"(...) Esta es la historia de José Aranguren Roldán (1875-1939),
la máxima autoridad de la Guardia Civil en Cataluña. Un hombre que se
negó a desconocer a la República, al gobierno al que prestó juramento y
al impulso moral del cuerpo del que formaba parte.
Natural de Ferrol,
Aranguren se batió en la guerra del Rif y también como jefe de la
policía en el Madrid del 31, y fue a parar a Barcelona en el más
complicado de todos los años. Hijo de militar nacido en el XIX, a
Aranguren no le regalaron nada. Acaso de ahí su firmeza.
El 19 de julio de 1936, Aranguren le dijo al general Manuel Goded Llopis
–con quien compartió lucha en África- que no se uniría al golpe que
tenía por objeto desconocer a la Generalitat catalana y en el que su
antiguo compañero de armas intentaba enrolarlo. Aranguren
fue fusilado a finales de marzo de 1939, sometido a un consejo de
guerra y ejecutado por los nacionales el 22 de abril del mismo año. Al
hombre que respetaba las leyes y la institución a la que perteneció, la
historia le pasó por encima.
El proceso fue rápido y
la orden de muerte fulminante, incluso a pesar del estado físico de
Aranguren, quien había sufrido un accidente de coche antes de ser
apresado. Parecía que el correcto proceder de Aranguren afeaba y dejaba
en evidencia la conducta de quienes tanta prisa tenían por fusilarlo.
"Que lo fusilen aunque sea en camilla", dijo Franco, quien había
coincidido con Aranguren en la Academia Militar de Toledo y en las
campañas de Marruecos.
Ese es el José Aranguren Roldán que cuenta Lorenzo Silva en Recordarán tu nombre,
alguien a quien para fusilarlo tuvieron que sentarlo en una silla, por
las pocas fuerzas que le quedaban. "Disparad sin temor, es poca vida la
que quitáis ya" , dijo a sus verdugos. José Aranguren Roldán,
un hombre cuya hoja de servicio desapareció de los archivos.
Alguien
atrapado en la estepa del apego a la ley, ese bache que separó a un
bando del otro y para el que no hay ni una tapia, excepto la que levanta
Silva, encuadernada entre las tapas de este libro.
Hasta ahora, la de Recordarán tu nombre (Destino) parece
la de un héroe sin dolientes –son tantas... que se confunden con la
costumbre-, de no ser por un gesto: contándola, Lorenzo Silva pone de su
pellejo. Tanto Aranguren como Goded se trenzan,
sin él saberlo, en la vida del que escribe. Para contar estos héroes
–Némesis uno del otro-, el escritor describe desde dónde cuenta, se mete
en el relato.
Es decir, cómo y de qué forma ambos personajes se
adelantaron a su biografía sin él sospecharlo: sus dos abuelos, paterno y
materno, Lorenzo y Manuel, ambos militares en épocas convulsas, se
toparon con ellos. Por eso este libro está narrado en primera persona. Por eso dice algo… más. ¡Por eso! (...)
Silva vuelve sobre Aranguren y Goded, nombres ignorados que se jugaron
el destino de una nación en una conversación telefónica el 19 de julio
de 1936. "Dos héroes secundarios de la Historia, llamados, por eso mismo
a convertirse en literatura", escribe Lorenzo Silva, a la manera de Enmanuelle Carrère, dando un paso al frente, dando de sí en una historia colectiva.
"Yo no conseguí a José Aranguren Roldán, él me consiguió a mí. Es un
personaje que me interpeló. Fue de esos momentos en los que una historia
te agarra por las solapas. Eso es la historia del general Aranguren.
Quizá, en buena medida, porque yo vi en ese hombre a mi abuelo Manuel”,
dice Silva .
"La historia de este país se ve en las personas derrotadas,
de ambos bandos, y especialmente a los que se quedaron sin bando, que
fue justo lo que ocurrió en el 36. Tenemos una gran memoria de la
barbarie, pero no de la civilización. José Aranguren Roldán nos enseñó que la barbarie no era un imperativo", explica Silva ante una copa de agua de la que no ha bebido ni una gota.
Resulta frívolo resumir en un texto de pocos párrafos los 50 capítulos
de uno mayor. Uno que cuenta cómo un escritor rescata a un héroe, cómo
en ese proceso es contactado por sus familiares y cuánto tiempo invirtió
en recomponer la trenza, bien apretada en la vida, con la que esos
hombres se unieron a la suya y probablemente a la del lector.
En las
páginas de Recordarán tu nombre, Lorenzo Silva rescata muchas estampas: un Aranguren caballeresco –puro Quijote en la España de comienzos de siglo-; un Francisco Franco con ojitos de traidor, retratado junto a Manuel Azaña en 1932 o acaso el abuelo materno –el del escritor- que por regalo de Reyes tuvo una naranja, una sola naranja. Por eso, cada mañana, Lorenzo Silva
exprime con las manos su ración de zumo. Por eso aprieta y exprime
Silva, hasta la última gota, en las páginas de esta historia." (Karina Sainz Borgo, Vox Populi, 17/05/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario