"(...) Los responsables de la represión eran las ‘fuerzas vivas”: propietarios,
profesiones liberales y comerciantes, algunos se enriquecieron
rápidamente con negocios fáciles y manejos de influencias. (...)
El gobernador civil de Soria, de triste recuerdo, Enrique Casado, fue el
máximo responsable de la represión, junto a su comité de asesores,
Saturnino Ridruejo, Alfonso de Velasco, un registrador de la propiedad
llamado Quiroga, un ingeniero de montes apellidado Monzón, Marrón, el
director del banco Hispano y un tal Martínez. (...)
En muchos pueblos, la intervención o pasividad del cura fue
determinante. Algunas jóvenes, Soledad Pesquera, con 16 años, la
señorita Hernández (su hermano Víctor estaba en la cárcel) y 2
peluqueras, desde entonces conocidas como “las Pelonas”, fueron rapadas
al cero y obligadas a presentarse diariamente en el Gobierno Civil,
siendo objeto de mofa y escarnio durante el trayecto por los patriotas
cristianos. También se usó el aceite de ricino en numerosas ocasiones.
Los familiares de los fusilados tenían prohibido vestir luto.
Cuando los familiares de los presos iban a visitarles a la cárcel se
encontraban a veces con una angustiosa sorpresa: Su esposo, hijo o
hermano, ha sido “trasladado”, sin añadir ningún dato más. La noticia
escueta del “traslado” significaba la confirmación de la ejecución del
preso. Por el Collado de Soria pasaba con frecuencia una camioneta
llamada “la Cordera” camino de la cárcel o de regreso cargada de presos
para fusilar. Llevaba como adorno un corderito en el tapón del radiador,
y en los laterales sendas calaveras pintadas.
Se fusilaba en cualquier sitio, al borde de las carreteras
preferentemente y cerca de algún pueblo, avisando después, aunque no
siempre, a los vecinos para que los enterraran. Más de una vez se dijo:
“y si no los enterráis, mejor; que se los coman los perros”. Hubo
lugares en los que los fusilamientos fueron constantes y repetidos. Así
en Soria, la Venta de Valcorba y sus alrededores, los llanos de
Chavaler, el cementerio de Las Casas y el cementerio de la capital. En
la Venta de Valcorba, los sepultureros, algún alguacil y un bombero se
encontraron a 9 personas con las cabezas machacadas. (...)
El lugar que bate el récord fueron las “Matas de Lubia”, donde entre
sorianos y prisioneros de Sigüenza, descansan varios cientos de
personas, entre ellas algunas mujeres. “Hoy hemos toreado 32 becerros y
una novilla”, dijo un bárbaro, a la puerta del Casino de la Amistad. (...)" (Tulio Riomesta, 08/04/19)
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