"En diciembre de 1936, el bando nacional sublevado sacó a su padre,
Eladio, de la cárcel de Salamanca y lo asesinaron en el monte de la
Orvada. “Fuimos represaliados durante años. Era imposible colocarse y
nos tacharon de rojos”.
Ella se casó con un militar franquista y por eso
fue degradado de teniente a soldado raso. Se marchó y se hizo pintor
decorador. Ella trabajó en el comercio como secretaria y tras estar en
Barcelona y París, regresó a España en 1978.
“Mi padre tenía un comercio en Ciudad Rodrigo. Era un comerciante que militaba en Izquierda Republicana. Solo le acusaron de ser rojo.
No iba a la taberna ni nada.
Un antecesor de Blas Piñar y el obispo de
Ciudad Rodrigo López de Arana no le perdonaron que izara la bandera
republicana frente a ellos y lo pagó con su vida”, comenta.
“Compañeros suyos lo delataron. Se hicieron falangistas para salvar
la vida,… Lo delataron las envidias que había, porque era un emprendedor
que de poco dinero hacía mucho, pero tampoco iba a la iglesia y había
cosas imperdonables para esta gentuza.
Se valían de medios rastreros
para llevárselos: ‘Nada más le va a hacer unas preguntas el comisario.
En seguida volverá. Pero mi padre nunca volvió. Un día llegó el coche de
línea, bajó un chico y nos devolvió un fardo con ropa. Yo pensé que
venía papá, y el chico me dijo: ‘Entra en casa, chiquilla. Tu padre no
vuelve'”, explicó.
“He estado llena de rencor toda la vida y seré republicana toda la
vida. Nunca veneraré la memoria de Franco. Debió morir antes de nacer”,
relató. (...)" (Entrevista a Adriana Rivera, Crónica de Salamanca, 03/02/17)
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