1/2/08

La esperanza es la fuente de la desdicha, y en el gueto, la fuente de nuestra maldad

“Para Montaigne, que consideraba la tristeza el peor vicio que existe y la pasión más cobarde y vil, y que por eso combatió el prestigio pestilente de que gozaba en su época (más o menos el mismo del que goza en la nuestra), ésta es la causa de todas nuestras desdichas: nuestra incurable propensión a vivir en la esperanza del futuro, y no en la realidad del presente, que es la única realidad. (…)

Si no me engaño, nadie la expresa mejor o de forma más elocuente que Anna Semiónovna, madre de Víctor Pávlovich, una vieja doctora judía que ha sido recluida por los nazis en el gueto de una ciudad ucraniana. Segura de que va a ser asesinada junto con sus desventurados compañeros de cautiverio, Anna Semiónovna escribe una carta de despedida a su hijo, y en ella anota algunas cosas extrañas que ha observado en el gueto durante aquellos días previos al exterminio.

Ha descubierto, por ejemplo, que las personas que antes de entrar en el gueto parecían más bondadosas son en realidad las más malvadas, y que las personas que antes de entrar en el gueto parecían más malvadas son en realidad las más bondadosas. Y anota también lo que en aquel momento le parece más extraño de todo: que el gueto es el lugar más desdichado del mundo no porque en él no haya ninguna esperanza, sino porque “en ningún otro lugar del mundo hay más esperanza”.

En aquel agujero sin redención circulan incansablemente, en efecto, todo tipo de rumores y noticias que prometen la salvación de los judíos o que la esperanza de los judíos interpreta como indicios seguros de su inmediata liberación, y Anna Semiónovna observa con perplejidad que “cuanto más optimistas son las personas, más ruines y egoístas se vuelven” y que “cuanto menor es la esperanza de sobrevivir de un hombre, mejor, más bueno y generoso es éste”. De ahí que para el personaje de Grossman la esperanza no sea sólo, como para Montaigne, la fuente de nuestras desdichas; también es la fuente de nuestra maldad: Montaigne, creo, hubiera aplaudido el matiz.” (JAVIER CERCAS: Contra la esperanza. El País, ed. Galicia, El País Semanal, 27/01/2008, p. 8)

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