27/1/11

Sebastián de Romero Radigales, Cónsul General de Atenas entre 1943 y 1944... un hombre justo

"Hay dos fotogramas en la memoria de Isaac Revah que se mantienen intactos: el día que derramó en el fango la leche azucarada con pastas que suministraban a los niños de Bergen Belsen una vez por semana; y el ladrido del perro que el jefe de campo paseaba, cada día a las 6 de la mañana, entre las filas de prisioneros alineados en el patio.

A esa hora, la de "la llamada", era momento para el recuento de los que poblaban el campo de concentración nazi situado en Baja Sajonia (Alemania) y en el que murieron alrededor de 50.000 personas.

"Con nueve años no entendía por qué ocurría aquello, los adultos nos lo ocultaban. Si hasta nos daban cursos de biblia y clases de matemáticas para mantenernos distraídos.

El agua caliente de la ducha nos reconfortaba, por eso no entendía que mi padre deseaba que saliéramos rápidamente de allí [el método de las duchas falsas era el que se utilizaba para gasear a los prisioneros]. Ahora entiendo su mirada cada vez que salíamos de la ducha", contaba ayer Revah. (...)

Nacido en Salónica (Grecia) en 1934, Isaac Revah pertenecía a una familia de judíos sefardíes que tras el estallido de la II Guerra Mundial pidió asilo al gobierno español.

Fue uno de los 367 "privilegiados" que las fuerzas alemanas trasladaron a Bergen Belsen, como medida provisional, en agosto de 1943 - 48.000 judíos de Salónica fueron deportados al campo de exterminio de Auschwitz - donde Benico Revah, su padre, Suzanne Aruch de Revah, su madre, Lela Soedaï, su hermana de 4 años, y un sinfín de tíos y primos permanecieron siete meses esperando un billete al otro lado de los Pirineos:

"Cogimos el tren hacia Bergen Belsen vestidos con ropa estival, pensando desde el inicio de nuestro viaje que el verano era una época en la que el clima de España era displicente". Un tren de ganado en el que "entre 60 y 80" en cada vagón, según recuerda Revah, y en unas condiciones "difícilmente soportables": sin comida durante los siete días de trayecto y sin agua para todos.

No mucho mejor de las barracas en las que compartía cama con su padre y el tifus con sus vecinos de litera, además de "un líquido negro llamado café, y unas legumbres por la tarde".

Su Oskar Schindler particular - el industrial alemán que salvó la vida de 1.200 judíos del exterminio nazi durante la II Guerra Mundial - fue Sebastián de Romero Radigales, Cónsul General de Atenas entre 1943 y 1944, que intercedió para su salida del campo de exterminio nazi el 7 de febrero de ese último año, en plena guerra:

"Cruzamos Alemania y Francia en vagones de tercera, desde donde vimos ciudades destrozadas, hasta llegar a Barcelona. De ahí conseguimos llegar hasta Palestina, cuando estaba bajo mandato británico y en 1948 nos trasladamos a la capital francesa". (...)

Una tragedia, la del Holocausto, que parece no haber ido con él. Isaac Revah, a sus 77 años - y tras perder a toda la familia por parte de su madre en una de las marchas de la muerte desde Bergen Belsen hasta Auschwitz - en definitiva se siente un privilegiado: "Siempre pienso que he sufrido menos que otra gente que pasó por el mismo campo. Cada vez que digo esto, tengo amigos diciéndome: "¡Basta ya!". (El País, 27/01/2011)

1 comentario:

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