"31 de octubre de 2001. La famosa modelo Karen Mulder acude como
invitada a un programa de la cadena de televisión France 2 llamado Tout le Monde en Parle
(Todo el mundo está hablando de esto).
Durante la entrevista, relata
que ha sido violada de forma continuada desde que tenía dos años hasta
el anterior mes de abril. Afirma que tanto ella como otras modelos han
sufrido explotación sexual sistemática por parte de su agencia –la
prestigiosa Elite–, y extiende sus acusaciones a todo tipo de
personalidades de la sociedad francesa, políticos, policías,
empresarios, incluido el príncipe Alberto de Mónaco, con el que se la
había relacionado en el pasado, y al que acusa de haberla violado.
Asegura que la han obligado a consumir drogas, que ejecutivos la
hipnotizaron para abusar de ella y que la coaccionaron para mantener
relaciones sexuales a cambio de conseguir mejores contratos. “Después de
cinco minutos me di cuenta de que estaba enferma”, declararía el presentador, Thierry Ardisson, al diario Libération.
“Detuve la entrevista y decidimos no emitirla, incluso si eso significa
ser acusados de censura. Hubiera sido una superexclusiva. Quizás había
algunas cosas verdaderas en su testimonio, pero era obvio que no estaba
en su estado normal. Cuando se fue, me dijo: “Tú también eres parte del
complot”.
Karen no se encontraba allí por casualidad ni el tema de los abusos
surgió por sorpresa. El objetivo del programa era debatir un polémico
documental de la BBC rodado dos años atrás en el que se denunciaba la
explotación sexual que sufrían modelos muy jóvenes, muchas adolescentes,
por parte de figuras prominentes de la agencia Elite. Mulder era un
testimonio de peso que conocía de primera mano el mundo de la moda en
general y el funcionamiento de Elite en particular por una condición de
la que muy pocas personas en la tierra podían presumir: haber sido una
supermodelo.
Nacida en Holanda el 1 de junio de 1970, siendo apenas una
adolescente Karen fue finalista del prestigioso concurso de belleza
Elite Model Look. Fichó por la agencia y comenzó a trabajar para ellos
con gran éxito: antes de cumplir los 18 ya estaba desfilando para las
grandes marcas de la industria, de Versace a Yves Saint Laurent. Apodada
“la rubia con clase”, protagonizó portadas de diferentes cabeceras
internacionales de Vogue o Elle y logró dos hitos que
marcaban la diferencia entre las modelos de primera clase y las del
montón: salir en el número de bañadores de Sports Illustrated y desfilar como uno de los ángeles de Victoria’s secret.
El auge de su carrera había coincidido un momento muy concreto que
supuso la aparición del fenómeno de las supermodelos. A principios de
los noventa, la industria de la moda se puso de moda, nunca mejor dicho;
las anteriores casi anónimas maniquíes se habían aupado hasta
convertirse en celebridades globales, famosas al nivel de actores o
cantantes, y con ellas, su estilo de vida, identificado como lujoso,
glamouroso y divertido, había pasado a ser un objeto de deseo para miles
de personas por todo el planeta. Karen había formado parte del
exclusivísimo grupo de las más buscadas, solicitadas y mejor pagadas
junto a Naomi Campbell, Cindy Crawford, Christy Turlington, Linda
Evangelista, Stephanie Seymour o Claudia Schiffer. Decidió dejar de
forma voluntaria dejar de desfilar en pasarelas en el 1997 y de forma
sorpresiva, abandonó del todo la profesión en año 2000.
Durante esa época, las sombras de una profesión en la que se juntaban
grandes cantidades de dinero con mujeres muy jóvenes, a menudo menores
de edad, que se ganaban la vida con su aspecto físico habían ido
encendiendo algunas alarmas, y el documental de la BBC que se debatía
aquella noche en la televisión francesa era muestra de ello. Grabado en
1999, el documental afirmaba, sin ambages, que modelos adolescentes eran
explotadas sexualmente por ejecutivos de Elite. Dos trabajadores de la
empresa fueron despedidos, pero tras varias demandas de la agencia por
difamación, la cadena tuvo que admitir que podía haber tergiversado las
declaraciones de algunos de los empresarios grabados y que habían
presionado a alguno de ellos para obtener el tipo de material que
buscaban.
Entre desmentidos, acusaciones cruzadas y discusiones sobre
periodismo de investigación sospechoso en un tema morboso de por sí,
había sin duda mucho que debatir con Karen Mulder en Tout le Monde en Parle,
pero el resultado excedió las expectativas. Además de no emitir jamás
el fragmento en el que la antigua modelo lanzaba sus potentes
acusaciones, la cinta fue destruida. Sin embargo, el programa se grababa
con público en directo, y aunque se les conminó a guardar silencio
sobre lo que habían presenciado, pronto comenzaron a circular rumores
por Internet y llegaron correos electrónicos a las redacciones donde se
explicaba lo ocurrido.
Tres días después de la conversación abortada, un periodista
consiguió entrevistar de nuevo a Mulder. A él le repitió todo lo que
había dicho en el programa, empezando con que una persona de su entorno
familiar había abusado sexualmente de ella cuando tenía dos años, y que
en su familia había varios pedófilos que la emplearon como esclava
sexual. Aseguraba que al poco de llegar a París dos fotógrafos la habían
violado y tras su denuncia, fueron despedidos, y repetía sus argumentos
contra Elite dando todo tipo de detalles escabrosos. Medios como Paris Match declinaron comprar la entrevista, pero la revista VSD aceptó y las palabras de la modelo vieron la luz la primera semana de enero de 2002. Así fue como el escándalo se hizo masivo.
Durante la charla con el periodista, Mulder daba nombres tanto de los
familiares como de los ejecutivos a los que acusaba, pero la revista no
los reproducía para evitar cualquier tipo de conflicto legal, aunque
según algunos las fotografías que ilustraban el reportaje dejaban poco
lugar a las especulaciones. Había frases estremecedoras, pero a la vez
todo era tan extremo que algunos lectores entendieron que se trataba de
obvios delirios de alguien con una enfermedad mental.
“Todos los que me
traicionaron eran gente a la que quería mucho. Luego me di cuenta de
hasta dónde llegaba la conspiración. Estaba metida gente del gobierno y
de la policía, que utilizaban a chicas de Elite”, aseguraba Karen
Mulder, además de mencionar que habían usado “trucos hipnóticos” y
“sistemas de rociadores” contra ella.
“Han tratado de secuestrarme y envenenarme”, decía en un momento. “Todas
las personas que mi familia frecuentaba eran pedófilas”, denunciaba en
otro. “Ahora me doy cuenta de que hay toda una trama a mi alrededor, es
enorme. Se trata de personas en el gobierno y en la policía que usan
chicas de agencias de modelos, incluso las más conocidas... Yo era un
juguete que todos querían tener”.
Clamar que todo era una conspiración
en su contra sonaba a argumento de persona paranoica, algo que parecía
confirmarse porque horas después de entrevistarse con el periodista,
Mulder fue ingresada en un hospital psiquiátrico a petición de su
hermana Saskia, también modelo de Elite, con el permiso de sus padres.
Cuando el número de VSD vio la luz, todo esto se había hecho
público y había estallado el “caso Karen Mulder”. Muchos criticaron a
la revista, acusándola de aprovecharse del frágil estado mental de una
persona para vender más ejemplares con declaraciones escandalosas sin
sentido. El director de VSD aseguraba que Mulder estaba
consciente y cuerda y sabía muy bien lo que decía. En torno a esta
diatriba se desarrollaría toda la polémica posterior: ¿estaba Karen
Mulder desequilibrada por todo lo que le había sucedido o estaba
desequilibrada a secas y se lo había inventado todo?
No todo eran testimonios en televisión o revistas. La modelo también
acudió a la brigada antiproxenetismo de la policía francesa, donde
realizó una declaración formal
repitiendo lo mismo que había contado ante los medios. Pero la
investigación judicial no llegó a ninguna conclusión. El caso de Karen
Mulder, con las posibles implicaciones de turbios tejemanejes en la
industria de la moda que pudiese tener, quedó empañado para convertirse
en otra caída libre de personaje que se derrumba por fases ante los ojos
del público.
Para empezar, estuvo cinco meses ingresada y sedada en el hospital
Montsouris. En un giro sorpresivo de los acontecimientos, las facturas
del centro las pagó Gerald Marie,
ex marido de Linda Evangelista y también el ex presidente de Elite que
habían figurado en el reportaje de la BBC por ofrecer dinero a una
modelo quinceañera a cambio de sexo. Algunos medios apuntaban a que era
uno de los hombres a los que Karen había acusado de violación. El padre
de Mulder manifestó que la culpa de todo se debía al consumo de cocaína
de su hija y a la presión que había experimentado en su vida
profesional.
Cuando salió del psiquiátrico, Karen se retractó de todo lo expuesto
–excepto de los abusos sufridos de niña– y recuperó la carrera musical
que había iniciado en el 97, al retirarse de las pasarelas, sacando el
tema I am what I am. Su éxito como canción veraniega fue mediano, y la promoción incluyó de nuevo una visita al plató de Tout le Monde en Parle
en la que solo se mencionó de pasada lo sucedido menos de un año atrás.
En diciembre de 2002 la historia tomaba un cariz todavía más trágico:
Mulder fue encontrada en coma en su apartamento de París tras ingerir
una sobredosis de barbitúricos. Fue su expareja, Jean-Yves Le Fur, el
que dio la voz de alarma. Éste había saltado a la fama a principios de
los noventa como primer novio formal de la princesa Estefanía de Mónaco
hasta que se publicó que era un “sinvergüenza y un cazadotes sin estudios” que había estado en prisión por estafa.
Los siguientes años de la modelo permanecieron casi en el anonimato.
Tuvo una hija, Anna, de paternidad nunca revelada al público y volvió a
subir a las pasarelas de forma ocasional, pero la siguiente ocasión en
la que volvió a copar titulares
fue por otro motivo triste: agredir a su cirujana plástica en 2009.
Desde entonces, se la ha fotografiado en Saint Tropez o Saint Barth, en
imágenes que se vendieron con el gancho “Karen Mulder irreconocible”,
aunque teniendo en cuenta el tiempo que ha pasado desde sus años como
supermodelo y su lozano aspecto general, sería discutible la aseveración
de que ha cambiado tanto.
Apenas se recuerda lo que ocurrió hace casi veinte años, y si se
menciona, es como un ejemplo de derrumbe emocional o de trastorno mental
asociado al siempre exigente y conflictivo mundo de la moda. Pero lo
cierto es que en su discurso tal vez inconexo y fácilmente ridiculizable
había unas cuantas verdades incómodas.
La explotación que algunos
personajes de la industria ejercían de forma sistemática sobre mujeres
jóvenes y muchas veces inexpertas siempre ua había sido denunciado
décadas antes del movimiento #MeToo. En 1988, en el segmento American Girls in Paris del programa estadounidense 60 minutos,
varias maniquíes, algunas menores, denunciaban haber sido drogadas y
violadas por empresarios como Claude Haddad y Jean-Luc Brunel, al frente
de prestigiosas agencias.
Aparecía también la sempiterna acusación de ser coaccionadas para
mantener sexo con hombres ricos y mayores a cambio de trabajar con
marcas más prestigiosas. Y, sin entrar en el proceloso asunto del abuso
de modelos en general (véase lo que ocurrió con el documental de la
BBC), los apartados más concretos de su discurso concordaban de lleno
con los de otras mujeres que habían estado en su misma situación.
La
joven sueca Ebba Karlsson atestiguó que Gerald Marie había abusado de ella durante un casting en París, y la también famosa modelo Carré Otis aseguró en su biografía que cuando tenía 17 años había sido violada por el mismo Marie, entonces prometido de Linda Evangelista.
Puede esgrimirse que todo esto no son acusaciones investigadas y
probadas por la justicia, sino testimonios de algo delictivo que sucedió
años atrás, pero si algo ha ocurrido en los últimos años gracias a
casos como el de Harvey Weinstein o Jeffrey Epstein es que las dinámicas
de poder profundamente desiguales que se dan en ciertas ambientes
provocan que las víctimas de abusos hayan estado del todo desprotegidas.
El hecho mismo de denunciar era conflictivo porque tenían mucho más que
perder si hablaban que si guardaban silencio. Resulta difícil discernir
qué había de fidedigno en las declaraciones de Karen Mulder y qué era
fruto de una grave crisis de ansiedad, pero la sospecha de que lo que se
tildó como delirios de una desequilibrada escondía algo mucho más
siniestro y perverso permanece hoy con más fuerza que nunca." (Raquel Piñeiro, El País, 01/06/20)
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