5/8/15

Las llamas del odio y la violencia se han infiltrado en Israel

"El presidente de Israel, Reuven Rivlin, ha condenado en Facebook el asesinato de un niño palestino de 18 meses en el pueblo de Duma, al norte de Ramala, que murió cuando aparentemente unos colonos judíos arrojaron varios cócteles molotov contra la vivienda donde dormía su familia en la madrugada del viernes.

Rivlin manifestó que “las llamas del odio y la violencia se han infiltrado en nuestro país”.
Desde entonces las críticas y amenazas contra Rivlin se han multiplicado en Facebook. Se le ha llamado “traidor”, “presidente de los árabes”, y cosas peores, y ha recibido amenazas. Ayer la policía israelí decidió abrir una investigación.

Unas horas antes, el jueves, un hombre ultraordoxo hirió con un cuchillo a seis personas que se manifestaban en Jerusalén en la marcha del orgullo gay. Una joven de 16 años herida por el agresor murió ayer.

Este incidente también ha sido muy comentado en las redes sociales y su autor ha sido defendido abiertamente por numerosas personas. En Facebook se ha leído que es una lástima que solamente hubiera herido a seis en lugar de haber matado a 5.000, y otras lindezas por el estilo.

Ciertamente, las llamas del odio y la violencia han prendido en Israel, pero sería un error considerar esos dos sucesos como hechos aislados, o que esas llamas acaban de prender.

La abundancia de condenas y contracondenas de los últimos días prueban que una parte de la sociedad favorece este tipo de ataques, especialmente el ocurrido en el pueblo de Duma.

El viernes, la OLP difundió una interminable lista que contenía centenares de incidentes cometidos por los colonos contra los palestinos en los territorios ocupados desde el mes de enero. Incidentes que se producen a diario, y a veces muchos cada día.

Estos incidentes, en su inmensa mayoría, no suscitan ninguna condena de las autoridades israelíes. Y si el de Duma ha sido condenado es probablemente a causa de la repercusión internacional que ha tenido.

La Unión Europea ha pedido al primer ministro Netanyahu que tenga “tolerancia cero” con respecto a la violencia de los colonos. Sin embargo, a estas alturas no parece que Netanyahu pueda frenar un fenómeno que durante años ha sido impulsado por los sucesivos gobiernos hasta convertirse en un monstruo fuera del control de las autoridades.

Las llamas del odio y la violencia no han prendido ahora porque prendieron hace mucho tiempo. La comunidad internacional ha preferido ignorarlas y nada indica que ahora vaya a cambiar de actitud."             (Balagán, 03/08/2015)


"Un espíritu maligno. Día tras día salen a la luz en Israel fuerzas brutales y fanáticas, oscuras y herméticas en su extremismo. Se sienten exaltadas por las llamas de una fe religiosa y nacionalista y hacen absoluto caso omiso de las normas de la moral.

Ese niño, Ali Dawabsha, no se me quita de la cabeza. Como tampoco la escena: la mano de un hombre que abre una ventana en plena noche y lanza un cóctel molotov contra una habitación donde duermen una madre, un padre y dos hijos. La sola idea, las imágenes, son desgarradoras.

¿Qué clase de persona o de personas son capaces de un acto semejante? Y la cuestión es que todos ellos, o sus cómplices, siguen aún hoy entre nosotros. ¿Será posible acaso distinguir en ellos algún signo de lo que han hecho? ¿Cuánto habrán tenido que cancelar en su interior para aniquilar de esa forma a toda una familia?

Benjamín Netanyahu y algunos ministros de derechas se apresuraron a condenar con firmeza este asesinato. Netanyahu acudió incluso al hospital para visitar a la familia y darles el pésame y expresó su consternación por lo sucedido. La suya fue una reacción humana, sincera, y sin duda era lo que había que hacer. Lo que resulta difícil de entender es cómo el jefe del Gobierno y sus ministros no se percatan de los vínculos entre el fuego que han estado avivando durante décadas y las llamas de los últimos acontecimientos.

 ¿Cómo no ver el nexo entre la ocupación de Cisjordania, que dura ya 48 años, y esa realidad oscura y fanática que se ha creado en los márgenes de la conciencia israelí? Una realidad cuyos partidarios y defensores aumentan día tras día, y que cada vez resulta más presente, aceptable y legítima a los ojos de la opinión pública, el Parlamento y el Gobierno.

Con una suerte de obstinada negación de la realidad, el primer ministro y sus partidarios se niegan a comprender en toda su profundidad la visión del mundo que ha cristalizado en la conciencia de un pueblo conquistador al cabo de casi cincuenta años de ocupación. Es decir, la idea de que hay dos tipos de seres humanos.

 Y de que el hecho de que uno está sometido al otro significa, probablemente, que por su propia naturaleza es inferior. Es, por así decirlo, menos “humano” de los que le han conquistado. Y esto lleva a que ciertas personas con determinada estructura mental arrebaten la vida a otros seres humanos con escalofriante facilidad, incluso cuando ese ser humano es un niño de tan solo un año y medio.

En este sentido, los episodios de violencia del pasado fin de semana (la agresión contra el desfile del Orgullo Gay y el asesinato del niño) están interrelacionados y se derivan de una visión del mundo similar: en ambos casos, el odio —el odio en sí mismo, esencial, instintivo— representa para algunos una razón legítima y suficiente para matar, para aniquilar a la persona odiada.

 Quien prendió fuego a la casa de la familia Dawabsha no sabía nada de ellos, de sus deseos, de sus opiniones. Sabía solo que eran palestinos, y eso para él, para sus mandantes y partidarios, era razón suficiente para matarlos. En otras palabras, su existencia justificaba, a su parecer, su asesinato y su desaparición de la faz de la Tierra.

Desde hace más de un siglo, israelíes y palestinos no dejan de girar en una espiral de asesinato y venganza. En el curso de esta lucha, los palestinos han masacrado a centenares de niños israelíes, exterminado a familias enteras y cometido crímenes contra la humanidad. Pero también el Estado de Israel ha llevado a cabo acciones similares contra los palestinos utilizando aviones, tanques y armas de precisión. No hay más que recordar lo ocurrido hace un año durante la Operación Margen Protector.

Pero el proceso en marcha en los últimos años en el interior de Israel, su fuerza y sus malignas ramificaciones, es peligroso y devastador de una forma nueva e insidiosa. Se tiene la sensación de que ni siquiera ahora los dirigentes israelíes llegan a entender (o se niegan a admitir una realidad que les resulta insoportable) que los elementos terroristas del interior le han declarado la guerra.

 O bien el Gobierno es incapaz de descifrar explícitamente esa declaración, o es que le atemoriza o se muestra irresoluto sobre la conveniencia de hacerlo.
Día tras día salen a la luz fuerzas brutales y fanáticas, oscuras y herméticas en su extremismo.

Fuerzas que se sienten exaltadas por las llamas de una fe religiosa y nacionalista y hacen absoluto caso omiso de los límites de la realidad y de las normas de la moral y del sentido común. En este vórtice interior, su alma se ve inexorablemente entrelazada con las líneas más radicales, y a veces más dementes, del espíritu humano. Cuanto más peligrosa e incierta se vuelve la situación, más prosperan estas fuerzas. Con ellas no cabe compromiso alguno.

 El Gobierno israelí debe enfrentarse a ellas con la misma determinación que contra el terrorismo palestino, puesto que no son menos peligrosas ni menos resueltas. Son fuerzas maximalistas y, como tales, es bien sabido, pueden incluso cometer errores garrafales. Por ejemplo, atacar las mezquitas del monte del Templo, un acto que podría tener consecuencias desastrosas para Israel y todo Oriente Próximo.

¿Cabe la posibilidad de que la horrible muerte del bebé quemado vivo despierte a los líderes de la derecha y les lleve a comprender por fin lo que la realidad lleva años gritándoles al oído? Es decir, que la ocupación y la falta de diálogo con los palestinos podrían aproximar el fin de Israel en cuanto Estado del pueblo judío y país democrático.

 Como un lugar con el que los jóvenes se identifican, donde quieren vivir y criar a sus hijos.

¿Es consciente Netanyahu realmente de que en estos años, mientras se dedicaba en cuerpo y alma a obstaculizar el acuerdo con Irán, se iba creando aquí una realidad no menos peligrosa que la amenaza iraní? ¿Una amenaza ante la que él se muestra confuso y se comporta en consecuencia?

No es fácil intuir cómo podemos desenredar esta maraña y hacer que las cosas vuelvan a una situación racional. La realidad creada por Netanyahu y sus amigos (así como la mayoría de sus predecesores), su aquiescencia ante el activismo de los colonos, su profunda solidaridad con ellos, les ha atrapado en una red que les ha dejado paralizados.

Hace décadas que Israel muestra a los palestinos su lado oscuro. La oscuridad, desde hace algún tiempo, se ha ido filtrando en el interior y este proceso se ha acelerado notablemente después de la victoria de Netanyahu en las últimas elecciones, tras las cuales ninguna fuerza puede oponerse ya a la arrogancia de la derecha.

Episodios tan espantosos como el asesinato del niño quemado vivo son, en el fondo, un síntoma de una enfermedad mucho más grave, y nos señalan a nosotros, los israelíes, la gravedad de nuestra situación diciéndonos, con letras de fuego, que el camino hacia un futuro mejor va cerrando sus puertas."                 (   , El País 3 AGO 2015)


"Israel ha encarado el primer Sabbat de agosto en un clima de tensión sin precedentes desde la guerra del pasado verano en Gaza.

 El secuestro y la muerte de tres adolescentes judíos y el asesinato de un muchacho palestino que fue quemado vivo precedieron entonces al conflicto más mortífero desde la Guerra de los Seis Días (1967) y el más largo desde el de la Independencia (1948-1949).

Las consecuencias del ataque incendiario de la madrugada del viernes en Duma, en el que murió abrasado un bebé de 18 meses y que causó graves heridas a sus familiares, son aún impredecibles, aunque tanto el Gobierno de Israel como la Autoridad Palestina tratan de evitar que el incendio se propague por toda Cisjordania.

Ni el primer ministro Benjamín Netanyahu ni el presidente Mahmud Abbas parecen dispuestos a pagar el precio de haber desencadenado la Tercera Intifada. El dirigente israelí se apresuró a condenar el terrorismo “venga de donde venga”, aunque sea judío. El mandatario de la Autoridad Palestina movilizó a sus fuerzas de seguridad en las mezquitas para que la jornada de oración no desembocase en un estallido de ira.

Pero la escalada de la tensión con la que concluyen las semanas musulmana y hebrea no invita al optimismo. Los incidentes protagonizados por colonos judíos tras el derribo de edificaciones declaradas ilegales por el Tribunal Supremo israelí en el asentamiento de Beit El encendieron los ánimos en el campo nacionalista.

 Y la detención por el Shin Bet (seguridad interior) de dos extremistas judíos como responsables del incendio hace dos meses de la iglesia del milagro de los panes y los peces en Galilea cayó como un mazazo entre los defensores de la colonización de las bíblicas Judea y Samaria (actual Cisjordania).
La presencia de judíos ultrarreligiosos en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, tercer lugar santo islámico tras Medina y La Meca y también histórico Monte del Templo para la tradición hebrea, echó aún más leña al fuego.

 El movimiento de resistencia islámica Hamás, hegemónico en Gaza y con creciente influencia sobre la sociedad civil de Cisjordania, aprovechó la circunstancia para convocar una jornada de protestas durante el rezo del viernes. Ahora redobla sus llamamientos a la venganza.

Como apuntaba Amos Harel en un análisis de urgencia en el diario Haaretz, podemos estar asistiendo al nacimiento de una guerra de religión entre el yihadismo islámico y el extremismo nacionalista judío. Netanyahu, proclive a fijar líneas rojas a todos los demás, se declaró “conmocionado y enfurecido” tras visitar en un hospital israelí a la familia que fue víctima del ataque incendiario en Duma, en el norte de Cisjordania, cuyo hijo menor murió quemado vivo.

Fue un ataque de represalia atribuido a radicales judíos que pretenden imponer una estrategia del “ojo por ojo” y de “hacer pagar un precio” por cada retroceso que sufra la política de colonización.

El propio Netanyahu, que se puso al frente de las condenas al ataque con líquidos inflamables contra una familia en plena madrugada, y sus ministros del partido Hogar Judío (nacionalista y procolonos) que le secundaron de inmediato, han guardado silencio y mirado hacia otro lado durante sus seis últimos años en el Gobierno ante otros ataques incendiarios contra hogares palestinos en los que no se registraron víctimas. O contra mezquitas e iglesias.

La impunidad de estas acciones, la manga ancha con la violencia nacionalista, está detrás de la progresiva radicalización de sectores de los colonos, jaleados por sus propios dirigentes políticos y por rabinos exaltados. Ahora incluso Netanyahu cruza los dedos para que la mecha encendida por los radicales judíos no reavive las brasas siempre candentes tras décadas de conflicto."                (   , El País 1 AGO 2015)


" Un niño palestino de año y medio murió carbonizado en la madrugada de este viernes cuando varios desconocidos, supuestamente colonos, incendiaron su vivienda en la localidad de Duma, al norte de Cisjordania.

 Sus padres y su hermano de cuatro años resultaron heridos graves al sufrir severas quemaduras en gran parte del cuerpo. El ataque ha provocado una gran consternación entre israelíes y palestinos por su crueldad y ha merecido la condena rápida y tajante del Gobierno de Benjamín Netanyahu, que lo ha calificado de “acto terrorista” y ha prometido encontrar y castigar a los culpables.

Los responsables palestinos señalaron como responsable último de la agresión al Ejecutivo de Netanyahu, por la protección que brinda a los colonos desde hace años. El presidente palestino, Mahmud Abbas, manifestó su intención de presentar el ataque ante la Corte Penal Internacional (CPI), de la que Palestina es miembro, para que sea investigado. “Debemos luchar juntos contra el terrorismo, venga de donde venga”, pidió Netanyahu a Abbas, con quien habló por teléfono este viernes.

Conscientes del alto riesgo de incidentes y represalias, las fuerzas del orden israelíes aumentaron sus dispositivos de seguridad. La muerte del niño palestino hizo que el movimiento islamista palestino Hamás convocara un Viernes de la ira en toda Cisjordania en protesta por este ataque y por los enfrentamientos registrados en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén el pasado domingo.

 “Soldados y colonos israelíes son blancos legítimos de la resistencia” palestina, dijeron portavoces de Hamás. Acto seguido, se registraron varios enfrentamientos entre palestinos y la policía israelí en la Ciudad Vieja de Jerusalén y en otros puntos de Cisjordania tras la oración musulmana del mediodía, en los que hubo varios heridos leves.

En los alrededores de Duma, donde viven cerca de 3.000 palestinos, las fuerzas del orden israelíes siguen rastreando la zona para encontrar a los autores de este ataque. Varios testigos afirmaron que vieron huir a al menos dos hombres enmascarados en dirección de Maale Efraim, uno de los asentamientos israelíes, considerados ilegales por la comunidad internacional, que se han establecido desde hace años a poca distancia del pueblo palestino.

El cadáver del pequeño Alí Dawabsha fue enterrado este mediodía ante una multitud indignada y aún conmocionada. “Tenemos a menudo problemas con los colonos pero es la primera vez que entran a Duma con intención de matar”, explicaba Hatem, vecino de Duma de 27 años. La modesta casa de la familia quedó destruida por el fuego. La habitación en la que dormían los padres y sus dos hijos fue la más castigada por las llamas. Los vecinos apuntaban que los agresores lanzaron un cóctel molotov por la ventana y el incendio se propagó rápidamente. Quemados y casi asfixiados, Saeed y Riham Dawabsha consiguieron salir de la casa con Ahmad, su hijo mayor, pero, en la oscuridad y ahogados por el humo, perdieron a Alí.

“Llegué cinco minutos después del ataque. Encontramos a la familia echada en el suelo, fuera de la casa”, explica Hatem. “El padre gemía, angustiado, por su hijo que había quedado dentro. Entramos para intentar salvarlo pero estaba muerto, carbonizado”, agrega, entre sollozos.

Otra casa vecina también fue incendiada por los agresores. Estaba vacía. En sus paredes se dibujó una estrella de David y se escribió en hebreo la palabra “venganza”, firma usada en ocasiones por activistas de extrema derecha que atentan contra casas palestinas o lugares de culto musulmanes.

“Siento vergüenza y dolor. Dolor por el asesinato de un bebé, dolor por mi pueblo, por aquellos que han elegido el camino del terrorismo y han perdido su humanidad. Ese camino no es el mío y no es el camino del Estado de Israel”, declaró el presidente de Israel, Reuven Rivlin, que visitará a los heridos durante la jornada.

Esta semana, dos edificios de la colonia de Beit El, en Cisjordania, fueron derribados por orden de la justicia israelí, pero cuando estaban siendo demolidos, el primer ministro anunció la construcción de 300 nuevas viviendas en el mismo asentamiento. Netanyahu está al frente de una frágil coalición gubernamental en la que los ultranacionalistas partidarios del avance de la colonización tienen un peso importante. “El Gobierno israelí allanó el camino hacia este acto brutal”, zanjó Saeb Erekat, responsable de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP)."                (   , El País, Jerusalén 1 AGO 2015)

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