"El día antes de que fusilaran a Ángel Ruiz, su mujer,
Saturnina, no pudo ir a verle a la cárcel de Almagro (Ciudad Real) en la
que estaba preso, como hacía casi todos los días. Una de sus hermanas
cogió del lugar unas pocas piedras que estaban manchadas de sangre y las
guardó en un baúl hasta poco antes de morir cuando se las entregó a la
viuda. Ángel había sido ejecutado el 8 de mayo de 1940, al inicio de la
dictadura franquista. Saturnina cosió una bolsita para guardar las
piedras, que llevó consigo, en el delantal, durante toda su vida.
Un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), que han formado el proyecto Mapas de Memoria,
lleva años recopilando objetos "que guardan una memoria perseguida" y
que custodian los familiares de represaliados del franquismo: desde los
pequeños guijarros manchados de sangre a una fotografía cosida de Benita
Lillo que su marido, Anastasio Godoy, mantuvo consigo en la cárcel
antes de ser fusilado o la carta de despedida que Vicente Verdejo
escribió en una cajetilla de tabaco antes de ser asesinado.
Las fotografías de muchos de estos objetos se muestran en la exposición Las pequeñas cosas,
que se inauguró en Madrid en diciembre y regresa a la capital del 7
hasta el 31 de enero. Durante todo 2020 recorrerá diferentes ciudades
repartidas por toda la geografía española. Se trata de elementos
"aparentemente insignificantes", pero que las familias "guardan como
amuletos", explica Jorge Moreno, uno de los comisarios.
Los
objetos, que el investigador define como "condensadores de una memoria
silenciada", son también un lugar desde el que mirar al pasado, a un
periodo de la Historia de España marcado por la represión y la
persecución, el de la dictadura franquista, que aún no ha rendido cuentas.
Por eso, las pequeñas cosas que forman parte de la exposición son
también un "espacio de resistencia cotidiana y de esperanza" porque
conservarlas durante décadas ha sido una forma, no solo de recordar a
los familiares, sino de vengar sus injustas desapariciones.
"Cojo el lapicero para despedirme de ti"
No
es casualidad que sea Vicenta Ruiz, hija de Ángel y Saturnina, la que
tuviera las piedras manchadas de sangre recuperadas del lugar en el que
fue fusilado; tampoco que hasta Ángela, la nieta del matrimonio, hayan
llegado otros muchos utensilios heredados de sus abuelos que guarda en
una caja: una petaca, unas cartas o unas tijeras comparten espacio con
una vieja foto de Ángel, que ocupa el centro. La fotografía había
viajado con Saturnina allí donde se había trasladado ella a lo largo de
su vida. "Donde iba ella, iba la foto", señalaba la familia.
"El sentido no está en la cosa en sí,
sino en la circulación, en el tránsito y en cómo la memoria en España se
ha traducido muchas veces en afecto", cuenta Moreno, también autor de El duelo revelado.
En él, el investigador expone la importancia de las mujeres en el
mantenimiento de la memoria, que lleva a concluir "la diferencia de
género en el trabajo del duelo". Son ellas, fundamentalmente, las que
guardan estos objetos.
También una mujer,
Vicenta, guarda como un preciado tesoro la cajetilla de tabaco
desgastada que su padre, Vicente Verdejo, usó en la madrugada del 29 de
octubre de 1940 para escribir la carta de despedida a su familia antes
de ser fusilado. "Carmen, [en] este momento cojo el lapicero para
despedirme de ti y de nuestros hijos mi Gregorio y mi Vicentita. Carmen
muero acordándome de ti. Has sido muy buena, no te mereces lo que estás
sufriendo, ten resignación y paciencia. Recibes todo el cariño de este
que hasta mi muerte te está queriendo. Besos para mi Marcela y mis
chicos. Este tuyo. Tu Vicente Verdejo", escribió con letra todavía
legible.
45 años después la familia pudo recuperar el
cuerpo de Vicente, arrojado a una fosa común. "Estaba delante de ese
padre que nunca me había podido tener en sus brazos. Tenía un año y
medio cuando fue encarcelado, pero todos los días de mi vida pensaba en
él", decía Vicenta hace unos años en un relato elaborado por el
investigador Alfonso Villalta a raíz de mantener varias entrevistas con
ella. "Todo lo de mi padre para mí es sagrado".
Todo lo que llevaba en el bolsillo
La
familia de Heliodoro Meneses conserva también unas cuantas cosas que
forman parte de la exposición itinerante: un atadillo con los objetos
que portaba en el bolsillo de su pantalón el día de su fusilamiento, el
22 de octubre de 1939. El asesinato lo presenció un primo de Heliodoro,
que aprovechó el momento en el que los cuerpos quedaron solos aguardando
a ser depositados en una fosa común para sacar de su bolsillo todo lo
que llevaba: un paquete de tabaco, una carpetilla de papel de arroz para
liar, una caja con algunas cerillas de la Fosforera Española, una goma
de borrar, un trozo de lápiz y una horquilla. El pañuelo usado como
atadillo por la familia mantiene aún algunas salpicaduras de sangre.
Según contó el propio Fernando Olmo, sobrino de
Heliodoro, al catedrático Julián López García, otro de los miembros del
proyecto Mapas de Memoria, en muchas ocasiones la familia observaba los
objetos e imaginaba una y otra vez lo que él debió hacer con ellos: cómo
se fumó su último cigarrillo o cómo debió escribir sus últimas palabras
con el lapicero.
"Las arrugas, las costuras o los
desgastes que conservan todos los objetos, son la muestra palpable de
cómo los objetos han cobrado vida y se han vinculado emocionalmente a
quienes los han custodiado", puede leerse en la carta de presentación de
la exposición 'Las pequeñas cosas'. Precisamente con costuras guarda
Benita Lillo una fotografía suya que custodió su marido Anastasio Godoy
Hervás mientras estuvo preso en la cárcel de Ciudad Real y ella en la de
Girona.
Ambos se intercambiaban cartas en aquella época y, en una
de ellas, dirigida a su mujer unos meses antes de ser fusilado decía:
"[...] dime cuanto sepas de los niños, si te han escrito a ti... pues es
de los que más me acuerdo. Casi siempre estoy con tu retrato y el de
ellos y así paso ratos agradables". Ese retrato, hoy conservado gracias
al hilo que ha unido los trozos rotos por el paso del tiempo, retornó a
la propia Benita. Una fotografía "intensamente vivida en el interior de
una cárcel", señalan los investigadores.
Un 'Cara al sol' revolucionario
De
la muestra también forman parte las cartas de Anastasio en las que
reclama a sus familiares que vendan el armario que poseen para poder
comprar unos sellos y papel con el objetivo de poder seguir
escribiéndoles. Los elementos beben de tres fuentes: de fusilados, de
exiliados y de archivos institucionales. Es el caso del registro de
nacimiento de Libertad Vaquero, en el que aparece el nombre tachado y,
en su lugar, escribieron el de Máxima en respuesta a una orden
franquista que impone un plazo de 70 días para que los padres cambien
las inscripciones de nacimiento a los hijos que tengan nombres
"exóticos, extravagantes" o relacionados con la ideología de izquierdas.
También del expediente sumarísimo de Rufina Delgado, los comisarios de
la muestra encontraron otra de estas pequeñas cosas "que hablan de
resistencia". Y es que esta mujer fue juzgada por encontrar en la cárcel
de mujeres de Almodóvar del Campo (Ciudad Real) una cuartilla
manuscrita con una versión del 'Cara al sol' que habían compuesto las
presas, según las indagaciones de los investigadores: "Cara al sol
limpiando las lentejas / que nos tenemos que comer", empezaba el
cántico, titulado como 'Cara al Sol de los presos'. "Volverá a reír la
primavera / que Negrín y Pasionaria esperan / arriba presos a vencer /
que los rojos vuelven otra vez", concluía." (Marta Borraz, 10/01/19)
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