22/2/17

Subidos en lo alto del montón veíamos un rincón del patio, y allí se ponía mi padre para que lo viéramos,… Hasta que llega un día y te dicen que lo sacarán por la mañana para fusilarlo...

"(...) Tenía apenas seis años cuando se llevaron detenido a su padre. Era el 21 de julio el 36, dos días después del levantamiento y del asesinato de muchos salmantinos en la Plaza Mayor. Nunca se me olvidará lo que pasó.

 Detuvieron a mi padre, lo llevaron a la comisaría y de allí a la cárcel. Mi madre vendió algunas fincas en Vilvestre para poder llevarle cada día la comida a la cárcel. ¡Qué colas había de familiares llevando la comida a los presos!”, recuerda.

Él acompañaba a su madre en el recorrido diario. “Yo quería ver qué me había dejado mi ‘papa’. Era mi ‘papa’ no mi ‘papá’. Siempre me dejaba algo de fruta. Yo tenía ceguera por él“, confesó.

También había aglomeraciones dentro de la cárcel cuando se autorizaban las visitas, una vez al mes o cada dos meses. Salían doce presos a una sala de 20×5 metros y separados por unos barrotes, a dos metros, estaban todos los familiares. “Mi padre era socialista y yo me moriré siendo socialista”, proclamó Rengel ante el auditorio.

Su padre estuvo catorce meses en la prisión provincial, “hasta que dijeron que lo iban a juzgar solo por estar siempre al lado de Manso, secretario del PSOE en Salamanca. Pasé verdaderos traumas”, recuerda.

Entre visita y visita, el niño (como el resto de niños y familiares) iba cada domingo a la escombrera que había entre el parque de los jesuitas y el DA2 (antigua prisión provincial). “Subidos en lo alto del montón veíamos un rincón del patio, y allí se ponía mi padre para que lo viéramos,… Hasta que llega un día y te dicen que lo sacarán por la mañana para fusilarlo. Es algo increíble. Aquí no hubo trincheras ni bombardeos, solo asesinatos: 1.300."                                            (Entrevista a Luis Calvo Rengel, Crónica de Salamanca, 03/02/17)

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