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30/3/22

Cuando un dedo lo dice todo: la foto de Marine Le Pen que rebosa racismo

 


  "Hay detalles que dicen mucho. Nimiedades que de pronto desvelan un mundo de sutilezas, de miedos y de fobias. Fíjense en ese diminuto dedo levemente apoyado sobre el hombro de una mujer negra.

 El dedo, como bien saben, pertenece a la líder ultraderechista francesa Marine Le Pen. También la sonrisa que emerge tras ese dedo, una sonrisa que aparenta cordialidad, que podría interpelarnos incluso desde la empatía o la solidaridad. Pero no. Algo le delata.

La instantánea, tomada en la isla de Sainte-Rose, comuna francesa situada en las Antillas francesas, está fechada este lunes y ha sido compartida a través de sus redes por la que fuera líder del Frente Nacional.

Y es que ese dedo índice, levemente apoyado, dice mucho más que una sonrisa. Desvela a un personaje, a una forma de entender al otro, nos habla de una repulsión íntima.

La imagen ha enfadado a muchos usuarios, que han denunciado el racismo de la conservadora radical.

El demonio, dicen, está en los detalles. Esta imagen es buena muestra de ello. Algunos dirán que es sólo un dedo. Otros, en cambio, verán la viva imagen del racismo."            (Tremending, 29/03/22)

14/6/21

Las heridas aún abiertas de la matanza racista de Tulsa. Los tres únicos supervivientes vivos de los disturbios que costaron la vida a 300 afroamericanos hace 100 años continúan reclamando en vano una indemnización

 "Viola Ford Fletcher tenía siete años cuando un hombre pasó delante de su casa en el barrio de Greenwood, en la ciudad de Tulsa (Oklahoma), gritando a todo el mundo que se marcharan porque “los blancos estaban matando a todos los negros”. Era la noche del 31 de mayo de 1921.

 En cuestión de horas, durante la madrugada del 1 de junio, una turba de blancos saqueó e incendió los negocios de los afroamericanos. Según los cálculos de los historiadores, 300 personas murieron y otros centenares resultaron heridos. Las llamas destruyeron 35 manzanas y 8.000 residentes del distrito quedaron sin hogar.

 Fletcher aún recuerda con lucidez las imágenes de sus vecinos recibiendo disparos, sus cuerpos sin vida en la calle, el fuego consumiendo las iglesias, los negocios y los edificios. “Aún puedo oler el humo”, aseguró este 19 de mayo ante un comité del Congreso en Washington.

 El barrio atacado esa noche era conocido como el Wall Street Negro. Veteranos de la I Guerra Mundial, profesionales y artesanos —descendientes de esclavos— habían logrado levantar un segregado pero próspero distrito en el que vivían cerca de 10.000 afroamericanos. Era un oasis donde la comunidad negra podía acariciar el sueño americano en una época en la que aún eran comunes los linchamientos.

El detonante de la masacre fue un hecho banal en el ascensor de un hotel en el centro de Tulsa el 30 de mayo. Dick Rowland, un limpiabotas negro de 19 años, coincidió en él con Sarah Page, blanca, de 17. Según determinó una comisión oficial sobre la matanza, establecida en 2001 por el Estado de Oklahoma, el joven negro tropezó al salir del ascensor, lo que provocó que pisara el pie de la chica blanca, que profirió un grito probablemente involuntario.

Varios testigos afirmaron después haber oído gritar a una mujer blanca y a un joven negro escapar corriendo, un relato del que los medios locales de la época dedujeron que el adolescente afroamericano había agredido sexualmente a Page. Ese mismo día, cientos de hombres blancos armados se congregaron fuera del juzgado donde estaba detenido Rowland. Algunos de ellos habían sido reclutados por el Ayuntamiento de la ciudad y por las autoridades del Estado de Oklahoma. Un número inferior de hombres negros, también armados, acudieron al lugar para evitar que lincharan al joven Rowland. Un disparo entre la multitud desató el caos que se trasladó a Greenwood. La violencia se prolongó durante 24 horas.

 Ningún blanco fue procesado jamás por los hechos y, en estos 100 años, ningún negro ha sido indemnizado. El informe de la comisión oficial de Oklahoma instó ya en 2001 a que se compensara económicamente a las víctimas pero esa recomendación cayó en el olvido, pese a que el documento confirmaba que las autoridades de aquella época conspiraron e instigaron a los blancos a arrasar el barrio negro.

 Cerca de 6.000 personas fueron detenidas, la mayoría afroamericanos. Un gran jurado culpó a los hombres negros de los disturbios. Las compañías de seguro rechazaron las reclamaciones de las víctimas y las demandas civiles contra la ciudad en busca de ayuda financiera fueron desestimadas. Rowland, el limpiabotas negro cuyo incidente con la chica blanca desencadenó la furia de los blancos, fue posteriormente exonerado y todos los cargos en su contra, retirados.

Durante décadas, Tulsa ignoró lo sucedido ese 31 de mayo, una fecha que hasta hace poco ni siquiera aparecía en los libros de Historia. Ahora, el movimiento para lograr indemnizaciones por la que fue una de las masacres racistas más mortíferas de Estados Unidos desde el fin de la esclavitud ha cobrado un nuevo impulso en un país sacudido por el movimiento antirracista Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan-BLM). BLM llamó a movilizaciones masivas de la comunidad afroamericana ahora hace un año, tras el homicidio a manos de un policía del afroamericano George Floyd.

En este contexto, en septiembre de 2020, las tres únicas víctimas directas que aún viven y los descendientes de los fallecidos de Tulsa interpusieron una demanda contra la ciudad y la Cámara de Comercio estatal para que se los indemnice y se dé prioridad a los vecinos afroamericanos en la adjudicación de contratos municipales. La demandante principal, Lessie Benningfield Randle, de 105 años, es una de esos tres supervivientes conocidos, junto con Viola Fletcher y Hughes Van Ellis, el hermano menor de Fletcher, de 100 años.

Una justicia “imposible para los negros”

Lessie Benningfield Randle testificó en un vídeo proyectado a los miembros de la comisión del Congreso sobre una masacre que la anciana definió “como una guerra” perpetrada por hombres blancos armados que destruyeron su comunidad “sin ninguna razón”. Randle responsabilizó a las autoridades de la ciudad por lo sucedido: “Las personas en posiciones de poder de EE UU, muchas como ustedes, nos han dicho que esperemos. Otros nos han dicho que es demasiado tarde. Parece que la justicia en EE UU siempre es tan lenta o imposible para los negros y nos hacen sentir como si estuviéramos locos solo por pedir que las cosas se arreglen”.

“No somos solo imágenes en blanco y negro”, sostuvo, por su parte, Hughes Van Ellis, el hermano de Fletcher, quien también compareció ante el Congreso. “Somos de carne y hueso. Yo estaba allí cuando ocurrió. Y todavía estoy aquí”, agregó.

 El presidente Joe Biden, quien ha sostenido que la esclavitud es el “pecado original” de Estados Unidos, visitará este martes Tulsa. El mandatario se reunirá con los supervivientes para conmemorar el centenario de la masacre en una ciudad que es hogar aún hoy de escandalosas disparidades raciales. El ingreso familiar promedio en los hogares negros es menos de tres quintas partes de los 55.278 dólares (45.336 euros) de los que disponen de media las familias blancas, informa The New York Times. El 33,5% de los afroamericanos del norte de la ciudad vive en la pobreza, en comparación con el 13,4% de los blancos en el sur y la esperanza de vida de la comunidad en el barrio más pobre es 11 años inferior a la del sector más rico, blanco, según datos del Departamento de Salud de Tulsa recogidos por Human Right Watch.

Los supervivientes y los descendientes de las víctimas de Tulsa creen que la pobreza en la que vive aún hoy la comunidad negra de esa ciudad hunde sus raíces en las matanzas que tuvieron lugar en la noche del 31 de mayo al 1 de junio de 1921."                   (Antonia Laborde, El País, 31/05/21)

2/6/21

Conmoción en Canadá tras el hallazgo de los restos de 215 niños en un antiguo internado para indígenas

 "El hallazgo de una fosa común con los restos de 215 niños en terrenos pertenecientes al antiguo internado para menores indígenas de Kamloops, en la provincia de Columbia Británica, ha conmocionado Canadá.

 El macabro descubrimiento fue desvelado por Rosanne Casimir, jefa de la reserva Tk’emlups te Secwépmc (habitada por miembros del pueblo shuswap) en un comunicado hecho público el jueves. En el texto, Casimir señalaba que los restos de los alumnos se encontraron “el pasado fin de semana, con la ayuda de un especialista en radares de penetración terrestre”. Casimir indicó que algunos de los niños tenían tan solo tres años de edad y se desconocen los motivos de las muertes y de cuándo datan. Entre 1883 y 1996, unos 150.000 niños fueron obligados a vivir en 139 centros para menores indígenas. La negligencia, los castigos físicos, la violencia sexual y el racismo fueron comunes dentro de sus muros.

Se espera que a mediados de junio se publique un informe con más detalles sobre lo ocurrido en Kamloops y que en los próximos días se anuncie el destino final de los restos. El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, ha escrito en Twitter que el descubrimiento es un “doloroso recuerdo” de “un vergonzoso capítulo de la historia” del país.

 El internado de Kamloops, abierto entre 1890 y 1969, fue el mayor de estos centros en el país, destinados en teoría a integrar a la joven población indígena en el sistema y regentados por el Gobierno y las comunidades religiosas. De adscripción católica, en sus tiempos de mayor esplendor alojaba a unos 500 alumnos procedentes de distintas comunidades autóctonas de Columbia Británica. Tras recibir la noticia sobre este hallazgo, Marc Miller, ministro federal de Servicios Indígenas, afirmó que el tema de los internados para menores indígenas “continúa siendo una vergüenza nacional, pero lo que resulta incluso más vergonzoso es que mucha gente no conoce esta realidad”. En junio de 2015, una comisión entregó un informe donde catalogó lo ocurrido en estas instituciones como un “genocidio cultural”.

 Muchos padres no volvieron a tener noticias de sus hijos. El informe de 2015 estableció que 3.125 menores fallecieron en estos centros. Cuatro años después, la cifra pasó a 4.134, pero algunos expertos calculan que podría rondar los 6.000. Rosanne Casimir indicó que, según su comunidad, los 215 niños de Kamloops no estaban incluidos en estos registros. El documento de la comisión señaló que la mitad del total de los decesos fueron por tuberculosis. La gripe, la neumonía y otras enfermedades también provocaron numerosas muertes. Otras más ocurrieron por incendios, suicidios, ahogamiento o hipotermia. No obstante, las causas siguen siendo una interrogante en diversos casos.

La tasa de mortalidad de los alumnos de origen autóctono entre 1941 y 1945 fue casi cinco veces superior a la del resto de menores canadienses. En los años 60 y hasta el cierre del último internado en 1996, esta tasa disminuyó, aunque siguió siendo dos veces más alta. Estudios académicos han establecido vínculos entre la experiencia en los internados y problemas de salud mental, drogadicción, alcoholismo y violencia en distintas reservas indígenas.

En 2008, el entonces primer ministro, Stephen Harper, se disculpó en nombre de todos los canadienses con las comunidades autóctonas por el daño provocado por los internados. Un año antes, el Gobierno de Harper había llegado a un acuerdo para resolver la ola de recursos presentados en tribunales exigiendo indemnizaciones. Un comité de verificación publicó en marzo que Canadá desembolsó en total 3.230 millones de dólares canadienses (unos 2.190 millones de euros): se entregaron 2.140 millones en indemnizaciones a 27.800 personas; la suma restante fue para gastos burocráticos y jurídicos.

Perry Bellegarde, jefe de la Asamblea de las Primeras Naciones de Canadá, ha expresado este viernes su dolor por el hallazgo de los restos de los 215 niños. “Si bien no es algo nuevo encontrar tumbas en antiguos internados, siempre es demoledor ver expuestas las heridas de ese episodio”, manifestó.

Desde que llegó al cargo de primer ministro en 2015, Justin Trudeau se ha comprometido a favorecer la reconciliación entre los pueblos indígenas y el resto del país. Ha aumentado los canales de comunicación con los líderes autóctonos y los recursos para estas comunidades. Asimismo, puso en marcha una comisión relacionada con el asesinato y desaparición de mujeres indígenas (unas 1.200 víctimas desde 1980, según los cálculos más conservadores).

Sin embargo, existen aún retos de envergadura por superar. Por ejemplo, decenas de reservas siguen con problemas de acceso al agua potable, y el racismo y la discriminación en instituciones policiales y sanitarias hacia los indígenas no son asunto anecdótico. La ley federal conocida como “Indian Act”, proclamada en 1876, continúa regulando gran parte de las actividades de los grupos autóctonos del país. Los indígenas representan el 4,9% de la población total de Canadá."                (Jaime Porras, El País, 29/05/21)

19/4/21

Banalidad del mal: Ayuso llama "mantenidos" a los que van a las colas del hambre

 "La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, ha orquestado una nueva polémica al decir que el Gobierno de Pedro Sánchez crea "colas del hambre para que la gente dependa de ellos", a los que además ha tildado de "subvencionados".

"Necesitan Madrid para seguir con su hoja de ruta que es romper España, dividirla territorialmente y crean ciudadanos de primera y de segunda. De segunda, los mantenidos subvencionados que ellos crean como las colas del hambre para que la gente dependa de ellos", ha espetado Ayuso sobre la gestión de Sánchez. "                            (tremendin 18/04/21)

PabloMM @pablom_m

 Díaz Ayuso dice que la gente que pide comida en las colas del hambre son unas "subvencionados". Su único trabajo antes de ser presidenta fue en una fundación creada con dinero público por el PP donde cobraba 4.200€ por ser la community manager del perro de Esperanza Aguirre.

12:44 a. m. · 18 abr. 2021
1.560 Retweets 20 Tweets citados 3.681 Me gusta

Sergio @TrainerExtreme

 Mi madre ha cotizado 39 años y medio. Cuando yo tenía 6 mis padres se quedaron en paro. Me recuerdo de la mano de mi madre yendo a Cáritas a pedir comida. Lo tengo grabado a fuego. Que Ayuso insulte a la gente que lucha por salir adelante es una aberración y una inmoralidad.

8:26 p. m. · 17 abr. 2021
2.849 Retweets 35 Tweets citados 10,5 mil Me gusta

Noa Gresiva @NoaGresiva

 Hace 30 años mi madre lloraba porque no podía llenar la nevera y tenía que pedir comida. Separada y con dos hijos. Trabajaba de sol a sol en la cocina y no llegaba a fin de mes. "Mantenidos subvencionados" ... No puedes dar más asco Ayuso. Es imposible.

Y hace 20 también. Hasta que a la mujer le dio un puto ictus según el médico por "los vapores mal ventilados de las cocinas". La reventaron a trabajar en la hostelería. Nunca la he oído quejarse de impuestos. Siguió trabajando cuidando ancianos y con la costura.

Vivió episodios racistas con violencia con uno de sus hijos, menor de edad (11 o 12 años tenía) por tener un nombre extranjero. Nadie la ayudó. Nos sacó adelante como pudo. Nunca hizo nada d lo que sentirse avergonzada, Llegó a dejar trabajos porque la explotaban. Por dignidad.

Una vez, incluso uno de sus jefes apareció en casa para pedirle que fuese a trabajar con un pie escayolado, por un accidente de camino al trabajo, para que les organizase la faena aunque fuese sentada dando órdenes. Ella no era la jefa de cocina ni nada, cobraba como una ayudante

Mantenidos subvencionados son los políticos como tú Isabel. Los que viven de montar negocios y desviar dinero público, de todos los que como mi madre, tú, que lees esto, o yo pagamos religiosamente, con mucho esfuerzo. Hacemos todo lo que podemos para contribuir al bien común

mientras os gastáis el dinero de otros, en compraros medios de comunicación para tapar vuestras mierdas. 

9:49 p. m. · 17 abr. 2021
2.234 Retweets 30 Tweets citados 7.342 Me gusta

Protestona ۞ @protestona1

 Llamar mantenidos y subvencionados a las pobres personas que se ven obligadas a hacer cola en los bancos de alimentos para poder poner un plato en la mesa de sus hijos es propio de una xicopata.

 9:19 p. m. · 17 abr. 2021
459 Retweets 37 Tweets citados 975 Me gusta
       

7/9/20

La noche en la que un adolescente mató a dos personas en Wisconsin

  "El secreto mejor guardado de Antioch, Illinois”. La frase, reclamo publicitario de esta “exquisita y bella comunidad de apartamentos ajardinados”, en un pueblo a medio camino entre Chicago y Milwaukee, adquirió el martes un nuevo y dramático significado. En uno de estos seis bloques de edificios marrones de dos plantas, en un apartamento de dos habitaciones, vivía con su madre Kyle Rittenhouse, un chico de 17 años capaz de acudir armado a poner orden en la ciudad vecina y abrir fuego con su fusil de asalto, al sentirse acorralado, matando a dos personas e hiriendo a otra que estaba en pie con los brazos en alto.

Rittenhouse fue arrestado a las cinco de la mañana del miércoles en su apartamento de Antioch y trasladado al centro de detención juvenil del condado de Lake (Illinois), donde espera su extradición a Wisconsin. Se enfrenta a seis delitos, entre ellos uno de homicidio imprudente en primer grado, otro de homicidio doloso en primer grado y otro más de tentativa de homicidio en primer grado. Este jueves, levantado ya el cordón policial que lo protegía la víspera, “el secreto mejor guardado de Antioch” lucía desierto. Un hombre salió de un coche para pedir al visitante que se fuera: “Déjennos vivir tranquilos”. “Este país se ha vuelto loco, y esta vez la locura nos ha tocado en nuestro jardín trasero”, resumía una mujer, que no quiso dar su nombre, mientras se alejaba con una amiga hacia el parque contiguo, vestidas con ropa deportiva.

Se necesitaban “ciudadanos armados”. “La policía está superada en número y nuestro alcalde ha fracasado. ¡Tomemos las armas y defendamos nuestra ciudad!”, escribió en las redes sociales un grupo autodenominado Guardia de Kenosha. La ciudad, a apenas 25 kilómetros de Antioch, ardía en la tercera noche de protestas después de que un agente de policía blanco disparara siete veces por la espalda al afroamericano Jacob Blake, mientras tres de sus hijos lo veían desde el coche.

Rittenhouse acudió el pasado martes a la llamada. El chico adoraba a la policía. Se enroló como cadete en un programa para adolescentes que quieren ser policías. En una foto de perfil de Facebook salía empuñando sonriente su fusil semiautomático junto a otro amigo armado, rodeados por una leyenda: “Deber. Honor. Coraje. Las vidas azules Importan”. Se trata de un lema surgido en respuesta al movimiento contra la injusticia racial Black Lives Matter (Las vidas negras importan), que cambia el color negro por el azul del uniforme policial.

Así que, cuando leyó que la policía necesitaba ayuda, metió en el coche su fusil de asalto y un botiquín de primeros auxilios y se dirigió a Kenosha. Pasó por los polígonos industriales de Antioch. Dejó atrás el instituto que abandonó antes de tiempo, el Lakes Community High School, en cuya entrada ondeaban el jueves a media asta cuatro grandes banderas estadounidenses, y donde su madre, auxiliar de enfermería, pidió una orden de protección para él en enero de 2017 porque un compañero de clase le llamaba “bobo” y “estúpido” y le amenazaba con hacerle daño.

Su primer destino al llegar este martes a Kenosha fue otro instituto, en el centro de la ciudad, en cuyo exterior se le vio ayudando a limpiar los destrozos de la noche anterior. Lo que sucede a partir de aquí ha podido ser reconstruido por la Fiscalía gracias a docenas de vídeos de testigos que han ido saliendo a la luz. En las grabaciones se ve a Rittenhouse limpiando grafitis, atendiendo a gente, integrado con miembros de diversos grupos armados. No está probada la relación del joven con ninguna de las milicias que acudieron a tomarse la justicia por su mano, y a las que la policía permitió permanecer armadas en la calle a pesar del toque de queda.

En un vídeo, se ve cómo agentes de policía desde una tanqueta dan las gracias a Rittenhouse y a otros milicianos armados, les preguntan si necesitan agua y les lanzan un botellín. A continuación, los mismos agentes ordenan a otros civiles que se vayan del lugar porque “la zona está cerrada para todos”. A pesar de su aspecto aniñado, ninguno le pidió la documentación del aparatoso fusil de asalto que portaba, ni se interesó por si tenía la edad de 18 años que se requiere en el Estado para adquirir ese tipo de armas.

En otro de los vídeos, grabado en el exterior de un establecimiento vandalizado la víspera, Rittenhouse explica en qué consiste su “trabajo”. “La gente está herida y nuestro trabajo es proteger este negocio. Parte de mi trabajo es también proteger a la gente. Si alguien resulta herido, iré hacia el peligro. Por eso tengo mi rifle. También para protegerme, obviamente. Pero también tengo mi botiquín médico”, cuenta.

A apenas dos manzanas está Car Source, un establecimiento de coches usados, que este jueves era un dantesco solar con decenas de vehículos reducidos a amasijos de hierro calcinado. Allí, poco antes de la medianoche, Rittenhouse se enfrentó con los manifestantes. Uno de ellos, Joseph Rosenbaum, de 36 años, le arrojó un objeto. Forcejearon. Se oyeron disparos y Rosenbaum quedó tendido en el suelo.

Rittenhouse cogió el teléfono y, según se ve en otro vídeo, realizó una llamada. “Acabo de matar a alguien”, dice. Un grupo de manifestantes fue a por el joven, que echó a correr por la calle, hasta que se tropezó y cayó al asfalto. Desde esa posición volvió a abrir fuego. Anthony Huber, de 26 años, se abalanzó sobre él, le golpeó con su monopatín y trató de arrebatarle el fusil. Pero Rittenhouse logró zafarse y le disparó en el pecho. Apenas pudo Huber dar unos pasos antes de caer muerto.

Entonces Rittenhouse, sentado en el suelo, apunta con su rifle a otro joven, Gaige Grosskreutz, de 26 años, que también había ido a por él, pero que al ver cómo Rittenhouse había matado a Huber, se alejó unos pasos y se quedó paralizado con los brazos en alto. A pesar de ello, le disparó, hiriéndole en el brazo derecho. Los tres hombres atacados por el menor eran blancos.

Rittenhouse se alejó del lugar caminando hacia atrás y apuntando con su rifle a las personas que quedaban en la calle. Otro vídeo muestra cómo pasa, con los brazos en alto y el arma colgada de un hombro, junto a un grupo de vehículos policiales. Acaba de matar a dos personas pero nadie lo detiene. Solo se escucha cómo un agente le dice por un megáfono: “Tú, el del rifle, no vengas por aquí abajo, está cerrado”. Rittenhouse sale caminando de la zona caliente de Kenosha y regresa en coche a su casa.

El sheriff de condado explicó a los periodistas que el hecho de que dieran agua a los milicianos armados no implicaba un permiso tácito para actuar. “Damos agua a todo el mundo”, aseguró. “No necesitamos más armas en las calles de nuestra comunidad”, dijo el alcalde la ciudad, John Antaramian. El jefe la policía, Dan Miskinis, defendió que los civiles armados estaban allí “ejerciendo su derecho constitucional”. Algunos grupos de milicianos pusieron en marcha en Internet colectas de fondos para contribuir a la defensa legal de Rittenhouse.

En sus redes sociales, además de las armas y la policía, el joven mostraba una tercera pasión: Donald Trump. Compartió imágenes en TikTok desde la primera fila de un mitin del presidente en Iowa, el pasado mes de enero. “No somos responsables de la conducta privada de la gente que viene a nuestros mítines, como tampoco Obama y Joe Biden lo son de la de la gente loca que va a los suyos”, dijo a los periodistas Kellyanne Conway, consejera del presidente.

Entre aquellos que seguían este jueves congregándose para protestar pacíficamente, a la furia por los disparos de un agente de policía a Jacob Blake se sumaba la rabia provocada por los disparos de Rittenhouse el martes por la noche. “Mi madre no debería tener miedo por mi vida”, decía la pancarta que portaba Jane, una joven afroamericana de la misma edad que Rittenhouse. “No tenía derecho a estar aquí, nadie le pidió que viniera”, explicaba. “¿Qué tipo de país permite a un chico de mi edad ir con esa arma por la calle? Solo piense qué habría pasado si un chico negro se hubiera paseado esa noche con ese rifle”.                  (Pablo Guimón, El País, 28/08/20)

22/6/20

Trump ha elegido Tulsa para su primer gran mitin. La matanza de Tulsa en Oklahoma, el 31 de mayo de 1921. Unas trescientas personas negras fueron asesinadas por una multitud de blancos enfurecidos, que arrasaron durante dos días el barrio. Más de 1.200 viviendas fueron destruidas. La policía y los bomberos no movieron un dedo. De hecho, muchos agentes participaron en la cacería. Los hospitales se negaron a atender a los heridos. Seis mil residentes fueron internados en campos por la Guardia Nacional hasta ser liberados semanas más tarde




"350.000 norteamericanos de raza negra formaron parte de la Fuerza Expedicionaria que combatió en Europa durante la Primera Guerra Mundial. Por entonces, el Ejército de EEUU aún imponía la segregación racial en sus filas. Incluso así, los que combatieron en esa guerra sintieron que no se les podía negar la condición de ciudadanos de pleno derecho a su vuelta a casa.

Su país no había cambiado o se podría decir que había cambiado a peor. Durante la guerra, se había producido el renacimiento del Ku Klux Klan como nueva organización, alentada en buena parte por el éxito de la película ‘El nacimiento de una nación’. Volvieron los linchamientos y no sólo en el Sur. El episodio más dramático fue la matanza de Tulsa, en Oklahoma, el 31 de mayo de 1921. 

Unas trescientas personas negras fueron asesinadas por una multitud de blancos enfurecidos, que arrasaron durante dos días el barrio de Greenwood, una de las comunidades afroamericanas más prósperas del país. Fue su reacción ante el intento frustrado de linchar a un joven negro acusado de asaltar a una mujer blanca en un ascensor. No se llegó a presentar denuncia, pero el sospechoso fue detenido e internado en los calabozos del tribunal local. Jóvenes negros que habían participado en la guerra impidieron inicialmente que la turba entrara en el edificio y a partir de ahí se desató la carnicería.

Más de 1.200 viviendas fueron destruidas. 35 manzanas del barrio quedaron llenas de ruinas de casas incendiadas. La policía y los bomberos no movieron un dedo. De hecho, muchos agentes participaron en la cacería. Los hospitales se negaron a atender a los heridos. Al final, sólo uno los aceptó, pero los colocó en el sótano del edificio. 

Los supervivientes, unos 10.000, huyeron del barrio. Días después, algunos regresaron para recuperar las escasas pertenencias que no habían sido pasto de las llamas. Seis mil de ellos fueron internados en campos por la Guardia Nacional hasta ser liberados semanas más tarde.

Fue entonces cuando se inició el encubrimiento del crimen. Ningún blanco fue detenido. Las escasas pruebas documentales fueron borradas de los archivos municipales. Sólo hay dos tumbas de víctimas identificadas en el cementerio de la zona. Las demás fueron enterradas en fosas comunes, cuya localización exacta aún se desconoce. El Ayuntamiento actual tiene previsto iniciar pronto las excavaciones en los dos posibles lugares detectados con un sonar y otros métodos. 

A finales de los 90, la ciudad puso en marcha una comisión para estudiar la masacre y se entrevistó en vídeo a las personas que aún vivían que habían sido testigos de los hechos. Fuera de Tulsa y de los programas de estudios afroamericanos de las universidades, poco se sabía de lo ocurrido hasta entonces. Para muchos, la serie televisiva ‘Wachtmen’ fue la primera oportunidad de conocer lo que ocurrió.

 Donald Trump ha elegido Tulsa para su primer gran mitin desde el inicio de la pandemia de coronavirus. Se espera que 19.000 personas asistan al acto.

5/11/18

Una mujer agredida en un tren de Londres por hablar en español

"Una mujer fue agredida el pasado martes por la noche en un tren de superficie de Londres por un hombre que le recriminó que no hablara en inglés. 

La víctima viajaba entre las estaciones de Dalston Kingsland y Canonbury, de la capital británica, y mantenía una conversación a través de su teléfono cuando el hombre comenzó a increparla, según informa el diario británico The Independent y varios medios locales. Los testigos del suceso han explicado que el hombre se enfrentó violentamente a ella cuando escuchó que hablaba en otra lengua.

"Él le estaba gritando: 'Tienes que hablar en inglés, estás en Inglaterra. No debes hablar otros idiomas", dijo Enrik Del Sol, de 35 años, al diario Evening Standard. "La señora estaba tan conmocionada que parecía no poder contestarle en inglés, así que solo respondía en español". Luego, el hombre se acercó y le dio un puñetazo en la cara. Otro testigo definió la agresión como "brutal". 

Cuando la mujer comenzó a sangrar, alguien accionó la palanca de emergencia y el agresor desapareció, sin que nadie intentara detenerlo. La víctima sufrió una herida a la altura de la ceja y fue ayudada por otros pasajeros, que le ofrecieron pañuelos para detener la hemorragia.

La policía encargada de la seguridad de los transportes británicos detuvo poco después a un hombre de 56 años como presunto autor del ataque, acusado de agresión racista con lesiones. Se trata del segundo incidente de este tipo desde el pasado mes de abril, cuando una española fue también agredida y recriminada por no hablar en inglés en la estación central de la capital británica. Dos mujeres le provocaron heridas en la cara y en el cuero cabelludo."                   (El País, 28/10/18)

16/7/18

Estados Unidos reabre el caso del brutal asesinato de un adolescente negro en 1955 en Misisipi. Una mujer confiesa medio siglo después que mintió ante el jurado que exoneró a los dos hombres blancos que lo lincharon

"El Departamento de Justicia estadounidense ha reabierto la investigación del brutal asesinato de Emmett Till, un chico negro de 14 años que fue secuestrado y linchado en 1955 en Misisipi. 

El rostro completamente desfigurado y el cuerpo mutilado del adolescente expusieron con ferocidad ante el resto del país y el mundo la represión contra los negros en el sur de Estados Unidos. El asesinato fue un acicate para el nacimiento del movimiento de los derechos civiles, que acabó con la segregación legal de los afroamericanos. 

Un jurado de Misisipi, de solo ciudadanos blancos, exoneró a los dos asesinos blancos, ya fallecidos. Pero la reciente confesión, en el libro de un investigador, de la esposa de uno de ellos de que mintió ante el juez ha dado esperanzas de lograr justicia más de 60 años después.

La Fiscalía comunicó el pasado marzo al Congreso que volvía a investigar la muerte de Till después de recibir “nueva información”, pero el anuncio pasó desapercibido hasta que este jueves la agencia Associated Press informó de ello. 
El Departamento de Justicia no reveló cuál fue el desencadenante, pero todo apunta a que fue la publicación el año pasado de un nuevo libro sobre el caso. Ya se reabrió en 2004, pero volvió a cerrarse tres años después por la prescripción de algunos hechos.

El ensayo de Timothy Tyson incluía declaraciones de Carolyn Donham, que en el momento del asesinato era la esposa de uno de los acusados. En una entrevista en 2008, la mujer aseguró que “no era cierta” la versión de los hechos que dio ante el juez medio siglo antes.

 Aunque su testimonio se acabó no utilizando, mintió cuando afirmó que el adolescente la tocó y trató de hacer avances sexuales en su comercio en Money, un pueblo en el Misisipi rural. “Nada de lo que hizo ese chico podría nunca justificar lo que le ocurrió”, le dijo al investigador.

Emmett Till vivía en un barrio de clase trabajadora en Chicago y en el verano de 1955 viajó a Misisipi para visitar a familiares. Su madre le advirtió de que debía ir con cuidado en el Sur segregado, donde el racismo en el espacio público estaba blindado por ley.

 El 24 de agosto, Till estaba a las afueras de un comercio. Bromeó que tenía una novia blanca en Chicago y sus primos y amigos le instaron a hablar con Donham, la dependienta blanca de la tienda. Al salir del local, se le escuchó decir: “Adiós bebé”.

Roy Bryant, el marido de la dependienta y propietario del local, entró en cólera cuando se enteró de lo sucedido. Cuatro días después, se desplazó al amanecer, con su hermanastro, J. W. Milam, a la casa de los familiares del adolescente. Se llevaron a Till en su coche.

 Condujeron hasta la orilla de un río, donde lo obligaron a desnudarse y lo ataron a un pesado y alambrado ventilador para algodón. Lo apalizaron con tal fuerza que le saltó un ojo. Le dispararon en la cabeza y lanzaron su cuerpo al río junto al ventilador.

El cadáver, con un aspecto indescriptible, se encontró tres días después. La madre del chico, Mamie Bradley, pidió que el cuerpo se trasladara a Chicago. Allí se exhibió con un féretro abierto para que se pudiera ver la cara irreconocible de Till. Y una revista afroamericana tomó fotografías del cadáver. 

Las imágenes esperpénticas colocaron a EE UU ante el incomodísimo espejo del racismo y galvanizaron el movimiento de los derechos civiles. Contribuyeron, por ejemplo, a que en diciembre de ese año Rosa Parks decidiera sentarse en un asiento solo para blancos en un autobús público en el aledaño Estado de Alabama.

Nada de eso, sin embargo, impidió que los dos asesinos pagaran por su atrocidad. Fueron acusados de asesinato, pero un jurado de Misisipi los exoneró. Ambos posaron victoriosos tras la decisión judicial. Años después, los dos hombres admitieron en una entrevista el crimen, pero nunca volvieron a ser juzgados con vida. Pero Donham sigue viva, tiene 83 años y reside en Carolina del Norte."                   (Joan Faus, El País, 13/07/18)

8/5/18

Cómo utilizaron los blancos norteamericanos los linchamientos para aterrorizar y controlar a la población negra. La mayoría de las veces las víctimas eran desmembradas y la gente del populacho se llevaba de recuerdo pedazos de carne y huesos... en 1921, en Oklahoma, de 100 a 300 negros fueron asesinados por la multitud en pocas horas...

"¿Qué eran los linchamientos? 

Los historiadores están ampliamente de acuerdo en que los linchamientos constituyeron un método de control social y racial destinado a aterrorizar a los negros norteamericanos hasta la sumisión, colocándolos en una situación de casta racial inferior. Se convirtió en una práctica ampliamente extendida en el Sur de los EE.UU. desde aproximadamente 1877, al final de la reconstrucción posterior a la Guerra Civil, hasta 1950. 

Un linchamiento típico entrañaba acusaciones penales, a menudo dudosas, contra un norteamericano negro, su detención y la reunión de un “populacho linchador” con la intención de subvertir el normal proceso judicial constitucional.   

Las víctimas eran sujetadas y sometidas a toda clase de tormento físico imaginable, y la tortura terminaba generalmente colgándole de un árbol y prendiéndole fuego. La mayoría de las veces las víctimas eran desmembradas y la gente del populacho se llevaba de recuerdo pedazos de carne y huesos. 

En muchísimos casos las multitudes se veían ayudadas  e inducidas por los cuerpos policiales (en realidad, a menudo se trataba de la misma gente). Los agentes dejaban sin vigilancia la celda de un recluso negro después de que empezaran a circular rumores de linchamiento para permitir que una muchedumbre lo matara antes de que pudiera procederse a un juicio o a su defensa legal. 

¿Qué podía desencadenar un linchamiento?

Destacadamente, entre las transgresiones (ocasionalmente ciertas, pero por lo general imaginarias) se podía encontrar cualquier afirmación de contacto sexual hombres negros y mujeres blancas. El motivo del varón hipersexual y lascivo, sobre todo frente a la inviolable castidad de las mujeres blancas, fue y sigue siendo una de los figuras más perdurables de la supremacía blanca.  

De acuerdo con la Equal Justice Initiative (EJI – Iniciativa de Justicia en Igualdad), casi el 25% de las víctimas de linchamientos fue acusado de agresión sexual. Casi el 30% fue acusado de asesinato. 

“El populacho quería que el linchamiento tuviera un significado que transcendiera el hecho concreto del castigo”, escribió el historiador Howard Smead en Blood Justice: The Lynching of Mack Charles Parker. La multitud “convertía el suceso en un rito simbólico en el que la víctima negra se convertía en representante de su raza y a la que, como tal, se disciplinaba por más de un delito… El suceso mortal constituía un aviso a la población negra para que no pusiera en tela de juicio la supremacía de la raza blanca”.

¿Cuántos linchamientos llegaron a producirse en Norteamérica?

Dada la naturaleza de los linchamientos – ejecuciones sumarias que tenían lugar fuera de los controles de documentación de los tribunales, no existía modo formal y centralizada de rastrear el fenómeno. La mayoría de los historiadores cree que esto ha dejado sin registrar de modo drástico la verdadera cifra de linchamientos. 

Durante décadas, el total más completo se encontraba en los archivos del Instituto Tuskegee, que tabuló 4.743 personas muertas a manos de turbas linchadoras en los EE.UU. entre 1881 y 1968. De acuerdo con las cifras del Tuskegee, 3.446 (casi tres cuartos) de las personas linchadas era norteamericanos negros. 

La EJI, que se atuvo a las cifras del Tuskegee para realizar su propio recuento, integraba otras fuentes, tales como archivos periodísticos y otros registros históricos, para llegar a un total de 4.084 linchamientos de terror racial en doce estados del Sur entre el final de la Reconstrucción, en 1877, y 1950, y otros 300 en otros estados. 

A diferencia de los datos del Tuskegee, las cifras del EJI tratan de excluir incidentes que consideraba actos de “violencia de las turbas” que se sucedieron tras un proceso penal legítimo y que “se cometieron contra no-minorías sin amenaza del terror”.

¿Dónde se producía la mayoría de los linchamientos? 

Como no ha de sorprender, la mayoría de los linchamientos se concentraba en los antiguos estados confederados, y especialmente en aquellos de gran población negra. 
De acuerdo con los datos del EJI, Misisipi, Florida, Arkansas y Luisiana tuvieron como estados las tasas más elevadas de linchamiento en los EE.UU. Misisipi, Georgia y Luisiana tenían el mayor número de linchamientos. .

¿Quién asistía a los linchamientos? 

Entre las realidades más inquietantes de los linchamientos está la medida en que los  norteamericanos blancos los acogieron no como una incómoda necesidad o como forma de mantener el orden, sino como gozoso momento de sana celebración. 

“Acudían familias enteras, madres y padres, que traían incluso a sus hijos más pequeños. Era el espectáculo del campo, un espectáculo muy popular”, se leía en 1930 en un editorial del Raleigh News and Observer. “Los hombres gastaban ruidosas bromas a la visto del cuerpo sangrante (…) Las muchachas reían nerviosamente mientras las moscas se alimentaban de la sangre que corría de la nariz del negro”.

A la macabra naturaleza de la escena se sumaba el que las víctimas de linchamientos eran por lo común desmembradas en pedazos como trofeo para quienes formaban las turbas. 

En su autobiografía, W.E.B. Du Bois [líder negro de los derechos civiles de principios del siglo XX] escribe acerca del linchamiento en 1899 de Sam Hose en Georgia. Cuenta que los nudillos de la víctima se exhibieron en una tienda del lugar de la calle Mitchell Street, en Atlanta, y que le regalaron un trozo del corazón y el hígado de este hombre al gobernador del estado.  

En el linchamiento en 1931 de Raymond Gunn en Maryville, Misuri, de una multitud estimada entre 2.000 y 4.000 personas, al menos una cuarta parte eran mujeres, y en ella se contaban cientos de niños. Una mujer “sujetaba a una niña pequeña para que pudiera disfrutar de mejores vistas del negro desnudo que se abrasaba en el tejado”, escribía Arthur Raper en The Tragedy of Lynching.

Después de que se apagara el fuego, cientos de personas revolvieron entre las cenizas buscando recuerdos. “Los restos carbonizados de la víctima se dividían en pedazos”, escribía Raper.
Los linchamientos no eran más que la forma más novedosa de terrorismo racial contra los negros norteamericanos cuando pasaron a primer plano en el siglo XIX. Los plantadores blancos habían recurrido a una violencia malévola y enormemente visible contra los esclavizados para intentar suprimir hasta los más vagos rumores de insurrección. 

En 1811, por ejemplo, después de una fallida insurrección en las afueras de Nueva Orleans, los blancos decoraron el camino hasta la plantación en la que fracasó la conspiración con las cabezas decapitadas de los negros, muchos de los cuales, según reconocieron después los plantadores, nada habían tenido que ver con la revuelta.

Tampoco se trataba de un fenómeno específico del Sur. Un año después, las autoridades coloniales de la ciudad de Nueva York esposaron, quemaron y fracturaron en la rueda a dieciocho negros esclavizados acusados de conspirar para lograr su libertad. 

Las comunidades de negros libres se enfrentaban asimismo a la constante amenaza de disturbios y progromos raciales a manos de turbas blancas a lo largo del siglo XIX y en todo lo que duró la era de los linchamientos. 

Entre los más conocidos estuvo la matanza del barrio de Greenwood, en la ciudad de Tulsa, estado de Oklahoma, en 1921, después de que un hombre negro fuera falsamente acusado de violar a una mujer blanca en un ascensor. Al barrio de Greenwood se le denominaba a veces “el Wall Street negro” por su vitalidad económica antes de la matanza. De acuerdo con la Sociedad Histórica de Tulsa, se cree que de 100 a 300 negros fueron asesinados por una muchedumbre blanca en cuestión de pocas horas 

Sucesos semejantes, desde los disturbios en Nueva York a causa del reclutamiento  durante la Guerra Civil a otros en Nueva Orleans, Knoxville, Charleston, Chicago, y San Luis, fueron testigos del asesinato de cientos de negros.  

El inicio de la era de los linchamientos se fija por lo común en 1877, año del compromiso Tilden-Hayes, que la mayoría de los historiadores consideran el fin oficial de la Reconstrucción del Sur norteamericano. Con el fin de resolver una elección presidencial disputada y por un margen mínimo entre el republicano Rutherford B Hayes y el demócrata Samuel Tilden, los republicanos del norte se avinieron a retirar las tropas federales del último de los estados anteriormente renegados. 

La medida afectó sólo, técnicamente hablando, a Carolina del Sur y Luisiana, pero fue un gesto hacia el Sur de que el Norte ya no se atendría en la antigua Confederación a la promesa de plena ciudadanía para los esclavos liberados, y el Sur se lanzó sobre la oportunidad de incumplir el compromiso. El final de la Reconstrucción se acompañó de una extendida campaña de terror y opresión raciales contra los norteamericanos negros recientemente liberados, de la cual los linchamientos constituían una piedra angular.

¿Se castigó alguna vez a alguien por llevar a cabo un linchamiento?  

La enorme mayoría de los participantes en los linchamientos nunca fueron castigados, tanto por la tácita aprobación de los cuerpos policiales como por el hecho de que docenas, si no centenares de personas, habían tenido parte en las muertes. Con todo, el castigo no era algo insólito, aunque la mayoría de las veces, si se juzgaba o condenaba a linchadores blancos, era por incendios provocados, por disturbios o por alguna otra falta mucho más leve. 
De acuerdo con la EJI, de todos los linchamientos cometidos después de 1900, sólo el 1%  tuvo como consecuencia que se condenase a un linchador por alguna clase  de delito penal. 

¿Cuándo y cómo terminaron los linchamientos?

Los linchamientos se fueron espaciando a mediados de los años 20 con la aparición del movimiento de derechos civiles. 

Los esfuerzos desarrollados contra el linchamiento, sobre todo por parte de organizaciones de mujeres, produjeron un efecto mensurable, contribuyendo a generar un abrumador apoyo blanco al proyecto de ley contra los linchamientos de 1937 (aunque dicha legislación nunca consiguió rebasar a los filibusteros de los poderosos de Dixie [nombre popular del Sur norteamericano] en el Senado).

También desempeñó un papel de primera importancia la gran migración de gente negra del Sur a las zonas urbanas del Norte y el Oeste. El éxodo de cerca de seis millones de norteamericanos negros entre 1910 y 1970 se vio impulsado por el terror racial y una menguante economía agrícola, así como por el tirón de la abundancia de oportunidades de empleo en el sector industrial. 

El año 1952 fue el primero en el que no se registraron linchamientos desde que se había empezado a llevar memoria de ellos. Cuando sucedió otro tanto en 1953, Tuskegee suspendió su recogida de datos, sugiriendo que en su forma tradicionalmente definida, los linchamientos habían dejado de ser de utilidad como “barómetro para medir el estatus de las relaciones raciales en los Estados Unidos”.

Pero al poner en primer plano las nuevas e intensas oleadas que recibirían al naciente movimiento de los derechos civiles, Tuskegee continuaba afirmando en su informe final sobre linchamientos que el terror estaba cambiando de modelo gracias al “desarrollo de otros medios extralegales de control como bombas, incendios, amenazas e intimidación”.

En  The End of American Lynching, Ashraf HA Rusdy sostiene que: “La violencia destinada a actuar como forma de control social y terrorismo se había vuelto menos ritualista y menos colectiva. Individuos aislados y grupos reducidos podían arrojar bombas, llevar a cabo tiroteos desde automóviles y pegarle fuego a una casa”, como demostró el resurgimiento del KKK y grupos violentos similares de odio blanco. 

El final de los linchamientos no puede decirse que fuera algo puramente académico, sin embargo. Si bien la violencia que tomaba como objetivo a la gente negra no terminó con la era de los linchamientos, el elemento de espectáculo público y abierto, hasta la participación festiva, constituían un fenómeno social único que no volvería a resurgir del mismo modo a medida que la violencia racial evolucionaba. 

A pesar de los cambios, el espectro de la muerte ritual de los negros como asunto público – en el que la gente podría participar con confianza sin necesidad de anonimato y que podía contemplarse como una diversión – no concluyó con la era de los linchamientos. 

¿Quién se manifestaba en contra en aquellos tiempos? 

Hablando en general, y sobre todo al principio, la prensa blanca escribía de forma comprensiva acerca de los linchamientos y de su necesidad con el fin de preservar el orden en el Sur. El diario The Memphis Evening Scimitar publicaba lo siguiente en 1892: 

“Aparte de la violación de mujeres blancas a manos de los negros, que hace aflorar una bestial perversión del instinto, la causa principal de los problemas entre razas en el Sur estriba en la falta de modales del negro. En estado de esclavitud, su buena educación la aprendía por asociación con la gente blanca que se esforzaba en enseñarle. Desde que se produjo la emancipación y se rompió el lazo de mutuo interés entre amo y servidor, el negro ha derivado a un estado que no es ni de libertad ni de sumisión…

Por consiguiente…hay muchos negros que recurren a cualquier oportunidad para mostrarse ofensivos, sobre todo cuando piensan que puede hacerse impunemente…
Hemos tenido demasiados ejemplos aquí en Memphis como para dudar de ello, y nuestra experiencia no es excepcional. La gente blanca no soportará esta clase de cosas y…la respuesta será rápida y efectiva”.

Por otro lado, la prensa negra fue, se podría decir, la fuerza primordial a la hora de combatir el fenómeno.  

Ida B. Wells, periodista de Memphis, fue la activista más vociferante y entregada en contra de los linchamientos de la historia norteamericana, y dedicó una carrera de cuarenta años a escribir, investigar y hablar acerca de los horrores de esta práctica. De joven, viajó por el Sur durante meses, haciendo la crónica de los linchamientos y recogiendo datos empíricos. 
Wells se convirtió finalmente en propietaria de la publicación The Memphis Free Speech and Headlight, antes de que la expulsaran de la ciudad las turbas blancas y de instalarse en Nueva York y luego en Chicago.

Finalmente, muchas publicaciones blancas comenzaron a apartarse de las actitudes  generales de los blancos sobre los linchamientos. “Vergüenza en Misuri” fue el titular del primer editorial del Kansas City Starsobre el linchamiento de Raymond Gunn en Maryville en 1931.  

Decía, entre otras cosas: 

 “El linchamiento de Maryville fue todo lo horrible que puede ser algo así. Los linchamientos son en sí mismos un temible reproche a la civilización norteamericana. Los linchamientos con fuego son la venganza de un pasado salvaje… Esta nauseabunda salvajada es aún más deplorable porque podría haberse evitado fácilmente”."                  (Jamiles Lartey , Sam Morris  , Sin Permiso, 05/05/2018)

5/8/15

Las llamas del odio y la violencia se han infiltrado en Israel

"El presidente de Israel, Reuven Rivlin, ha condenado en Facebook el asesinato de un niño palestino de 18 meses en el pueblo de Duma, al norte de Ramala, que murió cuando aparentemente unos colonos judíos arrojaron varios cócteles molotov contra la vivienda donde dormía su familia en la madrugada del viernes.

Rivlin manifestó que “las llamas del odio y la violencia se han infiltrado en nuestro país”.
Desde entonces las críticas y amenazas contra Rivlin se han multiplicado en Facebook. Se le ha llamado “traidor”, “presidente de los árabes”, y cosas peores, y ha recibido amenazas. Ayer la policía israelí decidió abrir una investigación.

Unas horas antes, el jueves, un hombre ultraordoxo hirió con un cuchillo a seis personas que se manifestaban en Jerusalén en la marcha del orgullo gay. Una joven de 16 años herida por el agresor murió ayer.

Este incidente también ha sido muy comentado en las redes sociales y su autor ha sido defendido abiertamente por numerosas personas. En Facebook se ha leído que es una lástima que solamente hubiera herido a seis en lugar de haber matado a 5.000, y otras lindezas por el estilo.

Ciertamente, las llamas del odio y la violencia han prendido en Israel, pero sería un error considerar esos dos sucesos como hechos aislados, o que esas llamas acaban de prender.

La abundancia de condenas y contracondenas de los últimos días prueban que una parte de la sociedad favorece este tipo de ataques, especialmente el ocurrido en el pueblo de Duma.

El viernes, la OLP difundió una interminable lista que contenía centenares de incidentes cometidos por los colonos contra los palestinos en los territorios ocupados desde el mes de enero. Incidentes que se producen a diario, y a veces muchos cada día.

Estos incidentes, en su inmensa mayoría, no suscitan ninguna condena de las autoridades israelíes. Y si el de Duma ha sido condenado es probablemente a causa de la repercusión internacional que ha tenido.

La Unión Europea ha pedido al primer ministro Netanyahu que tenga “tolerancia cero” con respecto a la violencia de los colonos. Sin embargo, a estas alturas no parece que Netanyahu pueda frenar un fenómeno que durante años ha sido impulsado por los sucesivos gobiernos hasta convertirse en un monstruo fuera del control de las autoridades.

Las llamas del odio y la violencia no han prendido ahora porque prendieron hace mucho tiempo. La comunidad internacional ha preferido ignorarlas y nada indica que ahora vaya a cambiar de actitud."             (Balagán, 03/08/2015)


"Un espíritu maligno. Día tras día salen a la luz en Israel fuerzas brutales y fanáticas, oscuras y herméticas en su extremismo. Se sienten exaltadas por las llamas de una fe religiosa y nacionalista y hacen absoluto caso omiso de las normas de la moral.

Ese niño, Ali Dawabsha, no se me quita de la cabeza. Como tampoco la escena: la mano de un hombre que abre una ventana en plena noche y lanza un cóctel molotov contra una habitación donde duermen una madre, un padre y dos hijos. La sola idea, las imágenes, son desgarradoras.

¿Qué clase de persona o de personas son capaces de un acto semejante? Y la cuestión es que todos ellos, o sus cómplices, siguen aún hoy entre nosotros. ¿Será posible acaso distinguir en ellos algún signo de lo que han hecho? ¿Cuánto habrán tenido que cancelar en su interior para aniquilar de esa forma a toda una familia?

Benjamín Netanyahu y algunos ministros de derechas se apresuraron a condenar con firmeza este asesinato. Netanyahu acudió incluso al hospital para visitar a la familia y darles el pésame y expresó su consternación por lo sucedido. La suya fue una reacción humana, sincera, y sin duda era lo que había que hacer. Lo que resulta difícil de entender es cómo el jefe del Gobierno y sus ministros no se percatan de los vínculos entre el fuego que han estado avivando durante décadas y las llamas de los últimos acontecimientos.

 ¿Cómo no ver el nexo entre la ocupación de Cisjordania, que dura ya 48 años, y esa realidad oscura y fanática que se ha creado en los márgenes de la conciencia israelí? Una realidad cuyos partidarios y defensores aumentan día tras día, y que cada vez resulta más presente, aceptable y legítima a los ojos de la opinión pública, el Parlamento y el Gobierno.

Con una suerte de obstinada negación de la realidad, el primer ministro y sus partidarios se niegan a comprender en toda su profundidad la visión del mundo que ha cristalizado en la conciencia de un pueblo conquistador al cabo de casi cincuenta años de ocupación. Es decir, la idea de que hay dos tipos de seres humanos.

 Y de que el hecho de que uno está sometido al otro significa, probablemente, que por su propia naturaleza es inferior. Es, por así decirlo, menos “humano” de los que le han conquistado. Y esto lleva a que ciertas personas con determinada estructura mental arrebaten la vida a otros seres humanos con escalofriante facilidad, incluso cuando ese ser humano es un niño de tan solo un año y medio.

En este sentido, los episodios de violencia del pasado fin de semana (la agresión contra el desfile del Orgullo Gay y el asesinato del niño) están interrelacionados y se derivan de una visión del mundo similar: en ambos casos, el odio —el odio en sí mismo, esencial, instintivo— representa para algunos una razón legítima y suficiente para matar, para aniquilar a la persona odiada.

 Quien prendió fuego a la casa de la familia Dawabsha no sabía nada de ellos, de sus deseos, de sus opiniones. Sabía solo que eran palestinos, y eso para él, para sus mandantes y partidarios, era razón suficiente para matarlos. En otras palabras, su existencia justificaba, a su parecer, su asesinato y su desaparición de la faz de la Tierra.

Desde hace más de un siglo, israelíes y palestinos no dejan de girar en una espiral de asesinato y venganza. En el curso de esta lucha, los palestinos han masacrado a centenares de niños israelíes, exterminado a familias enteras y cometido crímenes contra la humanidad. Pero también el Estado de Israel ha llevado a cabo acciones similares contra los palestinos utilizando aviones, tanques y armas de precisión. No hay más que recordar lo ocurrido hace un año durante la Operación Margen Protector.

Pero el proceso en marcha en los últimos años en el interior de Israel, su fuerza y sus malignas ramificaciones, es peligroso y devastador de una forma nueva e insidiosa. Se tiene la sensación de que ni siquiera ahora los dirigentes israelíes llegan a entender (o se niegan a admitir una realidad que les resulta insoportable) que los elementos terroristas del interior le han declarado la guerra.

 O bien el Gobierno es incapaz de descifrar explícitamente esa declaración, o es que le atemoriza o se muestra irresoluto sobre la conveniencia de hacerlo.
Día tras día salen a la luz fuerzas brutales y fanáticas, oscuras y herméticas en su extremismo.

Fuerzas que se sienten exaltadas por las llamas de una fe religiosa y nacionalista y hacen absoluto caso omiso de los límites de la realidad y de las normas de la moral y del sentido común. En este vórtice interior, su alma se ve inexorablemente entrelazada con las líneas más radicales, y a veces más dementes, del espíritu humano. Cuanto más peligrosa e incierta se vuelve la situación, más prosperan estas fuerzas. Con ellas no cabe compromiso alguno.

 El Gobierno israelí debe enfrentarse a ellas con la misma determinación que contra el terrorismo palestino, puesto que no son menos peligrosas ni menos resueltas. Son fuerzas maximalistas y, como tales, es bien sabido, pueden incluso cometer errores garrafales. Por ejemplo, atacar las mezquitas del monte del Templo, un acto que podría tener consecuencias desastrosas para Israel y todo Oriente Próximo.

¿Cabe la posibilidad de que la horrible muerte del bebé quemado vivo despierte a los líderes de la derecha y les lleve a comprender por fin lo que la realidad lleva años gritándoles al oído? Es decir, que la ocupación y la falta de diálogo con los palestinos podrían aproximar el fin de Israel en cuanto Estado del pueblo judío y país democrático.

 Como un lugar con el que los jóvenes se identifican, donde quieren vivir y criar a sus hijos.

¿Es consciente Netanyahu realmente de que en estos años, mientras se dedicaba en cuerpo y alma a obstaculizar el acuerdo con Irán, se iba creando aquí una realidad no menos peligrosa que la amenaza iraní? ¿Una amenaza ante la que él se muestra confuso y se comporta en consecuencia?

No es fácil intuir cómo podemos desenredar esta maraña y hacer que las cosas vuelvan a una situación racional. La realidad creada por Netanyahu y sus amigos (así como la mayoría de sus predecesores), su aquiescencia ante el activismo de los colonos, su profunda solidaridad con ellos, les ha atrapado en una red que les ha dejado paralizados.

Hace décadas que Israel muestra a los palestinos su lado oscuro. La oscuridad, desde hace algún tiempo, se ha ido filtrando en el interior y este proceso se ha acelerado notablemente después de la victoria de Netanyahu en las últimas elecciones, tras las cuales ninguna fuerza puede oponerse ya a la arrogancia de la derecha.

Episodios tan espantosos como el asesinato del niño quemado vivo son, en el fondo, un síntoma de una enfermedad mucho más grave, y nos señalan a nosotros, los israelíes, la gravedad de nuestra situación diciéndonos, con letras de fuego, que el camino hacia un futuro mejor va cerrando sus puertas."                 (   , El País 3 AGO 2015)


"Israel ha encarado el primer Sabbat de agosto en un clima de tensión sin precedentes desde la guerra del pasado verano en Gaza.

 El secuestro y la muerte de tres adolescentes judíos y el asesinato de un muchacho palestino que fue quemado vivo precedieron entonces al conflicto más mortífero desde la Guerra de los Seis Días (1967) y el más largo desde el de la Independencia (1948-1949).

Las consecuencias del ataque incendiario de la madrugada del viernes en Duma, en el que murió abrasado un bebé de 18 meses y que causó graves heridas a sus familiares, son aún impredecibles, aunque tanto el Gobierno de Israel como la Autoridad Palestina tratan de evitar que el incendio se propague por toda Cisjordania.

Ni el primer ministro Benjamín Netanyahu ni el presidente Mahmud Abbas parecen dispuestos a pagar el precio de haber desencadenado la Tercera Intifada. El dirigente israelí se apresuró a condenar el terrorismo “venga de donde venga”, aunque sea judío. El mandatario de la Autoridad Palestina movilizó a sus fuerzas de seguridad en las mezquitas para que la jornada de oración no desembocase en un estallido de ira.

Pero la escalada de la tensión con la que concluyen las semanas musulmana y hebrea no invita al optimismo. Los incidentes protagonizados por colonos judíos tras el derribo de edificaciones declaradas ilegales por el Tribunal Supremo israelí en el asentamiento de Beit El encendieron los ánimos en el campo nacionalista.

 Y la detención por el Shin Bet (seguridad interior) de dos extremistas judíos como responsables del incendio hace dos meses de la iglesia del milagro de los panes y los peces en Galilea cayó como un mazazo entre los defensores de la colonización de las bíblicas Judea y Samaria (actual Cisjordania).
La presencia de judíos ultrarreligiosos en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, tercer lugar santo islámico tras Medina y La Meca y también histórico Monte del Templo para la tradición hebrea, echó aún más leña al fuego.

 El movimiento de resistencia islámica Hamás, hegemónico en Gaza y con creciente influencia sobre la sociedad civil de Cisjordania, aprovechó la circunstancia para convocar una jornada de protestas durante el rezo del viernes. Ahora redobla sus llamamientos a la venganza.

Como apuntaba Amos Harel en un análisis de urgencia en el diario Haaretz, podemos estar asistiendo al nacimiento de una guerra de religión entre el yihadismo islámico y el extremismo nacionalista judío. Netanyahu, proclive a fijar líneas rojas a todos los demás, se declaró “conmocionado y enfurecido” tras visitar en un hospital israelí a la familia que fue víctima del ataque incendiario en Duma, en el norte de Cisjordania, cuyo hijo menor murió quemado vivo.

Fue un ataque de represalia atribuido a radicales judíos que pretenden imponer una estrategia del “ojo por ojo” y de “hacer pagar un precio” por cada retroceso que sufra la política de colonización.

El propio Netanyahu, que se puso al frente de las condenas al ataque con líquidos inflamables contra una familia en plena madrugada, y sus ministros del partido Hogar Judío (nacionalista y procolonos) que le secundaron de inmediato, han guardado silencio y mirado hacia otro lado durante sus seis últimos años en el Gobierno ante otros ataques incendiarios contra hogares palestinos en los que no se registraron víctimas. O contra mezquitas e iglesias.

La impunidad de estas acciones, la manga ancha con la violencia nacionalista, está detrás de la progresiva radicalización de sectores de los colonos, jaleados por sus propios dirigentes políticos y por rabinos exaltados. Ahora incluso Netanyahu cruza los dedos para que la mecha encendida por los radicales judíos no reavive las brasas siempre candentes tras décadas de conflicto."                (   , El País 1 AGO 2015)


" Un niño palestino de año y medio murió carbonizado en la madrugada de este viernes cuando varios desconocidos, supuestamente colonos, incendiaron su vivienda en la localidad de Duma, al norte de Cisjordania.

 Sus padres y su hermano de cuatro años resultaron heridos graves al sufrir severas quemaduras en gran parte del cuerpo. El ataque ha provocado una gran consternación entre israelíes y palestinos por su crueldad y ha merecido la condena rápida y tajante del Gobierno de Benjamín Netanyahu, que lo ha calificado de “acto terrorista” y ha prometido encontrar y castigar a los culpables.

Los responsables palestinos señalaron como responsable último de la agresión al Ejecutivo de Netanyahu, por la protección que brinda a los colonos desde hace años. El presidente palestino, Mahmud Abbas, manifestó su intención de presentar el ataque ante la Corte Penal Internacional (CPI), de la que Palestina es miembro, para que sea investigado. “Debemos luchar juntos contra el terrorismo, venga de donde venga”, pidió Netanyahu a Abbas, con quien habló por teléfono este viernes.

Conscientes del alto riesgo de incidentes y represalias, las fuerzas del orden israelíes aumentaron sus dispositivos de seguridad. La muerte del niño palestino hizo que el movimiento islamista palestino Hamás convocara un Viernes de la ira en toda Cisjordania en protesta por este ataque y por los enfrentamientos registrados en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén el pasado domingo.

 “Soldados y colonos israelíes son blancos legítimos de la resistencia” palestina, dijeron portavoces de Hamás. Acto seguido, se registraron varios enfrentamientos entre palestinos y la policía israelí en la Ciudad Vieja de Jerusalén y en otros puntos de Cisjordania tras la oración musulmana del mediodía, en los que hubo varios heridos leves.

En los alrededores de Duma, donde viven cerca de 3.000 palestinos, las fuerzas del orden israelíes siguen rastreando la zona para encontrar a los autores de este ataque. Varios testigos afirmaron que vieron huir a al menos dos hombres enmascarados en dirección de Maale Efraim, uno de los asentamientos israelíes, considerados ilegales por la comunidad internacional, que se han establecido desde hace años a poca distancia del pueblo palestino.

El cadáver del pequeño Alí Dawabsha fue enterrado este mediodía ante una multitud indignada y aún conmocionada. “Tenemos a menudo problemas con los colonos pero es la primera vez que entran a Duma con intención de matar”, explicaba Hatem, vecino de Duma de 27 años. La modesta casa de la familia quedó destruida por el fuego. La habitación en la que dormían los padres y sus dos hijos fue la más castigada por las llamas. Los vecinos apuntaban que los agresores lanzaron un cóctel molotov por la ventana y el incendio se propagó rápidamente. Quemados y casi asfixiados, Saeed y Riham Dawabsha consiguieron salir de la casa con Ahmad, su hijo mayor, pero, en la oscuridad y ahogados por el humo, perdieron a Alí.

“Llegué cinco minutos después del ataque. Encontramos a la familia echada en el suelo, fuera de la casa”, explica Hatem. “El padre gemía, angustiado, por su hijo que había quedado dentro. Entramos para intentar salvarlo pero estaba muerto, carbonizado”, agrega, entre sollozos.

Otra casa vecina también fue incendiada por los agresores. Estaba vacía. En sus paredes se dibujó una estrella de David y se escribió en hebreo la palabra “venganza”, firma usada en ocasiones por activistas de extrema derecha que atentan contra casas palestinas o lugares de culto musulmanes.

“Siento vergüenza y dolor. Dolor por el asesinato de un bebé, dolor por mi pueblo, por aquellos que han elegido el camino del terrorismo y han perdido su humanidad. Ese camino no es el mío y no es el camino del Estado de Israel”, declaró el presidente de Israel, Reuven Rivlin, que visitará a los heridos durante la jornada.

Esta semana, dos edificios de la colonia de Beit El, en Cisjordania, fueron derribados por orden de la justicia israelí, pero cuando estaban siendo demolidos, el primer ministro anunció la construcción de 300 nuevas viviendas en el mismo asentamiento. Netanyahu está al frente de una frágil coalición gubernamental en la que los ultranacionalistas partidarios del avance de la colonización tienen un peso importante. “El Gobierno israelí allanó el camino hacia este acto brutal”, zanjó Saeb Erekat, responsable de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP)."                (   , El País, Jerusalén 1 AGO 2015)