"(...) La barbarie estuvo servida en
aquellos primeros días. Y es que la documentación histórica apunta que
en menos de 20 días naturales, los golpistas colmataron la primera fosa
del cementerio de Sevilla. Desde el 18 de julio de 1936 al 6 de agosto.
Las estimaciones sobre la segunda fosa, conocida como la del Monumento
resultan aún más estremecedoras con 2400 cuerpos, según cifras
aproximadas.
“En total las investigaciones
realizadas por José Díaz Arriaza señalan que en San Fernando podría
haber más de cuatro mil víctimas de la represión franquista”, aclara la
delegada. Esto evidencia, una vez más como Andalucía es la comunidad más castigada por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. Solo ochocientas víctimas están documentadas dentro del registro civil. (...)
El investigador Díaz Arriaza referencia en su libro Ni localizados ni olvidados el
alto número de representantes sindicales, políticos y destacadas
personalidades de la Sevilla Republicana que son asesinados durante las
primeras horas del mismo 18 de julio, sin dejar de lado a las cientos de vidas anónimas que cayeron en aquella zanja sin previo consejo.
En Pico Reja se ubican los restos de Blas Infante,
padre de la patria andaluza, los cuerpos de los mineros de Riotinto
acribillados en una emboscada en Camas cuando acudieron ante el auxilio
de los vecinos de la Sevilla Roja.T ambién deberían estar por fecha de
su asesinato los obreros que defendieron el edificio de Telefónica en la
plaza Nueva aquel mismo 18 de julio. (...)
La miseria moral de los golpistas dejó en la zanja de Pico Reja los cuerpos de miles de mujeres y hombres que murieron de forma fortuita los primeros días del golpe.
Mercedes Luna López es una de aquellas mujeres sin identificación política. Ama de casa de 51 años es una de las cientos de mujeres arrojadas tras su asesinato en Pico Reja. José María García Márquez, investigador de la materia, relata que su historia es una de las miles de aquel verano en Sevilla. “Fue detenido en el cine Jáuregui y no sabe que ocurrió dentro de la cárcel para que la llevaran muerta desde allí”.
Mercedes sufrió fracturas y una
conmoción cerebral el 29 de julio de 1936. El comisario jefe militar
comunicaría que “cuando se encontraba en el piso superior de este
edificio, aprovechando un descuido del guardia que la custodiaba, se
arrojó por un balcón al patio”. Tampoco se inscribió su muerte en el
registro. Nació en 1885 en Córdoba y residía en aquellos años en el
pueblo de Morón de la Frontera.
Como Mercedes Luna, la historia de
Rafaela Dorado Ayala es una de aquellas víctimas anónimas. En aquel
verano trabajaba con su familia en el cortijo de Arenales, propiedad del
Conde de la Maza en la provincia de Sevilla.
Cuando se produce la sublevación militar,
su marido desaparece. El 13 de Agosto conoce por los vecinos la noticia
de que se encuentra preso en el pueblo de Morón de la Frontera. Viendo
que su esposo no regresaba a casa ni tenían noticias de él, el día 15 se
marchó junto con su hija mayor a buscarlo al pueblo para conocer su
paradero.
Después de intensas indagaciones con
conocidos, Rafaela consiguió ser atendida para llevarla al lugar donde
se encontraba su marido. Llevaron a Rafaela y su hija a la encrucijada
del camino donde dos días antes habían asesinado a su esposo. Cuando
avistaron el cadáver comenzaron a llorar, gritar e insultar a los
asesinos y en ese momento las acribillaron allí mismo. Más tarde mataron
a dos de sus hijos varones.
Los sublevados decomisaron todas sus pertenencias, la cosecha del año,
los aperos de labranza, las yuntas de mulos, caballerías y demás ganado,
su casa de Morón y su finca próxima al cortijo de la Amarguilla. El
certificado de defunción del Registro Civil de Morón de la Frontera
menciona a cinco asesinados aquel día “a consecuencia de la aplicación
del Bando de Guerra”. Posiblemente sus cuerpos se encuentren en la fosa
de Pico Reja. (...)
Ramón Sánchez era menor de edad en aquellos años y vivía en el barrio
obrero del Cerro de Águila. “La acribillaron en el parte de María Luisa
un grupo de falangistas y dejaron el cuerpo allí varios días para
sembrar el pánico”. Ana ha podido conocer con dificultad la historia de
ambos, afiliados durante la República a las juventudes comunistas.
“Recuerdo la foto de ambos toda la vida en el salón de mi casa. Mi padre
nunca hablaba de esto pero con la poca información que he ido
recabando, he logrado conocer cada vez más datos de su historia”. (...)" (María Serrano, Público, 28/01/18)
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