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24/11/21

La película sobre la ocupación que nadie quiere exhibir en Israel... “Si quieres montar tu propia ocupación militar, aquí tenemos muchas ideas que ofrecerte”... como obligar a un niño a retirar una bandera palestina plantada en lo alto de una torre de una línea eléctrica

 "Avi Mograbi ya no es profeta en Israel, su tierra de profetas. El veterano cineasta ha presentado este domingo en el Festival Internacional de Cine de Gijón The First 54 Years. An Abbreviated Manual for Military Occupation (Los primeros 54 años. Un manual abreviado de la ocupación militar), un documental que entremezcla testimonios de exsoldados israelíes sobre sus misiones en los territorios palestinos con crudas imágenes de archivo de más de medio siglo de sometimiento militar. 

 Salvo unos pocos pases en las filmotecas de Jerusalén y Tel Aviv, nadie ha querido mostrarlo en Israel. Ni las salas comerciales, ni las televisiones en abierto, ni los canales de documentales de las plataformas por cable, ni los festivales de cine locales.

 “Fuera, el filme está teniendo bastante éxito”, resalta Mograbi, de 65 años, en su piso en el corazón del distrito de estilo Bauhaus de Tel Aviv. “Acabo de volver de una gira por la Costa Este de Estados Unidos. El documental se ha exhibido antes en la Berlinale y en el festival de Nueva York; en Suiza, Portugal, Alemania, Austria... y también en Japón, Australia o India...”, detalla con una mueca de frustración el cineasta, ataviado con el peculiar desaliño de los israelíes. En la pared del salón de la casa, un raído mapa de Israel de su época escolar, en los primeros años sesenta del siglo pasado, muestra Cisjordania y la franja Gaza como países vecinos.

“Aquí solo han podido verse unos pocos pases del documental en las filmotecas de Jerusalén y Tel Aviv”, puntualiza el director, bien conocido en su país por polémicos filmes –entre ellos el documental Cómo aprendí a superar mi miedo y amé a Ariel Sharon (1997)– que fueron estrenados en cines y emitidos en televisión. El cineasta aparece en su última película como un maquiavélico presentador –”emulando el humor negro de los chistes que los mismos judíos hacen sobre el Holocausto”–, para describir las “ventajas de la ocupación”. Lo ha producido la compañía francesa Les Films d´Ici, con la que Mograbi colabora desde hace 25 años. “No es filantropía”, precisa, “el canal Arte está detrás de la financiación”.

 La evolución de la obra cinematográfica de Mograbi discurre en paralelo al vuelco político experimentado en Israel en las tres últimas décadas. “La izquierda israelí era muy fuerte (en 1992 logró la victoria electoral con un 45% de los votos antes de impulsar los Acuerdos de Oslo con los palestinos) y ahora está bajo mínimos, integrada en minoría (apenas suma un 10% de los sufragios) en un Gobierno compartido con ultraconservadores y centristas. Lo único importante que ha hecho ha sido apartar del poder a Benjamín Netanyahu”, opina, sin abandonar el tono cáustico.

“Al principio de mi carrera era muy ingenuo y creía que podía cambiar la realidad con mis películas”, recuerda Mograbi entre sorbos a una taza de té. “Ahora, me guste o no, mis filmes van dirigidos a una izquierda que está en vías de extinción en Israel y precisa verse reforzada con ideas para seguir con vida”, razona el marcado sesgo político de su obra.

 El mensaje sarcástico que destila el documental ahora presentado en España salpica imágenes marcadas por la violencia. Fueron grabadas por soldados israelíes y por civiles palestinos en unos hechos en los que participaban, unos como perpetradores otros como víctimas. En una escena, un veterano del Ejército describe cómo tuvo que ejecutar la orden de obligar a un niño a retirar una bandera palestina plantada en lo alto de una torre de una línea eléctrica. Acto seguido se reproduce una secuencia de archivo con la escena real. “El poder de las imágenes históricas refuerza el valor de la palabra”, enfatiza el director israelí.

“Si quieres montar tu propia ocupación militar, aquí tenemos muchas ideas que ofrecerte”, resume el eje argumental de ‘Los primeros 54 años’. “Sirve para el Sáhara Occidental, para Tíbet, para Cachemira... Yo mismo lo cuento encarnando a un personaje cínico a quien no le importan los daños colaterales que tienen que pagar los civiles, solo el método para lograr su ambición territorial”, remacha con semblante serio.

Avi Mograbi se crio en el cine que regentaba su familia en el centro de Tel Aviv. “Mi abuelo proyectó las primeras películas sonoras en Oriente Próximo y yo trabajaba de adolescente como acomodador los fines de semana”, rememora su particular Cinema Paradiso sin asomo de nostalgia. Trabajó como asistente de producción y ayudante de dirección antes de emprender una carrera de más de tres décadas como realizador de documentales con carga política de profundidad. “Y con algún elemento de ficción”, matiza.

“Yo intento provocar una discusión en la audiencia, pero tengo una tendencia natural a la ironía. La vida es una tragicomedia”, alega en su descargo. Cree que incluso en el cine palestino se observan pinceladas de humor sobre la Nakba (el desastre, en árabe, desplazamiento de cientos de miles de civiles tras el nacimiento del Estado de Israel en 1948). “Forma parte de la naturaleza de ambas comunidades ver los momentos más duros en clave mordaz”, apunta.

Rompiendo el Silencio

Empezó rodando cortos durante la Primera Intifada, como el documental Deportación (1989), sobre el secuestro de líderes palestinos y su expulsión a Líbano. “Intenté mostrar la inmoralidad que suponía echar a alguien de su propio país”, evoca. La versión de los protagonistas viene ahora avalada en ‘Los primeros 54 años’ por la visualización de los hechos. Mograbi considera que los testimonios de veteranos del Ejército, en gran parte afiliados a la ONG antiocupación Breaking the Silence (Rompiendo el Silencio), constatan que Israel solo persigue un objetivo con la ocupación: “Quedarse con la tierra”.

Ni un solo festival de cine en Israel ha querido programar su película. Ni el especializado en documentales Docaviv, en Tel Aviv, ni los generalistas de Jerusalén y Haifa. “Los propios organizadores me llamaban para decirme que el filme era bueno, pero no iban a exhibirlo. Uno se puede imaginar, a la vista de los ataques políticos que ha sufrido Breaking the Silence en los últimos años, que hoy en día no se toleran que circulen sus declaraciones políticas”, aduce Mograbi,

La exministra de Cultura Miri Regev introdujo bajo el Gobierno de Netanyahu la llamada Legislación de Lealtad, que priva de financiación pública a las obras de creadores que “causan daño” al Estado con sus críticas. En Israel el término “izquierdista” llegó a convertirse en peyorativo, rayano con el insulto, durante los 12 años de poder de Netanyahu. Algunos creadores se enfrentan todavía al ostracismo cultural.

“Es extremadamente frustrante. Un director hace películas pensando en su propia sociedad. El desinterés mostrado en Israel por mi obra es descorazonador”, reconoce Mograbi, quien no se resigna a que deje de ser visto por el público de su tierra. “El hecho de que no quieran escucharte no significa que debas callarte”, concluye. Ha decidido subir el documental íntegro a Facebook (solo para el área de Oriente Próximo). “Hemos invertido mucho en promocionarlo en las redes sociales hasta alcanzar las 800.000 visualizaciones; vamos camino del millón”, desvela con un gesto final de vindicación. “Y los comentarios están escritos casi a partes iguales en hebreo y árabe”.               (Juan Carlos Sanz, El país, 22/11/21)

23/9/21

Israel deportó hace 50 años a cientos de palestinos a campos de concentración en el Sinaí. Familiares de activistas buscados por el Ejército permanecieron detenidos en la península egipcia bajo condiciones extremas

 "Hace 50 años Israel deportó a dos campos de concentración en la península del Sinaí, entonces territorio egipcio ocupado, a centenares de palestinos de la franja de Gaza.

 Se trataba de mujeres, niños y personas mayores ―familiares de activistas nacionalistas buscados por el Ejército―, a quienes se detuvo para forzar a los sospechosos a entregarse y disuadir a otros civiles de sumarse a la insurgencia contra la ocupación. También hubo muchos jóvenes desocupados, de quienes se temía que pudieran enrolarse en las milicias del grupo Fatah. 

Documentos que han estado bajo secreto oficial han sido ahora desclasificados por una investigación en Israel del Instituto Akevot que estudia el conflicto palestino-israelí, y publicados el jueves por el diario Haaretz.

El contenido de los archivos que ahora ven la luz revela que, en 1971, la península del Sinaí fue utilizada como prisión a cielo abierto para exiliar a cientos de palestinos sin necesidad de presentar cargos contra ellos. “Permanecieron lejos de sus hogares, aislados del mundo durante meses, en condiciones descritas como extremas y sufriendo repercusiones sobre su salud mental”, reza la presentación del informe de Akevot, que ha sido divulgado a través de un podcast en hebreo.

 Los campos de concentración se situaban en Abu Zenima, en la árida costa del golfo de Suez, y en Nejel, en el desierto central de la península del Sinaí, que Israel ocupó en 1967 en la Guerra de los Seis Días y de donde no se retiró hasta 1982, tras la firma del acuerdo de paz con Egipto en 1979. El primero fue un centro de internamiento para familiares de militantes de Fatah, la organización nacionalista fundada entre otros por Yasir Arafat, líder histórico palestino.

El segundo fue una especie de reformatorio para vagos y maleantes, en el que se pretendía reciclar a la fuerza a jóvenes parados de la franja de Gaza con la intención de reenviarlos a Cisjordania como fuerza de trabajo dócil y alejarlos de paso de la tentación de alistarse en las filas de Fatah. En ninguno de los casos se presentaron acusaciones formales contra los deportados a los campos de concentración. Los supervivientes aún sufren las consecuencias de las duras condiciones de detención, que la Cruz Roja calificó de “insoportables”.

El general Ariel Sharon, quien llegó a ser primer ministro tres décadas más tarde y que por entonces estaba al mando del Comando Sur de las Fuerzas Armadas, fue quien dio la orden de “erradicar el terror”, según los documentos desclasificados, tras una serie de atentados contra israelíes en la franja de Gaza. La muerte de dos niños en un ataque con una granada de mano cuando el vehículo de sus padres se extravió en la capital gazatí desencadenó la dura reacción del Ejército en enero de 1971.

Documentos suscritos por el coordinador militar de las relaciones con la población palestina, general Shlomo Gazit, detallan las medidas de represión adoptadas hace 50 años, entre las que figuraba el internamiento en campos en el Sinaí. En su informe a la Comisión de Defensa de la Kneset (Parlamento), Gazit justificó la deportación de decenas de familias, “ya que pueden ofrecer un lugar para esconderse a los terroristas y servirles como medios de apoyo y vigilancia”. “Nos hemos asegurado de incluir siempre un hombre adulto para no tener que manejar grupos compuestos solo por mujeres y niños”, apostilló, según la transcripción publicada por Haaretz.

El entonces ministro de Defensa, Moshe Dayan, un militar célebre tras la fulminante victoria de 1967, puntualizó en los documentos citados que no se trataba de imponer “un castigo colectivo a las familias, sino de desanimar a sus hijos de que se enrolen en Fatah”. “Este es el mejor mecanismo de disuasión del que disponemos”, enfatizó.

“Condiciones casi inhumanas”

El Comité Internacional de la Cruz Roja contabilizó al menos 140 detenidos, de los que 83 eran niños, en Abu Zenima, y expresó su protesta por las “condiciones casi inhumanas” de vida en el campamento penitenciario antes de dejar constancia documental de la “despiadada actitud de las autoridades militares israelíes”.

En el campo de Nejel, en el centro del Sinaí, ingresaron al menos 161 palestinos con edades comprendidas entre los 16 y los 21 años que carecían de empleo. “Los jóvenes residentes de los campos de refugiados [de Gaza] que ni estudian ni trabajan deben ser dirigidos hacia una transición a la vida productiva en Judea y Samaria (denominaciones bíblicas de la actual Cisjordania)”, escribió en un memorando el subdirector general del Ministerio de Exteriores en esa época, Moshe Shason. Su libertad estaba sometida a la obligación de aprender un oficio y mudarse del enclave costero.

Un año después de su apertura, los campos de concentración del Sinaí fueron clausurados. Las familias palestinas volvieron a Gaza y ningún joven quiso marcharse a trabajar a Cisjordania. Esta información ha permanecido enterrada hasta ahora en los archivos del Estado de Israel, como si hubiese sido engullida por las arenas del desierto."                 (Juan Carlos Sanz, El País, 30/07/21)

22/6/18

Encontrar la verdad en medio de las mentiras de Israel... cuando a la limpieza étnica colonial se le llama lucha contra el antisemitismo

"La gran tristeza y el sufrimiento inundaron las carreteras: uno tras otro los convoyes de refugiados estaban en camino [hacia la frontera libanesa]. Dejan las aldeas de su patria y la patria de sus antepasados, y van a una nueva tierra extraña, desconocida, llena de problemas. Mujeres, niños, bebés, burros: todos están en movimiento, callada y tristemente, hacia el norte, sin mirar a izquierda ni a derecha.

Una mujer no encuentra a su marido, un niño no pencuentra a su padre... Todo lo que pueda caminar se mueve, huir sin saber qué hacer, sin saber a dónde ir. Muchas de sus pertenencias se extienden por los lados del camino; cuanto más caminan, más cansados están, ya casi no pueden seguir caminando, se desprenden de todo lo que habían intentado salvar camino al exilio...
Conocí a un niño de 8 años que iba al norte y llevaba dos burros. Su padre y su hermano murieron en la lucha y perdió a su madre [...] 

Pasé por el camino entre Sasa y Tarbiha y vi a un hombre alto inclinado escarbando con las manos el duro terreno rocoso. Me detuve. Noté un pequeño hoyo en la tierra excavado por manos desnudas, con uñas, debajo del olivo. El hombre puso en él el cuerpo de un bebé que murió en los brazos de su madre y lo enterró con la tierra y [lo cubrió con] piedras pequeñas. Luego volvió a la carretera y siguió avanzando hacia el norte, su doblada esposa caminaba unos pasos detrás de él, sin mirar atrás. 

Me encontré con un anciano que se desmayó en una roca a la orilla del camino y ninguno de los refugiados se atrevió a ayudarlo… Cuando entramos en Birim, todos huyeron asustados en dirección al wadi que mira al norte llevando a sus niños pequeños y toda la ropa que pudieron. Al día siguiente volvieron porque los libaneses no les habían permitido entrar. Siete bebés murieron de hipotermia”.

Esta conmovedora descripción no la escribió un activista de derechos humanos, un observador de la ONU o un periodista humanitario. La escribió Moshe Carmel y aparece en su libro Northern Campaigns, publicado por primera vez en 1949.
Carmel recorrió Galilea a fines de octubre de 1948 después de dirigir la Operación Hiram en la que las fuerzas israelíes cometieron algunas de las peores atrocidades en la Nakba, la limpieza étnica de Palestina. Los crímenes fueron tan graves que algunos de los principales sionistas los calificaron de acciones nazis.

El libro de Carmel y docenas de libros semejantes (libros de las brigadas, memorias e historias militares) se podían encontrar en las estanterías de los hogares judíos israelíes desde 1948 en adelante. Volver a leerlos 70 años después revela una verdad elemental: se hubiera podido escribir la “n ueva historia ” de 1948 sin un solo documento nuevo desclasificado, solo con que estas fuentes abiertas, como las llamo, se hubieran leído con lentes no sionistas.

La famosa -y ahora usada en exceso- expresión de que la historia la escriben los vencedores se puede contrarrestar de muchas maneras. Una forma es desempacar las publicaciones de los vencedores para denunciar tanto las mentiras, manipulaciones y tergiversaciones como sus acciones menos conscientes.

Una revisión de estas fuentes abiertas sobre la Nakba, en su mayoría escritas por los propios israelíes, abre nuevas perspectivas historiográficas acerca del panorama general de ese período, mientras que los documentos desclasificados nos permiten ver ese panorama con una resolución mejor.

Esta recuperación se podría haber hecho en cualquier momento entre 1948 y hoy, siempre y cuando los historiadores hubieran estado dispuestos a emplear las lentes críticas que se requerían para hacer ese examen.

La revisión de estas fuentes abiertas, especialmente en conjunto con las numerosas historias orales de la Nakba, revela la barbarie y la deshumanización que acompañaron a la catástrofe. La barbarie es común a las comunidades de colonos en los años de formación de sus proyectos de colonización y, en ocasiones, puede quedar oscurecida por el lenguaje seco y evasivo de los documentos militares y políticos.

No pretendo menospreciar la importancia de los documentos de archivo. Son importantes para decirnos lo que sucedió. Sin embargo, las fuentes abiertas y las historias orales son fundamentales para entender el significado de los acontecimientos.

Esta revisión saca a la luz el ADN propio del colonialismo de asentamiento del proyecto sionista y el lugar que la limpieza étnica de 1948 desempeña dentro de este.

Deshumanización a escala masiva

Tomemos, por ejemplo, la cita de Carmel. ¿Cómo alguien que supervisaba semejantes atrocidades pudo escribir de forma tan compasiva? 

La clave está en otra oración de la misma cita que casi parece una digresión: "Y entonces vi a un chico de 16 años totalmente desnudo que nos sonreía cuando pasamos junto a él (es gracioso, cuando pasé junto a él no me di cuenta, debido a su desnudez, a qué pueblo pertenecía y solo lo vi como un ser humano)".

Por un breve momento muy excepcional se humanizó (entre paréntesis en el texto) a ese niño palestino. Pero la deshumanización se produjo a una escala que solo presenciamos en crímenes masivos como la limpieza étnica y el genocidio. 

La regla era que se consideraba que los niños eran parte del enemigo, el cual tenía que ser limpiado por el bien de un Estado judío o, como lo expresó Carmel un día después de que terminara su gira po Galilea, por el bien de la liberación.

Publicó este mensaje para sus tropas: "Toda Galilea, la antigua Galilea israelí, fue liberada por la poderosa y devastadora fuerza de las FDI [el ejército de Israel] [...] Eliminamos al enemigo, lo destruimos y le hicimos huir [...] Nosotros [conquistamos] Meiron [Mayrun], Gush Halav [Jish], Sasa y Malkiya... Destruimos los nidos de los enemigos de Tarshiha, Eilabun, Mghar y Rami... Los castillos del enemigo cayeron uno tras otro”. 

Setenta años después de la Nakba el idioma hebreo es una herramienta tan importante como el acceso a los archivos israelíes cerrados. El texto hebreo claramente te dice quién era el enemigo: el enemigo que huí fue eliminado y expulsado de sus "castillos". 

Ellos son las personas que conoció Carmel. Y por un momento su sufrimiento le conmovió.

¿Redención?

Los principales elementos discursivos en este tipo de informes son los conceptos de liberación y eliminación (shijrur ve jisul ). Lo que en realidad significaba era un intento de indigenizar a los ocupantes de Palestina a través de la desindigenización de los palestinos. 

Eso es la esencia de un proyecto colonial de asentamiento y el libro de Carmel -y los de otros- lo revelan en su totalidad. Carmel vio la ocupación de 1948 como una redención de la Galilea romana. 

Estos actos violentos contra los palestinos tenían muy poco que ver con encontrar un refugio contra el antisemitismo. 

El proyecto sionista era, y sigue siendo, un proyecto de desindigenización de la población palestina para reemplazarla por otra compuesta por colonos judíos. En muchos sentidos fue la implementación de una ideología nacionalista romántica, similar a lo que alimentó el fanático nacionalismo italiano y alemán a finales del siglo XIX y después. 

Esta relación está clara en los libros sobre las brigadas en el ejército israelí. Uno de esos libros, The Alexandroni Brigade y The War of Independence, es un buen ejemplo. 

A la Brigada Alexandroni se le encomendó la ocupación de gran parte de la costa palestina, al norte de Jaffa, alrededor de 60 pueblos en total. Antes de la ocupación de los pueblos se instruyó a las tropas acerca del contexto histórico de sus operaciones. El relato que ofrecieron los comandantes se repite en el libro en dos capítulos. El primero se titula "El pasado militar del espacio Alexandroni" y comienza diciendo que "el frente en el que la Brigada Alexandroni se enfrentó en la guerra de la Independencia es único en la historia militar de la región y en particular de Eretz Israel [Gran Israel]". 

Ese frete era Sharon (la costa de Palestina en el relato sionista), que es un término inventado sin arraigo en la historia. El libro sobre la Brigada Alexandroni nos dice que Sharon era "una tierra rica y bastante fértil" que "atrajo" a ejércitos durante sus "viajes de ocupación" en la tierra de Israel. Este capítulo histórico está lleno de historias de heroísmo y afirma, por ejemplo, que "ahí es donde [el pueblo de] Israel bajo [el profeta] Shmuel se enfrentó a los filisteos". 

Los hebreos siempre estuvieron en desventaja en la batalla contra sus enemigos, pero "tanto entonces como hoy fue el espíritu superior el que inclinó la balanza a favor de Israel". 

Bajo Baibars, el sultán mameluco, Sharon fue destruido como tierra agrícola y "a partir de entonces Sharon recuperaría su vitalidad económica hasta su reasentamiento con la inmigración sionista [aliá]", dice el libro. Baibars, por cierto, había estado allí en 1260. Así que el libro sobre la Brigada Alexandroni dice a sus lectores que Sharon había estado sin población durante más de 600 años lo cual es, en el mejor de los casos, una invención sionista de la historia. 

Durante el período otomano Sharon "estaba totalmente devastado, saturado de pantanos y malaria", agrega el libro. "Solo con la aliá y el asentamiento judío a fines del siglo XIX comenzó un nuevo período de prosperidad [en la historia de Sharon]". 

Los sionistas "devolvieron" a Sharon su antiguo esplendor y se convirtió en una de las zonas más judías del "Eretz Israel del Mandato", como el libro llama a Palestina cuando estaba administrado por el Mandato británico.

"Las aldeas deben ser destruidas"

La limpieza étnica de la costa hebrea comenzó mientras Palestina estaba bajo control británico. En muchos aspectos Gran Bretaña fue un aliado vital del movimiento sionista. Sin embargo, no facilitó la colonización de Palestina tan rápido como deseaban algunos sionistas. El libro sobre la Brigada Alexandroni incluso describe a Gran Bretaña como un obstáculo a veces inhumano para la "redención" judía. 

Así que estaba claro que todavía había árabes en Sharon. El libro describe la región como la cuerda de salvamento para la comunidad judía, aunque sugiere que las muchos pueblos árabes circundantes interrumpían la vida judía.
Era sobre todo la parte oriental de Sharon la que era "puramente árabe y constituía la principal amenaza para las colonias judías; una amenaza que debía tenerse en cuenta en cualquier planificación militar”. 

La "amenaza" se "tuvo en cuenta" primero por medio de ataques aislados a los pueblos. El libro dice que hasta el 29 de noviembre de 1947 la relación entre judíos y palestinos era buena y continuó siéndolo después de esa fecha. Y, sin embargo, una frase posterior de los libros nos dice que "a principios de 1948 comenzó el proceso de abandonar los pueblos árabes aislados. Se puede ver las primeras señales de ello en el abandono por parte de sus 220 habitantes árabes de Sidan Ali (al-Haram) y de Qaisriya por parte de sus 1.100 habitantes árabes a mediados de febrero de 1948”.

 Hubo dos expulsiones masivas que tuvieron lugar mientras las fuerzas británicas, que eran responsables de la ley y el orden, observaban y no interferían. Luego, "en marzo, se intensificó el proceso de abandonar los pueblos con la intensificación de los combates” 

La "intensificación" llegó con la implementación del Plan Dalet, un plan para destruir pueblos palestinos. El libro sobre la Brigada Alexandroni incluye un resumen de las órdenes que emanan del plan. Las órdenes incluyen la tarea de "determinar los pueblos árabes que se deben confiscar o destruir". 

Según el libro, había 55 pueblos en la zona ocupada conforme al Plan Dalet. El Sharon hebreo se "liberó" casi por completo en marzo de 1948 cuando la costa "se limpió" de pueblos árabes, excepto cuatro. En el lenguaje del libro, "la mayoría de las zonas cercanas a la costa se limpiaron de pueblos árabes, excepto [...] un 'pequeño triángulo' y dentro de él los pueblos árabes de Jaba, Ein Ghazal e Ijzim, que sobresalían como un pulgar doloroso sobre la carretera Tel Aviv-Haifa; también había árabes en Tantura, en la playa". 

Un análisis más profundo de estos textos y otras fuentes abiertas arrojaría luz sobre la naturaleza estructural del proyecto de asentamiento colonial que se está produciendo actualmente en Palestina, la actual Nakba. 

Por consiguiente, la historia de la Nakba no es solo una crónica del pasado, sino un examen de un momento histórico que continúa en el tiempo del historiador. Los científicos sociales están mucho más preparador para lidiar con "objetivos en movimiento", es decir, analizar fenómenos contemporáneos pero, según nos dicen,l os historiadores necesitan distancia para reflexionar y tener una visión de conjunto. 

En principio, 70 años deberían proporcionar distancia suficiente pero, por otro lado, esto es como tratar de que los contemporáneos, y no los historiadores, entiendan la Unión Soviética, o para el caso, las Cruzadas.
La desclasificación en sí sino no desencadenó los lugares de memoria, por usar el concepto de Pierre Nora, ni los saltos académicos de los últimos años, sino su relevancia para las luchas contemporáneas. 

Tanto los proyectos de historia oral como los libros sobre las brigadas son fuentes fundamentales y accesibles que captan los genuinos y cínicos escudos engaño sionistas y más tarde israelíes. Ayudan a entender por qué es un oxímoron el concepto de un Estado de colonos democrático o ilustrado.

La historia aprobada de Israel 

Una deconstrucción de la historia aprobada de Israel es la mejor manera de desafiar a un “lavado de palabras” que convierte la limpieza étnica en defensa propia, el robo de tierras en prácticas de redención y las prácticas apartheid en preocupación por la "seguridad". 

Existe la sensación, por un lado, de que después de años de negación la imagen historiográfica se ha revelado en todo el mundo con unos contornos y colores claros. El relato israelí ha sido puesto en duda con éxito tanto en el mundo académico como en el dominio público. 

Y, sin embargo, hay una sensación de frustración dado el acceso limitado a documentos desclasificados en Israel que tienen los académicos, incluso los israelíes, mientras que en el actual clima político los académicos palestinos apenas tienen acceso alguno. 

Por lo tanto, ir más allá de los documentos de archivo sobre la Nakba no solo es necesario para comprender mejor los acontecimientos sino que también puede ser una solución para los investigadores en el futuro, dada la nueva política israelí de desclasificación. 

Israel ha cerrado la mayoría de los documentos de 1948.
Las fuentes alternativas y los enfoques sugeridos en este artículo destacan varios puntos. Es útil el conocimiento del hebreo y es esencial la necesidad de continuar con los proyectos de historia oral. 

El paradigma de asentamiento colonial también sigue siendo relevante para analizar de nuevo tanto el proyecto sionista como la resistencia a este. Sin embargo, todavía hay problemas con la adaptabilidad del paradigma (tales como si se puede aplicar a los judíos de los países árabes que se trasladaron a Palestina) y se deberían explorar más a fondo. 

Pero más que nada deberíamos insistir en que el compromiso con Palestina no es un obstáculo para una buena erudición, sino que la potencia. Como escribió Edward Said: "Pero, ¿dónde están los hechos si no integrados en la historia y luego reconstituidos y recuperados por agentes humanos movidos por alguna narración histórica percibida, deseada o esperada cuyo objetivo futuro es devolver la justicia a los desposeídos?". 

La justicia y los hechos, las posiciones morales, la perspicacia profesional y la precisión académica no deben yuxtaponerse unos contra otros, sino que se debe considerar que contribuyen a una empresa historiográfica honesta. Muy pocos proyectos historiográficos necesitan tanto este enfoque integrador como la investigación sobre la Nakba actual."
 
(Ilan Pappe, profesor de historia y director del Centro Europeo de Estudios Palestinos en la Universidad de Exeter. Rebelión, 11/06/18. Fuente: electronicintifada)

13/12/17

La dualidad del proyecto sionista: huir de la opresión racista y reproducirla en un contexto colonial

"La dualidad entre la posición del oprimido y la del opresor no es rara en la historia. Se observa en particular en el caso de los movimientos nacionales que encarnan la lucha de una nación oprimida por liberarse del colonialismo al tiempo que esa misma nación oprime en su propio país a una minoría –sea esta nacional o racial o religiosa o perteneciente a cualquier otra identidad– y que el movimiento nacional no reconoce esta última opresión o, peor aún, la justifica con algún pretexto, como la acusación a la minoría de constituir una “quinta columna” del colonialismo 1/.

A menudo se hace referencia a la frecuencia de esta dualidad con el fin de “normalizar” el caso del sionismo, en el sentido de presentarla como algo corriente y similar a otros muchos casos. El propósito suele ser el de minimizar los agravios del sionismo, por no decir excusarlos, a fin de normalizar la actitud ante el Estado sionista y tratarlo como algo corriente. Intentaré demostrar en este artículo que dicho argumento no es válido, explicando la singularidad de la dualidad propia del caso sionista.

Es indiscutible que el sionismo nació históricamente en respuesta a la opresión secular padecida por los judíos en países europeos. Como es sabido, la condición de los judíos en la Europa cristiana desde la Edad Media hasta el siglo XIX era mucho peor que su situación en los países de mayoría musulmana. Bajo las autoridades que se llamaban cristianas, los judíos fueron víctimas de una persecución mucho más encarnizada que la discriminación y la persecución ocasional a que los sometían las autoridades autocalificadas de musulmanas.

Sin embargo, la Edad Moderna que siguió al periodo de la Ilustración y a la Revolución Francesa, a finales del siglo XVIII, puso fin gradualmente a esta persecución en Europa Occidental, gracias a la difusión de la noción moderna de ciudadanía basada en la igualdad de derechos. Con el paulatino cambio democrático, la condición de los judíos mejoró progresivamente en Europa Occidental, desde la costa atlántica hasta las fronteras orientales de Alemania y Austria. 

Poco a poco dio lugar a la integración de los judíos en las comunidades locales y acabó con la discriminación. No obstante, la primera gran crisis que afectó a la economía capitalista mundial, en el último cuarto del siglo XIX –la “larga depresión”, como la llamaron–, despertó diversas tendencias xenófobas. Al igual que todas las crisis sociales, impulsó la búsqueda de chivos expiatorios por parte de grupos de extrema derecha con el fin de movilizar la furia de sus sociedades al servicio de sus proyectos reaccionarios.

En ese mismo periodo, Europa Oriental, especialmente su mayor extensión, integrada en el imperio ruso, asistía a una expansión tardía del modo de producción capitalista. Esta transformación tardocapitalista –que causó trastornos agravados y complicados por su coincidencia en el tiempo con un capitalismo más avanzado en Occidente y con la larga depresión– provocó una aguda crisis social y un éxodo rural acelerado. 

A resultas de ello, las tendencias xenófobas también cobraron impulso en Europa Oriental, siendo los judíos sus víctimas primarias en el imperio ruso, particularmente en regiones que hoy en día pertenecen a Ucrania y Polonia. Allí, los judíos fueron víctimas de sucesivos pogromos, por lo que trataron de emigrar a Europa Occidental y Norteamérica.

Así las cosas, los judíos se convirtieron en un objetivo predilecto de la xenofobia en Europa Occidental, donde unían la condición de forasteros migrantes a la de personas que profesaban una religión alóctona 2/. De este modo, sobre el telón de fondo de la larga depresión y sus efectos, Europa Occidental asistió al renacer de un antijudaísmo de nuevo cuño, moderno: una teoría racial que pretendía basarse en las ciencias antropológicas y que preconizaba que los judíos –o los semitas en general, incluidos los árabes 3/– pertenecen a una raza inferior y maligna. 

Fue entonces cuando surgió el antisemitismo, que apuntó principalmente contra los judíos europeos y acompañó a la expansión de una variante fanática del nacionalismo combinada con la defensa del colonialismo. La larga depresión exacerbó, en efecto, la competencia en torno a la división del mundo entre las metrópolis coloniales en la llamada fase imperialista.

Sobre este mismo telón de fondo nació el movimiento sionista moderno en forma de sionismo estatalista que, a diferencia de otras formas anteriores o contemporáneas de sionismo espiritual o cultural, aspiraba a crear un Estado judío. Como es bien sabido, el fundador del movimiento, Theodor Herzl, era un judío austriaco asimilado que asumió sus convicciones sionistas después de haber cubierto en París, como periodista, el juicio contra el oficial francés de ascendencia judía Alfred Dreyfus, víctima del ascenso del antisemitismo en su país. 

El caso Dreyfus llevó a Herzl a escribir su famoso libro-manifiesto El Estado judío (Der Judenstaat en el original alemán: literalmente, el Estado de los judíos), publicado en 1896 y que constituyó la base de la convocatoria del primer congreso sionista en la ciudad suiza de Basilea en 1897, un año y medio después de la publicación del libro.

Existe una diferencia cualitativa muy significativa entre la ideología sionista elaborada por Herzl y las ideologías nacionales que surgieron en Europa en la primera mitad del siglo XIX o en los países coloniales durante la primera mitad del siglo XX. Mientras que la mayoría de estas ideologías respondían a un pensamiento democrático emancipatorio, la ideología sionista moderna formaba parte de la variante del nacionalismo fanático y colonialista que estaba en auge cuando apareció. 

En efecto, si bien es indiscutible que el sionismo es fruto de la opresión de los judíos y de la reacción a la misma –el propio Herzl explicó en el prólogo de su libro cómo “la miseria de los judíos” era la “fuerza motriz” del movimiento que quería crear–, tampoco cabe ninguna duda de que el sionismo teorizado por Herzl es una ideología marcada esencialmente por el pensamiento reaccionario y colonialista.

En realidad, al margen de cómo lo percibían los judíos de Europa Oriental, pobres y duramente perseguidos, que se aferraban a él como tabla de salvación, el proyecto sionista ideado por Herzl fue en el fondo un engendro creado por un judío austriaco laico y asimilado, destinado a deshacerse de los míseros judíos religiosos que venían de Europa Oriental y cuya migración a Occidente había perturbado la existencia de sus correligionarios occidentales. 

Así lo reconoció el propio Herzl con singular franqueza en el prólogo de su libro:

"Los asimilados se beneficiarían todavía más que los ciudadanos cristianos con la partida de los judíos creyentes, pues se quitarían de encima la rivalidad inquietante, incalculable e inevitable de un proletariado judío empujado por la pobreza y la presión política de un sitio a otro, de un país a otro. Este proletariado itinerante se tornaría sedentario. 
Muchos ciudadanos cristianos –a los que llamamos antisemitas– pueden ahora ofrecer una resistencia decidida a la inmigración de judíos extranjeros. 
 Los ciudadanos judíos no pueden hacerlo, pese a que les afecta mucho más de cerca, pues ante ellos sienten más que nada la feroz competencia de individuos que desempeñan oficios similares y que, además, introducen el antisemitismo allí donde no existe o lo intensifican allí donde ya existe.
 Los asimilados dan expresión a este agravio secreto con iniciativas filantrópicas. Fundan sociedades de emigración para los judíos itinerantes. Existe un reverso de la medalla que sería cómico si no se tratara de seres humanos: algunas de estas entidades benéficas no han sido creadas para, sino contra los judíos perseguidos, han sido creadas para despachar a estas pobres criaturas lo más rápido y lo más lejos posible.
 Así, muchos supuestos amigos de los judíos resultan ser, si bien se mira, nada más que antisemitas de origen judío, disfrazados de filántropos.

"Pero los intentos de colonización protagonizados incluso por hombres benévolos, por interesantes que fueran dichos intentos, hasta ahora no han tenido éxito… Estos intentos eran interesantes en la medida en que constituían, a escala reducida, sendos precursores prácticos de la idea del Estado judío".

La nueva idea formulada por Herzl en sustitución de las empresas coloniales filantrópicas fallidas que menciona –la más destacada fue la creada por la familia Rothschild– consistía en pasar de las acciones benévolas a un proyecto político integrado en el marco colonialista europeo, con el propósito de fundar un Estado judío que formaría parte de dicho marco y lo reforzaría. 

A este respecto, Herzl se dio cuenta de que los antisemitas cristianos serían acérrimos defensores de su proyecto. Su principal argumento, en el apartado titulado El Plan del segundo capítulo de su libro, era el siguiente:

"La creación de un nuevo Estado no es una empresa ridícula ni imposible… Los gobiernos de todos los países azotados por el antisemitismo estarán sumamente interesados en ayudarnos a conseguir la soberanía que queremos".

Solo quedaba elegir el territorio en el que materializar el proyecto sionista:

"Hay dos territorios posibles: Palestina y Argentina. En ambos países se han llevado a cabo importantes experimentos de colonización, aunque basados en el principio erróneo de una infiltración gradual de judíos. Una infiltración está condenada a acabar mal. Prosigue hasta el momento inevitable en que la población autóctona se considera amenazada y obliga al gobierno a detener la entrada de judíos. 

 Por tanto, la inmigración resulta fútil a menos que se base en una supremacía asegurada. La Sociedad de Judíos tratará con los dueños actuales del territorio, colocándose bajo el protectorado de las potencias europeas si se muestran proclives el plan".

Hacia el final del último capítulo del libro, donde expuso los “Beneficios de la emigración de los judíos”, Herzl aseguró que los gobiernos atenderán a su propuesta “voluntariamente o bajo presión de los antisemitas”. Sus Diarios incluyen muchas observaciones sobre la complementariedad de su proyecto de enviar a los judíos pobres fuera del continente europeo con el deseo de los antisemitas de deshacerse de ellos. Incluso profetizó, en el comienzo de su primer Diario (1895), que los judíos se adaptarían a la brutalidad de los antisemitas y los imitarían en su futuro Estado.

"Sin embargo, el antisemitismo, que es una fuerza poderosa e inconsciente entre las masas, no dañará a los judíos. Entiendo que es un movimiento útil para el carácter judío. Representa la educación de un grupo por las masas y tal vez conduzca a su absorción. La educación solo es efectiva a base de golpes. Se producirá un mimetismo darwiniano. Los judíos se adaptarán".

De acuerdo con el plan concebido por su padre espiritual, los líderes del movimiento sionista se esforzaron por obtener el apoyo de una de las grandes potencias europeas a su proyecto, que pronto se decantó exclusivamente por Palestina. Aprovecharon la transferencia del territorio de la dominación otomana a la británica en el contexto de la primera guerra mundial tras el reparto de los restos del imperio otomano entre británicos y franceses, al amparo de infame tratado Sykes-Picot de 1916.

Desde entonces, los líderes sionistas centraron sus esfuerzos en Londres. El dirigente del sionismo británico, Chaim Weizmann, se apoyó en el magnate judío británico y ex diputado, el lord Walter Rothschild. Las presiones combinadas de ambos lograron obtener la conocida promesa del ministro de Asuntos Exteriores, Arthur Balfour, del 2 de noviembre de 1917. 

En su carta, Balfour aseguró que “el gobierno de su Majestad [el rey Jorge V] ve con simpatía el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para los judíos, y hará todo lo posible por facilitar la consecución de este objetivo…”. Esta infame declaración encajaba naturalmente en los cálculos imperialistas británicos de entonces, en el contexto de la competencia entre Gran Bretaña y los dos aliados que compartían la victoria en la guerra, Francia y EE UU.

Las circunstancias históricas de la Declaración Balfour concordaban plenamente con el punto de vista del profeta del sionismo, Theodor Herzl. El propio Balfour era uno de esos cristianos antisemitas de los que Herzl sabía que se convertirían en los mejores aliados del sionismo. El ministro de Asuntos Exteriores británico, en efecto, no era ajeno al sionismo cristiano, la corriente cristiana que apoya el retorno de los judíos a Palestina. 

El verdadero objetivo de este apoyo –no declarado en muchos casos, pero ocasionalmente admitido– es acabar con la presencia de judíos en los países de mayoría cristiana. Para los sionistas cristianos, el retorno de los judíos a Palestina supone el cumplimiento de la condición del Segundo Advenimiento de Jesucristo, al que seguirá el Juicio Final, que condenará a todos los judíos que no se hayan convertido al cristianismo al sufrimiento eterno en el infierno. Esta misma corriente es actualmente en EE UU la más firme defensora del sionismo en general y de la derecha sionista en particular.

Cuando era primer ministro (1902-1905), el autor de la infame Declaración, el propio Arthur Balfour, promulgó la ley de Extranjería de 1905, cuya finalidad era poner coto a la inmigración en Gran Bretaña de refugiados judíos que huían del imperio ruso. Vale la pena destacar en este punto un hecho histórico que rara vez se menciona: Edwin Samuel Montagu fue el único ministro británico que se opuso a la iniciativa de Balfour de emitir su Declaración y el único ministro que manifestó su oposición al proyecto sionista en su conjunto.

 Era el único miembro judío del gabinete encabezado por David Lloyd George, del que formaba parte Balfour, y únicamente el tercer ministro judío de la historia de Gran Bretaña. Montagu advirtió de que la empresa sionista comportaría la expulsión de la población autóctona de Palestina y reforzaría en todos los demás países a las corrientes que deseaban deshacerse de los judíos. En un memorando que presentó en agosto de 1917 en el gabinete británico después de conocer lo que acabaría siendo la Declaración Balfour, afirmó sin ambages:

"Quiero hacer constar mi punto de vista de que la política del gobierno de Su Majestad es antisemita y que por consiguiente acabará siendo un punto de referencia para los antisemitas de todos los países del mundo" 4/.

Tal como esperaba Herzl, el proyecto sionista se materializó bajo la protección de una gran potencia europea como parte de sus designios coloniales-imperialistas. Este proyecto no podría haberse realizado sin dicha protección y sin integrarse en un marco colonial-imperialista más amplio. 

El pueblo judío al que Herzl quería dotar de un Estado propio era un pueblo imaginado, carente de toda institución política que lo constituyera en pueblo y de la fuerza requerida para participar en la carrera colonial de finales del siglo XIX.

Al fundar el movimiento sionista, Herzl quiso crear esa institución política inexistente y encaminarla a la colaboración con una de las grandes potencias. Así, el proyecto sionista depende estructuralmente, desde el comienzo, de la protección de una gran potencia, tal como había previsto Herzl. 

Esta dependencia ha marcado la historia del movimiento sionista y después la de su Estado hasta nuestros días. Seguirá existiendo mientras el Estado de Israel se base en la opresión colonial, pues la consecuencia natural de ello es la enemistad con el pueblo palestino y los demás pueblos vecinos de Palestina, hasta el punto de que Israel necesita la protección de una gran potencia exterior. EE UU ha desempeñado este papel desde la década de 1960.

En suma, el sionismo no es un movimiento normal de liberación nacional que comparta el carácter dual de muchos de estos movimientos que luchan contra la opresión colonial mientras oprimen a otras comunidades, sean nacionales o de otro tipo. Esto es lo que afirman los partidarios de Israel que no son tan fanáticos como para negar la opresión perpetrada por el Estado sionista. 

Lo cierto, sin embargo, es que el movimiento sionista se construyó sobre la base de la explotación y la opresión sufridas por los judíos y de la ayuda de los antisemitas con el fin de crear un Estado colonial integrado estructuralmente en el sistema imperialista, y no un Estado poscolonial, como pretende.

En un giro trágico de la historia, el antisemitismo alcanzó un clímax en la Europa del siglo XX con el ascenso al poder de los nazis y la posterior realización de su proyecto genocida, obligando a un gran número de judíos europeos a buscar refugio en el sionismo, ya que otras formas de antisemitismo les cerraron las puertas de EE UU, Gran Bretaña y otros países. 

De este modo, el Estado sionista logró hacerse realidad y presentarse como compensación redentora del genocidio nazi contra los judíos. Estas circunstancias históricas han permitido a ese Estado oprimir a la población autóctona de Palestina en un grado que sin duda va mucho más allá de lo que los fundadores del sionismo, incluido Herzl, habían previsto.

Hoy en día –un siglo después de la Declaración Balfour, casi 70 años después de la fundación del Estado de Israel en el 78 % del territorio de la Palestina del Mandato Británico y medio siglo después de que ese Estado ocupara el 22 % restante–, el primer ministro sionista, Benjamin Netanyahu, sigue obteniendo de los antisemitas contemporáneos de los países occidentales el respaldo necesario para el arrogante comportamiento colonial de su Estado y su gobierno. 

Al apoyarse en los sionistas cristianos de EE UU, codearse con el antisemita primer ministro de Hungría y mantener el silencio sobre la defensa por parte de Donald Trump de la extrema derecha antijudía y antimusulmana de EE UU, Netanyahu sigue fielmente las recetas de Herzl, aunque de una manera moralmente todavía más detestable al producirse después del genocidio nazi, que mostró los horrores a los que pueden conducir el antisemitismo y otras formas de racismo.

[Esta ponencia se presentará en lengua árabe en una conferencia convocada en Beirut para los días 13 y 14 de diciembre por el Instituto de Estudios Palestinos con motivo del centenario de la Declaración Balfour. La traducción inglesa del original árabe es del propio autor.]"                 (Gilbert Achcar, Jadaliyya, en Viento Sur, 03/11/17)

24/10/16

Limpieza étnica israelí en la Palestina de 1948

"El historiador israelí Benny Morris, profesor en la Universidad Ben-Gurion de Bersheba, publicó la semana pasada en Haaretz un artículo titulado “Israel no ejecutó una limpieza étnica en 1948”.
Morris adquirió notoriedad con sus trabajos sobre la guerra de 1948 aunque posteriormente se desdijo de sus conclusiones iniciales que dejaban en muy mala posición a los dirigentes judíos.

Desde hace ya bastantes años este historiador ha invertido sus primeras tesis y sostiene que los líderes judíos obraron de la mejor manera posible contra los palestinos.

A Benny Morris le han llovido numerosas críticas a causa de dar marcha atrás aunque también ha sido elogiado por los sectores más sionistas de la sociedad israelí, incluidos los colonos radicales que viven en los territorios ocupados en 1967.

Ayer domingo, otro historiador israelí, Daniel Blatman, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, respondió al artículo de Morris en términos muy claros. Lw acusa de “traicionar” la historia y le reprocha pasar por encima del llamado Plan Dalet que las autoridades judías, con David Ben Gurion a la cabeza, aprobaron el 10 de marzo de 1948 para expulsar a los palestinos.

La expulsión se llevó a cabo en casi toda Palestina, aunque quedaron varias bolsas de población autóctona en lo que a partir de entonces sería Israel. Blatman acusa a su colega de minimizar las consecuencias de la expulsión y las matanzas que se produjeron, y menciona una declaración del fiscal de Radovan Karadzic que aclara por qué hubo limpieza étnica de musulmanes en Bosnia. Blatman sostiene que la misma declaración es válida para la Palestina de 1948.

Habla el fiscal: “En la limpieza étnica … se actúa de tal manera que en un territorio dado, los miembros de un grupo étnico determinado son eliminados … Hay masacres. No se masacra a todos, pero hay masacres para asustar a la población … Naturalmente a los demás se les echa. 

Tienen miedo … y, por supuesto, al final esa gente simplemente quiere irse … Se les expulsa, ya sea por su propia iniciativa o se les deporta … A algunas mujeres se las viola y, aún más, a menudo se destruyen los monumentos que marcaron la presencia de una población dada … por ejemplo, se destruyen las iglesias católicas o las mezquitas”.

Blatman sostiene que “eso exactamente es lo que pasó en 1948” en Palestina, de manera que es pertinente hablar de limpieza étnica."                   (Eugenio García Gascón, Público, 17/10/16)

26/1/11

El colonialismo israelí



"Los colonos viven en atalayas. En pequeñas y pulcras comunidades en las colinas, en casas de teja roja bien alineadas y mejor fortificadas en la pedregosa Cisjordania, ocupada desde hace 42 años. O en auténticas ciudades, como Ariel o Maale Adumim. O en barrios populosos de la ocupada Jerusalén Oriental.

O en grupos de chozas de madera o latón, aislados en la ladera de una montaña. Armados, vigilados y protegidos por guardias privados y por soldados israelíes en 120 colonias y otro centenar de asentamientos que son ioridades israelíes, aunque hayan permitido su expansión durante una década, en muchos casos sobre tierras robadas a campesinos palestinos.

Forman una variopinta amalgama de medio millón de personas -procedentes de cualquier rincón del mundo-, de los 7,3 millones que habitan Israel. Muchos difícilmente podrían relacionarse entre sí. Su visión del mundo, su actitud ante el vecino palestino, su apego a la tierra, distan un abismo.

Auténticos iluminados unos, pragmáticos otros, constituyen un impedimento fundamental a la fundación del Estado palestino que promete Obama. (...)

Todo comenzó en septiembre de 1967. Cuando los primeros colonos -tres meses después de la conquista de Cisjordania, Gaza, el Golán sirio y el Sinaí egipcio- se plantaron en Kfar Etzión, al sur de Belén. Hasta 1973, los Gobiernos hebreos dejaron hacer.

1975 fue el parteaguas. Nace Gush Emunim, un movimiento formado por judíos europeos, con preparación académica y profundamente religiosos. "Hubo una gran crisis nacional tras la guerra de Yom Kipur, y Gush Emunim, tribu mesiánica que huele los vacíos, trató de sacar ventaja.

Ocupaban el asiento trasero del coche y a partir de ahí se sentaron en el del conductor. Tenían argumentos históricos, religiosos y militares. Y les ayudó que los árabes entonces no estaban dispuestos a nes no estaban dispuestos a negociar", explica el periodista experto Akiva Eldar.

Desde aquel año, los primeros ministros de cualquier tinte político se vuelcan en la expansión colonial. (...)

David Wilder es, como Froman, un devoto judío. Pero de otra estirpe. Nunca hará migas con un palestino. "Lo dijo el primer ministro Isaac Shamir: 'Los árabes son los mismos árabes, como el mar es el mismo mar". Piensa que no pueden cambiar, que todos son iguales. Nacido en Nueva Jersey hace 55 años, es padre de "familia pequeña: siete hijos y 10 nietos".

Pistola al cinto, recibe en su despacho junto a la sinagoga de Abraham Avinu, en el corazón de Hebrón, entre calles desiertas, vaciadas de palestinos desde inicios de este siglo. En los comercios árabes, las estrellas de David se mezclan con pintadas: "Muerte a los árabes".(...)

"Si todo el mundo desea la paz, ¿por qué Egipto no les cede el Sinaí para crear el Estado palestino? La solución es fácil. Cuando los judíos del mundo emigren en masa a Israel, los árabes se marcharán. Será entonces cuando aprenderán que no nos iremos". (...)

"Llegamos a Israel porque buscaban médicos y contadores. Argentina estaba mal entonces, pero no fue el factor determinante". Silvia, cuyo hermano vive en Israel desde hace 40 años, asiente. Es incapaz de asimilar algunas circunstancias. "Nunca me acostumbraré a que no haya autobuses en sabath". Ariel, uno de sus hijos, de 27 años, lo lleva peor.

"Ni hay autobuses, ni vida nocturna en Maale Adumim", apunta el licenciado en Comunicación. Ellos difieren de cabo a rabo de Wilder. "El nacido en Israel es diferente al emigrante. Yo no guardo rencor a los árabes, pero muchos de mis colegas caen rápido en el insulto", explica Javier. Su vástago es contundente: "Hay palestinos a los que les despojan de todo, los golpean... No me extraña que se vayan a Hamás.

El odio crece y crece todo el tiempo. También cuando se explotaban ellos en autobuses aumentaba el odio entre los israelíes. No ha nacido el genio que solucione esto". Todo ha empeorado en los últimos años. Antes, los Markovas iban a Azzaría, el vecino pueblo palestino, a tomar pizzas. Ya no.(...)

A la de Ariel (otra ciudad de 40.000 almas) llevaron a emigrantes rusos directamente desde el aeropuerto sin que supieran que iban a territorio ocupado. En otros asentamientos, como en el valle del Jordán, hay gente de izquierdas. Colonos ideológicos no son más de 50.000, y muchos no están dispuestos a usar la violencia", sostiene Eldar.

Los hay que sí, y que juran que nadie será capaz de arrancarlos de Judea y Samaria, nombre bíblico de Cisjordania. (...)

"No hay que ceder ni un milímetro. La tierra es sólo nuestra. Si los árabes aceptan vivir bajo la soberanía de Israel, pueden permanecer". Es lo que diferencia a Weiss de individuos como Baruch Marzel, seguidor del rabino asesinado Meir Kahane, que aboga por la expulsión de los palestinos.

"Tienen 22 países árabes en los que vivir", es la coletilla. Convencida de que Obama se equivoca en su política "de apaciguar" a los árabes y a Irán, la abuela Weiss concluye: "En estas montañas estuvo Abraham. De ahí surgen nuestros derechos. Israel es el rayo de luz para el mundo.

Obama no quiere que la luz de nuestra nación difumine su mirada. Sería mejor que retirara a Israel los 3.000 millones de dólares anuales de ayuda. Caería nuestro nivel de vida, pero seríamos más libres". (...)

En los últimos meses, los más fanáticos se han entregado al vandalismo impune. Emplean una táctica que hace recaer su carga sobre el tercero de siempre. Si el Ejército desmantela un outpost -las colonias que son ilegales incluso para el propio Tribunal Supremo israelí-, se dedican a quemar olivos de los pueblos árabes colindantes.

En la región de Nablus han sido calcinados centenares de hectáreas. En ocasiones han asaltado pueblos, han disparado a los pies de lugareños palestinos, han destrozado casas y depósitos de agua... Los soldados, a veces, los han acompañado. Sin mover un dedo.

Decenas de esos asaltantes, siempre con su kipá de ganchillo, símbolo de los religiosos sionistas, y sus atuendos desaliñados, estilo hippy, parten de Yizhar. (...)

La Torá es un título de propiedad. Lo es para Susan Levin, estadounidense de 49 años llegada en 2006, y para Lisa Lawrence, nacida hace 33 años en Jerusalén. Ambas vecinas de Neve Daniel, colonia de 380 familias en Gush Etzión. Las casas son espaciosas, casi lujosas.

"La Torá dice que esta tierra nos fue otorgada, que somos un pueblo especial, que hay un lugar especial para nosotros. Vine aquí para aceptar ese regalo", comenta Levin. "Éste es el único lugar", añade acariciándose un brazo, "donde mi piel judía se adapta a la tierra. No es un regalo de la ONU". (...)

Dos palestinos trabajan en su casa. "Sin problema. Los vigilo, y además...". Se toca la cartuchera. "Si no estuviéramos en Talmón, los árabes llegarían hasta Tel Aviv. Nosotros los paramos".

Todos los vecinos se conocen. "Creemos en lo mismo. Para que alguien viva aquí debe pasar el examen de la comunidad. Somos muy religiosos, no ultraortodoxos". Él está convencido de su misión. " (El País Semanal, 13/09/2009, p. 48-59)

11/3/10

E judío que luchó contra el apartheid sudafricano... y contra el apartheid israelí

"El horror reciente del Holocausto nazi y una sensibilidad ancestral a la discriminación racial hizo que un altísimo porcentaje de los pocos blancos que lucharon contra el apartheid en Suráfrica fueran judíos. Uno de los más comprometidos y valientes fue Ronnie Kasrils, que se integró al movimiento armado de liberación que fundó Nelson Mandela en 1961, ascendió en el exilio al puesto de jefe de inteligencia militar y, tras la transición a la democracia en 1994, ocupó altos cargos de Gobierno -entre ellos, viceministro de Defensa y ministro de Inteligencia- hasta su retiro a finales de 2008. Hoy, invierte su energía política y moral en promover la causa palestina y denunciar a lo que él llama "el estado infanticida israelí". (...)

"El Gobierno israelí me detesta", dice, con más orgullo que pena. "El embajador de Israel en Suráfrica dijo hace dos años que estaba incitando a los palestinos a asesinar a israelíes. Eligió deducir esto de un discurso que di en una universidad palestina en la que leí una cita de un ministro del primer Gobierno israelí, Aharon Cizling, en 1949. A raíz de las atrocidades que perpetraban ya entonces los soldados israelíes, Cizling dijo: 'Ahora los judíos se han comportado como nazis también y todo mi ser ha sido sacudido". (...)

Kasrils no sólo ve un claro paralelismo entre el antiguo sistema de discriminación racial surafricano y "el sistema de expulsión y desalojo" de Israel, sino que cree que los israelíes imponen su apartheid con más brutalidad que el antiguo régimen surafricano. "El error original fue la creación de Israel, no como Estado unitario sino como un Estado basado en la identidad religiosa y racial, lo cual lo convirtió automáticamente en un Estado apartheid. Ha sido un desastre para los palestinos", dijo Kasrils, que teme que su causa le consuma por el resto de sus días, "y un desastre para los judíos".

(RONNIE KASRILS: "El Gobierno israelí me detesta". El País, ed. Galicia, última, 02/03/2010)