"No es fruto del alarmismo o de la paranoia
advertir que la ultraderecha asciende, cada día con más fuerza, hacia
el mando del poder político en el frágil contexto de la Europa
contemporánea. Sería inútil volver a enumerar los significativos
ejemplos materiales de dicha realidad.
Los Roma hemos
comprobado que, más allá de escandalizar momentáneamente a ciertos
sectores sociales particularmente sensibles, dicho recordatorio sirve,
más bien, de poco.
Lamentablemente, algo está roto en la conciencia
política europea. El pesimismo social-político, tan útil a las fuerzas
reaccionarias, nos bloquea e inmoviliza robándonos la posibilidad de un
mañana más humano, más justo; negándonos la esperanza de un mañana
habitable y posible para los que vienen tras nosotros y nosotras.
Sin embargo, como gitanos, como gitanas,
nos vemos obligados a manifestar, no ya nuestra sorpresa, sino la
ausencia de la misma. Aunque les inquiete, tendrán la oportunidad de
comprobarlo repetidamente durante estos días. Los activistas gitanos lo
afirman una y otra vez: no, no nos sorprende.
Y no es porque nuestro pueblo esté “de vuelta de todo”, apuntalando de
forma soberbia el significado del célebre refrán, sino porque,
tristemente, los gitanos y gitanas estamos acostumbrados a sufrir las
consecuencias de estas antiguas y persistentes derivas; derivas que
invaden, no solo las manifestaciones de la derecha más fascista, sino
también a la denominada izquierda política europea.
Cuando Matteo
Salvini, ministro del Interior del Gobierno italiano, justifica sus
intenciones de crear un censo de gitanos con las siguientes
declaraciones: “Los extranjeros que permanezcan de forma irregular en
Italia serán expulsados”, “los gitanos italianos por desgracia hay que
quedárselos”, nosotros no percibimos más que una repetición machacona,
demasiado conocida, de la historia de resistencia y lucha que se escribe
en la genealogía y presente de nuestro pueblo.
Muros, expulsiones en masa, segregación
escolar, guetos, maltrato policial, linchamientos, ataques,
esterilizaciones forzosas. Todo ello forma parte de la cotidianidad de
gran parte de nuestro pueblo en toda la Europa actual. Por lo tanto,
Salvini no es una excepción, sino un síntoma de la norma, tal y como lo
son los recientes ataques antigitanos en Ucrania y
en otros territorios del continente. La cuestión es, entonces, cómo
vamos a afrontar esta realidad sangrante que se cobra la vida social y
humana del pueblo minorizado más numeroso y antiguo del continente.
Una sociedad que no respeta y cuida la
vida de una comunidad humana como la nuestra, o cualquier otra, camina
frenéticamente hacia su autodestrucción. Una sociedad que no extirpa la
mortal enfermedad del racismo de sus entrañas está condenada a perecer,
ya que la violencia racial envenena la fibra ética de su conjunto. El
veneno del racismo, paradójicamente, no discrimina, es invasivo,
indiferente, letal y demoledor para todos.
¿Aprenderá Europa la lección?
Lo cierto es que esta antigua incógnita ha dejado de ser una curiosidad
para convertirse en una necesidad apremiante. Si la salud de las
democracias europeas se midiera por el trato que el pueblo gitano recibe
en su propio territorio, el resultado sería paupérrimo: no hay justicia
social ni política para el pueblo Rom en la Europa de los derechos humanos, una Europa antigitana.
Ahora bien, la indiferencia parlamentaria,
que se reduce a meros e insuficientes gestos virtuales de rechazo,
frente a declaraciones e intenciones como la manifestada por el ministro
del Interior y vicepresidente italiano, tendrá consecuencias para todos
los ciudadanos. Este embrutecimiento, este genocidio silencioso contra
los nuestros hace de Europa un lugar en el que todos peligran, no solo
los Roma y los migrantes del Sur global, sino
todos los ciudadanos.
Nos corresponde a todos, no solo a gitanas y
gitanos, la labor de no permitir que nos transformen en monstruos
ególatras e indiferentes, de despertar ante el sufrimiento de una parte
importante de nuestro mundo, el sufrimiento de nuestros vecinos, de
nuestros amigos, de nuestros hermanos y rebelarnos contra él de forma
contundente.
Nos pertenece a todos, no solo a nuestro pueblo, la
responsabilidad de hacer de Europa un territorio libre de antigitanismo,
libre de racismo, libre de injusticia, por el bien de todos." (Rromani Pativ, CTXT, 20/06/18)
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