16/9/10

La tragedia interior del justo... en el País Vasco... en todas partes...

"J.A. González Sainz, (Soria, 1956)... El autor de Ojos que no ven (Anagrama) no se esconde a la hora de hablar del fanatismo de ETA y su entorno y de las connivencias que lo alimenta, critica una sociedad, la española, "encantada con sus buenismos y sus pusilanimidades"...

PREGUNTA: ¿Por qué una historia sobre el entorno terrorista y los efectos devastadores del fanatismo y la indiferencia, de los que "hacen como que no va con ellos?

RESPUESTA: Los motivos ya los ha mencionado usted: los efectos que ocasiona el fanatismo, por un lado, y, complementariamente, la indiferencia o el miedo ante él por otro (el no ver todo más que de una sola forma siempre, por un lado, y el no querer ver de ninguna forma nada por otro), son, en cualquier latitud, en cualquier tiempo y ante cualquier cuestión devastadores.

Pero la cuestión es que lo son en nuestra misma España de todos estos años de atrás y de hoy mismo, donde nos hemos acostumbrado a la devastación, física y también pasional e intelectual, que ocasiona el fanatismo como si fuera lo más natural del mundo. Nos hemos hecho a convivir con esa devastación, pero también a coquetear con ella, a chapotear en ella, a sacarle réditos políticos también.

Debajo de toda esa costra de podredumbre moral, sentimental y política no puede sino supurar una mala herida purulenta e infectada.

Y devastadores, como usted dice, no es una palabra cualquiera; quiere decir que han arrasado, que han allanado, que han envilecido y maleado los sentimientos, las representaciones e inteligencias y han generado un proceso de formación de voluntades adosadas a ese allanamiento moral y político que es con lo que nos tenemos que ver.

Ojos que no ven habla, entre otras cosas, sí, del fanatismo del nacionalismo y el terrorismo del País Vasco, pero sobre todo habla del regreso de la violencia y el fanatismo en la Historia y en la historia de una familia; y habla de la difícil pervivencia del hombre justo, del hombre sencillo, moral e íntegro donde los haya, cuya integridad y justicia mismas sin embargo constituyen también su peor peligro.

Ojos que no ven profundiza
fundamentalmente la tragedia interior del justo, sus paraísos, sus caminos exteriores e interiores, sus subidas al calvario, sus descensos a los infiernos personales, los filos de sus desfiladeros. (...)

Y es en ese marco donde hay que entender que la historia es una historia ciertamente localizable, referenciable, una historia que habla en efecto de ETA, del País Vasco, de asesinatos o lugares que si se quiere se pueden llegar a rastrear; de la condena tan olvidada a la emigración interior a la que fueron sometidas tantas gentes en España, tantos "humildes ganapanes" obligados a abandonar sus tierras de los que hablaba Machado.

Tema de fondo pues y prosa, con sus reiteraciones y motivos, con sus símbolos y proyecciones, obedecen a un mismo objetivo narrativo: el ir y volver en el camino de la vida, del trabajo a casa, de casa al trabajo, del sur al norte, del norte al sur o al centro, de los paraísos a los infiernos, de la integridad a la ignominia siempre al filo y de la esperanza a la desesperación y a la inversa, de arriba abajo siempre al filo. (...)

Claro que ese callar no siempre es decisión, clarividencia, fuerza, magnanimidad, espíritu, sino también víctima de las prácticas que hacen callar, de las prácticas sociales, políticas, familiares, lingüísticas... que obligan a cerrar la boca. Ésa es en parte la tragedia de ese hombre íntegro en que se centra la novela, la tragedia del justo y del lenguaje, la tragedia de la integridad silenciosa, del hombre que al cabo se echa las culpas también por su silencio, por no haber sido y dicho e intervenido más. En el fondo toda la novela tiene ahí, en torno al silencio y la manipulación de las palabras, su eje trágico." (J.A. González Sainz, autor de 'Ojos que no ven', El País, 16/09/2010)

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