18/2/25

Rosario Migoya Espinilla, fusilada el 27 de agosto de 1940, a la edad de 37 años... Rosario tenía seis hijos que fueron repartidos en instituciones religiosas y “alguno regalado a familias del régimen” (Eva Máñez, CTXT)

 "85 años después, hijos, nietos y bisnietos de once de las víctimas de la fosa 126 pueden por fin cerrar la herida abierta en el lugar donde yacían sus familiares. Diez hombres y una mujer comprometidos con la defensa de los valores que representaba la II República; valores de libertad, igualdad, progreso, solidaridad y ciudadanía, que hallaron en Paterna el pelotón de fusilamiento franquista y una fosa común. El de la 126 es el relato de las últimas fosas exhumadas en la localidad valenciana, la intrahistoria silenciada de la represión franquista que ahora por fin puede hacer su duelo y reconstruir las historias familiares ocultas por el terror institucionalizado. Familiares y militantes memorialistas se dieron cita el domingo 16 de febrero en el Memorial 2228 del cementerio de Paterna en una emotiva ceremonia organizada por las propias familias. En ella, se nombraron a todas las víctimas de la fosa 126, y los cuerpos identificados pudieron ser entregados a sus seres queridos.

Rosa Navarro Damiá, de 92 años, abrazaba la pequeña caja con los restos óseos y suspiraba “mon pare”. Cuenta Rosa que se acuerda de que su padre le enseñó a leer y que su madre “lo pasó muy mal” al quedarse viuda con tres criaturas. “En casa había mucho silencio y mucha pena, mi madre lloraba mucho, pero nunca nos inculcó ningún odio”, rememora. “Tuvimos que irnos a casa de una tía para poder comer y yo a los quince años a servir a Barcelona y luego a Francia. En aquel tiempo no teníamos derecho ni a hablar ni a respirar”. Rosa cuenta que la alegría no le cabe en el cuerpo. “Mi padre dio la vida para que todos viviéramos bien y eso nunca lo hemos olvidado en mi familia”, concluye rodeada de sus hijos y nietos que ahora la acompañarán al cementerio de su pueblo Benicull, para inhumar los restos óseos junto a los de su madre.

Entre el 27 de agosto y el 14 de septiembre de 1940 fueron fusiladas 243 personas en Paterna, en cinco sacas –se llama saca a cada una de las veces que fusilaban a un grupo de republicanos en el Terrer–. De ellas, al menos 170 (algunas fuentes hablan de 200) fueron volcadas a una fosa de dos por dos metros y cinco de profundidad.

A la 126 se la llama la “fosa de la terra” porque muchos de ellos eran agricultores y jornaleros que, junto con chóferes, obreros, agentes de seguros y guardias civiles fieles a la República, provenían de diferentes lugares del País Valencià: Torrent, Beniparrell, Picanya, Villar del Arzobispo, Massanassa, Alcàsser, Benaguasil, Massamagrell... y un largo etcétera que incluye otras partes de España como Murcia, Ciudad Real, Girona o Teruel. También es conocida como la fosa ‘de les rajoles’, ya que un modesto memorial, realizado en los años ochenta por parte de los familiares a modo de protección y recuerdo de sus seres queridos, cubrió la fosa con azulejos con el nombre y profesión de algunos de los que allí yacían.

Entre los once republicanos que fueron entregados a sus familias se encuentra una mujer, Rosario Migoya Espinilla, fusilada el 27 de agosto de 1940, a la edad de 37 años. Rosario tenía seis hijos que fueron repartidos en instituciones religiosas y “alguno regalado a familias del régimen”, relata Carlos Bleda Gregori, el nieto que comenzó en 2017 a intentar reconstruir una historia familiar llena de silencios. “No se nos hablaba de ella en absoluto y si preguntábamos, mi madre decía: ‘callaros que las paredes oyen’. Solo sabíamos que había sido fusilada y que estaba en Paterna”. Otra de sus nietas, Amparo Gregori, añade que el silencio era “una manera de protegernos”. Para Carlos “ha sido un proceso muy largo con muchas zancadillas y muchas trabas. Pero todas estas dificultades nos han hecho más fuertes y no vamos a acabar aquí, vamos a seguir buscando. Recuperar el cuerpo de Rosario es justicia, ahora falta la reparación”.

En el año 2012, Pepita Celda consiguió el permiso y la subvención para poder localizar los restos de su padre, José Celda Beneyt. Fue la lucha titánica y pionera de una anciana ante todas las trabas burocráticas. Ella recordaba que su padre, junto a 15 republicanos de Massanassa, fue enterrado en una fosa muy grande y que su familia consiguió, tras pagar 25 pesetas al enterrador, poder ponerle en un ataúd con una botellita de cristal con su nombre. Su padre era quien cerraba la fosa: debajo de él había doscientas personas más. El equipo de arqueólogos de Paleolab halló al padre de Pepita y a otros once fusilados en ataúdes y con sus botellitas. El suelo de cal evidenciaba que había más gente debajo de ellos, pero la normativa de entonces no les permitió seguir excavando y exhumando. Así que la fosa se cerró y se volvieron a poner los azulejos encima.

En 2017, María Navarro buscaba el cuerpo de su abuelo: el concejal de Picanya José Navarro Ángel, fusilado el 12 de septiembre de 1940. Para ello montó la Asociación de Familiares de Víctimas del Franquismo de la Fosa 126 de Paterna con un puñado de descendientes de fusilados. “Éramos los imprescindibles para poder constituir una junta directiva”, cuenta. “Para exhumar había que crear una asociación, no nos quedaba otra que seguir para adelante y a partir de ahí la tarea era buscar a las familias. Pero la cosa fluyó muy rápido y empezamos a encontrar gente, familias, hasta llegar a los más de cien que somos actualmente”, continúa María. Uno de los primeros actos de esta asociación fue nombrar a Pepica Celda presidenta honorífica. 

En el memorial, María agradeció a las familias su “resiliencia y perseverancia” y recordó “el sufrimiento, humillaciones, abusos y muerte de las víctimas” que han sido afectadas “de manera transversal en diferentes generaciones”. “Aquí estamos, en pie de lucha, pero una lucha pacífica, firme y constante, reclamando verdad y justicia”. “Estas once personas fueron juzgadas sin posibilidad de defensa por consejos militares y asesinadas por fascistas golpistas una vez finalizada la guerra, en tiempo de paz”. 

Esta ha sido la tercera ceremonia desde que finalizó la exhumación en 2022. La Asociación de Familiares de Víctimas del Franquismo de la Fosa 126 de Paterna (Valencia) las organiza conforme avanzan los resultados de las pruebas de ADN.  Aún están a la espera de que se pueda identificar a más víctimas. A pesar de que la fosa está exhumada, todavía queda un largo camino para identificar todos los restos, por eso siguen buscando a personas que crean que sus familiares pudieron ser fusilados en Paterna los días 27, 29 de agosto o el 11,12 y 14 de septiembre de 1940 [la asociación pide que se pongan en contacto con ellos al mail Familiarsfossa126paterna@gmail.com para poder informarse y cotejar los datos genéticos].

El domingo 16 de febrero fue un día de alegría en un largo recorrido iniciado en diciembre de 2021, cuando comenzaron los trabajos de exhumación gracias al empeño de los familiares y una subvención de la Generalitat Valenciana. Tras siete meses de intervención, los arqueólogos de Atics localizaron los restos de 141 víctimas de la represión franquista. Para esta empresa de arqueología, con amplia experiencia en fosas en todo el territorio, este trabajo supuso un reto por varios motivos. La principal dificultad según el coordinador de la exhumación, Frances Xavier Florensa, fue la saponificación (proceso por el que la grasa se convierte en una masa parecida al jabón). Otra dificultad fue la de tener que trabajar a cinco metros bajo tierra, lo que según el arqueólogo implica “una gran dificultad logística”. “No se trata solo de sacar cuerpos”, insiste Florensa, “todo se hace manualmente por un equipo multidisciplinar muy cualificado”. 

El Terrer de Paterna (València) –un muro, todavía en pie y sin significar cercano al cementerio– es el lugar donde se constata el mayor número de crímenes contra la humanidad una vez acabada la Guerra. En España, solo el cementerio del Este de Madrid lo supera en número. Aquí fueron asesinadas 2.238 personas provenientes de diferentes municipios valencianos y de otras localidades del territorio español, sepultadas en 130 fosas. Este genocidio comenzó dos días después de finalizar la guerra y continuó hasta el año 1956. En los últimos 20 años más de 1.600 cuerpos han sido recuperados en exhumaciones científicas realizadas en 84 fosas. 240 víctimas han podido ser identificadas gracias a las técnicas de secuenciación masiva de ADN que permiten una alta fiabilidad con muestras de familiares de segundo y tercer grado."         (Eva Máñez, CTXT, 18/02/25)

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