"La campaña de odio contra Obama" -como titula The New York Review of Books en su último número- tiene en pie de guerra a los locutores de radio, presentadores televisivos e internautas más vitriólicos de la más extrema de la derecha estadounidense. Rush Limbaugh desde su micrófono o Glen Beck -el nuevo hombre duro de los radicales- desde los estudios de la Fox llaman a la insurrección. "Nos están robando América y quizá ya sea muy tarde para salvarla", arengaba Beck a sus seguidores en una intervención radiofónica.
El fundamentalista Limbaugh ha llegado incluso a hablar de racismo invertido y ha usado de ejemplo para acabar con la Administración demócrata un incidente en el que dos estudiantes negros golpearon a un chico blanco en un autobús. Limbaugh reclama "autobuses segregados". "En los Estados Unidos de Obama, los chicos blancos son golpeados y los negritos aplauden", dijo el locutor.
Beck apoya la tesis e informa a su creciente audiencia de que Obama es un racista que profesa "un odio profundamente asentado a los blancos o a la cultura blanca". En la historia moderna de EE UU, nunca antes se había visto un movimiento de protesta de la extrema derecha como el vivido, que incluso llegó a tomar las calles que rodean el Congreso de Washington el mes pasado.
Algo peligroso está pasando y Thomas Friedman compara la actual situación que se vive en EE UU con los meses anteriores a que asesinaran a Isaac Rabin en Israel en 1995. "Ese paralelismo me revuelve el estómago. No tengo problema con las críticas razonables, vengan de la derecha o de la izquierda", escribe Friedman en The New York Times. "Pero la extrema derecha ha comenzado a volcarse en deslegitimar el poder y crear el mismo clima que existió en Israel antes del asesinato de Rabin". (El País, ed. Galicia, Internacional, 05/10/2009, p. 9)
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