27/4/11

"El jefe SS le dice al jefe comunista del comando de internos: 'Mañana o pasado, a las seis de la mañana, quiero 3.000 deportados formando filas"

"Hay un episodio escalofriante en la vida del campo de concentración que se pone de manifiesto en la biografía que ahora nos ha llevado a hablar con Semprún: cuando en Buchenwald se producían listas de prisioneros que debían ser trasladados, y Semprún estaba al cargo de las listas. "Yo quitaba de las listas.

Y quisiera precisar, dar mi versión. Es una discusión eterna que a la gente le cuesta comprender… Había una posibilidad de quitar prisioneros de las listas de los que habrían de ser desplazados. La posibilidad venía a través de una relación clandestina con la Resistencia.

Aquel era un campo comunista; había sido construido en 1937 para reeducar a los alemanes adversarios políticos del régimen, y allí estaban concentrados los presos políticos alemanes, primero para construirlo y luego para administrarlo".

Sobre 1940 y 1941 empezaron a llegar presos extranjeros; primero checos, y después occidentales europeos, "sobre todo franceses de la Resistencia, comunistas de otras nacionalidades…". Cada partido comunista, recuerda Semprún, "aplicaba su política nacional en esa organización clandestina.

Era una política de frente abierto, de frente popular, mientras que los comunistas alemanes seguían con la política sectaria de los años treinta. Clase contra clase. Para ellos no había aliados. No había más que los que eran comunistas y los que no lo eran".

Y la cosa iba así, relata el autor de La escritura o la vida: "El jefe SS le dice al jefe comunista del comando de internos: 'Mañana o pasado, a las seis de la mañana, quiero 3.000 deportados formando filas en la plaza del campo para ir a tal sitio'.

Eso no tenía vuelta de hoja. Tal día, 3.000 deportados. ¡Parece como si hubiera alguna posibilidad de elegir! ¡Ninguna! Tiene que haber 3.000 deportados. ¿En qué interviene la Resistencia? En intentar quitar de esas listas a alguna gente".

Él cumple esa misión; lo declara con énfasis, no quiere equívocos, su rostro se hace más tenso, y ahora no es el dolor, es la historia. ¿Qué criterio seguía, Semprún, para decir este sí, este no? "El que tenía la Resistencia.

Tendía a ser gente importante de la Resistencia de cualquier país. Podían saltar de las listas jefes gaullistas, oficiales enviados por Londres para la lucha clandestina, comunistas, socialistas…".

–¿Aplicaban ellos los criterios o le decían a usted cómo había que aplicarlos?

–En ese caso concreto, yo no era más que un comunicador. Comunicaba a los españoles las decisiones. Nunca tuve ningún problema porque los españoles no eran enviados nunca en transporte. Eran pocos, 250 o 300 detenidos por la Gestapo en la Resistencia francesa.

Y había una especie de consenso entre los deportados: a los españoles no se les tocaba, quizá por el prestigio que habían alcanzado en la Guerra Civil… Y era fácil protegerlos: eran pocos. Era mucho más difícil proteger a franceses y alemanes, que eran miles y miles.

Es decir, Semprún no tenía problemas con los españoles, "pero podía ser utilizado para que los compañeros franceses me dijeran qué personas había que sacar de la lista…"

También hacía alguna cosa a título personal, sin contar con la organización comunista alemana: yo trabajaba en el fichero y me correspondían los presos desde el 40.000 hasta el 60.000, occidentales, franceses, que habían llegado, como yo, entre el 43 y el 44; yo era el número 44.904. A veces actuaba de guerrillero, salvaba a ciertas gentes sin contar con la organización".

La SS lo podía descubrir si investigaba. "Pero eran muy perezosos. Lo que hacía era inscribir a lápiz el número de la ficha, para luego poderlo borrar y que esa ficha fuera válida para otro que llegara. Hay números que han pertenecido a varias personas.

El muerto desaparecía y se le daba su número a otro recién llegado… Tenía dos fórmulas, ambas con iniciales, DIKAL o DAKAL: "No puede ir a otro campo" o "No puede ir a ningún comando exterior".

Cada vez que yo ponía por mi cuenta esas iniciales, que evitaban la deportación, me jugaba la vida porque ante cualquier duda la SS podía pedir la orden. Y, claro, la orden no existía, la había inventado yo".

A Semprún le perturba que ahora vuelva a decirse que él elegía a unos o a otros. "No, no. Elegías a los que salvabas. Luego la puta casualidad o la puta mala suerte hacen que en esa lista vaya gente, pero tú no los has elegido. Positivamente, elegías a los que salvabas.

No mandabas en los que iban… Es difícil entender la complejidad del asunto, lo comprendo… Pero mira lo que decía el filósofo católico Jacques Maritain… Decía, en su libro Los hombres y el Estado, que hay momentos en la vida en los que no se puede aplicar la moral habitual, en los que hay que inventar una moral de excepción.

Y da el ejemplo de los campos de concentración, y en concreto del campo de Buchenwald".

Eugen Kogon, democristiano que estudió también esa moral en Buchenwald, también señalaba, cuenta Semprún, "cómo cosas que en la vida normal son malas o criticables pueden convertirse en justas y válidas en la vida de los campos. Da el ejemplo de acabar con los confidentes, cosas así, que son brutales.

Y es un pensador católico quien lo dice. A veces se dice que tuvimos la posibilidad de elegir a los que iban en las listas. No. Podíamos limitar algo el efecto de la orden sobre los que tenían que ser deportados. Y se acabó. No había más poder" (Jorge Semprún: "Lo único que he traicionado es a mí mismo". El País Semanal, 19/12/2011, p. 84 ss.)

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