1/10/08

El apoyo al terrorismo

Es la mentalidad que existe en parte de la población vasca lo que hace que siempre haya voluntarios para practicar desde la kale borroka al coche bomba. ¿Cuántos son los que así piensan? ¿Cincuenta mil? ¿Cien mil? ¿Cómo es posible que en un pueblo tan civilizado en tantos aspectos, una parte de sus habitantes no haya asumido ideas básicas de convivencia, paz y respeto al que piensa de modo distinto? Esas ideas hoy se aceptan sin discusión en todo país avanzado. En España también se han impuesto desde que acabó la dictadura. ¿Por qué, entonces, esa excepción?

Quienes se apuntan a las ideas de la izquierda abertzale, unas ideas que deberían ser tan aceptables como cualesquiera otras, son gente que parece normal. Se les ve marchando en manifestaciones numerosas tras la ikurriña y la banderola de turno pidiendo libertad para los asesinos, cuyas fechorías no se condenan jamás. Son personas de aspecto educado que nada tienen que ver con lo que puede contemplarse en Oriente Medio o en otros lugares donde las protestas en apoyo de la violencia tienen su raíz en la pobreza, el desempleo, el analfabetismo y la continua frustración que es el vivir de cada día. Son buenos padres o madres de familia, buenos hijos, buenos amigos de sus amigos, buenos aficionados al fútbol y a comer bien, socios del Athletic o de la Real y de las cofradías gastronómicas, gente, pues, como tanta otra, si no fuera por esa grave deformación que les lleva a pensar que asesinar tiene sus atenuantes o más bien sus eximentes. ¿Acaso, se dicen entre sí, no hay una Ley de Partidos que los discrimina? ¿Cómo no va a haber que defenderse de esa odiosa discriminación? ¿No hubo hace 20 años el GAL? ¿No persiguió Franco a los vascos? Y así la deformación sigue y sigue, pues el virus se transmite de generación en generación y así se justifica, cuando no se ensalza, a los asesinos y nadie se acuerda de los asesinados. ¿Qué pasará en el corazón de esas personas para haberse endurecido hasta ese extremo?” (FRANCISCO BUSTELO: La lacra que no cesa. El País, ed. Galicia, Internacional, 30/09/2008, p. 23)

Una respuesta, unas páginas más adelante, la de Fernando Savater (amenazado de muerte por ETA). Es el miedo, el odio que impone el poder (y el poder violento es el más eficaz):

“La violencia no es absurda, ni mucho menos: quizá la vida humana en general es absurda -si suponemos que debiera tener un sentido trascendente del que carece- pero no aquellas acciones humanas que resultan útiles, aunque sean detestables. Y la violencia es útil para perseguir determinados objetivos, por eso precisamente está prohibida en las sociedades civilizadas. En efecto, cuando las vidas humanas se reducen a gestos mudos todas son iguales, pero difieren cuando cada uno explica lo que vivir significa para él. El más profundo condicionamiento neurológico de los humanos, querido Arcadi, es lo que llamamos pensamiento y se expresa con palabras o silencios. Acallando el pensamiento no mostramos respeto por las víctimas... ni siquiera por sus verdugos.

Porque además el terrorismo trata de imponer el silencio y potenciar el afán de supervivencia, más acá de cualquier ideología. El propio festival donostiarra de cine es muestra de ello. Por primera vez, en esta edición se ha condenado un atentado terrorista. Antes había que guardar silencio ante ellos (como bien recordará la hoy jurado Leonor Watling de sus tiempos de presentadora) o incluso aceptar que en cada inauguración los proetarras subieran al escenario con sus pancartas, gritos y reivindicaciones. Agobios de la cobardía: antes daba miedo hablar pero hoy, en un clima diferente y con el ojo público sobre lo que allí ocurre, lo peligroso es callar.” (FERNANDO SAVATER: ¡Allá películas!. El País, ed. Galicia, Cultura, 30/09/2008, p. 37)

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