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18/10/24

Las fosas comunes del valle de la rebeldía... El cortijo del Marrufo fue transformado en campo de concentración y en centro de detenciones, torturas y fusilamientos. Desde allí, entre noviembre del 36 y marzo del 37, se sembró el horror en todo el valle... Los vecinos de toda la comarca fueron obligados a presentarse en el cortijo. Un número indeterminado de personas fueron detenidas, torturadas y asesinadas sin juicio durante todo el año. Muchas mujeres retenidas en el campo de concentración fueron torturadas y violadas antes de ser fusiladas. Los relatos dan cuenta de que muchos de los vecinos masacrados fueron obligados a cavar las fosas en las que serían arrojados, así como a cubrir con tierra a los anteriores fusilados

 "(...) Los militares, procedentes de Jerez, Jimena, Alcalá de los Gazules y Ubrique, asesinaron a decenas de personas desarmadas, quemaron sus casas y robaron sus pertenencias; también las de Jacinto, cuya esposa y pequeños sobrevivirían para contarlo. Una vez tomada la zona y derrotado su Comité de Defensa, los fascistas se acuartelaron en el cortijo del Marrufo, a 9 kilómetros de La Sauceda.

(...) El documental La Sauceda, de la utopía al terror (2015), dirigido por Juan Miguel León Moriche y producido por el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar, y la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo en La Sauceda y el Marrufo, recogería los sucesos. Las últimas personas supervivientes, infantes cuando sucedió la masacre, y algunos de sus descendientes, rememoran en la película como procedieron los golpistas. El cortijo del Marrufo fue transformado en campo de concentración y en centro de detenciones, torturas y fusilamientos. Desde allí, entre noviembre del 36 y marzo del 37, se sembró el horror en todo el valle. Fueron los meses del denominado ‘terror caliente’. Los habitantes y refugiados supervivientes de los bombardeos de la Sauceda fueron recluidos en sus instalaciones. Los vecinos de toda la comarca fueron obligados a presentarse en el cortijo. Un número indeterminado de personas fueron detenidas, torturadas y asesinadas sin juicio durante todo el año. Muchas mujeres retenidas en el campo de concentración fueron torturadas y violadas antes de ser fusiladas.

Los relatos dan cuenta de que muchos de los vecinos masacrados fueron obligados a cavar las fosas en las que serían arrojados, así como a cubrir con tierra a los anteriores fusilados. El desprecio por la dignidad y humanidad de aquellos seres humanos se muestra en la forma en la que se llevaron a cabo las sucesivas masacres. Sin embargo, y a pesar de las terroríficas evidencias, una vez borrada del mapa La Sauceda, los susurros y el miedo se impusieron sobre la memoria de las generaciones venideras. Cuarenta años de terrorismo de Estado contra cualquier disidencia política tendrían como modelo moral, militar e institucional lo que durante aquel año los sublevados hicieron en todo el territorio del Estado español. Crímenes de lesa humanidad que, según la Ley de Memoria Histórica –Ley de Memoria Democrática desde 2022–, todavía pueden ser perseguidos. Miles de cunetas aún repletas de cadáveres que no han sido exhumados y dignificados lo atestiguan.

Donde talaron vidas, sueños e ilusiones retoñan la memoria y la justicia[1]

Sin embargo, la memoria se abre paso a través de los recovecos más inesperados. Durante décadas, aquellos dolorosos relatos familiares sobre lo ocurrido siguieron transmitiéndose. De hecho, fueron estos gestos, que pudieran parecer insignificantes, los que sostuvieron el frágil pero persistente hilo del recuerdo y abrieron paso a lo que, a partir de 2009, ocurrió. Una cruz de hierro, clavada en una pequeña pendiente junto a la capilla del cortijo del Marrufo resistía al paso de los años. Cada vez que la lluvia o los animales la tumbaban, alguien que conocía la historia del lugar volvía a hincarla en la tierra. Precisamente bajo esa cruz se encontraban algunas de las fosas comunes que, gracias a los testimonios orales y a las evidencias balísticas, pudieron descubrirse.

Los expertos llegaron a afirmar que en el Marrufo podía encontrarse una de las mayores fosas comunes clandestinas, fuera de un cementerio, del Estado español. Una vez inaugurada la ruta de trabajo, arqueólogos, historiadoras, estudiantes, voluntarias y descendientes de desaparecidos se pusieron en marcha. Como resultado de las actividades colectivas desarrolladas de 2009 a 2012, siete fosas comunes con los restos de 28 cuerpos fueron recuperados del cortijo del Marrufo. La campaña más importante fue financiada por un particular, nieto y bisnieto de fusilados en el valle, y propietario de una de las marcas de relojes más importantes del mundo. Fue con su apoyo financiero, no con el del Estado, como se llevaron a cabo las exhumaciones de 2012, se creó la Casa de la Memoria de la Sauceda y se rehabilitó el Cementerio de La Sauceda con su Panteón de la Dignidad, en el que descansan los restos de esos 28 asesinados ya dignificados, uno de ellos Jacinto. (...)"   (Helios F. Garcés, CTXT, 01/10/24)

3/7/24

La represión de los guerrilleros: los suicidios de mujeres que tenían hombres en la guerrilla que, por evitar las constantes torturas y violaciones, acaban quitándose la vida... las deportaciones masivas como forma de castigo... el uso de los lugareños como escudos humanos... la exhibición de cadáveres, como uno que en 1951 tiraron los guardias civiles en una encrucijada, obligando a los transeúntes a pisar sobre él... no son excesos, sino el resultado de un plan concebido y trazado desde las más altas instancias en un intento de exterminar físicamente cualquier resto de resistencia o disidencia antifranquista... Orden de Franco: «Que hagan saber a los vecinos de los pueblos respectivos que, en caso de realizarse una agresión a nuestras fuerzas en el término municipal, se fusilará en la plaza del pueblo a dos personas de las que figuren en la relación de sospechosos, por cada víctima que la agresión produzca»

 "En estos días en que se habla de derogar leyes de memoria democrática y promulgar un engendro llamado ley de la concordia que pretende tergiversar la verdad histórica hasta la indecencia, se publica el ensayo de Arnau Fernández Pasalodos 'Hasta su total extermino. La guerra antipartisana en España, 1936-1952' (Galaxia Gutenberg). Este libro muestra que la guerra del ejército de Franco contra la República no acaba en 1939, continúa de forma irregular -por lo irregular de las fuerzas contendientes- hasta 1952, sobre todo en la España rural.

Estamos hablando del 'maquis', pero estudiado con particular sagacidad por Fernández Pasalodos en el contexto de las prácticas de guerra antipartisana en el teatro europeo de la época. Asimismo, el historiador se centra en la perspectiva de actuación de la Guardia Civil por ser el cuerpo de seguridad protagonista en las operaciones contrainsurgentes.

La investigación sobre la que Fernández Pasalodos sustenta este libro es abrumadora. A partir de la consulta de casi una treintena de archivos -entre ellos, militares y de la Guardia Civil-, hemerotecas y una extensa bibliografía, el autor indaga en las motivaciones, formas de actuación individual y colectiva del instituto armado contra partisanos y ciudadanos, y formas de vida de este cuerpo de seguridad que ejerció la principal represión en las zonas rurales durante el periodo 1936-1952.

El 18 de junio, el presidente de la Cámara balear, Gabriel Le Senne (Vox), arrancó y rompió, con un gesto de gran violencia y desprecio, la fotografía de Aurora Picornell que la diputada socialista Mercedes Garrido tenía pegada a la tapa de su ordenador portátil. Sabía lo que estaba haciendo, como también lo sabía Mercedes Garrido. Ella, reivindicar la memoria de una mujer torturada, asesinada, abandonada en una fosa por un régimen ilegal que llegó al poder a través de un golpe de Estado y una guerra devastadora. Él, impedir el reconocimiento y la memoria tanto de Aurora como de todas las víctimas del franquismo. Al romper su foto y negarle un espacio público, ya sea en el Parlamento o en las calles, Vox, apoyado por el PP, pretende perpetuar uno de los preceptos de la dictadura: eliminar y hacer desaparecer cualquier disidencia, primero físicamente y después de la memoria y la historia.

Traigo a colación la escena del Parlamento balear porque muchas de las víctimas de la guerra partisana que estudia Fernández Pasalodos ni siquiera están reconocidas como tales; muchas fueron víctimas civiles asesinadas extrajudicialmente y enterradas en fosas y lugares desconocidos. De muchas mujeres y hombres no nos queda un nombre que reivindicar, una foto que exhibir. Señala el autor: «Entre 1945 y 1952, el 75% de las víctimas mortales causadas por la Guardia Civil y otras fuerzas antiguerrilleras en las comarcas castellonenses no fueron guerrilleros, sino civiles». Para el régimen, estas víctimas representaban la 'anti-España' (¿escuchan cierto eco?), el enemigo que se debía «combatir y exterminar» después de 1939.

A diferencia de otras guerras partisanas, la española era una contienda contra sus ciudadanos, pero «la retórica golpista desposeyó de su condición connacional a todo aquel señalado como representante de la antiEspaña». Entre ellos estaba cualquier persona sospechosa de tener vinculación con los guerrilleros, incluyendo la afectiva y familiar: mujer, hijos, padres, hermanos, familias enteras fueron exterminadas en actuaciones paralegales amparadas por el Estado. Se podría pensar que esta orden de Franco de 1938 se eliminaría a partir del 1 de abril de 1939: «Que hagan saber a los vecinos de los pueblos respectivos que, en caso de realizarse una agresión a nuestras fuerzas en el término municipal, se fusilará en la plaza del pueblo a dos personas de las que figuren en la relación de sospechosos, por cada víctima que la agresión produzca». Y sin embargo, la práctica de venganza redoblada, a la que se debe añadir la tortura como forma sistemática de castigo, se siguen dando después del 39 y, de hecho, se recrudecen a partir de la 'Ley de Bandidaje y Terrorismo' de 1947. A partir de entonces, se permite combinar la ley con los métodos extrajudiciales anteriores.

Fueron los años gloriosos de la llamada «ley de fugas», la forma de encubrir legalmente ejecuciones ilegales. Camilo Alonso Vega, director de la Guardia Civil y amigo íntimo de Franco, así se lo decía a sus subordinados: debían usar masivamente la ley de fugas. Cuenta el autor que la Nochebuena de 1946 el caudillo recordó a su amigo que los guardias podían «disparar sin previo aviso». Desde las más altas instancias no solo se permitió, sino que se potenció el asesinato inmediato y sin proceso debido, y se castigó a los guardias que no cumplían las órdenes. El régimen no quería prisioneros que, con su presencia, mostraran que la guerra no había acabado, tampoco había lugar para la redención o el perdón. La ley sirvió, además, para 'limpiar' disidencia civil: si un operativo fracasaba, «era frecuente que los guardias civiles se vengasen ejerciendo violencia sobre posibles colaboradores, lo cual hizo que la mayor parte de las víctimas de la ley de fugas no fuesen partisanos, sino paisanos», explica el autor.

Hay tanta violencia diseñada y perpetrada por hombres con nombres y apellidos -que el autor recoge minuciosamente-, tantas acciones crueles de consecuencias terribles: los suicidios de mujeres que tenían hombres en la guerrilla -«bandidas y putas», las «putas de los rojos»- que, por evitar las constantes torturas y violaciones, acaban quitándose la vida; las deportaciones masivas como forma de castigo, de romper comunidades y destrozar los vínculos para aislar a los partisanos; el uso de los lugareños como escudos humanos; las recompensas en metálico por cada guerrillero -o sospechoso de serlo- muerto y los ascensos firmados por Franco; el castigo contra los guardias que rechazaban la violencia ilegal; la exhibición de cadáveres, como uno que en 1951 tiraron los guardias en una encrucijada, obligando a los transeúntes a pisar sobre él.

Lo que cuenta Fernández Pasalodos no son excesos, sino el resultado de un plan concebido y trazado desde las más altas instancias en un intento de exterminar físicamente cualquier resto de resistencia o disidencia antifranquista. Por suerte, algo de todo esto queda en los archivos y la memoria heredada y, por suerte, tenemos historiadores como Fernández Pasalodos que nos recuerdan la importancia de defender la memoria democrática."

(Edurne Portela, escritora e investigadora. Revista de prensa, 30/06/24. Este artículo se publicó originalmente en El Correo.)

7/6/24

La memoria histórica nació con nombre de mujer en un lugar de España en el que no hubo frente de guerra... Las Mujeres de Negro de La Barranca fueron las viudas repudiadas, agredidas y azotadas por el franquismo que con su lucha pusieron la semilla de dignidad que dio origen a la memoria democrática... Con un atadillo de comida para el día y unas flores, viudas, madres, hijas y hermanas recorrían kilómetros a pie cada primero de noviembre hasta la fosa común en la que yacían sus familiares... Aguantaron vejaciones, insultos e incluso violencia, les raparon la cabeza y les hicieron purgas de ricino pero ellas respondieron con dignidad, luciendo el luto negro que el régimen les impedía... Hasta 64 mujeres de Villamediana de Iregua perdieron a sus maridos a manos de la barbarie franquista

 "El 2 de noviembre de 1939 un grupo de mujeres de Villamediana iniciaron sin saberlo el camino hacia la memoria y la dignidad en la historia de España. Lo hicieron con las faldas remangadas, atravesando descalzas el río Iregua, mojadas hasta la cintura y rasgándose las vestiduras con los alambres de espino al pasar en silencio por delante de la garita donde custodiaba la Guardia Civil. “Ustedes no pueden estar aquí, tengo orden de echarlas”, les dijo un agente cuando ya estaban dentro. “Rechorra, usted tendrá orden de que nosotras no estemos aquí pero yo tengo a mi marido enterrado porque me lo han matado ustedes y de aquí no me saca ni a rastras”, contestó Catalina con los brazos en jarras. 

Catalina, ‘la Rici', acababa de salir de la cárcel después de tres años encerrada. Allí, entre rejas, se despidió de su marido, Martín Mena Vicente, una noche de 1936 para no volver a verle más. Su historia es la de muchas. Para ellos la vida acababa de repente, con un disparo en lo alto de un cerro. Para ellas, la condena duraría toda la vida.

Algunas la sufrieron en silencio, apartadas y envueltas en miedo. Otras decidieron luchar por la memoria y la dignidad de sus muertos. Unas y otras hicieron historia. Son las Mujeres de Negro de La Barranca, las que consiguieron erigir sobre una fosa común en la que yacen más de 400 cuerpos uno de los principales memoriales a los represaliados del franquismo que existe en España.

Aquel primer año, 1939, fueron unas cuantas mujeres de Villamediana. Con el tiempo empezaron a ser muchas más; cada vez venían de más lejos. Con un atadillo de comida para el día y unas flores, viudas, madres, hijas y hermanas recorrían kilómetros a pie cada primero de noviembre hasta la fosa común en la que yacían sus familiares. Las trataron de locas, les dijeron que allí no había nada. Pero persistieron. Y resistieron. Aguantaron vejaciones, insultos e incluso violencia, les raparon la cabeza y les hicieron purgas de ricino pero ellas respondieron con dignidad, luciendo el luto negro que el régimen les impedía. 

La guerra apenas llegó a La Rioja pero sí se instaló el horror

En La Rioja no hubo guerra pero sí represión. Tras el golpe militar de julio de 1936, el nuevo poder se estableció con fuerza sin encontrar apenas resistencia. No hubo campo de batalla pero sí detenciones y camiones con “sacas” de presos circulando por las noches hacia el peor destino: la muerte en tapias de cementerios, cunetas o descampados. En La Rioja fueron más de dos mil personas ejecutadas, una quinta parte de ellos, en La Barranca. El primer camión llegó allí desde Navarrete el 10 de septiembre de 1936 a plena luz del día. Seis personas fueron ejecutadas y trasladadas al cementerio de Lardero. Dos días después serían ocho más, todos ellos campesinos y esta vez de madrugada. Fueron los primeros que quedaron en aquella zanja en mitad de ninguna parte.

La zanja en la que acabó su vida Pedro Bretón Jaén. Su nieto, Pedro Navarro, recuerda su primera visita a La Barranca con apenas cinco años. Hoy, con más de 80, pasa allí muchas horas sentado en una silla de madera. “Aquel asesinato de mi abuelo acabó con su vida y condenó la nuestra para siempre”, recuerda, “siempre fuimos señalados en el pueblo y con 18 años tuve que irme una temporada a Francia porque cada vez que pasaba algo en Villamediana, la Guardia Civil venía a por mí a casa”. 

El suyo era conocido como el pueblo de las viudas. Hasta 64 mujeres de Villamediana de Iregua perdieron a sus maridos a manos de la barbarie franquista. “La Carmona se quedó viuda con 17 años, estando embarazada, le mataron al novio, Cándido Lasanta Pascual, que tenía 19”, cuenta Pedro mirando hacia el rincón en el que una rosa roja marca el lugar en el que está enterrada, “él, desde la cárcel y sabiendo cuál sería su final, escribió una carta a sus padres para decirles que ese bebé era suyo, que le atendiesen. Y así fue; la niña tuvo familia materna y paterna. Ahora la Carmona está aquí, en la misma tierra que Cándido”.

Pedro cuenta hoy emocionado aquellas historias que le han acompañado toda la vida. Junto a él se sienta Ricardo Blanco, su amigo y presidente de la Asociación para la Preservación de la Memoria Histórica en La Rioja. Tiene 88 años y lleva 84 acudiendo a La Barranca. “La primera vez que viene fue en borriquilla con cuatro añitos, me montó mi abuela y me trajo a ver a mi abuelo”. Desde entonces no se ha separado de este lugar que en el 39 era un trozo de monte con maleza y hoy es un cementerio civil y un memorial de referencia en España. “Ahora cuando vienen visitas a La Barranca, sobre todo cuando vienen chavales de los institutos, les digo que miren lo hermosas que están aquí las rosas rojas, parecen de terciopelo, y es porque están abonadas con la sangre de nuestros familiares y regadas con las lágrimas de las Mujeres de Negro”, explica Ricardo con una sonrisa que va desapareciendo mientras echa la vista atrás y recorre las historias.

Ricardo y Pedro hojean un libro de fotografías editado por la asociación a la que ambos pertenecen. Se detienen en una, la de Pilar, viuda de Fernando Esquete. La imagen muestra a la mujer vestida de negro, totalmente derrotada y rodeada de sus cinco hijas y su hijo. 

A Pilar le arrebataron a su marido y todo lo que tenía, cuentan. Se quedó con las niñas viviendo debajo del Puente de Piedra de Logroño, les cortaron el pelo, les dieron aceite de ricino y le dejaron en la calle porque “además de matarlos por rojos, les ponían multa a sus familias, no se trataba de destrozar una vida sino todas las que la rodeaban”. 

La historia se repite una y otra vez. Ricardo cuenta la de su abuelo, Mauricio Blanco, “el hombre que murió dos veces”. A Mauricio le metieron en un furgón con otras seis personas en agosto del 36. Al llegar al lugar en el que iban a fusilarles, Mauricio le dijo al cargo falangista que dirigía la ejecución que su primo era Emilio Blanco, comandante del ejército de Franco. Sin mediar más palabra, fusilaron a sus seis compañeros y a él le dejaron marchar. Pero apenas le dieron un mes más de vida. En septiembre de ese mismo año le cogieron cuando fue a dar el pésame a la familia de Román Zaldivar, recién fusilado. El 12 de septiembre fue uno de los que “estrenó” La Barranca, quedando viuda su mujer con nueve hijos y condenada para siempre. 

La Barranca, el consuelo para quienes ni siquiera estuvieron allí

Aquel verano del 36 fue el verano del horror en La Rioja. Ese mismo mes de agosto mataron al abuelo de Marisa Martínez. Era el secretario de UGT y le llamaron para convocarle a un encuentro. “Mi abuela le avisó de que no subiera, sabía que estaban matando a gente. Pero él tenía claro que no había hecho nada y fue. Le acompañó a su hermano. Esa noche les mataron a los dos”, relata. Sólo supieron entonces que se los habían llevado en un camión. La abuela de Marisa nunca volvió a hablar de ello. “Con los años tratamos de conseguirle una pensión pero no podíamos demostrar que era viuda, nos decían que seguro que mi abuelo se había ido a Francia con una puta. Pero nunca nos rendimos”. En 2010 consiguieron encontrar su ADN en la exhumación de La Pedraja, en Burgos. Para entonces llevaban años acudiendo a La Barranca pensando que podría estar allí. Toda la familia de Marisa se tuvo que ir poco a poco a vivir fuera del pueblo, de Castañares. “Cuando empezamos a buscar a mi abuelo hubo quien nos dijo en el pueblo que nos tenían que haber matado a todos, llegaron incluso a amenazarnos de muerte. Mi abuela no quería que hiciéramos nada, tenía demasiado miedo”, relata Marisa. 

Otra mujer que vivió el terror fue Teresa Lumbreras, abuela del actual alcalde de Casalarreina, Félix Caperos. Su marido, concejal del pueblo, fue asesinado y ella tuvo que dejar a sus hijos con un familiar en Bilbao bajo los bombardeos. Fueron evacuados a Francia y, cuando consiguieron reunirse de nuevo, apenas la conocían. Tenía la cabeza rapada y el miedo en el cuerpo pero nunca dejó que su historia se olvidase. 

Más de 400 cuerpos yacen amontonados hasta en siete alturas en tres zanjas en La Barranca entre capas de cal a poco más de 5 kilómetros de Logroño. Sus familias siguen honrando su memoria. La dignidad y resistencia de aquellas viudas hizo que sus historias no se olvidasen y que aquel trozo de monte se convirtiese en lo que es hoy. El 1 de noviembre del 77 se empezó a fraguar la idea. “No sabíamos cómo hacerlo pero todos los familiares sentíamos que teníamos que dignificar La Barranca”, relata Pedro, “entonces uno que venía de vendimiar cogió un cunacho del tractor y dijo a los presentes que echase cada uno lo que pudiese para empezar a recaudar dinero”. En aquella primera colecta se consiguieron 178.000 pesetas. El 1 de mayo de 1979 se inauguró La Barranca, el lugar en el que La Rioja recuerda su historia para no volver a repetirla.  

 En La Barranca no se habla de política sino de convivencia y recuerdo

A las puertas de La Barranca se encuentra un cartel con varios números de teléfono. Son los de los nietos de los represaliados que todavía hoy, ya ancianos, se ofrecen a enseñar el lugar y su historia a cualquier persona que les llame. Saben que el olvido sería la derrota. Sólo hay una condición: en La Barranca no se habla de política. Entre los más de 400 socios que hoy componen la asociación hay personas de toda ideología, “incluso dos curas del Opus Dei”, dicen orgullosos. 

Esa es la naturaleza de la recuperación democrática que simboliza este lugar. “En las fotos de la inauguración aparecen concejales de la UCD, del PSOE y del Partido Comunista, todos de acuerdo para honrar la memoria de la historia”, apuntan. 

La realidad les ha golpeado varias veces. El 14 de abril de 2016 La Barranca amaneció repleta de pintadas franquistas y volvió a ocurrir el mismo día de 2018. En marzo de 2024 Vox pidió en el Parlamento de La Rioja la derogación de la Ley de Memoria Histórica y llamó “chiringuito” a la Asociación La Barranca. En los últimos tiempos hay chavales que hacen comentarios de odio en las visitas de los institutos a La Barranca. Pero nada de esto puede con ellos. “Ni unos ni otros saben lo que dicen. Son hijos, nietos y bisnietos de la ultraderecha y sólo conocen lo que les han contado”, responden los octogenarios de La Barranca, “lo que tratamos de explicarles es que igual de mal muertos son los de aquí que los de Paracuellos, los de un lado y los del otro, pero todos son culpa de un señor que se levantó en armas y se cobró más de un millón de vidas entre la guerra y los muertos de cada bando. Ojalá donde esté no tenga descanso. La diferencia es que unas viudas fueron reconocidas y a otras se les arrebató todo, no se les concedió la condición de viudas, ni tuvieron féretros, ni muerte digna para sus maridos, ni les concedieron pensiones, ni les pusieron estancos ni administraciones de lotería”. 

La memoria no devuelve a los muertos la vida ni restituye el daño a sus viudas, pero sí les devuelve a todos ellos la humanidad que les fue arrebatada."               (Olivia García Pérez , eldiario.es, 02/05/24)

8/4/24

Don Teodoro Inglott, dueño de media Tafira, abusaba de las muchachas que trabajábamos en la casa por cuatro perras... íntimo amigo de Eufemiano, el tabaquero jefe de falange, que era dueño de Las Meleginas, La Angostura, La Calzada... Los dos eran unos violadores, los dos abusaban de todas las muchachas que acababan en sus manos, uno en sus fincas, el otro en sus fábricas y en los centros de tortura. Yo fui una de las que estuvo a la fuerza con Don Teo, me hizo dos hijas. Era el derecho de pernada de la época... No te podías marchar de allí porque lo pagabas con tu vida o la de tus familiares. Te podían acusar si querían de comunista y desaparecerte en cualquier sima, llevarse a tus hermanos y meterles cuatro tiros en la nuca antes de tirarlos a un pozo. No puedo contarte más... Todavía tantos años después me restriego la piel con el estropajo como si tuviera metida en la carne la raña y la peste de aquel criminal... Testimonio de Fefita Troya Robaina, criada en varias haciendas de miembros del régimen franquista en la zona centro de la isla de Gran Canaria, vecina del barrio de San Roque, Las Palmas GC

OUTSIDERS.ESP @outsidersesp

Se intercambiaban criadas menores de edad. 

«(…) Apaga la grabadora. Lo que voy a contar me hace daño, prefiero que lo escribas, porque solo saber que mi voz se va a quedar ahí atrapada cuando muera ya el cuerpo se me descompone. 

Don Teodoro Inglott abusaba de algunas de las muchachas que trabajábamos en la casa por cuatro perras, todas chicas del pueblo, hijas de familias muy pobres a las que los amos daban una salida como había sido siempre. 

Pero después del golpe de estado del 18 de julio la cosa se puso más dura. Era una especie de barra libre, hasta se intercambiaban las criadas, muchas de ellas menores. 

Don Teo, como le llamábamos, era dueño de media Tafira, íntimo amigo de Eufemiano, el tabaquero jefe de falange, que era dueño de Las Meleginas, La Angostura, La Calzada y de la zona del Dragonal Bajo y Alto. 

Los dos eran unos violadores, los dos abusaban de todas las muchachas que acababan en sus manos, uno en sus fincas, el otro en sus fábricas y en los centros de tortura. Yo fui una de las que estuvo a la fuerza con Don Teo, me hizo dos hijas. 

Era el derecho de pernada de la época, lo que no te casabas con nadie, solo pasabas día sí y día también por las manos de aquel asqueroso que hedía a mierda. No te podías marchar de allí porque lo pagabas con tu vida o la de tus familiares. 

Te podían acusar si querían de comunista y desaparecerte en cualquier sima, llevarse a tus hermanos y meterles cuatro tiros en la nuca antes de tirarlos a un pozo. No puedo contarte más, ni quiero darte más detalles, pero todo lo que puedo decirte es sucio y feo, ni un momento de placer tuve, solo dolor y humillación. 

Todavía tantos años después me restriego la piel con el estropajo como si tuviera metida en la carne la raña y la peste de aquel criminal…». 

Testimonio de Fefita Troya Robaina, criada en varias haciendas de miembros del régimen franquista en la zona centro de la isla de Gran Canaria, vecina del barrio de San Roque, Las Palmas GC.

11:23 p. m. · 5 abr. 2024 302,4 mil Reproducciones

25/3/24

Fueron miles las que mujeres sufrieron la represión franquista entre 1936 y 1945 en Gipuzkoa... El abanico de vejaciones era amplio: represión económica, despidos laborales, cortes de pelo, administración de aceite de ricino, negación del luto a las viudas, expulsiones de sus pueblos, y en los casos más extremos encarcelamientos, violaciones o fusilamientos

 "El aceite de ricino provocaba que las mujeres no pudiesen controlar sus esfínteres y se hiciesen sus necesidades encima, delante de sus vecinos y vecinas. Muchas de ellas eran obligadas a deambular calle arriba y abajo, con el pelo rapado, “exhibiendo que habían sido represaliadas”. Eran tratadas como “seres de segunda categoría que ni siquiera merecían ser asesinadas”. En los casos más extremos, eran “ultrajadas” mediante la violación y luego asesinadas para ocultar la evidencia. Sólo 50 fueron fusiladas y únicamente un 3% de las exhumaciones eran mujeres, pero la violencia reservada para ellas tenía otro componente más “sádico”, que buscaba su sometimiento.

Fueron miles las que mujeres sufrieron la represión franquista entre 1936 y 1945 en Gipuzkoa. Las castigaban por su militancia política y por ocupar un espacio público. Y por ello buscaban humillarlas. El abanico de vejaciones era amplio: represión económica, despidos laborales, cortes de pelo, administración de aceite de ricino, negación del luto a las viudas, expulsiones de sus pueblos, y en los casos más extremos encarcelamientos, violaciones o fusilamientos, según acredita un estudio presentado este sábado por la Diputación de Gipuzkoa y la Sociedad de Ciencias Aranzadi.

Las autoras de este trabajo aseguran que “cuesta mucho encontrar fuentes”, porque “muchas mujeres no hablan” o sólo se atreven a hacerlo al final de su vida. Fueron mujeres que “lucharon por sobrevivir” y que “hicieron frente” a esas represalias. La resistencia que ofrecieron al régimen tiene su propio capítulo en el libro: La represión franquista ejecida sobre las mujeres entre 1936 y 1945. El caso de Gipuzkoa, editado por la Diputación de Gipuzkoa.

Las mujeres, niños, niñas y personas mayores expulsadas de sus pueblos por los franquistas fueron unas 1.000 en nuestro territorio, la mayoría mujeres. “Tenían que rehacer sus vidas empezando desde cero”. Está documentado que tres de estas mujeres, María Juana Gesalaga, María Josefa Sanzberro y Simonne Paquita Lebouch fueron deportadas a campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

El tipo de violencia que se ejercía contra ellas tenía un doble componente, “el político, pero también el de género”, el de puro maltrato a la mujer, que por aquel entonces ni siquiera estaba categorizado y era considerado como una “anécdota, un hecho aislado, casual”. Así murió Clara Morán, una miliciana de Gallarta que violaron y mataron en Elgeta después de ejecutar a sus padres. También en Elgeta se ha descubierto un “testimonio ya casi desaparecido” de una mujer que fue violada y sólo pudo reconocerlo muchos años después.

Purga laboral

La Comisión de Incautación de Bienes de Gipuzkoa expropió a 30 mujeres; el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Navarra condenó a 111 mujeres; y cuando los franquistas llegaron al poder, la Diputación de Gipuzkoa expulsó a 215 mujeres, destituyeron a 57 de los servicios telefónicos, 5 del ferrocarril del Urola, 7 trabajadoras de limpieza, 4 profesoras, 2 camineros y una en la casa cuna de Fraisoro, sin especificar la profesión en el caso de otras 4 mujeres.

Por otro lado, se han investigado 3.545 expedientes de mujeres presas en prisiones desde 1936, más del 95% encarceladas por motivos de guerra, 9 en Azpeitia, 121 en Tolosa, 2.151 en Saturraran (Mutriku) y 1.264 en Ondarreta (Donostia). En cuanto a las mujeres fusiladas, hasta la fecha se han identificado más de 50, la mayoría fueron fusiladas sin juicio militar.

En los territorios de Hego Euskal Herria se han contabilizado unas 190 milicias, la mayoría de ellas lucharon con las Milicias Vascas Antifascistas. De ellas, 45 de origen guipuzcoano lucharon en el frente, 22 empuñando las armas, 5 ejerciendo de enfermeras, 9 en trabajos de cocina y 9 en servicios asistenciales.

El estudio presentado hoy ha sido liderado por la historiadora Ione Zuloaga, de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, con las aportaciones de otras tres mujeres: Queralt Solé (Universidad de Barcelona), Enara Garro (Universidad del País Vasco) y Lourdes Herrasti (Sociedad de Ciencias Aranzadi).

Eider Mendoza, diputada general de Gipuzkoa, ha destacado que “esta publicación analiza y revela la violencia silenciada e invisibilizada durante décadas. Es un paso importante, imprescindible, en el camino hacia la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas del franquismo”. Y ha recordado que, a la hora de cortarles el pelo, quisieron "cortar las alas a las ideas, la democracia, la libertad y la igualdad de aquellas mujeres”.

“El objetivo de aquel modelo de sociedad era dominar a las mujeres para que no aportaran a la sociedad, para que no desarrollaran su libertad y sus derechos, para que nuestro pueblo siguiera oprimido”, ha reflexionado. Pero, en palabras de la diputada, después de décadas de “oscuridad”, hoy podemos afirmar “firmemente” que, gracias al ejemplo de todas aquellas mujeres y niñas, a la “dignidad” que demostraron en todo momento, aunque todavía tenemos mucho que hacer, estamos avanzando y avanzaremos en la “igualdad de mujeres y hombres”. “Debemos mucho a aquellas mujeres que sufrieron la violencia del franquismo y del odio”, ha resumido."               (N. G., Noticias de Gipuzcoa, 10/02/24)

14/2/24

“Nos obligaron a mi hermana y a mí a ver cómo torturaban a mi padre y a mi hermano, mientras nos daban aceite de ricino a los cuatro”. Cuando las soltaron, nadie quería acogerlas y tras juzgarlas, “nos mandaron a mi hermana y a mí al penal de Saturraran (Mutriku) y a mi padre y a mi hermano al de Burgos y allí pasamos cuatro años y medio”

 "Cartas entre seres queridos “que ni salían ni llegaban”. Hoy las han leído las que Consuelo, Josefa y Lola: “De ropa, me visto con lo que vosotras me mandasteis, lo demás que tenía, en los cinco años de prisión que llevo, quedó reducido a inservible”. Los testimonios de las mujeres represaliadas y sus familiares durante la presentación del libro La represión franquista ejercida sobre las mujeres entre 1936 y 1945. El caso de Gipuzkoa estremecen:

A la abuela (Petronila Goméz Aizpurua, de Zumaia) de la azkoitiarra Mari Ángeles Aranbarri (ahora reside en Azpeitia) “le dieron lo que se daba, aceite de ricino, le cortaron el pelo, y la enviaron de paso calle arriba y abajo. En mi casa pasaron muchas cosas”, reconoce esta mujer de 76 años.

Mari Ángeles recuerda que ya de niña, había gente en el pueblo que le decía “con retintín que a mi abuela le habían cortado el pelo”. Su historia fue descubriéndola “poco a poco”, y aunque hoy dice sentir “orgullo” por aquellas valientes que fueron su abuela y su madre (Elbira Alonso), le embarga al mismo tiempo una “pena tremenda” por todo el sufrimiento y “las humillaciones” de las que fueron víctimas: “La guerra es la guerra, pero hasta tanto… Es una pasada”.

María Puy Intxausti también ha expuesto sus vivencias en un emotivo vídeo que ha removido lo más hondo de las cerca de 70 personas que han asistido esta mañana al acto de homenaje llevado a cabo en la Diputación de Gipuzkoa y al que han acudido representantes de instituciones públicas, asociaciones memorialistas, hijos e hijas de hombres y mujeres víctimas de la represión franquista, así como niños y niñas de la guerra. Entre ellos estaba el presidente de Aranzadi y prestigioso forense Pako Etxeberria.

Puy Intxausti lo ha contado como lo presenció: “Yo he visto en Tolosa, por toda la calle Rondilla, una pobre chavala que sería como yo, con todo el pelo cortado, diciendo soy una ladrona, soy una ladrona. ¿Y qué es lo que había robado? Manzanas”.

La venganza: quemar la casa

Testimonios aterradores: “Mi tía estaba fuera con sus hijos, y ya cuando vino, fíjate la venganza lo que fue: entraron en casa; no había nadie, porque mi tío estaba en la cárcel. Sacaron todo lo que había en casa y ahí le hicieron la hoguera. Era un miedo total, total. Horrible”.

Y más: “Cuando mi madre tenía 23 años, después de haber matado a su padre, lo que sé es cómo pasaba el panadero, y no se paraba en nuestro caserío porque éramos rojos. Y mi madre tenía que ir hasta Alsasua en tren y yo iba a la estación que está lejos. Y aunque era pequeña le ayudaba como podía”.

En la cárcel de Saturraran

Felicidad García Bienzobas lo vivió en sus carnes y así lo ha contado: “Nos obligaron a mi hermana y a mí a ver cómo torturaban a mi padre y a mi hermano, mientras nos daban aceite de ricino a los cuatro”. Cuando las soltaron, nadie quería acogerlas y tras juzgarlas, “nos mandaron a mi hermana y a mí al penal de Saturraran (Mutriku) y a mi padre y a mi hermano al de Burgos y allí pasamos cuatro años y medio”, ha recordado: “Pasamos mucha hambre. La vida en la cárcel la teníamos que hacer en 50 centímetros marcados en la pared para tener el petate, que era un colchón, que de día lo enrollábamos y era asiento y de noche lo estirábamos y era la cama”.

También Aurori Albizu contó la historia de su familia: “Mi abuela iba todos los domingos a misa. Iba encima de un caballo negro que teníamos y una vez, al salir de misa, yo no sé si un soldado, un falangista o quién era, en la plaza de Zegama, le dijeron que dijese ¡Arriba España!. Y ella respondió que no sabía hablar en castellano. Y entonces, le obligaron a dar vueltas por la plaza y la calle con la mano levantada. No debía hacer otra cosa que llorar”.

Paulina Alustiza, de Zegama, también se rebeló ante el fusilamiento de su marido y sacó un recordatorio, una esquela en la que verbalizó que “le habían matado por sus ideales”. Organizó una ceremonia religiosa que congregó a 300 personas, que fueron interrogadas, y provocó la prpia detención de Paulina y de otra mujer integrante de Emakume Abertzale Batza. “Ella se resistió”, como resistieron todas ellas, en su lucha por la supervivencia, según explicó la historiadora Ione Zuloaga, autora del libro.

La madre de Ana Mari, Cecilia G. De Guilarte, natural de Tolosa, era corresponsal de guerra. Una de las pocas que hubo en todo el Estado español. Y “sobre todo era roja”. Ello le costó el exilio al término de la Guerra Civil, junto con su marido, comandante del Batallón Disciplinario de Euskadi. Rehicieron su vida en México, donde nacieron dos de sus tres hijas, entre ellas Ana Mari, pero a su regreso a su Tolosa natal en 1964, Cecilia vivió en sus carnes la represión en forma de aislamiento. Falleció en 1989 en este municipio: “Cuando mi madre volvió, le hicieron un vacío en Tolosa. Sólo una mujer iba a mi casa de visita. Porque mi madre era roja y tenían miedo de juntarse con ella, incluso se cambiaban de acera, y en el 64 ser rojo era muy peligroso”.

Edurne Alegría Aierdi, de 74 años, nació en Venezuela, y hoy vive en Getaria. Su aita era de Getaria y su ama de Zarautz, aunque nació en Beasain. Una vez terminada la guerra, los siete hermanos, los dos más jóvenes se tuvieron que ir a Inglaterra. Fueron niños de la guerra. “Y cuando la familia se juntó de nuevo en Zarautz, tuvieron que empezar de cero, porque dejaron la casa vacía. Y como la vida era difícil, mi ama decidió irse a Venezuela para sacar la familia adelante. Y allí se casó co mi padre”.

Edurne conoció toda la verdad de voz de su madre, Margari Aierdi Aldasoro, que falleció en 2005, y le hizo partícipe de un legado: “Mi madre . quería contar, transmitirnos, como nos transmitió el idioma, el euskera. Estoy orgullosa de ella y siento además que me ha tocado trasmitir eso que me transmitió mi madre y a ella la suya. Me veo como un eslabón más de esa cadena. Porque el trabajo de estas mujeres se ha ocultado y no se le ha dado valor. Dicen que nuestros padres lucharon y sufrieron por la democracia. Perdona, lucharon por una Euskadi libre, askatuta: 'Gora Euskadi askatuta', que era el equivalente a independiente. Nuestras madres y abuelas lucharon por la libertad de este pueblo y por eso sufrieron"                    (Mikel Mujika , Noticias de Gipuzkoa, 10/02/24)

31/1/24

En Grazalema fueron asesinadas 15 mujeres. Sus cadáveres se agolparon en una fosa común, la fosa de las mujeres, en la finca Retamalejo y junto a ellas también fue ejecutado Francisco Peña García ‘el Bizarrito’: sobrino del alcalde republicano y miembro de una familia que fue aniquilada

 "Un extendido lugar común afirma que el golpe de Estado franquista triunfó en la provincia de Cádiz sin apenas resistencia. Sin embargo, desde hace años los estudiosos vienen señalando que no siempre, ni en todas partes, fue así. El periodista David Doña revela que la Sierra gaditana se opuso a los sublevados en el ensayo Sucedió en Grazalema (Q Books), donde, entre otros cruentos episodios, se documenta el asesinato de 15 mujeres.   

“Jimena de la Frontera fue el último municipio en ser tomado por los golpistas, el 30 de septiembre”, recuerda Doña. “Debemos tener en cuenta que, por su posición geográfica, Cádiz fue uno de los estribos del puente con África, justo donde se inicia el golpe de Estado. Y los golpistas que llegan junto a los Regulares, más los asentados en la provincia, conforman una maquinaria para la guerra que no puede ser contrarrestada. Es una batalla desigual. Pero hay focos de resistencia, en algunos casos heroicos, como sucede en la capital. Y claro: no existió una guerra convencional duradera, de trinchera, pero sí una larguísima guerra larvada y una represión brutal. Grazalema, en este caso, es un ejemplo claro de resistencia, personificada en los vecinos y vecinas del pueblo”.

Indagando en archivos y diversas fuentes documentales, cotejando procesos sumarios que desembocaban en consejos de guerra y hablando con familiares de personas represaliadas, el autor entendió que “en Grazalema confluyen dos circunstancias: su situación orográfica y lejanía con los primeros territorios tomados por los sublevados; pero también la existencia de una población que en las últimas elecciones de febrero de 1936 vota de manera abrumadora al Frente Popular, además de ser un pueblo con muchos adeptos a las ideas anarquistas”.

Componente de venganza

“Del 18 de julio al 13 de septiembre de 1936, Grazalema estará administrada por dos comités, uno de Defensa y otro de Abastos, que compensan unas estructuras estatales que el golpe destruye. Este periodo no está exento de violencia: en ese verano fueron fusilados 20 vecinos considerados de derechas. En circunstancias excepcionales y adversas -con vecinos de poblaciones limítrofes que llegan a Grazalema contando las atrocidades de los golpistas y con la llegada de milicianos de la columna de Pedro López, procedentes de Montejaque- se crean los mejores escenarios para los exaltados, tal como sucedió en Madrid”.

Cuando las tropas de Salvador Arizón toman Grazalema, con personas de ingrato recuerdo en sus filas como Zamacola, se desatará una represión brutal. “Un informe del Ayuntamiento franquista de los años 40 -revelado por el historiador y arqueólogo Jesús Román- cifra en 209 las personas ejecutadas por el franquismo en Grazalema. Decenas de ellas, sus huesos, aún están esperando en fosas”, apunta.

Grazalema, como todas las poblaciones ocupadas, es escenario de la denominada matanza fundacional del franquismo, desatada por los bandos de guerra que proclama Queipo de Llano. “La singularidad de Grazalema es el componente de venganza que se añade. En el archivo histórico del Tribunal Militar Territorial de Sevilla se custodian los procesos sumarios incoados a vecinos de este pueblo: hablamos de 104 procesos que desembocan en consejos de guerra. Que concluyen en todo tipo de suertes: fusilamientos, destierros, condenas a prisión, trabajos forzados en colonias militarizadas… y cuando regresan el pueblo pervive el estigma, como se evidencia en algunos casos de suicidio, en la miseria más absoluta, en la marginación, en las depuraciones profesionales. Y hablamos solo de los casos documentados. La mujer, por ejemplo, no vive en la documentación oficial, pese a que en febrero o marzo de 1937 -cuando muchos de los que emprendieron la huida a Málaga volvieron al pueblo- fueron asesinadas 15 mujeres. Sus cadáveres se agolparon en una fosa común, la fosa de las mujeres, en la finca Retamalejo y junto a ellas también fue ejecutado Francisco Peña García ‘el Bizarrito’: sobrino del alcalde republicano y miembro de una familia que fue aniquilada. En Grazalema se diversificó la represión… si bien esto mismo sucedió en otras muchas poblaciones que están esperando a que su historia se conozca”.

Historia oculta

La historia de las mujeres se dio a conocer en el verano de 2008, cuando en una intervención promovida por la Diputación de Cádiz y el Ayuntamiento de Grazalema se localizó la fosa común donde fueron sepultadas. “En 2009 los restos de las 15 vecinas y del Bizarrito fueron enterrados, dignamente, en el cementerio municipal. Un monumento -que agrupa la silueta de dichas víctimas- las recuerda en dicho cementerio. Años más tarde, primero el documental y ahora con el libro, se han aportado datos más precisos de esos años de represión y su contexto social y económico”, señala Doña.

Cabe preguntarse cómo ha acogido el municipio el trabajo de Doña. ¿Valoran el esfuerzo clarificador, o hay quien piensa que estás desenterrando hostilidades? “Lo que a mí me ha llegado es agradecimiento”, asevera. “Y no es un agradecimiento nuevo. Hace siete años, con mis compañeros de la Diputación de Cádiz, realizamos un documental que también se tituló Sucedió en Grazalema y que se dedicó fundamentalmente a narrar la historia de las mujeres de la fosa. Entonces, en su estreno, recibimos muchas felicitaciones, sobre todo de las familias de las personas represaliadas. Solo buscan un lugar donde honrar a sus muertos; y, si no es posible, que se exprese el nombre de sus deudos y su biografía, que se conozca lo que pasó y que se acredite que no desaparecieron sin más, sino que fueron asesinados. Ahora con el libro las impresiones han sido de la misma intensidad. En la presentación del libro, en Grazalema, un vecino amigo me aportó un listado manuscrito con nuevos nombres de víctimas”.

“Solo cierto sector de la política ve como hostilidades este tipo de estudios”, concluye Doña. “Entre todos tenemos que normalizar esta parte esencial de nuestra Historia, que tiene que entrar en las aulas y despertar un espíritu crítico entre los jóvenes”.

Lo sorprendente es que el episodio de las Rosas de Grazalema fuera hasta ahora tan desconocido más allá de su concreto escenario geográfico. “Es cierto que quizás son pocos los medios que se dedican a revelar este tipo de historias. Las Rosas de Madrid, en cambio, sí son ampliamente conocidas, probablemente porque una película popularizó su proceso y ejecuciones. Otro ejemplo: la matanza de La Desbandá, en el que fueron asesinados civiles que huían de Málaga en dirección a Almería por la carretera de la costa, -bombardeados desde barcos de guerra y ametrallados por la aviación italiana- fue ocultada durante décadas y aún hoy es objeto de investigación… y sin embargo, el bombardeo de Guernica, de menor magnitud en cuanto a cifra de víctimas, conmocionó a la opinión pública mundial. En cualquier caso, todas las víctimas merecen nuestro respeto y nuestro recuerdo. Que se les nombre para no ser borrados de la Historia. Para confirmar que somos una sociedad decente”.

(Alejandro Luque, eldiario.es, 09/12/23)

22/1/24

"Siendo menor he estado detenido muchas veces. Iban a por mis padres, pero yo también acababa en la comisaría. Llevaban a los niños con el único interés de amedrentarlos. Los niños hijos de republicanos fueron víctimas de la represión franquista y no había otra posibilidad más que la de sentirte protegido dentro del marco afectivo de tu familia y de la gente cercana y seguir haciendo tu vida en la medida de lo posible. Había momentos de mucho dolor, pero también otros de mucha creatividad"... "Los niños y las niñas fuimos el eslabón más débil de la represión. Éramos los que no teníamos ningún recurso para hacerle frente. Si tú vives expuesto a la represión y además sólo puedes visitar a tu padre tres veces al año, tienes todas las dificultades que supone la soledad de tener a tu padre preso. Además, estabas permanentemente bajo observación del régimen, por lo que no podías decir o hacer según qué cosas"

 "14 de abril de 1931. Las mujeres celebran la proclamación de la República. Durante los siguientes años, ellas podrían disfrutar de los derechos políticos y sociales por los que llevaban años luchando: sufragio femenino, ley del divorcio, igualdad en derechos laborales o el acceso igualitario a empleos y cargos públicos. Unas libertades que serían usurpadas de repente tras el estallido de la Guerra Civil y la derrota de las fuerzas democráticas. La defensa de estos ideales llevó a muchas a permanecer años en las cárceles franquistas durante la dictadura, pero eso no impidió que continuaran con su lucha.

Una de ellas fue Manuela del Arco Palacios (Bilbao, 1920), quien pasó casi dos décadas en las cárceles franquistas, siendo la mujer que más tiempo continuado permaneció encarcelada tras la guerra. El motivo: ser comunista.

Manuela siempre quiso que le llamasen Manoli o Manolita. Había nacido en Bilbao, pero fue criada en el barrio madrileño de Chamberí. La política le interesó desde muy temprana edad. Mientras estudiaba el bachillerato se incorporó a la FUE (Fundación Universitaria Escolar), al Socorro Rojo Internacional y a la Agrupación Mujeres Antifascistas. Comenzaría a militar en el PCE y a trabajar en la oficina del Estado Mayor del batallón de milicianos U.H.P. (Unión de Hermanos Proletarios) tras el estallido de la guerra.

La primera vez que Manoli pisó una cárcel aún no habían llegado las fuerzas de Franco a Madrid. La militante fue detenida tras el golpe de Estado de Casado, el 5 de marzo de 1939, una lucha entre facciones que marcaría el fin de la resistencia republicana. El golpe casadista, encabezado por Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro, salió victorioso tras derribar el gobierno republicano del socialista Juan Negrín, que defendía continuar resistiendo.

Un clima de confusión tiñó Madrid. Los republicanos no entendían qué estaba ocurriendo. Tampoco Manolita, que al encontrarse con un miliciano con el traje del Ejército republicano en la entrada de la oficina del Estado pensó que se trataría de un chequeo rutinario. Sin embargo, tras enseñar su carné de afiliada, fue llevada a la prisión de Ventas junto a muchas otras compañeras de partido.

Manolita del Arco no saldría en libertad hasta dos semanas más tarde, apenas un par de días antes de la entrada de los sublevados en Madrid. "Al salir, es consciente de que en cualquier momento la van a volver a detener y entonces decide escapar hacia el norte, al País Vasco, y ahí está huida durante un año y medio, permaneciendo en contacto directo con la militancia del Partido Comunista. En 1942 resultó nuevamente detenida, esta vez en A Coruña, y fue trasladada a la cárcel de Ventas. Desde ese momento, empieza a pasar por un carrusel de cárceles por toda España", relata a Público su hijo Miguel Martínez del Arco. Él recuerda a su madre como "una mujer alegre y con convicciones, que tenía una visión compleja del mundo, de las relaciones humanas y de lo que ocurría a su alrededor".

Del Arco fue condenada a pena de muerte por sus ideales antifascistas

Fue condenada a pena de muerte en 1943 por sus ideales antifascistas; una sentencia que le sería conmutada a cambio de 30 años de prisión. "Si bien, antes de recibir la conmutación, tuvo que pasar cinco largos meses en el sótano de penadas de Ventas esperando cada noche que la sacaran a fusilar", explica el historiador Fernando Hernández Holgado de la Universidad Complutense de Madrid.

"La vida de las presas era una vida de muchísima represión. Las cárceles eran almacenes de mujeres; algunas estaban pensadas para 300 reclusas y había más de 5.000 personas viviendo amontonadas. Sobre todo, en los primeros años durante los 40, hubo mucha penuria y represión; las mujeres tenían que sobrevivir haciendo trabajos casi semiesclavos", narra Miguel Martínez del Arco.

¿Qué era lo que les daba fuerzas a las reclusas? La sororidad. "El apoyo mutuo entre las presas fue clave. Mi madre resistió con alegría, con convicciones y con mucha relación entre todas las mujeres presas. La sororidad entre ellas les permitió generar un universo afectivo, la relación entre las propias mujeres que pelean. Se crearon grandes amistades, como si fueran hermanas, incluso más allá del tiempo que estuvieron en la cárcel", cuenta Martínez del Arco.

Manoli era todo un ejemplo de rebeldía y lucha antifranquista hasta dentro de las propias cárceles, donde las militantes republicanas siguieron organizadas en la medida de lo posible. Allí hacían cursillos de formación política y conservaban representantes de la dirección general del partido para mantenerse organizadas. "Las mujeres tuvieron la capacidad de organizarse tanto en los aspectos emocionales humanos como en temas políticos para hacer frente a la represión brutal que se daba en las cárceles y así continuar luchando todo el tiempo. Además, siguieron formándose, lo que les permitió poder analizar la sociedad de otra manera y entender la realidad", remarca Martínez del Arco.

Ella colaboró en la organización de huelgas de hambre dentro de las cárceles de Ventas y de Segovia. De hecho, "su participación en la huelga en Madrid provocó su traslado a la cárcel de Málaga en 1946", explica Hernández Holgado en su trabajo de investigación.

Una historia de amor a través de cartas

Durante sus años de interna, Manolita mantuvo una relación epistolar con Ángel Martínez, otro encarcelado perteneciente a su mismo expediente y al que había conocido durante su juicio en 1943.

"Prisión de Segovia, 24 de mayo de 1950 [...] ¿Te haces una idea de cómo será nuestro encuentro? ¿Recuerdas lo que me dijiste cuando nos despedimos en el camión? 'Tú y yo hemos de hacer grandes cosas'. No lo olvido y mil veces me he preguntado: ¿cuándo? No encuentro la respuesta justa, así que siempre confío que será pronto. Más allá de la exigua realidad. Te abraza tu Manoli", escribía en una de sus cartas a Ángel, que se pueden leer en la obra Memoria del Frío de Miguel Martínez del Arco.

Cuando Manolita salió de la prisión de Alcalá de Henares en junio de 1960, después de haber permanecido 19 años interna, Ángel, que había salido en libertad dos meses antes, la estaba esperando. Era la segunda vez que se veían, desde 1943, cuando ambos fueron condenados a muerte por su defensa a la República.

Ansiaban su reencuentro después de casi dos décadas de alimentar su amor mediante cartas

Los dos amantes ansiaban su reencuentro después de casi dos décadas de alimentar su amor mediante cartas durante su encarcelamiento. Por fin podrían disfrutar de su compañía juntos en las calles, aunque la libertad aún permanecía cautiva bajo el yugo de la dictadura.

La pareja se casaría a los pocos días de que Manoli saliese de la prisión y tuvieron un hijo, pero las buenas nuevas no duraron demasiado. Ángel fue encarcelado de nuevo por su militancia en el PCE, y Manolita tuvo que hacer frente a los duros últimos años de la dictadura franquista sola, señalada y con un niño de meses de edad.

Las adversidades no vencieron a la infatigable republicana, que continuaría con su militancia de manera clandestina mientras trabajaba en los comités pro-presos y pro-amnistía, luchando por la libertad de su marido y otros presos políticos.

Al crecer, su hijo Miguel Martínez fue consciente del sufrimiento de su familia y fue una víctima directa de la dictadura franquista. "Siendo menor he estado detenido muchas veces. Iban a por mis padres, pero yo también acababa en la comisaría. Llevaban a los niños con el único interés de amedrentarlos. Los niños hijos de republicanos fueron víctimas de la represión franquista y no había otra posibilidad más que la de sentirte protegido dentro del marco afectivo de tu familia y de la gente cercana y seguir haciendo tu vida en la medida de lo posible. Había momentos de mucho dolor, pero también otros de mucha creatividad", recuerda en una conversación con Público.

Miguel Martínez: "Los niños y las niñas fuimos el eslabón más débil de la represión"

"Los niños y las niñas fuimos el eslabón más débil de la represión. Éramos los que no teníamos ningún recurso para hacerle frente. Si tú vives expuesto a la represión y además sólo puedes visitar a tu padre tres veces al año, tienes todas las dificultades que supone la soledad de tener a tu padre preso. Además, estabas permanentemente bajo observación del régimen, por lo que no podías decir o hacer según qué cosas", reivindica.

Cuando por fin Ángel sale de la cárcel en 1968, lo hace muy enfermo y tocado por la represión sufrida durante tantos años y fallece poco tiempo después. Por su parte, Manolita, tras la legalización del PCE, colaboró de manera activa en las áreas de Internacional y Sanidad. Además, formó parte del colectivo feminista Sororidad hasta su muerte el 20 de enero de 2006."                 (Laura Anido, Público, 13/01/24)

17/1/24

Ana Sirgo y Tina Pérez, indignadas por los gritos de los mineros apalizados en salas contiguas de la cárcel, empezaron a gritar y a golpear con los tacones en los muros, lo que le valió su sobrenombre de guerrillera del tacón (también porque en alguna otra ocasión utilizó sus zapatos como arma arrojadiza). Los guardias se liaron a golpes con ellas y la dejaron sorda del oído izquierdo... Como no consiguieron que delataran a los cabecillas mineros, les raparon la cabeza a navajazos, a modo de humillación pública... Estando Sirgo en Francia, falleció su compañera Tina Pérez, que nunca superó las secuelas de la tortura sufrida

 "Tal vez la escena más conocida de cuantas forjaron la leyenda de Anita Sirgo sucedió cuando, liderando grupos de mujeres durante las huelgas, iba a la entrada de la mina a lanzar maíz a los pies de los esquiroles, para llamarlos gallinas. Lo que hoy quizá se llamaría performance poética, entonces, en pleno franquismo, era solo militancia, y tenía sus riesgos. Ana Sirgo Suárez, la guerrillera del tacón, natural de la localidad asturiana El Campurru de Lada, Langreo, en la cuenca del río Nalón, falleció este lunes a los 93 años. Con ella se va un pedazo de historia de las cuencas mineras de Asturias y un emblema de la lucha obrera y antifascista.

Tenía en su humilde casa de Lada (fachada de azulejos, bajo un cielo frecuentemente nublado y de también frecuente orbayu) un grueso cenicero macizo y dorado en el que se leían las siglas del Partido Comunista de España y en el que se incrustaba una hoz y un martillo. “Yo no engaño a nadie”, decía. A quien la visitaba, y muchos la visitaban para conocer su historia, les ofrecía fabes o café con pastas. Por allí había pasado buena parte del santoral rojo español, como Pasionaria, Santiago Carrillo o su admirado Horacio Fernández Inguanzo, El Paisano, líder del comunismo asturiano clandestino. Conservaba fotos de aquellas visitas y una colección de carnés del PCE. Siempre presente el recuerdo de su marido, Alfonso Braña, minero del pozo Fondón.

Nació de familia minera. Su padre, Avelino Sirgo, fue un guerrillero fugado que acabó enterrado en una cuneta, como tantos miles en España. Su madre estuvo presa en la cárcel de Arnao. Anita fue detenida por primera vez con tan solo 12 años, así era su raigambre rebelde. Huérfana en la práctica, Sirgo estuvo a punto de ser enviada a Moscú, como uno de los “niños de Rusia”, pero finalmente fue recogida in extremis por unos tíos suyos de Llanes, cuando ya estaba haciendo escala en una Barcelona donde todavía resonaban las bombas de la guerra. De vuelta en Asturias siguió colaborando con las diferentes luchas, pequeñas y clandestinas, que tenían lugar durante la dictadura. Por ejemplo, como enlace de la guerrilla antifranquista.

La escena del maíz sucedió en las huelgas mineras de 1962, la llamada La Huelgona, en el primer ciclo de protestas obreras durante el franquismo, iniciada tras el despido de siete picadores del Pozo Nicolasa y en reivindicación de mejores condiciones laborales. Allí Sirgo comenzó a destacarse repartiendo octavillas, recolectando alimentos para la resistencia, transmitiendo mensajes secretos. Cuarenta mujeres se encerraron en la catedral de Oviedo en busca de la solidaridad internacional, y la hubo: se organizaron otras huelgas en Francia o Bélgica, y hasta Pablo Picasso pintó una lámpara minera como muestra de adhesión. La huelga se extendió durante dos meses a 60.000 trabajadores y consiguió parte de sus reivindicaciones en materia laboral.

La actividad clandestina de Sirgo no pasó desapercibida y ella dio con sus huesos en el calabozo de la Guardia Civil de Sama junto con su compañera Tina Pérez (otra notable mujer comprometida con la causa fue Celestina Marrón). Allí, indignadas por los gritos de los mineros apalizados en salas contiguas, empezaron a gritar y a golpear con los tacones en los muros, lo que le valió su sobrenombre de guerrillera del tacón (también porque en alguna otra ocasión utilizó sus zapatos como arma arrojadiza). Los guardias, según contaba Sirgo, se liaron a golpes con ellas y la dejaron sorda del oído izquierdo.

Como no consiguieron que delataran a los cabecillas mineros, les raparon la cabeza a navajazos, a modo de humillación pública. Unos 200 intelectuales denunciaron la dura represión de aquella huelga en una carta para Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo. Entre ellos Enrique Tierno Galván, Gabriel Celaya, José Bergamín, Juan Goytisolo, Fernando Fernán-Gómez, o José Manuel Caballero Bonald. Tras salir de prisión, Sirgo se exilió en París, donde aprendió a leer y a escribir: nunca había ido a la escuela. En 1966, dos años después, con Franco todavía en el poder, no pudo evitar volver a Asturias, donde fue identificada y estuvo otros cuatro meses encarcelada. Estando Sirgo en Francia, falleció su compañera Tina Pérez, que nunca superó las secuelas de la tortura sufrida.

Tras la caída del franquismo, Sirgo continuó en la lucha social, siempre implicada de una manera u otra, ofreciendo charlas o dando entrevistas. Presumía, de hecho, de preparar la mejor fabada en las célebres fiestas del Partido Comunista que se celebraban en la Casa de Campo de Madrid, y también estuvo implicada con Comisiones Obreras. En 2013 fue una de las personas que firmó la denuncia contra los crímenes del franquismo ante la jueza argentina María Servini. Se implicó con el feminismo y seguía indignándose con las sucesivas crisis y el avance de la precariedad, que veía afectar, sobre todo, a las jóvenes generaciones.

Con el cierre de las minas no solo termina una actividad económica, sino también una forma de vida, unas costumbres, una cultura y las cuencas mineras se instalan en una crisis no solo demográfica sino de identidad. Todo salía de la mina, decía un refrán, y ya no hay minas. El recuerdo de figuras como la de Anita Sirgo fijarán aquel mundo en la memoria del mundo por venir.!"                      (Sergi C. Fanjul, El País, 15/01/24)

11/1/24

La División Littorio, dirigida por el comandante Gambara, íntimo de Mussolini, había concentrado a todos los ancianos, mujeres y niños naturales de Santa Coloma de Queralt, así como a los de los otros pueblos... un nuevo grupo de soldados portadores de ametralladoras instalaron estas de forma que dieran una perfecta organización de fuegos sobre la masa de personas allí congregadas... De pronto sonó la voz de mando y las máquinas comenzaron su ruido con los gritos de terror y con los ayes de las madres que llevaban en brazos a sus hijos y los de los niños que buscaban el regazo de sus madres. Era una impresión verdaderamente dantesca... Caían racimos de mujeres, hombres y niños hasta el número de 225 o 250 en que se calcula el total de los asesinados en masa

 "Santa Coloma de Queralt es un municipio de la provincia de Tarragona. En este mes de enero, se cumplirán 85 años de la masacre que tuvo lugar en dicha población en 1939, tres meses antes de que terminase la guerra en el frente bélico.

Pasto del olvido

El hecho fue considerado tan bárbaro y tan cruel como el perpetrado por el ejército golpista en Guernica, Málaga-Almería y otras ciudades españolas. Pero ni siquiera en Wikipedia, cuando se habla de la historia de dicha población, se recupera dicho acontecimiento que, cuando sucedió, tuvo una respuesta conjunta de la clase política española que se mantenía fiel a la República.

La ofensiva de Cataluña, batalla de Cataluña, campaña de Cataluña o Defensa de Cataluña fueron los términos con los que se denominó el conjunto de operaciones militares que libraron los golpistas y el ejército leal a la República, desde diciembre de 1938 hasta febrero de 1939, es decir, hasta que los fascistas entraron en Barcelona.

En el relato de lo que sucedió, antes de que las tropas rebeldes se hicieran con Barcelona, el nombre de Santa Coloma de Queralt aparece de pasada, de modo accidental, sin detenerse en la tragedia que sufrió. Ya no digamos, una vez terminada la contienda. El silencio redujo a pavesas lo ocurrido.

Efecto de la “profundización”

El periódico falangista Arriba España describía, con fecha del 15 de enero, la situación estratégica de la guerra en esta comarca calificando el avance de las tropas fascistas como “efecto de la profundización”, un cínico eufemismo con el que se quería expresar las actuaciones de las fuerzas rebeldes contra la población republicana, fuese militar o no, con el fin de aplastar la “resistencia marxista” (Arriba España, 15.1.1939). Es decir, cuanta más “profundización”, más ciudades destruidas y más muertos.

En ese triunfal reportaje, después de contar cómo se “había batido enérgicamente a los rojos” y conquistar Valls y distintos pueblos de la comarca, se decía:

“Para esta profundización (entrada en Barcelona) ha sido menester derrotar terriblemente al enemigo y ocupar el pueblo de Rocafor, Motbrió de la Marca y Conesa y quedaban a dos kilómetros escasos de Santa Coloma de Queralt”.

Y ahí quedaba toda la referencia a esta población. Después proseguía:

“Poco más al Sur de este lugar franqueaba la divisoria con la provincia de Barcelona, que en esta misma tarde ha comenzado a ser liberada. La desmoralización del enemigo, abatido siempre por nuestras bayonetas, se acentúa por momentos en todos los sectores y cada nuevo día que se traduce en otra gran victoria, que comprende los objetivos exactos y gloriosos de esta ofensiva que quedará en la historia como la interpretación más genial de la guerra realizada por la mente singular del Caudillo” (Arriba España, Diario de Navarra, 15.1.1939).

Que los periódicos golpistas obviaran cualquier masacre perpetrada por el Glorioso Movimiento Nacional no entraba en la lógica publicitaria de la guerra. Pues era timbre de gloria alardear de ellas, no solo para animar a los suyos, sino para meter miedo al enemigo. Pero, en esta ocasión, ni siquiera salió a la palestra pública, incluso mintiendo, como ya hicieron con Guernica, atribuyendo a los propios habitantes de Santa Coloma o a los mismos republicanos dicho acto de barbarie contra una masa indefensa de hombres, mujeres y niños.

Lo que pasó

Lo que sucedió el 14 de enero de 1939 por la mañana fue que una escuadra compuesta por cinco Savola Marchetti SM 79 provenientes de una base aérea de Zaragoza bombardearon Santa Coloma de Queralt y sus alrededores para dejar expedito el avance de los tanques. Por la tarde, un columna de tanques de la División Littorio -su comandante en jefe era Gastone Gambara-, entró en la población.

Pero no contó con la resistencia de las fuerzas republicanas de la zona lo que dio dando lugar a intervenciones heroicas, como la del cabo republicano Celestino García Moreno, que, saltando de su trinchera y a base de granadas, sostuvo en liza a una columna de tanques, heroicidad que contaron los periódicos  de izquierdas, haciendo que, incluso, el presidente Negrín aplaudiera públicamente dicha gesta. La prensa de izquierdas no tardó en hacer de Celestino el héroe de la España Republicana del momento.

Pero el día 19, la División Littorio entró de nuevo en liza y en esta ocasión las fuerzas republicanas, muy inferiores en armas y en soldados a las fuerzas fascistas, se vieron obligadas a salir de Santa Coloma de Queralt. Lo que sucedió después viene recogido en la  prensa de izquierdas de la época. Ni una palabra en los periódicos de la derecha.

Así, del periódico anarquista CNT y de Claridad, socialista, entresaco la descripción realista de lo que sucedió y que ningún periódico de derechas desmintió:

“Al llegar a una de las bases de repliegue, el jefe de la división ha hecho las siguientes declaraciones: Después de nuestra salida del pueblo de Santa Coloma de Queralt observamos que en el centro de una de las eras se encontraba un gran gentío en medio de un impresionante silencio. Nuestras posiciones venían a ser como un mirador colgante sobre la campiña. Observamos, con el auxilio de los prismáticos, cuantos movimientos se realizaba abajo.

El silencio de aquella masa de gente a la que precedía tropas que gesticulaban y gritaban fue convirtiéndose en gritos de dolor. La División Littorio a la que pertenecían las tropas que operaban por este sector, había concentrado a todos los ancianos, mujeres y niños naturales de la población, así como a los de los otros pueblos. Allí estaban confundidos evacuados del Norte, de Madrid, de Andalucía, de Aragón y de los pueblecitos catalanes últimamente amenazados por la invasión.

Pudimos ver con toda claridad que un nuevo grupo de soldados portadores de ametralladoras instalaron estas de forma que dieran una perfecta organización de fuegos sobre la masa de personas allí congregadas. Para los facciosos todos que habían huido de su terror eran rojos peligrosos.

De pronto sonó la voz de mando y las máquinas comenzaron su ruido con los gritos de terror y con los ayes de las madres que llevaban en brazos a sus hijos y los de los niños que buscaban el regazo de sus madres. Era una impresión verdaderamente dantesca que jamás se borrará de nuestros ojos. Caían racimos de mujeres, hombres y niños hasta el número de 225 o 250 en que se calcula el total de los asesinados en masa” (Febus. Claridad y CNT, 18.1.1939).

El titular de La Voz del combatiente -diario del ejército del centro- lo resumió de este modo: “En una era de las proximidades de Santa Coloma de Queralt dispararan con ametralladoras contra una masa de 250 personas indefensas”.

Hay que añadir a esta tragedia que el alcalde de la población, Luis Solá Pedró, tampoco se libró de la persecución fascista. Fue detenido el 27 de enero y fusilado el 20 de octubre de 1939.

Condena de Solidaridad Obrera

El periódico anarquista Solidaridad Obrera fue el más contundente en condenar la masacre de Santa Coloma.  Entendía que tal bestialidad no era propio de españoles, ni de hombres. Quizás, como insinuaba Solidaridad, los periodistas afectos al golpismo  no quisieron saber nada de este hecho por “considerarlo fruto de los instintos más bajos de la zoología”. Pero el antecedente de lo sucedido en Guernica y en la carretera de Málaga hasta Almería, la conocida como la masacre de la Desbandá en febrero de 1937, no parece aconsejable adherirse a dicha tesis. De hecho, el Ministro de la Gobernación, Serrano Suñer, al término de la guerra envió un telegrama bien efusivo al secretario general del partido fascista, Starace, expresándole “su admiración por la eficaz y soberbia organización del partido” (Diario de Navarra, El Pensamiento Navarro, 18,6.1939).

 Y no hay que olvidar que quien dirigía las tropas de la División Littorio, comandante Gambara, era íntimo de Mussolini.

“Feroz bestialidad de los invasores. La hecatombe de niños, mujeres y de ancianos en Santa Coloma de Queralt. No. No. Ese inmundo y repugnante crimen que ha sido perpetrado por las hordas de la invasión en Santa Coloma  Queralt no puede ser achacado a españoles. Ni a españoles ni a hombres.

Los más feroces instintos de la más baja zoología, el refinamiento del crimen más abyecto, la barbarie más inaudita entre los más sanguinarios bárbaros, no son comparables a esta hecatombe de víctimas inocentes e inermes, encadenadas por la invasión, segadas por el fuego de las ametralladoras. Allí, sobre la era donde el pan de cada día, por años y siglos, ha sido conseguido con su sudor y emoción de un trabajo honradamente practicado, ha sido vertida la sangre de niños, de mujeres, de ancianos, por la ferocidad fascista de los extranjeros.

Crimen inútil. Crimen estúpido. Crimen que deshonra tanto a las bestias que lo han ejecutado como a los hombres de todo del Mundo, que nada hacen por paralizar el brazo de los asesinos; que deshonra la Civilización y a los Gobiernos, a todas las instituciones humanas, encasilladas en un frío egoísmo o en una conmiseración pasiva, ante el calvario de un Pueblo sometido a las terribles desventuras.

Las feroces bestias que se alimentan de sangre inocente que, en santa Coloma de Queralt y en los pueblos esclavizados -nunca sometidos- de Cataluña, dan rienda suelta a sus instintos, son las que quieren someternos.

¡Se equivocan! Con el ímpetu y la sagrada cólera de la venganza dura, inflexible, temas, hasta que del enemigo no queden en nuestro suelo ni las cenizas” (Solidaridad Obrera, 19.1.1939).

Descripción de la masacre por Margarita Nelken

Margarita Nelken, entonces militante del Partido Comunista, relató en un artículo tan extenso como intenso lo sucedido en Santa Coloma. En él, además de hacer una descripción tan cruda como vívida de lo sucedido en dicha era, haría un elogio de Cataluña como país, pues, en su opinión, era objeto del odio felino tanto de los fascistas españoles como italianos. El artículo lo reprodujo Frente Rojo. Este largo fragmento era parte de su contenido:

“Después de la tragedia de santa Coloma. Con centuplicado coraje.

Creíamos haberlo visto ya todo en punto a barbarie. Después de la matanza de Málaga y Almería en que millares y millares de indefensos fugitivos fueron perseguidos a la  vez por las bombas y ametralladoras de los aviones italianos, y los obuses de la flota alemana, no pensábamos pudiera ya la imaginación evocar escenas del más desenfrenado vandalismo. Y sin embargo ha sido precisa la invasión de pueblos de Cataluña por la hordas de la División italiana Littorio para que pudiéramos repetir con el escritor francés: “Dante no había visto nada” (Margarita Nelken se refería a Paul Claudel)”.

En el siguiente párrafo describe quiénes fueron los masacrados en número de 250:

“Toda literatura sobra. La realidad escueta tal como hubieron de contemplarla desde las altura que circundan la vega de santa Coloma de Queralt, los combatientes del Ejército Popular replegados hacia esos lugares. En unas eras un grupo compacto de mujeres, niños y ancianos. En total unos doscientos cincuenta. Doscientos cincuenta seres humanos que integran un lamentable rebaño de fugitivos del pueblo de Cataluña y de evacuados de otras regiones llegados, meses atrás, a amparar en la hospitalidad catalana su éxodo forzoso de regiones ya arrasadas por el invasor.

Los soldados extranjeros, los mercenarios a quienes han querido vender la patria los que hacen profesión de ser los verdaderos nacionales a empujones y culatazos, han concentrado en estas eras el lastimoso rebaño de mujeres, niños y ancianos. Cuando ya los tienen allí reunidos, sin escapatoria posible, con las ametralladoras convenientemente emplazadas al efecto, y a una voz de mando, dada por alguien que está fuera te todo lo que puede llamar Humanidad disparan sobre este montón de seres indefensos.

Los gritos, los gemidos, las invocaciones de piedad, las madres que corren alocadas con sus hijos apretados contra su pecho o que se hincan de rodillas, levantados en sus brazos; los niños que se apretujan contra sus madres; los alaridos de los que pronto enloquecen; las maldiciones. Cuestión de unos minutos: el montón de mujeres, niños y ancianos queda reducido a un montón de cuerpos asesinados…” (Frente rojo, 19.1.1939).

Manifiesto a toda Europa

Después vino la publicación de un Manifiesto.

Los periódicos Verdad. Del Partido Comunista; Política, Órgano de Izquierda Republicana; Claridad, Órgano de la UGT;  El Día Gráfico; Las Noticias. Órgano del comité de la UGT de Cataluña; La Voz del Combatiente. Diario del ejército del centro; CNT. Órgano de la Confederación Nacional del trabajo, además de reproducir de forma unánime de Febus sobre, la masacre, añadió el manifiesto “firmado por los representantes de todos los sectores de la opinión española”.

El texto del manifiesto estaba precedido por  la siguientes palabras: “El asesinato en masa de seres indefensos de Santa Coloma de Queralt sobrepasa los límites de la crueldad y del salvajismo”. Estaba firmado por l representantes de todos los sectores de la opinión española e “iba dirigido a la conciencia de todos los seres civilizados”. Decía lo siguiente: 

“Tropas italianas de la división Littorio, después de concentrar en un campo próximo al pueblo catalán de santa Coloma de Queralt, mujeres, niños y ancianos que huían de la invasión, los asesinaron sistemáticamente disparando sobre ellos con ametralladoras emplazadas al efecto

Ante este crimen que sobrepasa cuantos han cometido las invasiones de los tiempos más bárbaros de la historia, nosotros representantes de todos los sectores de la opinión española apelamos a todos los seres civilizados del mundo para que vean a qué procedimientos de inaudita crueldad no vacilan en recurrir los invasores de España para dominar a un pueblo cuyos sentimientos de independencia nacional no habrá de dejarse amedrentar por el terror, para que decidan si es posible permitir ni un día más que en 1939 de la era cristiana puede tolerar el mundo que se perpetren semejantes matanzas de seres indefensos.  

Los hechos más monstruosos de la edad pre-civilizada han sido borrados por esta matanza de mujeres, niños y ancianos realizada con toda premeditación por las tropas italianas de la  División Littorio”.

El deseo final: “Apelamos de este crimen ante el tribunal la conciencia universal y de la historia”.

Firmantes del Manifiesto

El manifiesto tenía fecha del 19 de enero de 1939. Sus nombres los reprodujo el periódico Frente Rojo en esa misma fecha. No aparecen los pesos pesados de la política, pero sí los representantes de los partidos políticos e instituciones catalanas más importantes.

Diego Martínez Barrio, presidentes de las Cortes
Ramón Lamoneda, secretario del Partido socialista y diputado
Luis Nicolau d´Olwer, diputado de “Acció Cat.”
Pous y Pagés, presidente del instituto de las Letras Catalanas
Antonio Machado, poeta
Manuel Irujo, diputado católico vasco
José Díaz, secretario general del Partido Comunista
Juan Comorera, secretario general del Partido Socialista unificado de Cataluña
Navarro Tomás, profesor, director de la Biblioteca Nacional
Doctor Márquez,  decano de la Facultad de Medicina de Madrid
Rodríguez Vera, secretario general de la UGT
Vicente Sol, diputado de Izquierda Republicana
Benito Artigas Arpón, diputado de Unión Republicana
Dolores Ibárruri, vicepresidente de las Cortes Españolas
Margarita Nelken, escritora, diputado comunista
Fernando Pintado, presidente del Ateneo de periodistas de Barcelona
Antonio Huerta, director de El Diluvio
Anglada Camarasa
, pintor
Bacarisse, director del Gran Teatro del Liceo
Julia Álvarez Resano, diputado, secretaria femenina del Partido Socialista
Joaquin Xirau, catedrático de Filosofía
Carlos Riba, escritor, miembro del instituto de las Letras Catalanas
Fernando Valera, diputado de Unión Republicana
Francisco Gómez Hidalgo, diputado de Unión Republicana
Rafael Moragas, publicista
Fabián Vidal, periodista, exdiputado republicano
Mariano R. Vázquez, secretario del Comité Nacional de la Confederación Nacional del Trabajo

Epitafio final

Por si fuera poco, se ignoran los nombres de las personas, hombres, mujeres y niños, que sucumbieron ante la ferocidad de aquellas ametralladoras. No se sabe siquiera si fueron enterrados dignamente o, si como dice el poeta, siguen habitando “donde habita el olvido, en los vastos jardines sin aurora, donde ya solo son memoria de una piedra sepultada entre ortigas”.

Ni, tampoco, sé si en el lugar de la masacre se ha erigido un monolito en su memoria. "        (Víctor Moreno  , Rebelión, 11/01/2024 ; Fuentes: Nueva Tribuna)