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7/11/23

¿A qué se debe esta oleada de asesinatos? En el último año, más de 200 palestinos han sido asesinados por el ejército y los colonos israelíes, muchos de ellos menores de edad. Pero esta rabia tiene raíces mucho más profundas... La venganza era una de las motivaciones de los comandantes de Hamás... "el colonizado es un perseguido que sueña constantemente con convertirse en el perseguidor". El 7 de octubre, ese sueño se hizo realidad para quienes cruzaron la frontera sur de Israel: por fin los israelíes iban a sentir la impotencia y el terror que ellos mismos habían conocido durante toda su vida... Ya ocurrió cunado FNL atacó la ciudad argelina de Philippeville en 1995... Campesinos armados con granadas, cuchillos, garrotes, hachas y horcas masacraron - a veces destripando- a 123 personas, principalmente europeos, pero también algunos musulmanes. Para los franceses, esta violencia era puramente gratuita, pero en la mente de los autores, era una venganza por las masacres de decenas de miles de musulmanes en Sétif, Guelma y Kherrata por parte del ejército francés con el apoyo de milicias de colonos, tras los disturbios independentistas de mayo de 1945... el gobernador general francés, Jacques Soustelle, dirigió una campaña de represión en la que murieron más de diez mil argelinos... Decidido a superar su humillación a manos de Hamás, el ejército israelí no se ha comportado de forma diferente -ni más inteligente- que los franceses en Argelia, los británicos en Kenia o los estadounidenses después del 11 de septiembre. El desprecio de Israel por la vida palestina nunca ha sido tan flagrante ni tan despiadado, y está alimentado por una retórica sobre la que el adjetivo genocida ya no resulta hiperbólico

 "El 16 de octubre, Sabrina Tavernise, presentadora del podcast The Daily, del New York Times, habló con dos palestinos de la Franja de Gaza. Empezó preguntando a Abdallah Hasaneen, un residente de Rafah, cerca de la frontera egipcia, que sólo podía captar la señal desde su balcón:

“Dígame, Abdallah, estábamos hablando de los ataques aéreos que se están produciendo desde el pasado sábado y, por supuesto, del mortífero ataque de Hamás contra Israel. ¿Cómo interpreta usted este ataque? ¿Cuál es su opinión?”

Abdallah Hasaneen responde: “No se puede encarcelar a la gente, privarla de sus derechos fundamentales y esperar que no reaccione. No se puede deshumanizar a la gente impunemente... No soy miembro de Hamás y nunca he sido un gran admirador de Hamás... Pero lo que está ocurriendo aquí no tiene nada que ver con Hamás”.

Tavernise (un poco avergonzada): "¿Entonces con qué tiene que ver?"

Se trata de la limpieza étnica del pueblo palestino, que afecta a 2,3 millones de palestinos. Por eso lo primero que hizo Israel fue cortar el suministro de agua, electricidad y alimentos. El problema no es Hamás. El problema es que cometimos el error de nacer palestinos.

Una tumba al aire libre
La segunda persona entrevistada por Tavernise era una mujer, Wafa Elsaka, que había regresado recientemente a Gaza después de trabajar como profesora en Florida durante 35 años. Ese fin de semana, Elsaka había abandonado su casa familiar después de que Israel ordenara a los 1,1 millones de habitantes del norte de Gaza que abandonaran sus hogares y se dirigieran al sur en previsión de una inminente invasión terrestre. Decenas de palestinos y palestinas perecieron bajo las bombas mientras tomaban rutas que el ejército israelí les había asegurado que eran seguras. Le dijo a la periodista estadounidense:

Ya vivimos [la Nakba] en 1948 y lo único que pedimos es poder criar a nuestros hijos en paz. ¿Por qué tiene que repetirse la historia? ¿Qué es lo que quieren? ¿Quieren Gaza? ¿Qué van a hacer con nosotros? ¿Qué van a hacer con la población? Quiero respuestas a estas preguntas, quiero saberlo con certeza. ¿Quieren arrojarnos al mar? Pues adelante, háganlo, ¡no prolonguen nuestro sufrimiento! No lo duden, háganlo... Antes decía que Gaza era una prisión al aire libre. Ahora digo que es una tumba al aire libre... ¿Cree que la gente de aquí está viva? Son todos zombis.

Cuando Tavernise volvió a entrevistar a Hasaneen al día siguiente, explicó que toda su familia se había refugiado en la misma habitación para tener al menos una oportunidad de morir juntos.

En los últimos días, la situación en Gaza ha llegado a extremos inimaginables, pero esto no es nada nuevo. En un relato de 1956 titulado "Carta desde Gaza", el escritor palestino Ghassan Kanafani describía su territorio como "más sofocante que la mente de una persona durmiente, presa de una pesadilla aterradora, con el olor singular de sus calles estrechas, el olor de la derrota y la pobreza". El héroe de la historia, un profesor que trabajó durante años en Kuwait, regresa a casa tras un bombardeo israelí. Le recibe su sobrina y descubre que tiene una pierna amputada: fue mutilada intentando proteger a sus hermanos y hermanas del impacto de las bombas.

Para Amira Hass, periodista israelí que ha cubierto Gaza durante muchos años, "Gaza encarna la contradicción central del Estado de Israel: democracia para unos, desposesión para otros; es nuestro nervio en carne viva". Cuando los israelíes quieren maldecir a alguien, no lo envían metafóricamente al infierno, sino a Gaza. Las autoridades de ocupación siempre la han tratado como una zona fronteriza, más parecida al sur del Líbano que a Cisjordania, y donde aplican normas diferentes y mucho más estrictas.

Tras la ocupación de Gaza en 1967, Ariel Sharon, entonces al mando del Comando Sur de Israel, supervisó la pacificación"del territorio conquistado, es decir, la ejecución sin juicio de decenas de palestinos (no se sabe exactamente cuántos) sospechosos de haber participado en la resistencia, y la demolición de miles de casas. En 2005, el mismo Sharon presidió la desconexión: Israel obligó a ocho mil colonos a abandonar la Franja de Gaza que, sin embargo, permaneció en su mayor parte bajo control israelí.

Las razones de la operación Diluvio de Al-Aqsa
Desde la victoria electoral de Hamás en 2006, la Franja de Gaza está sometida a un bloqueo, que el gobierno egipcio contribuye a hacer cumplir. "¿Por qué no abandonar esta tierra de Gaza y huir?", se preguntaba el narrador de Kanafani en 1956. Hoy, una idea semejante sería pura fantasía. Los habitantes de Gaza -no es exacto llamarlos gazatíes, ya que dos tercios de ellos son hijos y nietos de refugiados de otras partes de Palestina- son en realidad cautivos en un territorio que ha sido amputado del resto de su patria. Sólo podrían abandonarla si los israelíes les ordenaran instalarse en un corredor humanitario en algún lugar del Sinaí, y si Egipto cediera a la presión estadounidense y abriera la frontera.

No hay nada misterioso en los motivos de la operación Diluvio de Al-Aqsa, como Hamás llamó a su ofensiva: reafirmar la primacía de la lucha palestina en un momento en que ya no parecía estar en la agenda de la comunidad internacional; conseguir la liberación de los presos políticos palestinos; desbaratar un acercamiento israelí-saudí; humillar aún más a una Autoridad Palestina impotente; protestar contra la ola de violencia de los colonos en Cisjordania y las provocadoras incursiones de judíos religiosos y funcionarios israelíes en la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén; y, sobre todo, hacer comprender a los israelíes que no son invencibles, que hay un precio a pagar por mantener el statu quo en Gaza.

La operación fue un éxito rotundo: por primera vez desde 1948, combatientes palestinos, y no soldados israelíes, ocuparon ciudades fronterizas y aterrorizaron a sus habitantes. Nunca Israel se había parecido tan poco a un refugio inviolable para el pueblo judío. Como señaló Mahmoud Muna, propietario de una librería en Jerusalén, el impacto del ataque de Hamás fue "como si los últimos cien años se hubieran condensado en una semana". Sin embargo, esta ruptura con el statu quo, este violento intento de establecer una especie de macabra paridad con la formidable maquinaria bélica de Israel, ha tenido un coste, y es enorme.

Los comandos de Hamás y la Yihad Islámica, organizados en brigadas de unos 1.500 hombres, mataron a 1.400 personas, entre ellas 300 soldados y mujeres, niños y bebés. Aún no sabemos por qué Hamás no estaba satisfecha con haber logrado sus objetivos iniciales. La primera fase de la operación Diluvio de Al-Aqsa fue una clásica -y legítima- guerra de guerrillas contra una potencia ocupante: los combatientes cruzaron la frontera y la valla que rodea Gaza y atacaron puestos militares avanzados.

Las primeras imágenes de este asalto, junto con los informes de que habían penetrado en veinte centros urbanos israelíes, provocaron una euforia comprensible entre los palestinos, al igual que la muerte de cientos de soldados israelíes y la toma de no menos de 250 rehenes. En Occidente, no mucha gente recuerda que cuando los palestinos de Gaza se manifestaron en la frontera en 2018-2019 durante lo que llamaron la Gran Marcha del Retorno, el ejército israelí masacró a 223 manifestantes. Pero los palestinos lo recuerdan, y el asesinato de manifestantes no violentos no hizo sino reforzar el atractivo de la lucha armada.

La segunda fase de la ofensiva de Hamás, sin embargo, fue muy diferente. Acompañados por los gazatíes, muchos de los cuales abandonaban su ciudad por primera vez en su vida, los combatientes de Hamás se lanzaron a una embestida asesina. Convirtieron la fiesta rave de la Tribu de Nova en una sangrienta bacanal, un nuevo Bataclan. Cazaron a familias en sus casas, en kibutz. Ejecutaron no sólo a judíos, sino también a beduinos y trabajadores inmigrantes (varias de sus víctimas eran judíos muy conocidos por su labor solidaria con los palestinos, entre ellos Vivian Silver, una israelí-canadiense que ahora está secuestrada en Gaza). Como señaló Vincent Lemire en Le Monde, "se necesita tiempo para hacer salir y matar a más de mil civiles escondidos en garajes y aparcamientos o refugiados en cámaras acorazadas"[1]. El celo y la paciencia de los combatientes de Hamás son escalofriantes.

Las raíces de la rabia
Nada en la historia de la resistencia armada palestina a Israel se aproxima a la magnitud de esta masacre: ni el atentado de Septiembre Negro contra los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972, ni la masacre de Maalot perpetrada por el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP) en 1974[2]. El 7 de octubre murieron más israelíes que durante los cinco años de la segunda Intifada.

¿A qué se debe esta oleada de asesinatos? Sin duda, la rabia alimentada por la intensificación de la represión israelí tiene algo que ver con ello. En el último año, más de 200 palestinos han sido asesinados por el ejército y los colonos israelíes, muchos de ellos menores de edad. Pero esta rabia tiene raíces mucho más profundas que las políticas del gobierno derechista de Benjamin Netanyahu. Lo que ocurrió el 7 de octubre no fue una explosión, sino un acto metódico de exterminio; la difusión muy calculada de los vídeos de los asesinatos en las cuentas de las redes sociales de las víctimas sugiere que la venganza era una de las motivaciones de los comandantes de Hamás: Mohamed Deif, jefe del ala militar de la organización, perdió a su esposa y a sus dos hijos en un ataque aéreo en 2014.

Esto nos trae a la memoria la observación de Frantz Fanon de que "el colonizado es un perseguido que sueña constantemente con convertirse en el perseguidor". El 7 de octubre, ese sueño se hizo realidad para quienes cruzaron la frontera sur de Israel: por fin los israelíes iban a sentir la impotencia y el terror que ellos mismos habían conocido durante toda su vida. El espectáculo de júbilo palestino -y los posteriores desmentidos de Hamás de que se hubiera matado a civiles- es inquietante, pero apenas sorprendente. "En el contexto colonial", escribe Fanon, "lo bueno es simplemente lo que les duele".

Lo que conmocionó a los israelíes, casi tanto como el propio ataque, fue que nadie lo había visto venir. El gobierno israelí había sido advertido por los egipcios de que la Franja de Gaza estaba en ebullición, pero Netanyahu y sus ayudantes pensaban que habían conseguido contener a Hamás. Cuando los israelíes trasladaron recientemente un gran contingente militar de la frontera de Gaza a Cisjordania, donde los soldados tenían la misión de proteger a los colonos que estaban llevando a cabo pogromos en Huwara y otros asentamientos palestinos, pensaron que no tenían nada de qué preocuparse: Israel tenía los mejores sistemas de vigilancia del mundo y amplias redes de informadores dentro de la franja de Gaza. La verdadera amenaza era Irán, no los palestinos, que no tenían ni la capacidad ni los conocimientos técnicos para organizar un ataque de importancia.

Ya ocurrió en Philippeville en 1995
Fue esta arrogancia y desprecio racista, alimentados por años de ocupación y apartheid, lo que condujo al fallo de inteligencia del 7 de octubre. Se han hecho muchas analogías para describir la operación Diluvio de Al-Aqsa: Pearl Harbor (1941), la Ofensiva Tet durante la Guerra de Vietnam (1968), el ataque egipcio de octubre de 1973, que desencadenó la Guerra de Yom Kippur, y, por supuesto, el 11 de septiembre de 2001. Pero quizá la comparación más acertada sea con un episodio crucial y en gran parte olvidado de la Guerra de Independencia argelina: el levantamiento de Philippeville en agosto de 1955.

Rodeado por el ejército francés y temeroso de perder terreno frente a los políticos musulmanes reformistas partidarios de un acuerdo negociado, el Frente de Liberación Nacional (FLN) lanzó un feroz ataque en la ciudad portuaria de Philippeville y sus alrededores. Campesinos armados con granadas, cuchillos, garrotes, hachas y horcas masacraron - a veces destripando- a 123 personas, principalmente europeos, pero también algunos musulmanes. Para los franceses, esta violencia era puramente gratuita, pero en la mente de los autores, era una venganza por las masacres de decenas de miles de musulmanes en Sétif, Guelma y Kherrata por parte del ejército francés con el apoyo de milicias de colonos, tras los disturbios independentistas de mayo de 1945.

En respuesta a los sucesos de Philippeville, el gobernador general francés, Jacques Soustelle, un liberal al que la comunidad europea de Argelia consideraba demasiado cercano a los árabes e indigno de su confianza, dirigió una campaña de represión en la que murieron más de diez mil argelinos. Con esta reacción desproporcionada, Soustelle cayó en la trampa tendida por el FLN: la brutalidad del ejército francés empujó a los argelinos a los brazos de los insurgentes, del mismo modo que la feroz respuesta de Israel iba a fortalecer a Hamás, al menos durante un tiempo, incluso entre los palestinos de Gaza a los que no les gustaba demasiado el régimen autoritario de los islamistas. El propio Soustelle admitió en su momento que había contribuido a "cavar un abismo entre las dos comunidades por el que corre un río de sangre".

Hoy se ha abierto un abismo similar en Gaza. Decidido a superar su humillación a manos de Hamás, el ejército israelí no se ha comportado de forma diferente -ni más inteligente- que los franceses en Argelia, los británicos en Kenia o los estadounidenses después del 11 de septiembre. El desprecio de Israel por la vida palestina nunca ha sido tan flagrante ni tan despiadado, y está alimentado por una retórica sobre la que el adjetivo genocida ya no resulta hiperbólico. En los seis primeros días de ataques aéreos, Israel ha arrojado más de seis mil bombas sobre Gaza, y el número de personas muertas por los bombardeos hasta el 27 de octubre asciende ya a 7.326. Estas atrocidades no son excesos ni daños colaterales: son el resultado de una intención deliberada. Como dijo el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, "luchamos contra animales humanos y actuaremos en consecuencia" (Fanon: "El lenguaje del colono, cuando habla de los colonizados, es un lenguaje zoológico. (...) El colono, cuando quiere describir bien y encontrar la palabra adecuada, se remite constantemente al bestiario"). Desde el atentado de Hamás, la retórica exterminadora de la extrema derecha israelí ha alcanzado su punto álgido y se extiende también entre las corrientes supuestamente más moderadas. "Cero gazatíes", proclama un eslogan israelí. Un miembro del partido Likud de Netanyahu declaró que el objetivo de Israel debería ser "una Nakba que eclipse la Nakba de 1948". El ex primer ministro israelí Naftali Bennett se "desahogó" ante un periodista de Sky News: "En serio, ¿vas a seguir haciéndome preguntas sobre los civiles palestinos? ¿Qué te pasa? (...) Estamos luchando contra nazis”.

La nazificación del enemigo
La nazificación de los adversarios es una vieja estrategia que ha sustentado durante mucho tiempo las guerras y las políticas expansionistas de Israel. Durante la guerra de 1982 contra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Líbano, Menachem Begin comparó a Yasser Arafat con "Hitler en su búnker". En un discurso pronunciado en 2015, Benjamin Netanyahu sugirió que los nazis se habrían contentado con deportar a los judíos de Europa en lugar de exterminarlos si el Gran Muftí de Jerusalén, Hadj Amin Al-Husseini, no hubiera inculcado la idea de una "solución final" en la mente de Hitler. Al explotar descaradamente la Shoah y acusar a los palestinos de ser nazis peores que sus predecesores alemanes, los dirigentes israelíes se están "burlando del verdadero significado de la tragedia judía", como observó Isaac Deutscher tras la guerra de 1967. Por no mencionar que estas analogías contribuyen a justificar un embrutecimiento aún mayor del pueblo palestino.

El sadismo del atentado de Hamás facilitó la labor de esta empresa de nazificación al reavivar la memoria colectiva de los pogromos y la Shoah, transmitida de generación en generación. Es natural que los judíos, tanto en Israel como en la diáspora, busquen explicaciones a su sufrimiento en la historia de la violencia antisemita. El trauma intergeneracional es tan real para los israelíes como para los palestinos, y el ataque de Hamás ha afectado a la parte más sensible de su psique: su miedo a la aniquilación.

Pero la memoria también puede alimentar la ceguera. Hace tiempo que los judíos dejaron de ser parias impotentes, el Otro íntimo de Occidente. El Estado que dice hablar en su nombre tiene uno de los ejércitos más poderosos del mundo -y el único arsenal nuclear de la región. Las atrocidades del 7 de octubre pueden recordarnos a los pogromos del imperio zarista, pero Israel no es la "zona de residencia"[3].

Como ha observado el historiador Enzo Traverso, el pueblo judío "ocupa hoy una posición bastante singular en la memoria del mundo occidental". Su sufrimiento se pone de relieve y se protege jurídicamente, como si los judíos debieran estar siempre sujetos a una legislación especial"[4]. Dada la historia de persecución antisemita en Europa, esta preocupación occidental por proteger la vida de los judíos es totalmente comprensible.

Pero lo que Traverso llama la "religión civil" de la Shoah se ejerce cada vez más en detrimento de cualquier preocupación por los musulmanes y de cualquier reconocimiento genuino del problema de Palestina. “Lo que distingue a Israel, a Estados Unidos y a otras democracias a la hora de hacer frente a situaciones difíciles como ésta", declaró el Secretario de Estado estadounidense Antony Blinken el 11 de octubre de 2023, "es nuestro respeto por el derecho internacional y, si es necesario, por las leyes de la guerra". Y esto en un momento en que Israel hacía honor al derecho internacional arrasando barrios en Gaza y masacrando a familias enteras, recordándonos que, como escribió Aimé Césaire, "la colonización trabaja para descivilizar al colonizador, para embrutecerlo en el verdadero sentido de la palabra".

¿Les damos la bienvenida al [desierto de] Néguev?
En los días siguientes al atentado de Hamás, la administración Biden fomentó políticas de transferencia de población susceptibles de provocar una nueva Nakba, como la llamada evacuación temporal de cientos de miles de palestinos del Sinaí para permitir que Israel continuara su asalto a Hamás (el presidente egipcio Abdelfatah Al-Sissi replicó que si Israel estaba realmente interesado en el bienestar de los refugiados de Gaza, debería acogerlos en el Néguev, en el lado israelí de la frontera con Egipto).

Para reforzar su ofensiva militar, Israel recibió nuevas entregas de armas de Washington, que también envió dos portaaviones al Mediterráneo oriental como advertencia a los principales aliados regionales de Hamás, Irán y Hezbolá. El 13 de octubre, el Departamento de Estado estadounidense emitió un memorándum interno en el que pedía a sus funcionarios que no utilizaran los términos "desescalada/cese el fuego", "fin de la violencia/derramamiento de sangre" y "restablecimiento de la calma": no se puede tolerar ni la más inocua crítica a Israel.

Pocos días después, una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que pedía una "pausa humanitaria" en Gaza fue previsiblemente vetada por Estados Unidos. En el programa Face the Nation de la CBS, Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, definió el "éxito" en el conflicto de Gaza como "la seguridad a largo plazo del Estado judío y del pueblo judío", sin mencionar la del pueblo palestino, ni su condición permanente de apátrida. En un extraordinario lapsus linguae, casi sin darse cuenta reconoció el derecho al retorno de los palestinos: "Cuando la gente tiene que abandonar sus hogares o sus casas a causa de un conflicto, tiene derecho a regresar, a reclamar esos hogares y esas casas". Y lo mismo ocurre en esta situación. Tal vez, pero es bastante improbable, sobre todo si Hezbolá abandona su cautela y se une a la batalla, un escenario que una ofensiva terrestre israelí hace mucho más plausible. El apoyo estadounidense a la escalada puede tener sentido electoral para Joe Biden, pero corre el riesgo de provocar una guerra regional.

Hasta el devastador bombardeo del hospital Al-Ahli Arabi el 17 de octubre -del que Netanyahu culpó inmediatamente a los "bárbaros terroristas de Gaza"- los artículos de la prensa estadounidense estaban prácticamente calcados de los comunicados del Ejército israelí. Las grietas en el consenso proisraelí que había empezado a dar espacio a la realidad palestina y a palabras como "ocupación" o "apartheid" desaparecieron de la noche a la mañana, sin duda como testimonio de la fragilidad de estas pequeñas victorias retóricas. El New York Times publicó un editorial en el que afirmaba que el ataque de Hamás no respondía a ninguna "provocación inmediata" por parte de Israel, y también publicó un elogioso retrato de un general israelí retirado que "empuñó su pistola para enfrentarse a Hamás" y aconsejó al ejército que "arrasara con todo" en Gaza (una vez más, la cobertura del extraordinario diario israelí Haaretz mostró en comparación la cobardía de los medios estadounidenses, al atribuir la responsabilidad del conflicto al "gobierno anexionista y expropiador" de Netanyahu).

Un nivel de islamofobia sin precedentes
Los tres presentadores musulmanes de la MSNBC tuvieron que abandonar temporalmente las ondas, al parecer para no herir la sensibilidad israelí. Rashida Tlaib, congresista palestino-estadounidense de Detroit, fue acusada de liderar una "facción pro-Hamás" en la Cámara de Representantes por sus críticas al Ejército israelí. Se han perpetrado crímenes de odio contra los musulmanes estadounidenses, alimentados entre otras cosas por un torrente de islamofobia a un nivel no visto desde el 11-S y la "guerra contra el terror". Una de las primeras víctimas fue un niño palestino de 6 años, Wadea Al-Fayoume, asesinado en Chicago por el casero de su familia, al parecer en represalia por el 7 de octubre.

En Europa, las expresiones de apoyo a los palestinos se han convertido prácticamente en tabú y, en algunos casos, se han criminalizado. A la novelista palestina Adania Shibli, por ejemplo, se le comunicó que la ceremonia de entrega de premios por su novela Un detalle menor había sido cancelada en la Feria del Libro de Fráncfort. Su libro está basado en la historia real de una joven beduina palestina que fue violada y asesinada por soldados israelíes en 1949. Francia ha prohibido las manifestaciones propalestinas y la policía francesa utilizó cañones de agua para dispersar una concentración de apoyo a Gaza en la plaza de la República de París. La ministra británica del Interior, Suella Braverman, propuso la prohibición de enarbolar la bandera palestina. El canciller alemán, Olaf Scholz, declaró que la "responsabilidad de Alemania por la Shoah" le obligaba a "defender la existencia y la seguridad del Estado de Israel" y culpó a Hamás de todo el sufrimiento en Gaza.

Dominique de Villepin, ex primer ministro francés, fue uno de los pocos dirigentes occidentales que expresó su horror por lo que estaba ocurriendo sobre el terreno. En France Inter, el 12 de octubre, arremetió contra la "amnesia" de Occidente sobre Palestina, un "olvido" que ha permitido a los europeos creer que los acuerdos económicos y el comercio de armas entre Israel y sus nuevos amigos árabes del Golfo borrarían la cuestión palestina de la faz de la tierra. El 14 de octubre, Ione Belarra, ministra española de Derechos Sociales y miembro del partido de izquierdas Podemos, fue incluso más lejos, acusando a Israel de llevar a cabo un castigo colectivo genocida y pidiendo que Netanyahu fuera juzgado por crímenes de guerra.

Pero las voces de Tlaib, de Villepin y Belarra se ven completamente abrumadas por las de los políticos y expertos occidentales alineados con Israel, que representa el campo de la "civilización" en este conflicto y está ejerciendo su "derecho a defenderse" contra la barbarie de los árabes. Los comentarios sobre la ocupación y las raíces del conflicto se tachan cada vez más de antisemitas.

Los "amigos de Israel" entre los judíos pueden considerar esta situación como un triunfo. Pero, como señala Enzo Traverso, "el paso de la estigmatización a la valorización de lo judío", y el hecho de que conduzca a un apoyo incondicional de Occidente a Israel y a una preocupación unilateral por el sufrimiento de los judíos y no de los musulmanes palestinos, "favorece (...) un posicionamiento de los judíos dentro de las estructuras de dominación". Peor aún, el abandono de cualquier neutralidad respecto al comportamiento de Israel expone a los judíos de la diáspora a un riesgo creciente de violencia antisemita, ya sea perpetrada por grupos yihadistas o por "lobos solitarios". La censura de las voces palestinas en nombre de la seguridad del pueblo judío, lejos de protegerlo, sólo intensificará su inseguridad.

Los errores de cierta izquierda
La parcialidad sistemática de los medios de comunicación occidentales tiene su eco en la reacción simétrica del mundo árabe y de gran parte del Sur, donde el apoyo occidental a la resistencia ucraniana frente a la agresión rusa, al tiempo que se niega a reconocer la agresión israelí contra los palestinos ocupados, ya ha provocado acusaciones de hipocresía (una división que recuerda a las desavenencias de 1956, cuando los pueblos de los países en desarrollo apoyaron la lucha de Argelia por la autodeterminación, mientras que los países occidentales apoyaban la resistencia de Hungría a la invasión soviética). En las naciones que han luchado por acabar con el colonialismo, la dominación blanca y el apartheid, la lucha palestina por la independencia y las condiciones de obscena asimetría en las que se desarrolla tocan una fibra sensible.

También hay admiradores de Hamás en la llamada izquierda decolonial, muchos de los cuales han hecho carrera en universidades occidentales. Algunos de ellos -en particular el Parti des Indigènes de la République en Francia, que aclamó sin reservas la operación Diluvio de Al-Aqsa- parecen casi exaltados por la violencia de Hamás, que describen como una forma de justicia anticolonial que se hace eco de las tesis de Fanon en el muy controvertido primer capítulo de Los desheredados de la tierra, titulado "Sobre la violencia". En un mensaje en Twitter, la periodista estadounidense-somalí Najma Sharif ironizaba: "¿Qué creen que es la descolonización?, ¿una atmósfera fría?, ¿artículos académicos?, ¿ensayos? Pandilla de perdedores". En resumen, el estribillo de los fans del Diluvio de d'Al-Aqsa podría ser: "La descolonización no es una metáfora". Otros han sugerido que los jóvenes participantes en el festival Tribu de Nova merecían su destino por haber tenido la audacia de organizar semejante evento a pocos kilómetros de la frontera de Gaza.

Está claro que Fanon abogaba por la lucha armada contra el colonialismo, pero describía el uso de la violencia por parte de los colonizados como un proceso de desintoxicación ("A nivel del individuo, la violencia desintoxica"). Su concepción de las formas más asesinas de violencia anticolonial era la de un psiquiatra que diagnostica una patología de la venganza engendrada por la opresión colonial, no una receta. Era natural, escribió, que un pueblo "al que nunca se le ha dejado de decir que sólo entiende el lenguaje de la fuerza, decidiera expresarse por la fuerza". Refiriéndose a la experiencia fenomenológica de los luchadores anticoloniales, observó que, en la fase inicial de la revuelta, "para el colonizado, la vida sólo puede surgir del cadáver en descomposición del colono".

Lo que Fanon dijo realmente
Pero Fanon también describió con conmovedora elocuencia los efectos del trauma de la guerra, incluido el trauma sufrido por los insurgentes anticoloniales que masacraron a civiles. En un pasaje que pocos de sus admiradores actuales se atreven a citar, advertía a sus lectores:

El racismo, el odio, el resentimiento, "el legítimo deseo de venganza" no pueden alimentar una guerra de liberación. Estos destellos de conciencia que lanzan al cuerpo por caminos tumultuosos, que lo lanzan a un onirismo casi patológico donde el rostro del otro me invita al vértigo, donde mi sangre llama a la sangre del otro, donde mi muerte por simple inercia llama a la muerte del otro, esta gran pasión de las primeras horas se rompe si pretende alimentarse de su propia sustancia. Es cierto que las interminables atrocidades de las fuerzas colonialistas reintroducen elementos emocionales en la lucha, dando al militante nuevos motivos de odio, nuevas razones para partir en busca del "colono a masacrar". Pero el líder se da cuenta día tras día de que el odio no puede constituir un programa.

Para organizar un movimiento eficaz, Fanon creía que los protagonistas de la lucha anticolonial debían superar la tentación de la venganza primordial y desarrollar lo que Martin Luther King, citando al teólogo Reinhold Niebuhr, llamaba una "disciplina espiritual contra el resentimiento". En consonancia con esta perspectiva, su concepción de la descolonización argelina concedía un lugar no sólo a los musulmanes que luchaban por emanciparse del yugo colonial, sino también a los miembros de la minoría europea y a los judíos argelinos (ellos mismos una antigua comunidad "indígena") en la medida en que se unían a la lucha por la liberación.

En L'An V de la révolution algérienne, Fanon rindió un elocuente homenaje a los no musulmanes de Argelia que, junto a sus camaradas que profesaban el islam, imaginaron un futuro en el que la identidad y la ciudadanía argelinas estarían definidas por ideales comunes, no por la etnia o la fe. El eclipse de esta visión bajo los efectos combinados de la violencia francesa y el nacionalismo islámico autoritario del FLN es una tragedia de la que Argelia aún no se ha recuperado. Es la misma visión que defendieron intelectuales como Edward Said y un contingente minoritario, pero influyente, de representantes de las izquierdas palestina e israelí, y su destrucción no fue menos perjudicial para el pueblo de Israel-Palestina.

Recientemente me escribió el historiador palestino Yezid Sayigh:

Lo que me aterroriza es que nos encontramos en un punto de inflexión en la historia mundial. Ya habíamos visto una acumulación de profundos cambios en marcha durante al menos dos décadas, que dieron lugar a movimientos (y gobiernos) de derechas, incluso fascistas. Desde mi punto de vista, la masacre de civiles por parte de Hamás es un poco como Sarajevo en 1914, o quizá la Noche de los cristales en 1938[5], en el sentido de que desencadena o acelera movimientos fundamentales mucho más amplios. A un nivel más circunscrito, estoy furioso con Hamás, que prácticamente ha acabado con todo aquello por lo que hemos estado luchando durante décadas, y me asombra la gente que no puede hacer una distinción crítica entre la oposición a la ocupación israelí y los crímenes de guerra, y que hace la vista gorda ante lo que Hamás ha hecho en los kibutzdel sur de Israel. Esto es etno-tribalismo.

El culto a la fuerza
Las fantasías etno-tribales de la izquierda decolonial, con sus invocaciones rituales a Fanon y su exaltación de los guerrilleros parapoliciales de Hamás, son realmente perversas. Como escribió el escritor palestino Karim Kattan en un conmovedor ensayo publicado por el diario Le Monde[6], parece haberse vuelto imposible para algunos autoproclamados amigos de Palestina decir tanto que "masacres como las que tuvieron lugar en la fiesta rave de la Tribu de Nova son un horror indigno" como que "Israel es una feroz potencia colonial, culpable de crímenes contra la humanidad". En una época de derrota y desmovilización, en la que las voces más extremistas se amplifican a través de las redes sociales, el culto a la fuerza parece haberse instalado en ciertos sectores de la izquierda, cortocircuitando cualquier forma de empatía por los civiles israelíes.

Pero el culto a la fuerza de cierta izquierda radical es menos peligroso, porque carece en gran medida de consecuencias, que el de Israel y sus partidarios, empezando por la administración Biden. Para Netanyahu, la guerra es una lucha por la supervivencia, tanto la suya como la de Israel. Hasta ahora, en general ha preferido las maniobras tácticas y ha evitado las ofensivas militares a gran escala. Aunque Israel ha llevado a cabo varios asaltos a Gaza bajo su égida, el actual primer ministro es también uno de los principales artífices del acuerdo con Hamás, una postura que justificó en 2019 en una reunión de miembros del Likud en el Parlamento, durante la cual declaró que "cualquiera que quiera frustrar la creación de un Estado palestino debe apoyar a Hamás y transferirle dinero".

Netanyahu comprendió que mientras los islamistas estuvieran en el poder en Gaza, no habría negociaciones sobre la creación de un Estado palestino. La ofensiva del 7 de octubre no sólo echó por tierra su apuesta sobre la viabilidad del frágil equilibrio entre Israel y Gaza, sino que se produjo en un momento en el que se enfrentaba simultáneamente a acusaciones de corrupción y a un movimiento de protesta desencadenado por sus planes de poner bajo control al poder judicial y remodelar el sistema político israelí al estilo de la Hungría de Viktor Orbán. En un intento desesperado por hacer olvidar estos reveses, se lanzó a esta guerra presentándola como una "lucha entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas, entre la humanidad y la ley de la selva". Los colonos fascistas israelíes -representados en su gabinete por Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir, ambos partidarios declarados de la limpieza étnica- han matado a muchos palestinos en Cisjordania desde el ataque de Hamás (incluyendo las bajas del ejército, el número de muertos asciende a casi ciento veinte [a 29 de octubre]). Los ciudadanos árabes de Israel temen tener que revivir el tipo de ataques que sufrieron a manos de bandas de alborotadores judíos en mayo de 2021, durante las movilizaciones conocidas como la "Intifada de la Unidad". En cuanto a los habitantes de Gaza, no sólo se ven obligados a pagar por las acciones de Hamás, sino también, una vez más, por los crímenes de Hitler. Y el imperativo de invocar la Shoah se ha convertido en la auténtica "cúpula de hierro" ideológica de Israel, su escudo contra cualquier crítica a sus acciones.

¿Cuál es el objetivo último de Netanyahu? ¿Eliminar a Hamás? Eso es sencillamente imposible. A pesar de todos los esfuerzos de Israel por presentar a esta organización como la rama palestina del Estado Islámico, y a pesar de su naturaleza innegablemente violenta y reaccionaria, Hamás es un movimiento nacionalista islámico, no una secta nihilista. Forma parte del paisaje político palestino y se alimenta de la desesperación engendrada por la ocupación. Por lo tanto, no puede ser liquidado sin más, al igual que los fanáticos fascistas del gabinete de Netanyahu (o, para el caso, los terroristas del Irgun que, tras cometer atentados con bomba y masacres en la década de 1940, pasaron a formar parte del establishment político israelí en las décadas posteriores[7]. El asesinato de líderes de Hamás como el jeque Ahmed Yassin y Abdel Aziz Al-Rantissi, ambos eliminados en 2004, no ha obstaculizado en absoluto la creciente influencia de esta organización, e incluso la ha fomentado.

¿Cree Benyamin Netanyahu que puede obligar a los palestinos a renunciar a las armas o a su deseo de tener un Estado bombardeándolos hasta la sumisión? Esto ya se ha intentado antes y, más de una vez; el resultado invariable ha sido la aparición de una nueva generación de militantes palestinos aún más sublevados. Cierto, Israel no es un tigre de papel, como concluyeron imprudentemente algunos dirigentes de Hamás al día siguiente del 7 de octubre, demasiado contentos de haber podido exterminar a los soldados israelíes sorprendidos durmiendo. Pero Israel es cada vez más incapaz de cambiar de rumbo: su clase política carece de la imaginación y la creatividad necesarias para perseguir un acuerdo duradero, por no hablar del sentido de la justicia y de la dignidad del otro.

Judíos israelíes y árabes palestinos atrapados en un rincón
Una administración estadounidense responsable, menos sensible a las preocupaciones electorales y menos prisionera del establishment pro-israelí, podría haber aprovechado la crisis actual para instar a Israel a reexaminar no sólo su doctrina de seguridad, sino también sus políticas hacia la única población del mundo árabe con la que el Estado israelí no ha mostrado ningún interés en la idea de una paz genuina, a saber, los palestinos. En su lugar, Biden y Blinken se hicieron eco de los tópicos israelíes sobre la "lucha contra el mal", ignorando convenientemente la responsabilidad de Israel en el callejón sin salida político en el que se encuentra. La credibilidad de Washington en la región, que nunca ha sido muy fuerte, es ahora incluso más débil de lo que era bajo la administración Trump.

El 18 de octubre, Joshua Paul, que durante más de once años fue jefe de relaciones públicas y con el Congreso estadounidense de la Oficina de Asuntos Político-Militares del Departamento de Estado, dimitió de su cargo en protesta por las entregas de armas estadounidenses a Israel. En su carta de dimisión, escribió que una actitud de "apoyo ciego a un bando" había conducido a políticas "miopes, destructivas, injustas y contradictorias con los propios valores que defendemos públicamente". No es de extrañar que Emiratos Árabes Unidos fuera el único Estado de la región que criticara la operación Diluvio de Al-Aqsa. La hipocresía estadounidense -y la crueldad de la respuesta israelí- hicieron imposible tal crítica.

La verdad ineludible es que Israel no puede sofocar la resistencia palestina mediante la violencia, como tampoco los palestinos pueden ganar una guerra de liberación al estilo argelino: los judíos israelíes y los árabes palestinos están atrapados en una relación inextricable; a menos que Israel, con mucho el más fuerte de los dos adversarios, conduzca a los palestinos al exilio para siempre. Lo único que puede salvar a los pueblos de Israel y Palestina y evitar una nueva Nakba -que se ha convertido en una posibilidad real, mientras que una nueva Shoah no es más que una alucinación traumática- es una solución política que conceda a ambos pueblos los mismos derechos de ciudadanía y les permita vivir en paz y libertad, ya sea en un único Estado democrático, en dos Estados o en una federación. Mientras la búsqueda de tal solución siga en suspenso, la situación tiene prácticamente garantizado un mayor deterioro, y con él la certeza de una catástrofe aún más terrible."

( , Viento Sur, 04/Nov/2023; fuente: OrientXXI . Artículo publicado originalmente en la London Review of Books, vol. 45, 20, 19/10/2023)

25/4/13

El secreto de Hitler era el odio. El poder del odio está infravalorado. Es más fácil unir a la gente alrededor del odio que en torno a cualquier creencia positiva

Hitler cultivaba su carisma y cuidaba su imagen al detalle. En la foto, durante un mitin a finales de los años treinta

 "Creemos saberlo prácticamente todo de Adolf Hitler, pero quedan secretos irreductibles de su personalidad y su liderazgo. Para el célebre historiador y documentalista británico Laurence Rees (Ayr, Escocia, 1957), ninguno como de qué manera consiguió arrastrar tras de sí, en la terrible espiral de la guerra y el genocidio, a millones de alemanes.

A tratar de dilucidar eso y a explicar las claves de la fatal atracción del líder nazi...  ha dedicado su nuevo libro, El oscuro carisma de Hitler(en Crítica, como todos los anteriores). Rees destaca en los rasgos de Hitler "su ilimitada capacidad de odio". Y advierte: "El poder del odio está infravalorado. Es más fácil unir a la gente alrededor del odio que en torno a cualquier creencia positiva".

 Como persona, señala Rees, Hitler era bastante lamentable. Un tipo psíquicamente “muy dañado”, incapaz de amistades y afectos verdaderos, bañado en odio y prejuicios. “Solitario y con una visión de la vida como lucha y de los seres humanos como animales". Pero tenía carisma. 

 "Solemos creer que el carisma es un valor positivo, pero lo pueden poseer personas despreciables", reflexiona. Rees "Lo más importante que hay que entender del carisma de Hitler es que dependía de la gente. El carisma no existe sin conexión. No se puede ser carismático en una isla desierta. Buena parte lo pone el otro". 

Vaya, como el amor. "Sí, la idea es que cuando sentimos una conexión especial con alguien creemos que depende de ese alguien pero en realidad depende en parte de nosotros. El carisma de Hitler procedía tanto de la gente que lo seguía como de él. Por eso ahora no lo percibimos en fotografías o películas. No nos habla a nosotros. No somos de su tiempo. Lo que ha cambiado no es él, sino la percepción que tenemos de él". 

Rees explica cómo entre los propios alemanes fue cambiando la influencia del carisma de Hitler. "Personas que lo veían como un personaje ridículo o perturbado en 1928 pasaron a considerarlo un salvador en 1933". Siempre hubo, sin embargo, gente inmune a su carisma. Philipp Von Boeselager, que se conjuró para matarlo, lo encontraba indigno y decía que era repugnante verlo comer: un patán.

 "Bueno, pero hay que recordar que para muchos alemanes los políticos educados eran los que les habían llevado al Tratado de Versalles y al desastre: tiempos no convencionales requerían líderes no convencionales".
 
Había que estar predispuesto para seguir a Hitler, dice Rees, aunque él, el líder, aportaba su intransigencia, su absoluta seguridad de su papel como figura providencial, su habilidad para conectar con las esperanzas y los deseos de millones de alemanes, su descontrolada emotividad y, sobre todo, su contagioso odio. 

“Una de las cosas más difíciles del mundo es asumir las culpas y responsabilidades propias, todos estamos predispuestos a proyectar nuestras frustraciones sobre el otro, en forma de odio”.

¿Dependía el carisma de Hitler del éxito? "Sí, ese aspecto fue vital. Si alguien dice que va a hacer algo extraordinario y lo hace, la siguiente vez es más fácil tenerle fe. Hitler jugaba fuerte, al todo o nada, y cada triunfo fortalecía su carisma. Muchos militares, por ejemplo, que lo miraban con suspicacia, se rindieron a su genio, a su intuición, el famoso Fingerspitzengefühl, tras la larga serie de victorias que parecían inexplicables.

 Aunque hoy retrospectivamente no lo veamos así y Montgomery dijera que la regla número uno de la guerra era no invadir Rusia, para la mayoría parecía mucho más increíble vencer a Francia que a la URSS".

Entonces, ¿cómo sobrevivió su carisma a las derrotas a partir de Stalingrado? "Al revés que Mussolini, Hitler desmanteló las estructuras del estado, así que era más difícil apearlo del poder, además, a los alemanes se les había inculcado el miedo al Ejército Rojo y su venganza, que se iba a producir con la derrota aunque se deshicieran de Hitler, y por supuesto, Hitler incrementó el terror de su aparato represivo en proporción directa a la pérdida de su liderazgo carismático".

Hitler cultivaba su carisma. "Absolutamente, de muchas maneras pequeñas incluso. Usaba gafas pero nunca se dejaba ver y retratar con ellas. Cargaba una lupa. Hasta fabricaron una máquina de escribir especial con caracteres muy grandes para escribirle los textos que tenía que leer, la Führeschreibmaschine. También estudiaba mucho su imagen en el espejo y practicaba su famosa mirada penetrante”.

Rees señala las diferencias entre Hitler y Stalin en términos de carisma. "Stalin practicaba el carisma negativo, toda la imagen de Hitler le parecía una sandez. Con Stalin no había reglas para evitar ser asesinado. Nadie estaba seguro. En la Alemania nazi estaba claro quienes iban a ser perseguidos por el régimen, en la URSS estalinista no. Stalin unía con el miedo como Hitler con el odio".  (...)

Cuando le pregunto cuál de todos esos testigos de la barbarie le ha impresionado más, pensando que me dirá que algún miembro de Einsatzgruppen o Kenichiro Oonuki, el piloto kamikaze fracasado, se ensimisma un buen rato antes de contestar: 

"Toivi Blatt, un judío polaco deportado en 1940 al campo de exterminio de Sobibor, donde toda su familia fue asesinada. Blatt participó en la revuelta de prisioneros de 1943 y logró escapar con un balazo en la mandíbula. Hablábamos sobre lo que son capaces de hacer los seres humanos, y le pregunté qué había aprendido de su experiencia. Me contestó: ‘Solo una cosa, nadie se conoce de verdad a sí mismo'”.    ( , El País, Madrid 21 ABR 2013)

3/9/10

"Sentí odio cuando vi cómo daban a mi madre 99 latigazos"



"P. ¿A Hutan Kian lo han elegido o es un abogado de oficio?

R. Es un abogado de oficio. Pero le veo a menudo. Hablo con él por teléfono. Sé que acaba de entregar un alegato de 35 páginas al Consejo Supremo iraní. Él, al igual que el abogado que teníamos antes, Mostafaei, que tuvo que exiliarse, ha hecho un buen trabajo.

P. ¿Está al corriente de que Mostafaei da a entender en la prensa alemana que su madre podría ser cómplice del asesinato de su padre?

R. Sí. Pero Mostafaei no tuvo acceso al expediente del asesinato de mi padre, así que su opinión no tiene valor. No hay que hacer caso a sus declaraciones.

P. Entonces, ¿por qué las ha hecho?

R. Por la presión ejercida por el Gobierno iraní sobre su familia. Él es un buen abogado.

P. Permítame una pregunta más directa. Usted es el hijo de una parte ?su padre, asesinado? y de la otra ?su madre, acusada de ser cómplice del crimen?. ¿En su alma está seguro de que la acusación es infundada?

R. En mi alma y en mi conciencia, sí. Mil veces sí. Es una pura mentira, además de una injusticia increíble. Mi madre, que no ha hecho nada, nada, corre el riesgo de que la lapiden. Mientras que el verdadero asesino, Taheri, está en libertad...

P. Porque usted le perdonó.

R. Sí, tiene una niña de tres años que lloró mucho. Ni mi hermana ni yo quisimos ser la causa de su ejecución.

P. ¿Es cierto que estaba usted presente cuando a su madre le dieron los 99 latigazos?

R. Es totalmente cierto. Fue en Osku, en la provincia de Tabriz, en una sala del tribunal. Sentí mucha odio y lloré mucho. Tenía solo 16 años." (El País, 02/09/2010)

25/1/10

Dos niños torturaron por diversión "hasta que les dolieron los brazos"

"Los hechos ocurrieron un sábado por la mañana en Edlington (South Yorkhsire), cuando los hermanos se encontraron con los otros dos niños en un parque y les obligaron a ir a un paraje cercano. Allí les robaron, pegaron puñetazos y patadas, les obligaron a desnudarse, les golpearon, les produjeron quemaduras y les sometieron a una larga serie de humillaciones, sexuales incluidas.

Después de que el fiscal rebajara la acusación inicial de intento de asesinato se declararon culpables de agresión, robo y abusos sexuales y también de agredir a otro niño de 11 años una semana antes. Una de las claves del caso ha sido que uno de los agresores grabó parte de la paliza en el teléfono móvil de una de las víctimas.

El juez describió el ataque como "violencia sádica sin más razón que la del deseo de humillar". "Lo que habéis hecho equivale a tortura", les dijo a los dos hermanos, que nunca han mostrado arrepentimiento y apenas se inmutaron al escuchar la sentencia. "Pequeños bastardos, diablos, ojalá alguien os haga lo mismo a vosotros", les espetó la madre de una de las víctimas. Los dos hermanos proceden de una familia desestructurada con un padre alcohólico y violento. El mayor tenía acceso a vídeos pornográficos, vodka y la marihuana casera que cultivaba su padre." (El País, ed. Galicia, sociedad, 23/01/2010, p. 32)

21/10/09

Una campaña de odio amenaza a Obama

"Unos ataques que van en aumento y en los que ya hay quien invita a un golpe de Estado. "Cada día gana más peso la posibilidad de que los militares tengan que intervenir como último recurso para solucionar el problema Obama", escribe el columnista del sitio digital Newsmax, foro de encuentro en Internet de los extremistas.

"La campaña de odio contra Obama" -como titula The New York Review of Books en su último número- tiene en pie de guerra a los locutores de radio, presentadores televisivos e internautas más vitriólicos de la más extrema de la derecha estadounidense. Rush Limbaugh desde su micrófono o Glen Beck -el nuevo hombre duro de los radicales- desde los estudios de la Fox llaman a la insurrección. "Nos están robando América y quizá ya sea muy tarde para salvarla", arengaba Beck a sus seguidores en una intervención radiofónica.

El fundamentalista Limbaugh ha llegado incluso a hablar de racismo invertido y ha usado de ejemplo para acabar con la Administración demócrata un incidente en el que dos estudiantes negros golpearon a un chico blanco en un autobús. Limbaugh reclama "autobuses segregados". "En los Estados Unidos de Obama, los chicos blancos son golpeados y los negritos aplauden", dijo el locutor.

Beck apoya la tesis e informa a su creciente audiencia de que Obama es un racista que profesa "un odio profundamente asentado a los blancos o a la cultura blanca". En la historia moderna de EE UU, nunca antes se había visto un movimiento de protesta de la extrema derecha como el vivido, que incluso llegó a tomar las calles que rodean el Congreso de Washington el mes pasado.

Algo peligroso está pasando y Thomas Friedman compara la actual situación que se vive en EE UU con los meses anteriores a que asesinaran a Isaac Rabin en Israel en 1995. "Ese paralelismo me revuelve el estómago. No tengo problema con las críticas razonables, vengan de la derecha o de la izquierda", escribe Friedman en The New York Times. "Pero la extrema derecha ha comenzado a volcarse en deslegitimar el poder y crear el mismo clima que existió en Israel antes del asesinato de Rabin". (El País, ed. Galicia, Internacional, 05/10/2009, p. 9)

26/6/09

La defensa de los intereses americanos en Oriente Próximo... y una carta de un colono israelí

"Soy lo suficientemente viejo para recordar cuando los kibutzim israelíes parecían asentamientos. En los primeros años sesenta, pasé un tiempo en el kibutz Hakuk, una pequeña comunidad fundada por la Haganah, el Ejército judío anterior a la creación del Estado de Israel. Nacido en 1945, Hakuk estaba todavía sin refinar. Las pocas docenas de familias que vivían allí se habían construido un comedor, una guardería, cobertizos y viviendas. Pero más allá de las residencias no había más que colinas cubiertas de rocas y campos a medio limpiar.Hakuk sigue existiendo. Salvo que hoy se dedica a la fabricación de plásticos y al turismo que acude al cercano Mar de Galilea. La granja original, construida en torno a un fuerte, se ha convertido en atracción turística.

Llamar a este kibutz "asentamiento" resultaría extraño. Sin embargo, Israel necesita "asentamientos". Son un elemento intrínseco de la imagen que siempre ha querido transmitir a sus admiradores y donantes extranjeros: la de un pequeño país que lucha para asegurarse el lugar que le corresponde en un entorno hostil mediante el duro y positivo trabajo de limpieza de tierras, irrigación, autosuficiencia agraria, productividad e industriosidad, legítima defensa y construcción de comunidades judías. Pero este relato de neocolectivistas y pioneros suena falso en el Israel moderno y lleno de alta tecnología. (...)

El mayor de estos controvertidos "asentamientos" es Maale Adumim, que tiene una población de más de 35.000 habitantes y comprende tierras con una superficie de 50 kilómetros cuadrados, el triple que Ginebra, en Suiza, y casi la mitad que Manchester, en Inglaterra. ¡Menudo "asentamiento"! (...)

La población de colonos ha crecido sin cesar a un ritmo del 5% o más durante los últimos 20 años, casi el cuádruple que la población israelí en su conjunto. Junto con los judíos de Jerusalén Este (también anexionada de forma ilegal y unilateral a la capital de Israel), los colonos son hoy más de medio millón de personas: justo por debajo del 11% de la población (judía) del "Gran Israel", y ésa es una de las razones por las que cuentan tanto en las elecciones, en las que la representación proporcional les otorga una influencia desmesurada.

Ahora bien, si Israel se emborracha con los asentamientos, Estados Unidos lleva mucho tiempo siendo el que se lo permite. Si Washington no diera a Israel 3.100 millones de dólares anuales de ayuda, las casas en los asentamientos de Cisjordania no serían tan baratas, menos de la mitad de unas viviendas equivalentes en el territorio israelí propiamente dicho. Muchos de quienes van a vivir a esas casas ni siquiera se consideran "colonos". Recién llegados de Rusia y otros países, se limitan a aceptar la oferta de alojamiento subvencionado, se trasladan a los territorios ocupados y se convierten en clientes agradecidos de sus patronos políticos, por lo que será muy difícil sacarlos de allí.

Claro que nadie cree en serio que los "asentamientos" vayan a desaparecer alguna vez, con su medio millón de residentes, sus instalaciones urbanas y su acceso privilegiado a la tierra y el agua. Las autoridades israelíes, ya sean de izquierda, derecha o centro, no tienen intención de eliminarlos, y ni los palestinos ni los estadounidenses informados se hacen ilusiones al respecto. (...)

Por consiguiente, el presidente Obama tiene que elegir. Puede hacer el juego a los israelíes, pretender que cree en sus buenas intenciones y la importancia de las distinciones que le ofrecen; pero los israelíes estarían tomándole por tonto, y ésa es la imagen que daría en la región y en todo el mundo.

O puede romper con dos décadas de docilidad estadounidense, reconocer públicamente que el emperador está desnudo, tratar a Netanyahu como el cínico que es y recordar a los israelíes que sus asentamientos (todos sus asentamientos) dependen de la buena voluntad de Estados Unidos. Los llamados "asentamientos" no tienen nada que ver con la defensa de Israel, ni mucho menos con sus ideales fundacionales de autosuficiencia agraria y autonomía judía. No son más que una forma de colonización, y Estados Unidos no debería dedicarse a subvencionar ni permitir esas cosas, ni a conspirar para disimularlas. (...)

Si los norteamericanos no son capaces de defender sus propios intereses en la región, que al menos no se dejen volver a tomar el pelo." (TONY JUDT: ¿Qué es un 'asentamiento'?. El País, ed. Galicia, Opinión, 25/06/2009, p. 33 )

"Un ciudadano israelí, que responde por el nombre de Daniel Ben Hillel, me hace llegar una carta a propósito de mi artículo ‘Los okupas de Jehová’, que publiqué en El País y en este blog el 11 de junio. (...)

Estimado Sr. Bassets,

Me dicen que es usted de ascendencia Judía, lo cual me permite, quizás, comprender mucho mejor su posicionamiento acérrimamente anti-israelí. Ese es un problema con el cual hemos venido lidiando desde hace 2.500 años y a pesar de que tenemos aún fresca en la memoria la experiencia de la Judería alemana en 1938, aun no hemos podido comprender que hay cosas de las que simplemente no podemos, como judíos, desprendernos.


Su artículo parte de premisas varias, repetidas una y otra vez por los propagandistas árabes (...)

ntentaré marcar, por lo menos, algunas de éstas, a mi entender, erróneas concepciones.

La propiedad de la tierra de Israel - El Estado de Israel fue fundado en su tierra ancestral, tierra que vió nacer al pueblo Judío y la única tierra en la cual los Judíos se desarrollaron como país y como pueblo. (...)

La tierra de Israel, en cambio, nos pertenece porque es la tierra que Dios le dio al pueblo Judío y no por una resolución de las Naciones Unidas. (...)

Racionalidad de los "okupas" - Los okupas, como usted les llama, y en cuyo numero me cuento, no están en duda; resulta, tan solo, que nuestra escala de valores es distinta a la suya. (...)

No puede pretender que yo crea y/o acepte que no tengo derecho a Judea y Samaria (donde vivo) y sí a Tel Aviv por la simple razón de que las Naciones Unidas así lo determinaron. Judea y Samaria son nuestra cuna histórica, no así la región de la costa; por ello creemos tener tanto o más derecho a Judea y Samaria que a cualquier otra región de Israel.

Idealismo - Quizás este punto sea la clave para su incapacidad de comprender la lucha del pueblo Judío por vivir en su tierra; quizás el vivir en una sociedad mercantilista le lleve a creer que se puede transar en lo básico siempre y cuando se obtenga algo a cambio de ello. Sr. Bassets, ¡cuéntele eso a los vascos! ¡cuénteselo a los catalanes (eso debería entenderlo) o a quien fuere que crea que los ideales no se venden!

La Realidad - Creo firmemente que la única forma de que vea, acepte y conozca la realidad es que visite nuestro país, y más específicamente mi ciudad, donde sería mi huésped, por supuesto sin cargo alguno para usted; también me haría cargo del coste del billete de avión. (...)

Daniel Ben Hillel

(Del alfiler al elefante. Blog de Lluís Bassets: Carta de un colono israelí, 26/06/2009)

8/4/09

"El atentado de ETA me blindó contra el odio"

"Su vida dio un vuelco el 19 de febrero de 2002, día en que conducía su Seat Ibiza gris matrícula 6436-BS de camino al centro de formación de Trapagarán (Vizcaya) donde trabajaba. Él solía revisar siempre los bajos de su coche, pero aquella mañana tenía prisa. A las 8.20, cuando le faltaban 200 metros para llegar a su destino, la bomba lapa estalló. Tuvieron que amputarle la pierna izquierda. A los pocos meses, su madre moría de un infarto. (...)

Los alevines del socialismo vasco, entre los que él se encontraba -acababa de ser elegido secretario de Política Institucional-, habían redactado una ponencia en la que se solicitaba un acercamiento de presos. En la que se planteaba la reglamentación de las consultas populares en Euskadi. Una línea muy distinta de la de la dirección socialista en aquellos días. (...)

Tres años después de aquel congreso, en 2002, ETA perpetraba el atentado. (...)

"En el momento en que sucede, mi compromiso se multiplica", asume el diputado por Vizcaya, que, contrariamente a lo que dicen tantos artículos y biografías, no era concejal de Deusto en aquel entonces. "Salgo reforzado en el compromiso. Con un rechazo total a lo que ETA me propone: el odio, las ganas de venganza, las ganas de irme. Y me lleva a un ejercicio de alquimia, que todavía no ha concluido, que es convertir el plomo en oro: que de esa mierda salga algo que refuerce mi vida. Aquel atentado me blinda contra cualquier tipo de odio, ETA es una factoría de odio. Yo salgo más generoso, más aceptador de la diferencia, de la pluralidad. Termino convirtiendo aquel escenario en una alerta de la importancia de las cosas en la vida, de la importancia del tiempo. Ojalá pudiera quitar aquel día. Pero es un capítulo fundamental de mi vida, casi de mi muerte; intento convertirlo en algo positivo para los días que me quedan por vivir". (EDUARDO MADINA: "El atentado de ETA me blindó contra el odio". El País, Domingo, 22/03/2009, p. 6/7)

1/10/08

El apoyo al terrorismo

Es la mentalidad que existe en parte de la población vasca lo que hace que siempre haya voluntarios para practicar desde la kale borroka al coche bomba. ¿Cuántos son los que así piensan? ¿Cincuenta mil? ¿Cien mil? ¿Cómo es posible que en un pueblo tan civilizado en tantos aspectos, una parte de sus habitantes no haya asumido ideas básicas de convivencia, paz y respeto al que piensa de modo distinto? Esas ideas hoy se aceptan sin discusión en todo país avanzado. En España también se han impuesto desde que acabó la dictadura. ¿Por qué, entonces, esa excepción?

Quienes se apuntan a las ideas de la izquierda abertzale, unas ideas que deberían ser tan aceptables como cualesquiera otras, son gente que parece normal. Se les ve marchando en manifestaciones numerosas tras la ikurriña y la banderola de turno pidiendo libertad para los asesinos, cuyas fechorías no se condenan jamás. Son personas de aspecto educado que nada tienen que ver con lo que puede contemplarse en Oriente Medio o en otros lugares donde las protestas en apoyo de la violencia tienen su raíz en la pobreza, el desempleo, el analfabetismo y la continua frustración que es el vivir de cada día. Son buenos padres o madres de familia, buenos hijos, buenos amigos de sus amigos, buenos aficionados al fútbol y a comer bien, socios del Athletic o de la Real y de las cofradías gastronómicas, gente, pues, como tanta otra, si no fuera por esa grave deformación que les lleva a pensar que asesinar tiene sus atenuantes o más bien sus eximentes. ¿Acaso, se dicen entre sí, no hay una Ley de Partidos que los discrimina? ¿Cómo no va a haber que defenderse de esa odiosa discriminación? ¿No hubo hace 20 años el GAL? ¿No persiguió Franco a los vascos? Y así la deformación sigue y sigue, pues el virus se transmite de generación en generación y así se justifica, cuando no se ensalza, a los asesinos y nadie se acuerda de los asesinados. ¿Qué pasará en el corazón de esas personas para haberse endurecido hasta ese extremo?” (FRANCISCO BUSTELO: La lacra que no cesa. El País, ed. Galicia, Internacional, 30/09/2008, p. 23)

Una respuesta, unas páginas más adelante, la de Fernando Savater (amenazado de muerte por ETA). Es el miedo, el odio que impone el poder (y el poder violento es el más eficaz):

“La violencia no es absurda, ni mucho menos: quizá la vida humana en general es absurda -si suponemos que debiera tener un sentido trascendente del que carece- pero no aquellas acciones humanas que resultan útiles, aunque sean detestables. Y la violencia es útil para perseguir determinados objetivos, por eso precisamente está prohibida en las sociedades civilizadas. En efecto, cuando las vidas humanas se reducen a gestos mudos todas son iguales, pero difieren cuando cada uno explica lo que vivir significa para él. El más profundo condicionamiento neurológico de los humanos, querido Arcadi, es lo que llamamos pensamiento y se expresa con palabras o silencios. Acallando el pensamiento no mostramos respeto por las víctimas... ni siquiera por sus verdugos.

Porque además el terrorismo trata de imponer el silencio y potenciar el afán de supervivencia, más acá de cualquier ideología. El propio festival donostiarra de cine es muestra de ello. Por primera vez, en esta edición se ha condenado un atentado terrorista. Antes había que guardar silencio ante ellos (como bien recordará la hoy jurado Leonor Watling de sus tiempos de presentadora) o incluso aceptar que en cada inauguración los proetarras subieran al escenario con sus pancartas, gritos y reivindicaciones. Agobios de la cobardía: antes daba miedo hablar pero hoy, en un clima diferente y con el ojo público sobre lo que allí ocurre, lo peligroso es callar.” (FERNANDO SAVATER: ¡Allá películas!. El País, ed. Galicia, Cultura, 30/09/2008, p. 37)

9/7/08

Terrorista por desesperación

“Terroristas por cuenta propia. El palestino que mató a tres personas en Jerusalén con una excavadora no pertenecía a ningún grupo armado.

Tuvo una novia israelí judía durante años, y un hijo con ella. Ni rastro de vínculos con grupos armados palestinos. Algún problemilla con las drogas, y apenas pisó una mezquita. Husam Duwiyat, de 30 años y nacido en Zur Baher, pueblo próximo a Jerusalén, arrolló el miércoles con una excavadora coches y autobuses en la concurrida calle de Yaffa en esta ciudad, y mató a tres personas. Preocupa a las autoridades israelíes este terror por cuenta propia. (…)

Nadie sabe qué impulsó a Duwiyat. Pero nadie ignora que la frustración entre los palestinos, fruto de políticas manifiestamente discriminatorias de los Gobiernos israelíes, fomenta estos brotes violentos. (…)

Ehud Olmert abogó el jueves por eliminar los "privilegios a quienes masacran" a los israelíes. Aludía a los derechos que corresponden a los 250.000 palestinos de Jerusalén, que pagan sus impuestos con fidelidad perruna, porque de lo contrario el Ejecutivo israelí les anula su permiso de residencia y el derecho a vivir en su lugar de nacimiento. El ministro de Defensa, Ehud Barak, ha ordenado también la demolición de la casa familiar de los Duwiyat. Una medida que dejó de aplicarse en 2005 porque los expertos aseguraron que "no disuade a los terroristas". "Queremos venganza", gritaban ayer unos 30 colonos cerca de la vivienda.

En las calles palestinas se habla estos días del enésimo agravio y de Eden Natan-Zada. Este fanático religioso judío asesinó a tiros en un autobús de la ciudad israelí de Sfaram a cuatro árabes-israelíes en 2005. Una muchedumbre lo linchó. Doce hombres que participaron en la muerte de Natan-Zada están siendo juzgados.

Es impensable, en cambio, que las autoridades se planteen procesar al soldado de permiso que disparó a bocajarro contra Duwiyat cuando la excavadora ya estaba detenida, y cuando tres policías y militares podían haber reducido sin problemas al terrorista.

"No siempre se tiene un privilegio como éste [matar al atacante]", declaró después el soldado, que fue recompensado con 1.800 shekels (350 euros). Natan-Zada también fue tildado de "terrorista" por el entonces primer ministro, Ariel Sharon. Pero a nadie se le ha ocurrido proponer el derribo de la vivienda de sus padres.

El atentado de la calle de Yaffa manifiesta que la desesperación, creciente, domina el estado de ánimo de los palestinos. Los dirigentes políticos hablan de reconciliación, pero el odio entre judíos y musulmanes es inmenso.” (El País, ed. Galicia, Internacional, 07/07/2008, p. 7)