Mostrando entradas con la etiqueta Tortura masiva. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Tortura masiva. Mostrar todas las entradas

24/9/24

Por qué los soldados israelíes violan, torturan y masacran... Infundir miedo en el pueblo palestino no es un efecto secundario de las brutales violaciones de los derechos humanos por parte del ejército israelí. Es la estrategia

 "El 25 de octubre, el político israelí Moshe Feiglin declaró a Arutz Sheva-Israel National News que «los musulmanes ya no nos tienen miedo».

Puede parecer extraño que Feiglin considere que el elemento del miedo es fundamental para el bienestar de Israel, si no para su propia supervivencia.

En realidad, el elemento del miedo está directamente vinculado al comportamiento de Israel y es fundamental para su discurso político.

Históricamente, Israel ha llevado a cabo masacres con una estrategia política específica en mente: infundir el miedo deseado para expulsar a los palestinos de su tierra. Deir Yassin, Tantara y las más de 70 masacres documentadas durante la Nakba, o catástrofe palestina, son ejemplos de ello.

Israel también ha utilizado la tortura, la violación y otras formas de agresión sexual para lograr fines similares en el pasado, para obtener información o doblegar la voluntad de los prisioneros.

Expertos afiliados a la ONU afirmaron en un informe publicado el 5 de agosto que «estas prácticas pretenden castigar a los palestinos por resistirse a la ocupación y buscan destruirlos individual y colectivamente».

La actual guerra de Israel en Gaza ha puesto de manifiesto todas estas horribles estrategias de un modo sin precedentes en el pasado, tanto por su aplicación generalizada como por su frecuencia.

En un informe titulado «Bienvenidos al infierno», publicado el 5 de agosto, el grupo israelí de defensa de los derechos humanos B'tselem afirmaba que los «centros de detención de Israel, en los que cada recluso es sometido deliberadamente a un dolor y un sufrimiento duros e implacables, funcionan como campos de tortura de facto».

 Pocos días después, el grupo palestino de defensa de los derechos, Addameer, publicó su propio informe, en el que «documentaba casos de tortura, violencia sexual y trato degradante», junto con los «abusos sistemáticos y violaciones de los derechos humanos cometidos contra detenidos de Gaza».

Si los incidentes de violaciones, agresiones sexuales y otras formas de tortura se marcaran en un mapa, abarcarían una amplia zona geográfica, en Gaza, en Cisjordania y en el propio Israel, sobre todo en el tristemente famoso campo de Sde Teiman.

Teniendo en cuenta el tamaño y la ubicación del ejército israelí, las pruebas bien documentadas de violaciones y torturas demuestran que estas tácticas no están vinculadas a una rama específica del ejército. Esto significa que el ejército israelí utiliza la tortura como una estrategia centralizada.

Tal estrategia se ha asociado a personas como Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional de Israel. Sus agresivas declaraciones, por ejemplo, de que a los prisioneros palestinos habría que «dispararles en la cabeza en lugar de darles más comida», concuerdan perfectamente con sus acciones igualmente violentas: la política de inanición de los prisioneros, la normalización de la tortura y la defensa de la violación.

Pero Ben-Gvir no instituyó estas políticas tortuosas. Son anteriores a él desde hace décadas y se utilizaron contra generaciones de prisioneros palestinos, a los que se conceden pocos derechos en comparación con los consagrados por el derecho internacional, en particular la Cuarta Convención de Ginebra.

Pero, ¿por qué tortura Israel a los palestinos a tan gran escala?

 Las guerras israelíes contra los palestinos se basan en dos elementos: uno material y otro psicológico. El primero se ha manifestado en el genocidio en curso, el asesinato y las heridas de decenas de miles de personas y la casi destrucción de Gaza.

El factor psicológico, sin embargo, pretende quebrar la voluntad del pueblo palestino.

Law for Palestine, un grupo de defensa legal publicó una base de datos de más de 500 instancias de líderes israelíes, incluido el primer ministro Benjamin Netanyahu, incitando al genocidio en Gaza.

La mayoría de estas referencias parecen centrarse en deshumanizar a los palestinos. Por ejemplo, la declaración del 11 de octubre del presidente israelí, Yitzhak Herzog, de que «no hay civiles inocentes en Gaza», formaba parte de la sentencia de muerte colectiva que hacía moralmente justificable el exterminio de los palestinos a ojos de los israelíes.

La ominosa referencia bíblica del propio Netanyahu, en la que pedía a los soldados israelíes que se vengaran de los palestinos, afirmando «Recordad lo que Amalek os ha hecho», fue también un cheque en blanco para el asesinato en masa.

Mientras optaba por no ver a los palestinos como seres humanos, como inocentes, como dignos de vida y seguridad, Israel ha dado carta blanca a su ejército para hacer lo que le pareciera oportuno con esos, en palabras del ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, «animales humanos».

 Las matanzas masivas, el hambre y las violaciones y torturas generalizadas de palestinos son el resultado natural de esta impactante dialéctica. Pero el propósito general de Israel no es simplemente vengarse, aunque esto último ha sido bastante importante para el deseo israelí de recuperación nacional.

Al intentar doblegar la voluntad de los palestinos mediante la tortura, la humillación y la violación, Israel quiere restaurar un tipo diferente de disuasión, que perdió el 7 de octubre.

A falta de restaurar la disuasión militar o estratégica, Tel Aviv apuesta por la disuasión psicológica, como en la restauración del elemento del miedo que se quebró el 7 de octubre.

La violación de prisioneros, la filtración de vídeos de los horrendos actos y la repetición de los mismos actos horrendos forman parte de la estrategia israelí de restaurar el miedo.

Pero Israel fracasará, sencillamente porque los palestinos ya han conseguido demoler la matriz de 76 años de dominación física y tortura mental de Israel.

La guerra israelí contra Gaza ha demostrado ser la más destructiva y sangrienta de todas las guerras israelíes. Sin embargo, la resistencia palestina sigue fortaleciéndose, porque los palestinos no son pasivos, sino participantes activos en la configuración de su propio futuro.

Si la resistencia popular es realmente el proceso de restauración del yo, los palestinos de Gaza están demostrando que, a pesar de su indecible dolor y agonía, están emergiendo como un todo, dispuestos a defender su libertad, cueste lo que cueste."

( Ramzy Baroud, Common Dreams, 16/08/24, traducción DEEPL, enlaces en el original)

14/6/18

El quién es quién del terror en Siria

20, 21, 24, 28, 34, 36, 40, 41, 83, 90, 92, 124 y 126. Yazan Awad repite como un mantra los días en que torturaron su cuerpo. Cuando los guardias de la prisión militar le destrozaron la pierna con un garrote durante seis horas. Cuando le colgaron del techo y le sacudieron con un bate. Cuando le violaron con un Kaláshnikov. El peor de todos fue el día 36.

La cita con Awad y con otros testigos, abogados y demandantes del proceso contra el régimen sirio tiene lugar en Alemania, convertida en la vanguardia de la batalla legal contra el Gobierno de Bachar el Asad. Aquí han recalado cientos de miles de refugiados sirios en los últimos dos años, convertidos a su pesar en las pruebas vivientes de las atrocidades cometidas en las cárceles del régimen. 

Su presencia, junto a miles de fotografías sacadas de Siria y sobre todo gracias a unas leyes que abren la puerta a la justicia universal y a fiscales y policías interesados en investigar han permitido que casos como el suyo avancen y que se haya dictado la primera orden de detención internacional contra un alto cargo del régimen.

A más de mil kilómetros de Berlín, en una habitación fría, cientos de cajas de cartón guardan la otra gran pieza del puzle judicial contra el régimen sirio. Son las pruebas necesarias para sentar a los responsables de las atrocidades en el banquillo. El quién es quién del terror. 

Cientos de miles de documentos que han sido sacados discretamente de Siria en los últimos años y que demuestran quién dio las órdenes de detener y torturar a los que salieron a protestar contra el régimen. Quién diseñó el macabro entramado de torturas, quién ejecutó las órdenes y quién miró para otro lado.

Veteranos de la justicia internacional clasifican y custodian estos kilos de papeles. En una docena de países los documentos alimentan investigaciones contra cargos medios del Gobierno sirio que viven en Europa, pero sobre todo van construyendo el esqueleto de la gran causa judicial contra el régimen sirio, para que la historia de Yugoslavia o de Ruanda no se repita y para que el día en que se constituya un tribunal internacional que juzgue los crímenes sirios, las pruebas no se hayan evaporado ni haya que esperar décadas para empezar a trabajar.

La primera prueba contra el régimen sirio es el relato de las víctimas, personas con cuerpos rotos y ánimo de hierro. Sus testimonios dibujan un retrato preciso y espeluznante del aparato represivo del régimen sirio. Los elementos se repiten de un relato a otro, hasta emerger un patrón de abusos sistemático. La tubería con los cables colgando para dar palizas. 

Los gritos de los torturados de día y de noche. El hacinamiento en celdas atestadas de infecciones. La incertidumbre de no saber si vas a morir o a vivir al día siguiente. Los desaparecidos. Las confesiones bajo violencia. Las víctimas también comparten una desesperada fe en la justicia como arma de supervivencia psicológica.

Awad es un joven corpulento de 30 años, que lleva dos en Alemania. Aquí llegó como los demás refugiados, jugándose de nuevo la vida. En Siria pasó 137 días detenido en el aeropuerto de Al Mezzeh, bajo control de la Fuerza Aérea del Ejército sirio. “Nada más llegar, me pegaron durante seis horas. Nos tumbaban en el suelo y nos pegaban con tuberías. Nos golpeaban en la planta de los pies. Después me llevaron a una celda con 180 personas. El dolor era terrible. No podía ir al baño. Dos personas me tenían que arrastrar”.

Awad continúa como si fuera incapaz de poner freno a sus recuerdos. “Pegaban como locos. Con las botas en la cabeza, con la culata del Kaláshnikov. Me metieron el AK-47 por el culo y estuve casi dos meses sin comer. Decir que querías ir al médico era peligroso; de cada diez que iban, solo uno volvía con vida. Nos daban 10 segundos para ir al baño. En ese tiempo, tenías que beber, curarte las heridas, ir al retrete y hacer las abluciones”.

El día 36 fue el más largo. Awad cuenta el calvario al que fue sometido:

“Me dijeron que me iban a matar. Todavía colgando del techo, me metieron una pistola en la boca y me pidieron que recitara la shahada [la declaración de fe islámica]. No podía dejar de tartamudear y tardé más de 15 minutos. Alguien disparó. Habían cortado la cuerda y estaba en el suelo. Creí que me habían matado. Me quitaron la venda de los ojos y salí corriendo tras ellos. Necesitaba ver sus caras para poder explicarle a Dios quiénes eran el día del juicio final”.

Hasta entonces Awad había sido un tipo normal. El 29 de abril de 2011 participó en su primera manifestación contra el régimen. La revolución tunecina se había cobrado la cabeza del dictador Ben Ali y en Egipto, Hosni Mubarak también había caído. Lo imposible de repente empezó a parecer posible, también en Siria. 

Las fotos de los niños de Deraa, a los que les arrancaron las uñas por hacer unas pintadas críticas contra el régimen hicieron saltar la chispa. También en la cabeza de Awad: “Cuando vi las fotos de aquellos niños decidí oponerme al régimen”. Tras la primera manifestación vinieron más, y después, la ayuda a los manifestantes que huían de otras ciudades. Más tarde se sumó a los médicos clandestinos para trasladar heridos a hospitales secretos.

Todo aquello forma parte de un pasado repleto de ilusión y esperanza del que no queda ni rastro. La guerra en Siria va por su octavo año, ha acabado con la vida de unas 400.000 personas y ha obligado al desplazamiento de once millones, cerca de la mitad de su población. Y tal vez lo peor, no hay en el horizonte una solución política capaz de poner fin a un conflicto que no deja de enquistarse. Awad también es otra persona, pero aún sueña.

 “Mis amigos están todavía en la cárcel y les prometí que les sacaría. Mi sueño es hablar ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En 2012 pararon las torturas durante dos semanas, pudimos dormir porque no oíamos gritos y nos dieron comida solo porque existía la posibilidad de que fueran a venir inspectores de la ONU a la cárcel. Fueron dos semanas increíbles: el paraíso en el infierno".

Al llegar a Alemania, Awad se topó en Internet con Anwar al Bunni, un conocido abogado sirio que ahora también vive aquí. A Awad se le ensanchó de repente el horizonte de su vida: “Había llegado mi momento”.

Al Bunni es un tipo menudo cuya eterna sonrisa esconde un pasado y un presente terrorífico. Es un abogado sirio y el alma de este caso, junto a su colega Mazen Darwish y apoyados por el Centro europeo para los derechos humanos y constitucionales (ECCHR, por su siglas en inglés), una ONG alemana que se dedica a lo que ellos llaman “el litigio estratégico”.

 Juntos se han propuesto ver entre rejas a los torturadores del régimen sirio. En total, cuatro denuncias penales se encuentran ya en la Fiscalía General, junto a decenas miles de imágenes de torturas sacadas de Siria.

Hay países como Suecia, Noruega o Austria que también permiten la aplicación de la justicia universal, pero el caso alemán, permite, la ley permite una amplia interpretación para llevar a cabo los llamados “procesos estructurales”, en los que se trata de recabar evidencias más allá de casos concretos. Hay además un departamento de fiscales y de la policía criminal que tienen interés en estos casos. Hace dos años por ejemplo, la fiscalía ya emitió una orden de detención internacional contra un miembro del ISIS por crímenes de guerra cometidos contra los yazidíes.

La Fiscalía ha escuchado a los testigos y esta semana ha trascendido que ha dictado una orden de detención internacional contra Jamil Hassan, director de la temida Inteligencia militar aérea y estrecho colaborador de Bachar el Asad.

En Damasco, Al Bunni era un conocido defensor de presos políticos y cuando llegó a Europa, en seguida se corrió la voz entre la comunidad de la diáspora. Sus redes sociales, el Whatsapp y el Skype, se empezaron a llenar de compatriotas que como Awad le querían contar lo que les había pasado. En poco tiempo logró tejer una tupida red de testimonios que se extiende por toda Europa. 

En un despacho vacío al norte de Berlín, con una banderita siria como único ornamento, Al Bunni detalla los pormenores del caso: “Estamos preparando testigos en Noruega y también en Estocolmo. En Francia hay un caso abierto por dos víctimas con nacionalidad francesa…”. En total, trabajan juntos cinco abogados sirios en Berlín y otros 30 repartidos por toda Europa. Explica que uno de sus 27 demandados es Bachar el Assad.

La familia Al Bunni tiene pedigrí opositor. Entre él, sus tres hermanos y su hermana han pasado 75 años en la cárcel. En Damasco, el abogado dirigía un conocido centro de derechos humanos, convertido en una referencia para diplomáticos occidentales. Acusado de querer debilitar a la nación y de complicidad con organismos internacionales, estuvo en la cárcel entre 2006 y 2011, donde asegura que intentaron matarle dos veces.

Estando preso, estalló la revolución. Al salir, Alemania –cuya asociación de jueces había premiado con anterioridad su trabajo– se ofreció a sacarle de Siria. Pero en Siria había mucho trabajo por hacer. Había que defender a los manifestantes que acababan detenidos sin garantías judiciales. 

Al Bunni aguantó hasta 2014, cuando el Gobierno emitió dos órdenes de detención en su contra. Ya no se trataba de estar fuera o dentro de la cárcel, si no de vida o muerte. Había llegado el momento de comprobar si la oferta alemana seguía vigente. Huyó con su mujer e hijos cruzando las montañas.
Prometo que les llevaré a la cárcel, muerto o vivo: esa gente no puede ser parte de la transición política
ANWAR AL BUNNI
Al Bunni es otra de esas personas que te puedes cruzar en el supermercado en Alemania sin sospechar que vive una vida que poco tiene que ver con la de la mayoría. “Sabemos que hay más de 60 personas del régimen en Europa, pero no les tengo miedo”. Él lo tiene todo pensado:

 “Ellos deberían temerme a mí. Me conocen de la cárcel. Todos los días me interrogaban y saben que solo si me matan podrán callarme. Si me matan en Alemania, será fácil incriminarles, irán a la cárcel y habré cumplido mi objetivo”.

 Ríe. “Prometo que les llevaré a la cárcel, muerto o vivo: esa gente no puede ser parte de la transición política siria”.

El abogado está convencido de que Europa también se juega mucho en esta batalla. “Si dejamos al régimen de El Asad impune, equivaldría a dar vía libre a todos los dictadores del mundo. Si la ley internacional colapsa, ¿qué va a ser de nuestras sociedades?”, se pregunta.

Al Bunni también utiliza su red de contactos en la diáspora para detectar a criminales que vienen a Europa como refugiados. Puede ser gente del régimen, pero también gente del Estado Islámico, de Al Nusra... “Sabemos que más de 1.060 personas que llegaron como refugiados han cometido crímenes. Tenemos mucho material para probarlo”.

La unidad de crímenes de guerra de la policía criminal alemana (ZBKV) también participa en este proceso. Una portavoz explica que revisan de forma sistemática las entradas de personas procedentes de Siria e Iraq desde 2015, cuando se produjo el gran pico de llegadas de demandantes de asilo. 

Han recibido más de 4.300 informaciones relacionadas con posibles violaciones del código contra de derecho internacional (genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra). Los casos concretos de potenciales sospechosos, los enviamos a la Fiscalía General alemana”.

Entre la documentación que se encuentra ya en la Fiscalía alemana hay un informe crucial para la causa. Se trata de un paquete de 26.948 fotografías. Cerca de la mitad de ellas muestran los cuerpos sin vida de detenidos por el régimen sirio. Se conocen por el seudónimo del informante que las sacó de Siria: César.

César era fotógrafo en la policía militar. Entre 2011 y 2013 su trabajo fue retratar a los cadáveres que llegaban de los distintos centros de detención a dos hospitales: el Hospital Militar 601 y el Hospital Militar de Tishreen. Las fotos del Informe César (Caesar Files) son imágenes minuciosas, profesionales, de alta calidad, a todo color. Documentan el terror. En ellas aparecen miles de cadáveres famélicos, desnudos y torturados. Las publicamos tratadas dada la crudeza de su contenido.

Estas imágenes han servido para que muchas familias identifiquen en ellas a sus seres queridos, detenidos o desaparecidos, de los que hacía años que no tenían noticias. Sirven como prueba. En España, la Audiencia Nacional inició en marzo de 2017 el primer procedimiento contra las torturas y ejecuciones del régimen de El Asad cuando la española de origen sirio Amal Hag-Hamdo Anfalis reconoció a su hermano muerto entre las fotografías de César. Sin embargo, el propio tribunal revocó la admisión de la querella unos meses después al creer que España no tiene jurisdicción para investigar estos crímenes.

Las imágenes prueban el patrón de abusos sistemáticos, la cruel cotidianidad y las condiciones infrahumanas de las prisiones sirias. La mayoría de los cadáveres aparecen demacrados y esqueléticos. Piel y huesos. Las costillas, clavículas y caderas marcadas. También se identifican infecciones en la piel, llagas y claros signos de haber sido torturados: marcas de estrangulamiento, ataduras, quemaduras, golpes, laceraciones, traumatismos, dientes destrozados, ojos reventados, sangre seca…

Anmistía Internacional eleva al menos a 17.723 las víctimas mortales de los centros de detención. La organización de derechos humanos describe un amplio catálogo de torturas que además considera que son la norma. “Desde que estallaron las protestas pacíficas en 2011, el Gobierno sirio ha lanzado una campaña para detenciones y desapariciones forzosas. Miles de personas han sido torturadas y maltratadas, muchas de las cuales han muerto durante la detención y decenas de miles han desaparecido.

 Los principales objetivos del régimen han sido activistas, defensores de derechos humanos, periodistas, médicos y trabajadores humanitarios”, escribe Amnistía en su último informe.

Las fotos del Informe César contienen más información de la que podría parecer a primera vista. Junto a cada cadáver, hay un papel con tres cifras: identifican el centro de detención del que llegó la víctima, el número de detenido que allí le asignaron y el que le asignó el forense al cadáver.

Estos libros son la contabilidad de los muertos. Los informes de los forenses, que también filtró César, indican dónde estaban detenidas las víctimas –en este ejemplo en la unidad 215 apodada “la prisión de la muerte” – y a qué morgue fueron trasladadas: el hospital militar 601 de Damasco.

En el hospital 601 llegó a haber tantos cadáveres que no cabían en las cámaras refrigeradas de la morgue. Entonces empezaron a almacenarlos en los garajes que servían para reparar los vehículos militares averiados.

Si el GPS de la cámara estaba activado, los metadatos de las fotografías del Informe César permiten comprobar dónde y cuándo fueron tomadas y las instituciones implicadas en el horror. La organización Human Rights Watch publicó en 2015 un exhaustivo dossier titulado Si los muertos hablasen, en el que expertos forenses analizaban las imágenes y geolocalizaban varias de ellas.  Desde cada una de estas fotos, la tecnología permite hacer un viaje siniestro al lugar y a la fecha de los hechos. Es este:

En septiembre de 2017, el Caesar Files Group, junto con ECCHR, presentó una querella criminal ante la Fiscalía General en Karlsruhe contra algunos responsables de los servicios de inteligencia y la policía militar, utilizando las imágenes como prueba.

Preguntada por este diario, la Fiscalía General alemana explica que no pueden dar detalles de la marcha de las investigaciones, pero en un correo electrónico confirman que “en relación con la guerra civil y los crímenes de guerra en Siria, en particular los cometidos también por el régimen sirio, estamos llevando a cabo un proceso estructural. Estamos analizando los llamados archivos César, que muestran la crueldad del régimen de El Asad. Muestran numerosos cadáveres con signos de distintos tipos de tortura. […] 

Tenemos estas imágenes desde 2016 y un instituto forense las está analizando. En este contexto se trata de identificar a los cadáveres y de establecer la causa de su muerte. Las investigaciones siguen su marcha”. Respecto a la orden de detención internacional contra Jamil Hassan, que desveló Der Spiegel y que confirman los abogados, la Fiscalía no la desmiente, pero tampoco lo confirma oficialmente, como suele hacer en estos casos.

Ibrahim Alkasem, un abogado sirio que representa al Caesar Files Group accede a encontrarse con este diario bajo condición de que no se desvele en qué país vive, ni dónde transcurre la entrevista. “Desde 2011 recogemos papeles, testimonios de víctimas, documentos de las transferencias de una cárcel a otra, vídeos”, explica.

 “Las imágenes muestran claramente que ha habido torturas con métodos sistemáticos y que los perpetradores siguen un patrón e instrucciones concretas. Los archivos del Informe César son solo una parte de esas evidencias”, apunta el abogado que también recopila documentos oficiales que muestran cómo opera la cadena de mando del régimen sirio.

De momento, la batalla legal se centra en Alemania, aunque también se han abierto casos de menor envergadura en España, Austria, Suecia y Francia. Pero más allá de juicios más o menos simbólicos in absentia, la batalla se juega a corto, medio y también largo plazo. 

“La justicia alemana ha comprendido que es importante guardar pruebas para luego poder abrir casos específicos, que es un trabajo que no pueden hacer solo las ONG y esa es una novedad muy importante”, explica Julia Geneuss, experta en justicia universal de la Universidad de Hamburgo. “Al principio Alemania era muy cautelosa con los casos de justicia universal, pero se ha dado cuenta de que lo importante no es tanto un juicio concreto que se celebre aquí como que las pruebas se puedan utilizar más adelante en tribunales internacionales”. 

Geneuss sostiene que Alemania es el país europeo con una interpretación de la justicia universal más amplia, donde se puede iniciar un proceso sin que por ejemplo haya víctimas alemanas como sucede en otros países de la UE.

Muy lejos de allí, en otra ciudad europea, que de momento también debe permanecer en secreto, la Comisión para la Justicia Internacional y la Responsabilidad (CIJA) clasifica con mimo las pruebas documentales de los abusos. Repartidos por Europa y Oriente Próximo, 145 expertos legales han recopilado ya 800.000 páginas.

Su experiencia en Yugoslavia, Camboya o Ruanda les ha hecho darse cuenta de que para montar un proceso contra un régimen no basta con el relato de las víctimas. Resulta imprescindible disponer de pruebas del organigrama jerárquico del terror. 

Pruebas que documenten quién es quién y qué puesto ocupaba en qué momento y qué conocimiento y responsabilidad tenía en lo que estaba pasando.
Esos fardos de papeles han ido saliendo de Siria en los últimos años gracias a una compleja operación logística:

Personas contadas tienen acceso a este depósito del terror controlado por una cámara de seguridad. Antes de entrar, hay que firmar un documento con la hora de entrada y la de salida. Dentro, 265 cajas marrones, todas idénticas guardan carpetas etiquetadas con códigos de barras y con papeles que son la llave de la justicia en Siria.

 En uno de ellos por ejemplo, rubricado en la oficina de Seguridad Nacional, aparece una lista de categorías de personas a las que se ordena detener: manifestantes, organizadores de protestas, personas que tengan contacto con periodistas extranjeros… “Límpiense todos los sectores de estas personas”, reza el documento

En otro, se pide que los resultados que los nuevos nombres que emanen de interrogatorios se envíen de vuelta a la oficina de Seguridad Nacional. Hay también notas tomadas durante los interrogatorios.

Nerma Jelacic, subdirectora de CIJA con una dilatada experiencia en el tribunal de Yugoslavia, explica que “no basta con un papel con la firma de alguien, hay que tener todo el conjunto de documentos al que pertenece ese papel para demostrar su autenticidad, porque si no, son pruebas muy fáciles de derribar en un proceso judicial”.

Jelacic cuenta que en el caso de la guerra de Bosnia, el tribunal se formó en 1993, dos años antes de la matanza de Srebrenica, pero no fue hasta siete años después cuando se pudo llevar a los responsables ante la justicia. Para Jelacic, uno de los problemas fue la falta de evidencias que pudieran probar que personas como Mladic estaban al corriente de lo que sucedía

La idea es hacer acopio de las pruebas en pleno conflicto. No se puede esperar a que acabe la guerra, porque entonces será demasiado tarde. “Parte de los lugares en los que rescatamos esos documentos han sido reconquistados por el régimen y ahora ya no sería posible recuperarlos”, explica Chris Engels, director de investigaciones y operaciones de CIJA, quien asegura que nunca se han guardado tantos documentos mientras hay una guerra activa.

 “La evidencia de torturas es enorme. Hay miles de relatos que son muy similares, las mismas preguntas, los mismos métodos de tortura…”. En CIJA trabajan también con evidencias de crímenes cometidos por los grupos opositores.

“Lo que estamos haciendo es muy revolucionario. Hemos completado ya 10 casos, siete de ellos de altos cargos del régimen, ahora lo que nos falta es un tribunal que pueda juzgarlos. Hace falta voluntad política y de momento no la hay. Pero la habrá y para entonces, tendremos todas las pruebas preparadas”, explica Jelacic.

Los papeles servirán para un macro caso de justicia internacional el día que China y Rusia dejen de boicotear una investigación de crímenes de guerra en Siria. Pero a la vez, esas pruebas sirven para armar casos judiciales en tiempo real. Cada vez hay más perpetradores que viven en Europa y que han ido llegando camuflados como refugiados. CIJA proporciona pruebas a una docena de países que trabajan para llevar a juicio a sospechosos, muchos cargos intermedios, que sí están en Europa

A finales de 2016, la asamblea general de Naciones Unidas creó un Mecanismo para la Investigación Independiente en Siria dedicado a preservar y analizar evidencias de crímenes y violaciones del derecho internacional y a preparar dosieres judiciales de apoyo a los casos que se abran en los tribunales nacionales.

De momento, la batalla legal contra Al Asad se centra en Alemania, aunque también se han abierto casos de menor envergadura en España, Austria, Suecia y Francia.

Wolfgang Kaleck es el fundador del ECCHR, que ha logrado que se emita la orden de detención internacional contra Hassan. Kaleck cree que hay una “ola de jurisdicción universal” en Alemania y en el norte de Europa, y aunque no piensa que los responsables vayan a caer de un día para otro, considera muy necesario que se dicten órdenes de detención internacional. 

 “Si una corte superior de justicia alemana está investigando crímenes en Siria y señala como máximos responsables al régimen de El Asad, eso tiene mucha fuerza”, afirma Kaleck.

“Los responsables no van a poder ser juzgados in absentia, pero las órdenes de detención internacionales envían el mensaje a los perpetradores que los crímenes no quedan impunes”, corrobora María Elena Vignoli, experta en justicia internacional de Human Rights Watch.

Por eso, para muchos refugiados sirios, la justicia alemana es ahora su única esperanza. Maryam Alhallak es una de ellos, en 2012 se llevaron a su hijo...

 Maryam Alhallak testificó ante la Fiscalía el pasado julio. Contó cómo consiguió confirmar que su hijo había muerto cuando le vio en una imagen del Informe César. Antes, en Damasco, había pasado tres años buscando su cuerpo sin éxito, llamando a todas las puertas posibles de la burocracia siria.

 “El Gobierno me buscaba y me quería detener. Iba a preguntar a todos los oficiales y por eso me perseguían y me echaron de mi casa”, cuenta. Una madre coraje a la que nadie quería escuchar. La Fiscalía alemana sí ha querido oír su historia, que es la de su hijo, supervisor en la facultad de Odontología.

 “No había ninguna acusación contra él”, continúa la madre. Se le corta la voz. Respira, coge fuerzas y sigue. “Tengo mucha esperanza”, dice sobre la causa abierta en Alemania. “Lo único que nos queda es la justicia”."              (Ana Carbajosa, El País, 09/06/18)

10/9/13

Pedro Barrientos mató a Victor Jara jugando a la ruleta rusa

"Esta semana la familia del fallecido cantautor Víctor Jara presentó en Estados Unidos una demanda civil contra el ex teniente del ejército chileno Pedro Barrientos Núñez, imputado como el principal asesino del artista. 

Como señala The New York Times, la fundación que lleva el nombre de Victor Jara, interpuso una demanda directamente en un tribunal federal en Jacksonville, Florida, donde reside Barrientos desde 1989, quien ya fue notificado de esta acción judicial.

The New York Times recuerda que Víctor Jara fue un consumado director teatral y compositor musical de emotivas canciones, que fue detenido junto a cientos de estudiantes y trabajadores de la Universidad Técnica del Estado (hoy Universidad de Santiago de Chile, Usach), al día siguiente del 11 de septiembre de 1973, que dio inicio a los 17 años de la brutal dictadura de Pinochet. 

 Los detenidos fueros trasladados al Estado Chile (hoy Estadio Víctor Jara) donde fueron torturados y masacrados. José Paredes, uno de los soldados testigo de la ejecución de Víctor Jara describió en una declaración legal como fueron los hechos:
"El teniente Pedro Barrientos decidió jugar a la ruleta rusa, así que sacó su arma, se acercó a Víctor Jara, que estaba de pié, con las manos esposadas a la espalda, hizo girar el cilindro de la pistola y lo puso contra la parte posterior de su cuello y disparó. El arma se disparó y Víctor Jara cayó al suelo. Tras ésto, los otros oficiales también dispararon", señala Paredes.
Tras estos brutales hechos, el cuerpo de Víctor Jara fue arrojado a la calle junto a otras cuatro víctimas, en las cercanías del Instituto Médico Legal. El análisis forense determinó que tenía 44 impactos de bala.

 Y en Chile, tras 40 años de este horrendo crimen, aún no se hace justicia ni se pide perdón. Toda la información que se ha logrado obtener de esta muerte ha sido recogida por la familia de Victor, gracias al gran esfuerzo de su viuda, Joan Jara.(...)

El teniente Pedro Barrientos Nuñez tenía 24 años en 1973 y la impunidad de su crimen demuestra el poderoso cerco de protección que tendió la dictadura a sus principales asesinos."           (Jaque al neoliberalismo, 08/09/2013)

8/9/09

La ocupación india de Cachemira, la tortura... causa la locura

"El doctor B. B. (prefiere que ocultemos su nombre) es un psiquiatra de 31 años que trabaja en Srinagar, la capital de verano, en la que nos encontramos, para la organización Médicos Sin Fronteras (MSF).

-Antes de 1989 -dice-, el número de pacientes psiquiátricos era de seis mil al año. En el último año se han visto cien mil.

-¿Y a qué se debe tal aumento?

-Al conflicto político. (...)

De acuerdo con un informe de Médicos Sin Fronteras basado en 510 entrevistas llevadas a cabo en dos áreas rurales (Kapwara y Bagdam), entre 1989 y 2005 fueron frecuentes los allanamientos de morada, los cacheos, los registros de poblaciones enteras en los que los habitantes eran congregados en la plaza del pueblo. Los daños a la propiedad y el incendio de casas eran normales.

El 73,3% de los entrevistados manifestó haber presenciado abusos físicos y psicológicos, así como humillaciones y amenazas, mientras que el 44,1% los había vivido. Durante ese periodo, siempre según el informe de MSF, una de cada seis personas había sido detenida legal o ilegalmente (no hay frontera entre una cosa y otra). El 76% de los detenidos manifestó haber sido torturado durante la detención.

El reflejo de esta conflictividad es, en la salud mental, demoledor. Al estrés postraumático, la estrella de los cuadros sintomáticos, le siguen los desórdenes de ansiedad, las depresiones y la adicción a las drogas (cannabis, opio y hasta alcohol, lo que llama la atención tratándose de una población mayoritariamente musulmana). Han subido también los niveles de violencia doméstica y de agresiones sexuales.

"Podemos afirmar sin ningún matiz", dice el doctor B. B., "que se trata de una sociedad desestructurada, enferma. Hay dentro de las personas una gran furia que ignoran cómo manejar. El cachemir no era violento y es violento, no era arrogante y es arrogante. Aunque yo mismo no he vivido el trauma de la guerra directamente, soy víctima de él porque me siento frustrado. Cuando salgo de Cachemira y me comparo con quienes me rodean, al tomar distancia, me doy cuenta del tamaño de mi trauma. Hasta la hospitalidad, que era un rasgo característico de nuestra cultura, se está perdiendo". (...)

"El conflicto", insiste B. B. mientras nos muestra las instalaciones, "ha creado un desorden mental que contamina la vida cotidiana de los cachemires. Aquí, en el día a día, es normal que la policía detenga a alguien y que desaparezca o aparezca al día siguiente en unas condiciones tales que tenga que ser hospitalizado. Mis cuatro primos, hermanos entre sí, fueron un día acorralados y golpeados por el Ejército delante de su anciano padre.

Luego se los llevaron al centro de interrogatorios, donde permanecieron tres meses. Los colocaron, junto a otros cuarenta o cincuenta detenidos, en un lugar donde apenas cabían y que no tenía calefacción, aunque estaban en invierno. La rutina diaria consistía en introducirlos en un tanque de agua hasta que casi se asfixiaban. Les echaban pimienta en los ojos; los dejaban desnudos delante de los otros, para humillarlos; los amarraban de los pies y los colgaban boca abajo, introduciéndolos en tanques con agua. A uno de mis primos le aplicaron corrientes eléctricas en el pene. A los tres meses los soltaron sin ninguna acusación. Ninguno de ellos tenía relación alguna con actividades políticas". (...)

Cuando le preguntamos por qué un conflicto tan cruel merece tan poca atención por parte de la prensa internacional, utiliza los dedos de la mano izquierda, a modo de las cuentas de un ábaco, para enumerarlas.

"Primero: este conflicto es de los más largos del mundo. Segundo: la imagen que la India tiene en Occidente es la de un país de Gandhis, como si aquí no fuera posible la violencia. Tercero: ha habido tres guerras entre Pakistán y la India por Cachemira, pero ahora se ha reducido a un conflicto musulmán, lo que ha empeorado su imagen. Cuarto: todo el mundo tiene miedo a la independencia de Cachemira porque está rodeada de cinco países, todos con intereses en la región. Quinto: la imagen exterior de la India, que es la de una democracia, no favorece la resolución del conflicto. Si la causa del Tíbet recibe tanta atención mediática, es porque detrás está China, que se percibe como un país no democrático".

A lo largo de la conversación aparecen otras causas. Cachemira tiene, por ejemplo, unos recursos hídricos excepcionales (el 35% de la electricidad del norte de la India se genera aquí), lo que significa que si el cambio climático fuera a peor, iría a peor también el conflicto. En todo caso, Parvez está seguro de que los conflictos internacionales que no llaman la atención en Europa no se resuelven nunca, de ahí su interés por esta entrevista.

Perdida la confianza en la justicia india, sólo les queda el recurso a la publicidad y a los tribunales internacionales, a los que están derivando todas las causas pendientes." (Juan José Millás: Infierno en tierra de dioses. El País Semanal, 06/09/2009, p. 42 y ss.)

3/7/09

Militares israelíes rompen su silencio para denunciar el maltrato que sufren los palestinos



"Tomamos el colegio y detuvimos a cualquier persona entre los 17 y los 50 años. Todos vinieron maniatados y con los ojos vendados. Cuando pedían ir al servicio, los soldados los llevaban y los golpeaban sin ninguna razón que justificara esas palizas. Muchos fueron detenidos para recabar información para los servicios de seguridad, no porque hubieran hecho algo. En general, a la gente se la mantuvo sentada durante 10 horas al sol. Se les daba agua de vez en cuando. Los soldados pasan 10 horas de pie, aburridos, así que golpean a la gente. Tal vez es su única satisfacción".

Sucedió en Hares, un pueblo del norte de la Cisjordania ocupada en marzo pasado.

El diálogo entre el soldado que prestó este testimonio y un activista de Breaking the Silence, una combativa ONG israelí, prosigue:

-Hay soldados que piensan que las esposas de nailon son para inmovilizar y para impedir que la sangre llegue a los dedos. Se ponen azules.

-¿Cuánto tiempo pasaron así?

-Siete horas. Al final, tras quejas y lloros, el comandante ordenó que aflojaran las esposas.

-¿Participó el batallón entero?

-Sí.

-¿Comenzó la operación de día?

-Por la noche. Trajeron al conserje del colegio a las tres de la madrugada y abrió las clases.

-¿Con qué criterio detuvieron a la gente?

-A partir de los 17 años. Pero había chicos de 14 años. Eran unos 150. La mayoría, en pijama.

-¿Viste otros incidentes?

-Muchos reservistas participaron y celebraron las humillaciones, insultos, tirones de pelo, patadas y bofetadas. Era la norma. Lo que sucedió en los servicios, lo que llamamos el baile de los demonios, fue lo más extremo.

Un grupo de judíos, varios de ellos ex suboficiales y fervientes creyentes, pelean a brazo partido para dar a conocer lo que tantos en Israel saben, pero que muy pocos osan contar. (...)

Es el caso de otro uniformado. D., cabo de 19 años de la Brigada Kfir, la más implicada en los desmanes en Cisjordania. D. no aguantó más después de la redada en Hares, el 26 de marzo. Describió a sus superiores el comportamiento de muchos compañeros y se negó a prestar ciertos servicios en Cisjordania. Fue condenado a 30 días de prisión. "La opinión común entre los soldados del batallón Haruv", acusa D., "es que los árabes son animales salvajes que deben ser destruidos". (...)

Las operaciones de la Brigada Kfir -en la que sirven cientos de jóvenes de la extrema derecha nacionalista y religiosa- son constantes en Cisjordania. A veces acompañan a los colonos en sus asaltos a pueblos palestinos. Muchos soldados son a su vez colonos de esta brigada que dispone de información precisa recabada de chivatos palestinos -son legión- y mediante operaciones destinadas a conocer hasta el último rincón de un pueblo. Lo llaman mapeo.

Habla un sargento de la brigada: "Entramos en una casa. Reunimos a la familia en una habitación y ordenamos a un guardia que los encañone... Se fotografía todo, se inspecciona lo que hay en la vivienda y se pasa la información a los servicios de seguridad. Pero lo que conmociona es que los hay que roban". Con frecuencia se cae en la violencia gratuita.

"Yo", agrega el sargento, "no lo he hecho, pero mis amigos sí me hablan del vandalismo". Y de destrozos del mobiliario de viviendas con madres y niños presentes, de humillaciones a minusválidos. "Cuando me alisté estaba muy motivado. Entrené, y ya prestando servicio vi a la gente comportarse como animales... Como si fueran dioses", explica, muy pesimista sobre las posibilidades de cambiar la situación. "Para los soldados, árabe es sinónimo de terrorista. Así es como han sido educados".

Los soldados disfrutan de una posición de superioridad abrumadora. Armados hasta los dientes frente a una temerosa población local que desea pasar el trámite en el control militar de turno lo antes posible, aunque las dilaciones deliberadas son habituales. Lo explica el citado sargento: "Cuando tienes un arma y pides algo a un palestino le estás forzando. Tiene miedo. El árabe puede decirnos: 'Sí, toma, no hay problema'. Sabe que puedes perseguirle si dice una palabra fuera de lugar".

"Recuerdo", dice el suboficial, "mi primera vez en un control militar. Vino un grupo de reservistas para enseñarnos. Uno de ellos vio un taxi repleto de gente. Salieron [los palestinos] del taxi y comenzaron a pedirles las identificaciones y a buscar en las bolsas. Uno encontró una camiseta original del Real Madrid, y me preguntó si la quería. Si hubiera querido me la habría quedado". (El País, Domingo, 28/06/2009, p. 9)

15/5/09

Psiquiatría del horror. El doctor Sehwail ayuda desde hace veinte años a palestinos víctimas de la ocupación o la tortura

"Los ojos vendados. Una oscura celda que parece una tumba. La palestina Sawson Dawod permaneció dos años encerrada en una cárcel israelí cuando tenía 14. Sus recuerdos están hechos de golpes, grilletes y botas de soldados.

Su historia no es única. El doctor Mahmud Sehwail, fundador y director del Centro de Tratamiento y Rehabilitación para Víctimas de la Tortura (TRC) de Ramallah, se enfrenta cada año a miles de casos como el de Sawson. "Más del 40% de los hombres palestinos ha sido detenido al menos una vez, y el 70% de los niños presencia violencia o la padece. El daño psicológico sufrido por la población palestina es muy grande. Es una población traumatizada en masa", explica Sehwail, que mantiene en pie el centro desde 1997 a pesar de las dificultades económicas a las que se enfrenta.

Sawson, la chica palestina, continúa con su relato: "Me insultaron y golpearon. Tras una huelga de hambre, un enfermero que tenía que atenderme también me golpeó. Me interrogaron esposada, con grilletes en los pies y los ojos vendados. Había varios interrogadores, y el interrogatorio se alargó durante horas. Permanecí 20 días incomunicada, sin abogado, sin derecho a llamadas y sin atención médica, en una húmeda y oscura celda. Nadie podía oír mis gritos". Todavía no sabe cuáles eran los cargos que había contra ella. Lo único que había hecho, según cuenta, es echar a correr al oír disparos en un control militar en Hebrón. "En la cárcel conocí a personas que habían sufrido abusos sexuales y veía cómo mujeres embarazadas daban a luz esposadas. Algunas murieron en el parto". (...)

Según explica un profesor de historia de la Universidad de Belén, "hay unos 11.000 palestinos en cárceles israelíes; no se conocen los nombres de muchos ni sus causas, pero sabemos que no pocos han sufrido el sabaj (colgar al interrogado, desnudo, con los brazos a la espalda o sobre la cabeza)". (...)

"Yo he conocido a las familias de suicidas", dice Mahmud Sehwail, "y en muchos casos no hay motivo religioso ni político. La frustración y la desesperación son las verdaderas causas del suicidio. Hace unos años me invitaron a un programa de radio. Un hombre llamó diciendo que sus hijos presenciaron cómo un soldado israelí mató a su madre. El hombre pidió ayuda psicológica. Un mes más tarde supimos que aquel hombre se había volado a sí mismo en Israel, matando a varias personas. No pudo manejar sus problemas".

El doctor Sehwail no es optimista; reclama ayuda internacional. "La ocupación, el empobrecimiento de los palestinos, las humillaciones y la violencia deben terminar, y hay que derribar el muro que nos ha encerrado en una cárcel. Sin esto no habrá paz jamás. Y creo que conseguir la paz no es una responsabilidad local, es una responsabilidad internacional". Hace suyas las palabras de Gandhi: "Me opongo a la violencia porque cuando parece causar el bien se trata sólo de algo temporal, el mal que causa es permanente". (El País, Domingo, 01/02/2009, p. 10)