26/1/11

El colonialismo israelí



"Los colonos viven en atalayas. En pequeñas y pulcras comunidades en las colinas, en casas de teja roja bien alineadas y mejor fortificadas en la pedregosa Cisjordania, ocupada desde hace 42 años. O en auténticas ciudades, como Ariel o Maale Adumim. O en barrios populosos de la ocupada Jerusalén Oriental.

O en grupos de chozas de madera o latón, aislados en la ladera de una montaña. Armados, vigilados y protegidos por guardias privados y por soldados israelíes en 120 colonias y otro centenar de asentamientos que son ioridades israelíes, aunque hayan permitido su expansión durante una década, en muchos casos sobre tierras robadas a campesinos palestinos.

Forman una variopinta amalgama de medio millón de personas -procedentes de cualquier rincón del mundo-, de los 7,3 millones que habitan Israel. Muchos difícilmente podrían relacionarse entre sí. Su visión del mundo, su actitud ante el vecino palestino, su apego a la tierra, distan un abismo.

Auténticos iluminados unos, pragmáticos otros, constituyen un impedimento fundamental a la fundación del Estado palestino que promete Obama. (...)

Todo comenzó en septiembre de 1967. Cuando los primeros colonos -tres meses después de la conquista de Cisjordania, Gaza, el Golán sirio y el Sinaí egipcio- se plantaron en Kfar Etzión, al sur de Belén. Hasta 1973, los Gobiernos hebreos dejaron hacer.

1975 fue el parteaguas. Nace Gush Emunim, un movimiento formado por judíos europeos, con preparación académica y profundamente religiosos. "Hubo una gran crisis nacional tras la guerra de Yom Kipur, y Gush Emunim, tribu mesiánica que huele los vacíos, trató de sacar ventaja.

Ocupaban el asiento trasero del coche y a partir de ahí se sentaron en el del conductor. Tenían argumentos históricos, religiosos y militares. Y les ayudó que los árabes entonces no estaban dispuestos a nes no estaban dispuestos a negociar", explica el periodista experto Akiva Eldar.

Desde aquel año, los primeros ministros de cualquier tinte político se vuelcan en la expansión colonial. (...)

David Wilder es, como Froman, un devoto judío. Pero de otra estirpe. Nunca hará migas con un palestino. "Lo dijo el primer ministro Isaac Shamir: 'Los árabes son los mismos árabes, como el mar es el mismo mar". Piensa que no pueden cambiar, que todos son iguales. Nacido en Nueva Jersey hace 55 años, es padre de "familia pequeña: siete hijos y 10 nietos".

Pistola al cinto, recibe en su despacho junto a la sinagoga de Abraham Avinu, en el corazón de Hebrón, entre calles desiertas, vaciadas de palestinos desde inicios de este siglo. En los comercios árabes, las estrellas de David se mezclan con pintadas: "Muerte a los árabes".(...)

"Si todo el mundo desea la paz, ¿por qué Egipto no les cede el Sinaí para crear el Estado palestino? La solución es fácil. Cuando los judíos del mundo emigren en masa a Israel, los árabes se marcharán. Será entonces cuando aprenderán que no nos iremos". (...)

"Llegamos a Israel porque buscaban médicos y contadores. Argentina estaba mal entonces, pero no fue el factor determinante". Silvia, cuyo hermano vive en Israel desde hace 40 años, asiente. Es incapaz de asimilar algunas circunstancias. "Nunca me acostumbraré a que no haya autobuses en sabath". Ariel, uno de sus hijos, de 27 años, lo lleva peor.

"Ni hay autobuses, ni vida nocturna en Maale Adumim", apunta el licenciado en Comunicación. Ellos difieren de cabo a rabo de Wilder. "El nacido en Israel es diferente al emigrante. Yo no guardo rencor a los árabes, pero muchos de mis colegas caen rápido en el insulto", explica Javier. Su vástago es contundente: "Hay palestinos a los que les despojan de todo, los golpean... No me extraña que se vayan a Hamás.

El odio crece y crece todo el tiempo. También cuando se explotaban ellos en autobuses aumentaba el odio entre los israelíes. No ha nacido el genio que solucione esto". Todo ha empeorado en los últimos años. Antes, los Markovas iban a Azzaría, el vecino pueblo palestino, a tomar pizzas. Ya no.(...)

A la de Ariel (otra ciudad de 40.000 almas) llevaron a emigrantes rusos directamente desde el aeropuerto sin que supieran que iban a territorio ocupado. En otros asentamientos, como en el valle del Jordán, hay gente de izquierdas. Colonos ideológicos no son más de 50.000, y muchos no están dispuestos a usar la violencia", sostiene Eldar.

Los hay que sí, y que juran que nadie será capaz de arrancarlos de Judea y Samaria, nombre bíblico de Cisjordania. (...)

"No hay que ceder ni un milímetro. La tierra es sólo nuestra. Si los árabes aceptan vivir bajo la soberanía de Israel, pueden permanecer". Es lo que diferencia a Weiss de individuos como Baruch Marzel, seguidor del rabino asesinado Meir Kahane, que aboga por la expulsión de los palestinos.

"Tienen 22 países árabes en los que vivir", es la coletilla. Convencida de que Obama se equivoca en su política "de apaciguar" a los árabes y a Irán, la abuela Weiss concluye: "En estas montañas estuvo Abraham. De ahí surgen nuestros derechos. Israel es el rayo de luz para el mundo.

Obama no quiere que la luz de nuestra nación difumine su mirada. Sería mejor que retirara a Israel los 3.000 millones de dólares anuales de ayuda. Caería nuestro nivel de vida, pero seríamos más libres". (...)

En los últimos meses, los más fanáticos se han entregado al vandalismo impune. Emplean una táctica que hace recaer su carga sobre el tercero de siempre. Si el Ejército desmantela un outpost -las colonias que son ilegales incluso para el propio Tribunal Supremo israelí-, se dedican a quemar olivos de los pueblos árabes colindantes.

En la región de Nablus han sido calcinados centenares de hectáreas. En ocasiones han asaltado pueblos, han disparado a los pies de lugareños palestinos, han destrozado casas y depósitos de agua... Los soldados, a veces, los han acompañado. Sin mover un dedo.

Decenas de esos asaltantes, siempre con su kipá de ganchillo, símbolo de los religiosos sionistas, y sus atuendos desaliñados, estilo hippy, parten de Yizhar. (...)

La Torá es un título de propiedad. Lo es para Susan Levin, estadounidense de 49 años llegada en 2006, y para Lisa Lawrence, nacida hace 33 años en Jerusalén. Ambas vecinas de Neve Daniel, colonia de 380 familias en Gush Etzión. Las casas son espaciosas, casi lujosas.

"La Torá dice que esta tierra nos fue otorgada, que somos un pueblo especial, que hay un lugar especial para nosotros. Vine aquí para aceptar ese regalo", comenta Levin. "Éste es el único lugar", añade acariciándose un brazo, "donde mi piel judía se adapta a la tierra. No es un regalo de la ONU". (...)

Dos palestinos trabajan en su casa. "Sin problema. Los vigilo, y además...". Se toca la cartuchera. "Si no estuviéramos en Talmón, los árabes llegarían hasta Tel Aviv. Nosotros los paramos".

Todos los vecinos se conocen. "Creemos en lo mismo. Para que alguien viva aquí debe pasar el examen de la comunidad. Somos muy religiosos, no ultraortodoxos". Él está convencido de su misión. " (El País Semanal, 13/09/2009, p. 48-59)

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