaron a la entrada de Iguala y se separaron. Unos se quedaron en una caseta de peaje y otros acudieron a la terminal del municipio. Después de una trifulca con algunos choferes y trabajadores, los que estaban en la caseta acudieron también a la terminal. Al cabo de un rato, todos salieron de allí, con los autobuses originales, más otros tres que secuestraron. La idea era salir de la terminal antes de que llegara la policía.

Eran en total cinco vehículos. Tres salieron hacia el norte y dos hacia el sur. Los primeros pasaron por el zócalo, donde el alcalde, José Luis Abarca, y su esposa, celebraban un acto político. Desde allí hasta el norte del Periférico, avenida que rodea la ciudad, policías municipales de Iguala persiguieron los tres autobuses. En el cruce con Periférico, les cruzaron unas camionetas. Los policías empezaron a disparar. Un estudiante, Aldo Gutiérrez, cayó herido por un disparo en la cabeza que le dejó en coma. No ha vuelto a despertar. Otros tantos quedaron heridos. Los policías se llevaron a todos los muchachos del último autobús del convoy. Eran alrededor de 20.

 Los dos vehículos que salieron hacia el sur lo hicieron con algo de distancia entre ellos. El primero alcanzó a llegar a la salida de Iguala, frente al Palacio de Justicia. Allá, policías municipales detuvieron el vehículo, rompieron los vidrios y tiraron gases lacrimógenos para obligar a los estudiantes a salir. Se llevaron a todos, un grupo de 12 a 15. El segundo se quedó unos metros atrás. La Policía Federal lo detuvo y obligó a los muchachos a salir. Ellos huyeron por barrios de las afueras de Iguala.

En el primer escenario, los estudiantes que quedaban allí se reagruparon. Pidieron ayuda a compañeros de la Normal y otros maestros de Iguala. Prepararon una rueda de prensa. Rodearon los casquillos con piedras para que la Fiscalía tomara nota. Pero al filo de la medianoche, con media docena de periodistas presentes, un grupo armado atacó a la multitud. Dos estudiantes murieron allí y otros tantos resultaron heridos. El cuerpo de un tercer normalista apareció al día siguiente en un camino cerca de allí, con el rostro desfigurado. Los investigadores creen que además de los estudiantes que la policía de Iguala se llevó de los dos autobuses, ellos y sus socios criminales pescaron otra decena de muchachos en ese escenario, después del segundo ataque, y en los barrios periféricos de las afueras de Iguala, cerca del Palacio de Justicia.

La construcción de la “verdad histórica”

En octubre de 2014, Tomás Zerón era la estrella de los investigadores. El director de la Agencia de Investigación Criminal de la Fiscalía federal había asumido las pesquisas a principios de mes y desde entonces mandaba y dirigía. No tardaron en llegar los primeros resultados. El 7 de noviembre, su jefe, el fiscal Murillo Karam, compareció ante los medios para plantear un relato de los hechos, según el cual, policías de Iguala y el pueblo vecino de Cocula, asociados con Guerreros Unidos, habían atacado a los estudiantes. Los policías se los habían llevado de los autobuses y los habían entregado a los criminales. Estos los habían matado, habían quemado sus cuerpos en un basurero y habían arrojado los restos al cercano río San Juan.

Murillo, con Zerón presente, apoyaba su narrativa en las declaraciones de integrantes de Guerreros Unidos detenidos en las semanas anteriores. Además, explicó, buzos de la Armada habían encontrado en el río bolsas de plástico con restos óseos humanos. La explicación de los buzos cerraba el relato de los sicarios. La Fiscalía había resuelto el caso en tiempo récord y el Gobierno de Peña Nieto, cuya imagen había protagonizado la portada de la revista Time meses atrás, podría seguir brillando.

En las semanas y meses siguientes, la discusión se centró en la hoguera, si aquel basurero había podido albergar un fuego de las características necesarias para quemar a 43 personas. Las familias dudaban. El equipo de forenses argentinos, que había llegado a México a analizar posibles escenarios y restos, dudaba, igual que el grupo de expertos que había comisionado la CIDH para investigar el caso. En enero de 2015, Murillo y Zerón comparecieron de nuevo ante la prensa para dar detalles que, a su juicio, apuntalaban la teoría del basurero. Murillo zanjó su intervención diciendo: “Esta es la verdad histórica de los hechos”.

Pero la verdad histórica no tardó en mostrar sus grietas. Sucesivos informes del equipo argentino y la CIDH defendían que no había forma de que el basurero hubiera albergado una hoguera para quemar a 43 personas. El equipo de la CIDH señaló además que los muchachos se habían movido en cinco autobuses. Hasta ese momento, mediados de 2015, se desconocía la existencia del quinto vehículo, uno de los dos que salieron de la terminal por el sur, el que la Policía Federal había desalojado junto al Palacio de Justicia. Las investigaciones actuales señalan que es probable que ese autobús tuviera escondido un cargamento de droga.

Más informes de organismos internacionales ampliaron las fisuras. En 2016, un segundo documento elaborado por el grupo de la CIDH denunció que Zerón había trasladado de manera ilegal a un detenido al río San Juan en las primeras semanas de la investigación, a finales de octubre de 2014. Con el tiempo y el cambio de guardia en la Fiscalía, los investigadores descubrieron que Zerón había orquestado la colocación de restos de al menos uno de los estudiantes en el río. El escenario del basurero y el río San Juan, dicen ahora los investigadores, fue un montaje, un relato falso para cerrar el caso y atajar el clamor social que invadía México en las semanas posteriores a la desaparición de los 43.

Criticado por las familias, insostenible políticamente, Zerón dimitió en septiembre de 2016. Murillo había dimitido mucho antes, en febrero de 2015. En 2018, la oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas en México publicó un nuevo informe que denunciaba la tortura de decenas de detenidos por el caso. Antes y después de dimitir, Zerón siempre defendió su trabajo. Para ello, solía convocar a reporteros a su oficina. En una ocasión, el funcionario sacó un enorme archivador que contenía, entre otras cosas, fotos de hogueras en campos de concentración nazis. Era, a su entender, la prueba de que la pira del basurero había sido real. La actual administración de la Fiscalía lo acusa, entre otros delitos, de tortura y desaparición forzada.

Murillo en prisión

De mediados de 2016 al cambio de Gobierno, en diciembre de 2018, el caso Ayotzinapa quedó en el limbo. Nada se movía. Los 43 seguían desaparecidos. El hallazgo de huesos de uno, bajo la guardia de Zerón, estaba comprometido por las sospechas de montaje. Pero la aparición de una comisión especial para el caso, ya con López Obrador en el Gobierno, y la creación de una unidad especial en la Fiscalía, dieron vida a las pesquisas. En junio de 2020, los investigadores encontraron un trocito de hueso de uno de los 43 en la barranca de La Carnicería, un paraje a casi un kilómetro del basurero. Al año siguiente encontraron allí mismo un trocito de hueso de otro estudiante. Se enterraba así la verdad histórica.

 El problema, sin embargo, persistía. Si no los habían quemado en el basurero, ¿qué pasó con ellos? ¿Estaban vivos, aunque fuera algunos? Más aún, ¿por qué les habían atacado con tanta saña? ¿Por qué desaparecerlos si al fin y al cabo ya habían recuperado el autobús con la droga? Aunque el grado de certeza no es absoluta, son preguntas para las que empieza a haber respuestas.

La comisión presidencial asume que los muchachos están muertos y que el ataque se produjo, más allá de la droga, porque los criminales de Iguala pensaron que un grupo contrario les atacaba, como represalia a un enfrentamiento semanas antes en un pueblo minero de la región. La comisión dice que no hay prueba alguna de que los estudiantes fueran parte de ningún grupo criminal. También señala que policías entregaron a los muchachos al crimen, que los separaron en grupos, mataron a la mayoría y esparcieron sus restos en diferentes lugares.

En las últimas semanas, el caso parecía una montaña rusa. La detención del viejo fiscal, Jesús Murillo, y la presentación del informe de la comisión han sacudido el entendimiento que se tenía del caso. La comisión ha acusado a un general del Ejército de ordenar la muerte de seis de los 43, que habrían sido mantenidos con vida durante varios días después del ataque. El general está preso desde este miércoles. La participación activa de militares en el ataque cambia la lógica que se había manejado, un problema de policías corruptos y delincuentes crueles. Si los militares se implicaron en la cacería, ¿a qué nivel de la Administración llegaban los tentáculos del crimen?"                       (Pablo Ferri, El País, 18/09/22)

25/4/22

Argentina se sumerge en la muerte de 500 indígenas en la masacre de Napalpí... El testimonio de una sobreviviente activa un juicio por la verdad sobre la matanza de personas de origen qom y mocoví ocurrida en 1924

 "Rosa Grilo tiene más de 100 años. No sabe exactamente cuántos, pero recuerda que era una niña el 19 de julio de 1924. Recuerda también el ruido del avión que volaba bajito y lanzaba desde el aire caramelos hacia el monte achaparrado. Y que cuando los indígenas corrían tras ellos les disparaban con una ametralladora.

 “Pensaban que era mercadería. Y dice mi abuelito: ‘No vayan, porque ese está llevando la bomba, vamos a huir. Fue la gente a buscar la mercadería, y cuando están todos juntos largan la bomba”, recuerda. Las prevenciones del abuelo salvaron a Rosa Grilo, la última sobreviviente de la masacre de Napalpí, una cacería humana que terminó con 500 indios qom y moqoit muertos a tiros y machetazos.

Grilo está lúcida y vive con sus hijos en un paraje rural de la provincia de Chaco, en el norte argentino. Su voz grabada se escuchó este martes en el inicio de un juicio sin precedentes en América Latina, que intenta echar luz sobre lo ocurrido en aquel paraje argentino perdido en el tiempo. Ya no quedan policías ni terratenientes ni políticos responsables vivos; por eso no habrá consecuencias penales. Pero el juicio servirá para que una nueva historia oficial entierre a la aún vigente, esa que dice que los muertos en Napalpí fueron consecuencia de un enfrentamiento entre tribus.

La masacre de Napalpí comenzó con una revuelta. Cientos de indígenas se negaron a seguir trabajando en las plantaciones de algodón de la reducción por un salario que se pagaba en ropa y vales de comida. A la matanza le siguieron meses de persecución a los sobrevivientes que, como Rosa, se habían ocultado con sus familias en el monte. Así lo contó ya entonces el exdirector de la reducción Enrique Lynch Arribálzaga, en una carta que envió al Congreso: “La matanza de indios por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores. Parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la carnicería del 19 de julio (...), para que no puedan servir de testigos”. Sus denuncias no prosperaron. Los sobrevivientes se ocultaron en el monte y nunca más hablaron de lo ocurrido y los terratenientes de la zona celebraron lo que consideraron un proceso de pacificación.

 Hace 15 años, Juan Chico, un qom formado como historiador, decidió urgar en el pasado. Creo la Fundación Napalpí, golpeó decenas de despachos oficiales y recorrió el monte. Logró dar así con cinco sobrevivientes, entre ellos Rosa Grilo y Pedro Valquinta, un moqoit fallecido en 2015 a los 108 años. La voz de Valquinta sonó este martes ante el tribunal. “Tengo 105 años, no me acuerdo que año era, yo tenía 12 años o 10. Había muchos ricos nuevos que estaban cortando el bosque. Y a los mocovíes los mataban. Y ahí les disparaban. Llegaron mocovíes a trabajar y ahí los mataron, les mandaron los policías”, dice en un vídeo grabado en 2012.

Juan Chico murió el año pasado víctima de la covid-19, pero la rueda ya giraba sin él. El fiscal Diego Vigay tomó el caso y logró el apoyo oficial para la instrucción de un juicio de la verdad, el primero referido a una matanza indígena. “El objetivo es que las víctimas tengan derecho a la verdad, como establece la Corte Interamericana de Derechos Humanos para delitos de lesa humanidad. Es además un aporte a la no repetición y a una sentencia que imponga medidas de reparación simbólica”, dice Vigay. “Napalpí fue siempre un tema tabú para las familias y los testigos se mantenían en silencio. No dimensionan el valor histórico de esos testimonios”, explica el fiscal.

Desde este lunes, pasarán por el tribunal chaqueño unos 50 testigos, entre sobrevivientes, familiares e investigadores. Serán cruciales las fotos sacadas antes de la masacre por el etnólogo alemán Robert Lehmann-Nitsche, conservadas en el Instituto Iberoamericano de Berlín. Así descubrió la imagen del avión cuyo sonido aún atormenta a Rosa. “En ella, Lehmann-Nitsche escribe en alemán ‘avión contra levantamiento indígena”, explicaba en 2018 en una entrevista con EL PAÍS Mariana Giordano, historiadora e investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. En otras fotos se ve a indígenas con un pañuelo blanco anudado en el brazo, señal de que “eran de los buenos”.

El sitio de la masacre se llama hoy Colonia Aborigen. Todos saben que allí hay una fosa común donde fueron enterrados los muertos de 1924. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAS), trabajó durante un mes en la zona, pero no pudo dar con la fosa. Encontró, en cambio, los restos de un hombre de unos 40 años con una herida en el pie. “Sería de aquellos que intentaron escapar y murieron cerca de la masacre”, dice Vigay. “Estaba enterrado a menos de 30 centímetros, lo que coincide con la versión de que los que morían eran enterrados allí mismo, a poca profundidad”. Los peritos no pierden la esperanza de encontrar la fosa común. “No es fácil, porque han cambiado las referencias. Pero tenemos testimonios que dicen que los pozos de agua estuvieron muchos años con grasa y sangre y la fosa estaría vinculada a una corriente subterránea que ahora estamos estudiando”, explica el fiscal.

 David García, referente de la Fundación Napalpí, confía en que el juicio por la verdad servirá para se entienda en la sociedad la dimensión histórica de la masacre. “Puede impactar tener un espacio de pacificación dentro de las políticas estatales, entre comunidades, criollos e indígenas. Tenemos además nueva generación muy buena, con expectativa distintas y otras miradas”, dice. Si la salud se lo permite, Rosa Grilo se acercará al tribunal para que todos escuchen su testimonio. Repetirá allí lo que ha contado decenas de veces: el avión, las explosiones, la muerte de su padre, la huida al monte con su abuelo y el silencio con el que ocultó a los criollos lo que había vivido. “No estoy mintiendo yo, lo que pasó, pasó”, dice ahora Rosa, a la espera de una memoria reparadora."                  (Federico Rivas Molina , El País, 19/04/22)

20/1/22

Anselmo Vilar, el farero que apagó la luz para salvar miles de vidas en la Desbandá... lo que dificultó que los aviones y los barcos franquistas pudiesen ubicarse y localizar a la población que huía en este punto de la costa... pocos días después de la entrada de las tropas nacionales fue fusilado

 "Las más de 120.000 personas que integraron la caravana humana que en febrero de 1937 huía de las tropas franquistas hacia Almería, un episodio conocido como la Desbandá, encontraron a su paso por Torre del Mar un aliado: el farero que apagó la luz y que salvó con ello miles de vidas. 

 En este núcleo de población de Vélez-Málaga, en el que se concentraron las personas que escapaban desde Málaga y los que procedían del interior de la comarca de la Axarquía, no se produjeron bombardeos ni ametrallamientos por parte de la aviación italiana y la marina del bando nacional.

 La culpa de esto la tuvo Anselmo Antonio Vilar, el farero de Torre del Mar, natural de Lugo e hijo del que fuese a su vez primer farero de la población, que durante dos días mantuvo apagado el faro, lo que dificultó que los aviones y los barcos pudiesen ubicarse y localizar a la población que huía en este punto de la costa.

Vilar salvó a muchas personas de las ametralladoras y las bombas, pero su decisión le costó la vida, ya que pocos días después de la entrada de las tropas nacionales fue fusilado, según ha explicado Jesús Hurtado, vecino de Vélez-Málaga e investigador de este suceso.

 Hurtado, que ha publicado varios escritos sobre este hecho, ha presentado una iniciativa impulsada por el grupo municipal de IU para homenajear y distinguir al farero y que su gesta no quede olvidada.

Ha asegurado que Vilar fue "un héroe", que al incumplir la principal obligación de su cometido y dejar sin referencia a los aviones salvó a las miles de personas que se ocultaban en la zona en la que se encontraba el antiguo Faro de Torre del Mar, actualmente encajonado entre unos edificios en la avenida Toré Toré.

Ante la falta de referencia, los barcos utilizaron el faro de Torrox, que sí funcionó en los días en los que se produjo la Desbandá y se ubicaron frente a este punto del litoral, que recibió el grueso de los bombardeos, según los partes de guerra estudiados por Hurtado. 

 El portavoz de IU, Miguel Ángel Sánchez, ha explicado que Vilar tuvo el arrojo de apagar la luz del Faro de Torre del Mar y de "dar luz a la población" que se refugiaba en este punto de la costa, "mientras escapaba de la barbarie".

Sánchez ha manifestado que esta hazaña, que quedó silenciada hasta la labor de investigación de Hurtado, evitó que los bombardeos se cebasen en el tramo comprendido entre los núcleos de Almayate y Caleta de Vélez, en las aproximadamente doce millas de ámbito de influencia que cubría el faro.

La intención de IU es que el homenaje vaya más allá del municipio en el que Vilar desempeñó su labor y acabó sus días y, en este sentido, Sánchez ha precisado que su homólogo en el Concello de Lugo ha conseguido el consenso de la corporación municipal para reconocer al farero en la ciudad gallega.

En el caso de Vélez-Málaga, el portavoz de la coalición de izquierdas ha informado de que el asunto se llevará a la Mesa de la Memoria que puso en marcha hace unos meses el Consistorio para lograr un acuerdo.

"Queremos conseguir el máximo consenso, como ya ha pasado en Lugo, y que este gesto supremo de humanidad quede en los anales de la historia", ha insistido.

IU está abierta a negociar los términos del homenaje, que según Sánchez, pueden pasar por un reconocimiento de Vilar como hijo adoptivo a título póstumo, en aplicación del Reglamento de Honores y Distinciones del Ayuntamiento."                     (Enrique Hidalgo, La Opinión de Málaga, 15/12/17)

16/12/21

40 años de El Mozote, la masacre en la que la Fuerza Armada de El Salvador asesinó a mil civiles desarmados, 408 eran bebés y niños y niñas abajo de los 10 años de edad, incluidos 17 no nacidos, asesinados en las panzas de sus madres...y que continúa en la impunidad

 "El rol protagónico lo asumió el Batallón Atlacatl, una unidad élite creada ese mismo año, equipada, financiada y asesorada por el gobierno estadounidense, cuya presidente era el republicano Ronald Reagan. 

 Se cumplen 40 años de la que ha pasado a la historia como la masacre de El Mozote, ejecutada por el Batallón Atlacatl de la Fuerza Armada de El Salvador en distintas poblaciones de los municipios de Meanguera y Arambala, departamento de Morazán. Del millar de personas masacradas por los soldados, 408 eran bebés y niños y niñas abajo de los 10 años de edad, incluidos 17 no nacidos, asesinados en las panzas de sus madres.

Amadeo Martínez perdió a tres hermanos el 11 de diciembre de 1981: María de Jesús, de 7 años de edad; Teodorito, de 5 años; y Rafael, de 4. También asesinaron a su madre: María Inés Martínez, de 33 años.

Nacido el 31 de marzo de 1972, a Amadeo le faltaban poco más de tres meses para cumplir 10. Otro niño. Es un sobreviviente de El Mozote porque él y su otro hermano –José Enemesio, un año mayor– se enmontañaron a iniciativa del padre, José Santos Sánchez, quien había escuchado por la radio que la Fuerza Armada realizaría un operativo antiguerrillero.

"Mi padre, mi hermano y yo estábamos en medio del Ejército, con la diferencia de que estábamos escondidos", dice Amadeo Martínez a RT, a sus 49 años ya, en la entrada de su modesta vivienda ubicada en La Joya, un cantón de Meanguera en el que el Atlacatl mató a su familia y a otros 150 vecinos.

 "Mi mamá no quiso irse con nosotros al magueyal y prefirió quedarse con mis tres hermanitos en la casa de don Jacinto Sánchez, un anciano respetado del caserío que las dejó quedarse, con otras mujeres y niños", recuerda Amadeo. "Pero a todos los asesinaron", dice.

Cantón La Joya, caserío Ranchería, caserío Los Toriles, caserío Jocote Amarillo, cantón Cerro Pando, cerro Ortiz y, por supuesto, el caserío El Mozote, donde se hallaron la mitad de las osamentas, y cuyo nombre sirvió para bautizar el conjunto de masacres que la Fuerza Armada perpetró los días 10, 11, 12 y 13 de diciembre.

La palabra exterminio no es exageración ni licencia literaria. El operativo militar, bautizado para mayor sorna como 'Rescate de Morazán', se vendió como una estrategia para neutralizar los campamentos que había establecido en la zona el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una de las cinco agrupaciones que integraron la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN).

Apoyados por artillería y aviación, se estima que entre 1.000 y 2.000 militares participaron en el operativo antiinsurgente, en un territorio agreste de apenas 25 kilómetros cuadrados. El rol protagónico lo asumió el Batallón Atlacatl, una unidad élite creada ese mismo año, equipada, financiada y asesorada por el gobierno estadounidense, cuya presidente era el republicano Ronald Reagan.

 Unos 200 guerrilleros del ERP, sin embargo, rompieron el cerco militar y escaparon la madrugada del 10 de diciembre sin apenas sufrir bajas. Incluso lograron llevarse hasta la costa el equipo técnico con el que se emitía Radio Venceremos, el órgano de expresión del ERP durante toda la guerra civil salvadoreña, conflicto que inició en marzo de 1980 con el asesinato del arzobispo Óscar Arnulfo Romero y se prolongó hasta el 16 de enero de 1992, cuando se firmaron los acuerdos de paz.

Cuando la Fuerza Armada se apoderó del sector, la población civil que quedaba estaba compuesta mayoritariamente por ancianos, mujeres y, sobre todo, niños y niñas. Desarmados, por supuesto. Muchos ni siquiera eran simpatizantes de la guerrilla.

Aun así, el Ejército optó por llevar hasta las últimas consecuencias los conceptos de 'tierra arrasada' y 'quitarle el agua al pez', y se procedió al exterminio: mujeres violadas y asesinadas, adolescentes torturados, ancianos mutilados, bebés acuchillados, viviendas quemadas.

De las 988 víctimas mortales incluidas hasta el momento en el Registro Único de Víctimas de El Mozote, el 51 % de los muertos no había cumplido siquiera los 14 años. Y el 15 % de los exterminados tenían 60 años o más, incluida Simeona Vigil, una anciana de 93 años.

Sobrevivieron sólo los que se escondieron en cuevas y cultivos, como Amadeo, su padre y su hermano. A los cuatro o cinco días, cuando vieron que el vaivén de militares había cesado, fueron a la casa de don Jacinto, para comprobar que sólo quedaban cadáveres, moscas, zopilotes, cuches comiendo carne humana y un hedor que Amadeo aún no olvida. Quedaba El Mozote.

 El padre, José Santos, reconoció los cuerpos de su esposa, sus tres hijos, y de otros familiares, y los enterró en una fosa séptica que acababa de abrir en su casa, y que aún no se estaba usando. Luego, los tres volvieron a enmontañarse, junto a algunos sobrevivientes con historias similares de luto y desdicha.

Otras historias de sobrevivencia

Santos Vito Mejía, hoy una señora de 75 años, también es una sobreviviente de la masacre de El Mozote, pero por circunstancias diferentes. Nacida en 1946 en Meanguera, a mediados de los sesenta dejó el cantón La Joya y se fue a probar suerte en la capital.

"Cuando ocurrió la masacre, yo trabajaba como doméstica en una casa del reparto Guadalupe, en Soyapango [una ciudad del área metropolitana de San Salvador], y mis patrones no me dejaron ir a Morazán", dice Santos. Haberse alejado de su familia, paradójicamente, le salvó la vida.

No fue hasta que regresó a La Joya, finalizada ya la guerra civil, más de una década después de la masacre, que supo que casi todos los integrantes de su familia habían sido asesinados por el Batallón Atlacatl.

Que José Cruz Vigil, de 67 años en la actualidad y vicepresidente de la Asociación Promotora de Derechos Humanos de Víctimas del Mozote (APDHEM), esté vivo también responde a que no se encontraba en el caserío Jocote Amarillo –donde nació y se crió– cuando la Fuerza Armada irrumpió el 13 de diciembre.

 Cruz Vigil se había incorporado en el ERP en 1979, dos años antes. Era parte del grupo que estaba acampado en La Guacamaya y que logró escapar tras romper el cerco que la Fuerza Armada les puso. "Yo por estar en la guerrilla sobreviví; si no, muerto estaría", dice.

La prioridad para el ERP fue esconderse, escapar, evitar choques directos con el Ejército, muy superior en efectivos y en armamento. Lo consiguieron, en líneas generales. De hecho, las primeras noticias sobre las masacres en El Mozote y alrededores no llegaron a oídos de la comandancia del ERP hasta el 17 de diciembre.

Cruz Vigil supo del exterminio cuando estaba en El Zapotal, municipio de Joateca, a unos 10 kilómetros en línea recta desde El Mozote. De inmediato pidió permiso para regresar por veredas para saber qué había sucedido con su familia, y se lo concedieron, con la condición de que no llevara fusil.

Caminó, hizo noche con un grupo de enmontañados que halló en La Joya, y le confirmaron que su papá también había sobrevivido por escapar del caserío Jocote Amarillo antes de que llegaran los soldados. A la mañana siguiente fue a buscarlo.

 "Cuando nos vimos, nos abrazamos y lloramos", dice. Luego, el listado de familiares asesinados: los dos hermanos mayores, dos tíos, una cuñada y nueve sobrinos, en el círculo más cercano, y unos 40 familiares más lejanos. "Mi mamá había muerto unos meses antes", dice resignado.

Las que cuentan los sobrevivientes de El Mozote son todas historias de una crudeza difícil de digerir. Una masacre de un millar de civiles desarmados –niños en su mayoría– ejecutada en la década de los ochenta por la unidad élite de un ejército regular, unidad armada, adiestrada y financiada por el gobierno de Estados Unidos.

Algo así tenía que negarse, esconderse, y eso es precisamente lo que pasó. Los gobiernos de El Salvador y Estados Unidos negaron la masacre con tanto ímpetu que aún hoy hay salvadoreños que creen que nunca ocurrió, o que fue un combate, o que las masacres las perpetraron los guerrilleros.

Y el encubrimiento fue el caldo de cultivo idóneo para la impunidad. Cuatro décadas después, no hay ni una sola persona condenada por lo ocurrido en El Mozote.

"El papel de la administración Reagan fue clave –dice Carlos Henríquez Consalvi–, porque trató de borrar la masacre de la historia".

 De 74 años en la actualidad, Consalvi era en diciembre de 1981 la voz de Radio Venceremos, la radio del ERP. "Yo me sentía un periodista", dice. Él es de los que tuvo que escapar de La Guacamaya por el operativo de la Fuerza Armada.

A la guerrilla no le costó reagruparse, contraatacar y recuperar los territorios perdidos. Para el 30 de diciembre Consalvi consiguió ingresar en el caserío El Mozote y documentar la masacre con fotografías, anotaciones y entrevistas a sobrevivientes. Todo se transmitió por Radio Venceremos, pero con escasa receptividad.

"Cuando dijimos mil personas asesinadas, mucha gente pensó: eso es invento de la insurgencia, porque justo en esos días en el Congreso de Estados Unidos se estaba discutiendo si seguían apoyando militarmente a El Salvador", dice Consalvi. "Acordate que la Fuerza Armada decía de nosotros que éramos Radio Mentiremos", agrega.

La comandancia del ERP juzgó prioritario que periodistas independientes registraran la masacre, y permitió que dos periodistas del diario The New York Times (Raymond Bonner y Susan Meiselas) y una del The Washington Post (Alma Guillermoprieto) ingresaran desde Honduras y reportearan durante casi dos semanas en los territorios bajo control guerrillero en Morazán, incluido el caserío El Mozote, donde entrevistaron a sobrevivientes.

 Ambos reportajes se publicaron el mismo día, el 27 de enero de 1982. Y causaron cierto revuelo. Pero la administración Reagan se desvivió por desacreditar los trabajos periodísticos, tachándolos como propaganda efemelenista, y puede decirse que lo consiguió. The New York Times, por ejemplo, apartó a Bonner de su rol como periodista especializado en América Central y lo reubicó a la sección local de negocios.

En el gobierno estadounidense, dice Consalvi, hay dos altos funcionarios que sobresalieron como negacionistas de la masacre de El Mozote y, por extensión, del trabajo de Bonner, Meiselas y Guillermoprieto. Son Elliott Abrams y Thomas Enders, figuras clave en el Departamento de Estado del primer gobierno de Ronald Reagan.

En marzo de 1993, más de un año después de haber finalizado la guerra civil en El Salvador, Thomas Enders firmó un artículo de opinión en The Washington Post en el que admitía que la masacre sí había ocurrido –algo que negó ante el Congreso en 1982– y que la ejecutó la Fuerza Armada de El Salvador. "I was wrong", admitió. Pero el daño ya estaba hecho.

Transcurridos 40 años, la palabra impunidad sigue asociada a las masacres que el Batallón Atlacatl realizó en El Mozote y lugares aledaños en los días 10, 11, 12 y 13 de diciembre de 1981. Y cada año que pasa, por pura ley de vida, quedan menos víctimas a las que se les pueda hacer justicia, y menos victimarios a los que condenar."                  (Roberto Valencia desde Meanguera (El Salvador), RT, 10/12/21)

18/11/21

Masacre que no se filtra no existe... los observadores civiles que llegaron al área encontraron casi un centenar de cuerpos destrozados de niños y mujeres... las imágenes satelitales sólo mostraron que donde cuatro días atrás había un barrio modesto sobre el río Eufrates y en un área bajo el control de la “coalición democrática”, ahora no quedaba nada. La Oficina de Investigaciones Especiales de la Fuerza Aérea de estados Unidos se negó a explicar el misterio

 "El 8 de marzo de 2019 los analistas de un comando militar estadounidense localizado en la millonaria península de Catar, se encontraban observando una calle de un pueblo pobre en Siria a través de imágenes de alta definición captadas por un dron inteligente. En la conversación que quedó grabada, los analistas reconocieron que la multitud estaba compuesta mayormente por niños y mujeres.

 A un costado, un hombre portaba un arma, pero todo parecía desarrollarse de forma tranquila. Hasta que una bomba de 220 kilogramos fue arrojada desde un poderoso F-15E, justo sobre la multitud. Doce minutos más tarde, cuando los sobrevivientes de la primera bomba comenzaban a correr o a arrastrarse, el mismo avión arrojó dos bombas más, esta vez de una tonelada de explosivos cada una y a un costo de un millón de dólares por explosión.

A 1870 kilómetros, en el Centro de Operaciones Aéreas Combinadas del ejército estadounidense en la base de Al Udeid en Catar, los oficiales observaron la masacre en vivo. Alguien en la sala preguntó, sorprendido, de dónde había partido la orden. 

Al día siguiente, los observadores civiles que llegaron al área encontraron casi un centenar de cuerpos destrozados de niños y mujeres. La organización de derechos humanos Raqqa Is Being Slaughtered publicó algunas fotos de los cuerpos, pero las imágenes satelitales sólo mostraron que donde cuatro días atrás había un barrio modesto sobre el río Eufrates y en un área bajo el control de la “coalición democrática”, ahora no quedaba nada. La Oficina de Investigaciones Especiales de la Fuerza Aérea de estados Unidos se negó a explicar el misterio.

Luego se supo que la orden del bombardeo había procedido de un grupo especial llamado “Task Force 9”, el cual solía operar en Siria sin esperar confirmaciones del comando. El abogado de la Fuerza Aérea, teniente coronel Dean W. Korsak, informó que muy probablemente se había tratado de un “crimen de guerra”. Al no encontrar eco entre sus colegas, el coronel Korsak filtró la información secreta y las medidas de encubrimiento de los hechos a un comité del Senado estadounidense, reconociendo que, al hacerlo, se estaba “poniendo en un serio riesgo de represalia militar”. Según Korsak, sus superiores se negaron a cualquier investigación. “La investigación sobre los bombardeos había muerto antes de iniciarse”, escribió. “Mi supervisor se negó a discutir el asunto conmigo”.

Cuando The New York Times realizó una investigación sobre los hechos y la envió al comando de la Fuerza Aérea, éste confirmó los hechos pero se justificó afirmando que habían sido ataques necesarios. El gobierno del presidente Trump se refirió a la guerra aérea contra el Estado Islámico en Siria como la campaña de bombardeo más precisa y humana de la historia.

El 13 de noviembre el The New York Times (NYT) publicó su extensa investigación sobre el bombardeo de Baghuz. De la misma forma que esta masacre no fue reportada ni alcanzó la indignación de la gran prensa mundial, así también será olvidada como fueron olvidadas otras masacres de las fuerzas de la libertad y la civilización en países lejanos.

El mismo diario recordó que el ejército admitió la matanza de diez civiles inocentes (siete de ellos niños) el 10 de agosto en Kabul, Afganistán, pero este tipo de reconocimiento público es algo inusual. Más a menudo, las muertes de civiles no se cuentan incluso en informes clasificados. Casi mil ataques alcanzaron objetivos en Siria e Irak solo en 2019, utilizando 4.729 bombas. Sin embargo, el recuento oficial de civiles muertos por parte del ejército durante todo el año es de solo 22. En cinco años, se reportaron 35.000 ataques pero, por ejemplo, los bombardeos del 18 de marzo que costaron la vida a casi un centenar de inocentes no aparecen por ninguna parte.

En estos ataques, varias ciudades sirias, incluida la capital regional, Raqqa, quedaron reducidas escombros. Las organizaciones de derechos humanos informaron que la coalición causó miles de muertes de civiles durante la guerra, pero en los informes oficiales y en la prensa influyente del mundo no se encuentran, salvo excepciones como el de este informe del NYT. Mucho menos en los informes militares que evalúan e investigan sus propias acciones.

Según el NYT del 13 de noviembre, la CIA informó que las acciones se realizaban con pleno conocimiento de que los bombardeos podrían matar personas, descubrimiento que podría hacerlos merecedores del próximo Premio Nobel de Física. 

En Baghuz se libró una de las últimas batallas contra el dominio territorial de ISIS, otro grupo surgido del caos promovido por Washington en Medio Oriente, en este caso, a partir de la invasión a Irak lanzada en 2003 por la santísima trinidad Bush-Blair-Aznar y en base a las ya célebres mentiras que luego vendieron como errores de inteligencia. Guerra que dejó más de un millón de muertos como si nada. 

Desde entonces, cada vez que se sabe de alguna matanza de las fuerzas civilizadoras, es por alguna filtración. Basta con recordar otra investigación, la del USA Today que hace dos años reveló los hechos acontecidos en Afganistán el 22 de agosto de 2008. Luego del bombardeo de Azizabad, los oficiales del ejército estadounidense (incluido Oliver North, convicto y perdonado por mentirle al Congreso en el escándalo Irán-Contras) informaron que todo había salido a la perfección, que la aldea los había recibido con aplausos, que se había matado a un líder talibán y que los daños colaterales habían sido mínimos. No se informó que habían los habían recibido a pedradas, que habían muerto decenas de personas, entre ellos 60 niños. Un detalle.

Mientras tanto, Julian Assange continúa secuestrado por cometer el delito de informar sobre crímenes de guerra semejantes. Mientras tanto los semidioses continúan decidiendo desde el cielo quiénes viven y quiénes mueren, ya sea desde drones inteligentes o por su policía ideológica, la CIA. Este mismo mes, la respetable cadena de radio estatal de Estados Unidos, NPR (no puedo decir lo mismo de la mafia de las grandes cadenas privadas), ha reportado que hace un año la CIA debatió entre matar o secuestrar a Julian Assange.

La conveniente, cobarde y recurrente justificación de que estos ataques se tratan de actos de “defensa propia” es una broma de muy mal gusto. No existe ningún acto de defensa propia cuando un país está ocupando otro país y bombardeando inocentes que luego son etiquetados como “efectos colaterales”.

Está de más decir que ninguna investigación culminará nunca con una condena efectiva a los responsables de semejantes atrocidades que nunca conmueve a las almas religiosas. Si así ocurriese, sólo sería cuestión de esperar un perdón presidencial, como cada mes de noviembre, para Acción de Gracias, el presidente estadounidense perdona a un pavo blanco, justo en medio de una masacre de millones de pavos negros.

Nadie sabe y seguramente nadie sabrá nunca los nombres de los responsables de esta masacre. Lo que sí sabemos es que en unos años volverán a su país y lucirán orgullosas medallas en el pecho que sólo ellos saben qué significa. Sabemos, también, que al verlas muchos patriotas les agradecerán “por luchar por nuestra libertad” y les darán las gracias “por su sacrificio protegiendo este país”. Muchos de estos agradecidos patriotas son los mismos que flamean la bandera de la Confederación en sus 4×4, el único grupo que estuvo a punto de destruir la existencia de este país en el siglo XIX para mantener “la sagrada institución de la esclavitud”. 

Tradición que nunca murió. Sólo cambió de forma."                     (Jorge Majfud  , Rebelión 17/11/2021)