El forense ha estudiado cómo actúa el agresor para cometer el crimen y, aunque la secuencia de hechos siempre es distinta, hay un elemento común en más de la mitad de los casos: las propias manos del agresor son un arma asesina. A golpes, por sofocación, estrangulando con las manos o con cualquier objeto que pueda hacer de lazo. Así murieron entre 1997 y 2004 al menos 79 mujeres. "Demuestra mucha rabia, demasiada ira. Es una muerte lenta que es observada por el agresor", señala Lorente.
Aunque la combinación de varios mecanismos puede asociarse a muertes más violentas, hay un arma que por sí sola ha dejado más muertes que ninguna otra: el arma blanca (generalmente cuchillos de cocina), que estuvo presente en el 47% de los asesinatos de violencia de género cometidos entre 1997 y 2004. (…)
Entre 1997 y 2004 fueron 71 las mujeres muertas por arma blanca. En total, 880 puñaladas machistas. Una media de 12,4 por víctima. "Es una barbaridad. Demuestra un grado de violencia más que significativo. Porque además no suelen ser puñaladas en las piernas o los brazos. Casi todas van al cuello, al tórax, a matar", cuenta Lorente.
Y ya hay algunas conclusiones que tumban tópicos, como el de que muchos agresores actúan ebrios o presentan alteraciones psíquicas: el alcohol o las drogas sólo se apreciaron como atenuante en el 3,4% de los casos y la alteración psíquica, en el 5,4%.” (El País, ed. Galicia, Sociedad, 04/02/2008, p. 38)
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