27/4/11

"Si no hablabas, si no cantabas (con la tortura), eso producía en el que podía haber sido delatado y en ti mismo un sentimiento enorme de fraternidad"

"Arranca la confesión de la tortura que sufrió su compañero comunista Simón Sánchez Montero; la tortura era para que soltara dónde estaba Federico Sánchez. Sánchez Montero se mantuvo en silencio.

Él sufrió la tortura de la Gestapo, no la de la policía española, "quizá la de la Gestapo era un poco más… científica, digamos, con muchísimas comillas; la española eran meras palizas que durante días y semanas constituían una tortura insoportable.

Ambas, para hacerte hablar. Si no hablabas, si no cantabas, eso producía en el que podía haber sido delatado y en ti mismo un sentimiento enorme de fraternidad. Y eso sentí con Simón Sánchez Montero".

La Gestapo lo sometió a la bañera, un método de tortura que aún anda en sus pesadillas y de lo que nunca ha escrito. "Es una experiencia terrible que durante años me impidió ir a piscinas donde fueran jóvenes amigos de las bromas, de las aguadillas… Esas bromas a mí me volvían literalmente loco.

Una vez estaba yo en la piscina que Yves Montand y Simone Signoret tenían en Normandía; me lancé a la piscina, una de los jóvenes que había allí hizo esa broma y nadie entendió que yo respondiera con aquel furor.

La única que lo entendió fue Simone Signoret. Ella estaba en una tumbona al lado de la piscina, vio la escena y solo horas después, ya en el salón, me dijo: 'Esa reacción tan brutal que has tenido en la piscina, ¿tiene algo que ver con la bañera de la Gestapo?'.

Ella conocía muy bien las historias de la Resistencia, porque tenía muchos amigos que habían sido detenidos y torturados por la Gestapo. Y lo adivinó. Antes de la entrevista con Augstein, probablemente esa fue la única vez que hablé con cierto detalle de la experiencia de la bañera". (...)

Pero esa confesión sobre la tortura ha caído sobre su ceño canoso como un obús. "Y tendré que escribir de ello; era muy difícil hablar de ello serenamente… Ahora ya no me conmueve tanto. Ya no. Ahora puedo escribirlo con total serenidad.

Igual ha sucedido con las primeras experiencias en el campo de concentración. Puede que al contarlo me revuelva un poco, pero es algo pasado y asumido, asimilado, puesto en orden".

"Yo tuve la suerte de que los primeros golpes de detención fueran puramente palizas", continúa, "pero sin el propósito sistemático de interrogar; nadie me preguntaba nada. Me habían cogido, habían descubierto un arma que llevaba conmigo, y la policía militar, antes de que fuera a la Gestapo, me hizo todo tipo de barbaridades. Pero nadie me preguntaba nada".

"Me mentalicé: tenía que resistir, no debía hablar". Decidió contarles un cuento a los policías: "Un cuento que no pusiera en peligro a ninguno de los compañeros del grupo de la Resistencia.

Una novelita rosa que esos días era posible leer en la propia prensa de los colaboracionistas: yo era el pobre estudiante que no tenía dinero, que oye una conversación y que es encargado de llevar unas maletas cuyo contenido desconoce.

Cree que está metido en el mercado negro y un día descubre que en realidad está metido en el transporte de armas, que no puede dejar porque lo amenazan de muerte".

No lo contó de buenas a primeras; no le hubieran creído, demasiado preparado. "Pero si lo contaba en el momento que parezco derrumbarme, entonces me creerían. Así que aguanté días de interrogatorio, palizas, jornadas enteras en la bañera, un día me metían vestido, otros en calzoncillos.

No sé por qué aquel día me metieron vestido… Y ese día, sofocado, mientras me gritaban, me insultaban y me metían una y otra vez en aquella tortura, me dije: Es el momento".

Le creyeron. Le habían dicho sus compañeros de la Resistencia cómo iba a ser la tortura. ¿Sabe lo que es la tortura alemana?, le preguntaron. Hay una primera fase de golpes, luego te cuelgan por las esposas y luego te hacen lo de la bañera; "yo sabía que lo de la bañera iba a ser lo peor".

Él tiene "un miedo congénito" a la sofocación, "a no poder respirar tranquilamente". Ahora, "con este dolor absurdo de la espalda, los únicos momentos de angustia que me provoca este sufrimiento se producen cuando no puedo respirar.

Me despierto con unas angustias por la noche porque no puedo respirar bien. Ese horror a perder la capacidad de respirar es infame".(JORGE SEMPRÚN: "Lo único que he traicionado es a mí mismo". El País Semanal, 19/12/2010, p. 84 ss.)

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