Hitler quería que la obra (pintada entre 1666 y 1668) fuera una de las joyas del museo que planeaba levantar en la ciudad austriaca de Linz. Y Czernin, su dueño, creyó que vendiéndosela al dictador nazi ponía a su segunda esposa, Alix-May, y a su familia de sangre judía, a salvo de la ley de pureza de la raza del Tercer Reich.
El temor de Czernin no era infundado. Antes de que la Alemania nazi se anexionara a la vecina Austria en 1938, el régimen había expropiado al conde sus bienes fuera del territorio austriaco y su mujer había tenido que abandonar la población alemana de Stein en Nuremberg, donde vívía y en cuya residencia aparecieron pintadas amenazantes.
La "venta fue el precio para sobrevivir", afirma el abogado de los descendientes del conde, Andreas Theiss, quien recuerda que gracias a la transacción Alix-May no fue enviada a un campo de concentración, pero tuvo que portar, como cualquier otro judío, la estrella de David. Su marido fue expropiado, sufrió la cárcel de la temida policía secreta oficial de la Gestapo y cayó en la pobreza. Alexander Czernin, primogénito del conde, recuerda que cuando su padre le leyó la carta que confirmaba la venta de aquella obra exclamó: "Ahora estamos a salvo". (El País, ed. Galicia, cultura, 12/03/2010, p. 43)
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