7/10/09

Abrir las fosas cura, porque trae el final del duelo

""Se vive una tremenda tensión previa, pero después, aparece la paz, el alivio y algo casi más importante: no he presenciado ninguna reacción rencorosa, de revancha, sencillamente, todos quieren enterrar con dignidad a sus muertos" (...)

"Estos procesos, bien llevados, cierran heridas. Son terapéuticos. No hay signos de odio, ni de rabia, ni deseos de venganza" (...)

"Sobre todo, en aquellos lugares con fuertes raíces religiosas, principalmente cristianas, donde la muerte cuenta con un fuerte ritual, he observado esas reacciones. Aunque el miedo a remover las cosas es algo profundo". (...)

"Con el respeto absoluto a las víctimas por encima de cualquier cosa. Los procesos de recuperación de la memoria y de justicia transacional son algo nuevo, que se está construyendo, pero tratan ni más ni menos que de devolverles la dignidad a todos los que sufrieron represión, de repararlos" (...)

Antes del alivio, como dice Heyner, hay que negociar con el miedo. Antes del desahogo y de la liberación, los familiares de las víctimas han experimentado hasta sus últimas consecuencias la culpa, la injusticia, la impunidad de los asesinos. No es fácil reaccionar contra eso. Sus muertos no son muertos. Son una especie de fantasmas que en cualquier momento pueden reaparecer, como le ocurrió a Esther Montoto.

Fue un caso que impresionó a Emilio Silva, uno de los líderes de este proceso, responsable de la Asociación para la Recuperación de la Memoria. "Aquella mujer se presentó en Aranda de Duero cuando anunciamos que abriríamos allí una fosa en la que supuestamente estaba su padre. Cuando le pregunté cómo es que había venido desde Estados Unidos, me dijo: 'Cada vez que escuchaba el timbre de la puerta de mi casa me sobrecogía y pensaba: es él. Me ha encontrado". (...)

"Las fosas son secretos públicos. En los pueblos, la gente sabe a quién se mató, cómo y dónde están enterrados. Haciéndolo cómo lo hacían, acudiendo a las casas, sacándolos a la fuerza y disparándolos en lugares cercanos, donde se oían las ejecuciones, fomentaban el miedo. Así quedaban en un limbo. Eran cuasi desaparecidos. Fueron expulsados de la comunidad de los vivos, pero también de la de los muertos".

Resulta todo un drama para las generaciones posteriores. Muchos han vivido en la ignorancia y quienes experimentaron el trauma, callan. "Por eso, los antropólogos también ayudamos a crear un lenguaje para que acepten lo que pasó", asegura Ferrándiz. La técnica es montar una mesa cerca del enterramiento, mostrarse dispuesto a escuchar cada historia y registrarla documentalmente. Muchas se cuentan por primera vez. Es difícil dar el paso del silencio a la palabra. "Muchas veces, es difícil encontrar las expresiones correctas", afirma Ferrándiz." (El País, ed. Galicia, 03/10/2009, p. 34/5)

No hay comentarios: