"ALBERT WEDEMEYER, el capitán del Ejército estadounidense,
asistía a una cena de despedida en casa de su profesor en Berlín. Wedemeyer
había terminado con éxito sus estudios en el Colegio Alemán de la Guerra y no
tardaría en regresar a Estados Unidos con su esposa y sus hijos. Era el verano
de 1938.
El profesor de Wedemeyer, el coronel Lohmann, oficial de la
Luftwaffe, parecía nervioso y disgustado después de la cena y su esposa, Maria,
también. Mientras tomaban licor en la biblioteca, Lohmann reveló el motivo de
su inquietud. «María es judía —dijo—. Espero que esto no afecte nuestra
amistad.»
Wedemeyer contestó que no tenía prejuicios religiosos ni raciales.
«Dejé claro —escribió Wedemeyer— que tenía varios buenos amigos que eran judíos
y que aceptaba como ciudadanos leales de mi país a quienes profesaban el
judaismo o cualquier otra religión.»
El coronel Lohmann hizo entonces una petición. ¿Estaría dispuesto
Wedemeyer a cuidar de los dos hijos de los Lohmann si sucedía algo? Wedemeyer
contestó que haría todo lo que pudiera por los niños.
Lohmann pareció muy aliviado y estrechó efusivamente la mano
de Wedemeyer cuando se despidieron.”
(Nicholson Baker:
Humo humano. Los orígenes de la Segunda Guerra Mundial. Ed. Debate, 2009, en p. 87)
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