En esa carta, Suárez relató: "Dile a mis hijos que su padre perdió la vida no por ser ladrón ni asesino sino una persona decente, amante de todos sus ciudadanos, sin fijarse nunca en el ideal que tenían ni en su condición social (...)".
"Nunca renunciamos a nuestra ideología pero, claro, el miedo es libre: los nuestros ni nos saludaban", comenta ahora, transcurridos más de 70 años, su hija Lolita Suárez Bretaña en los prolegómenos de la rehabilitación de la figura de su padre, el último alcalde republicano de Ourense, emprendida por el Ayuntamiento con el apoyo de la Fundación Tilve, que recupera la memoria de los represaliados. "Llega tarde", lamenta Lolita Suárez, "pero, bueno, llega". (...)
Mientras esperaba su ejecución escribió ocho cartas. Una para los suyos, "que en realidad es un testamento social", sostiene su hija tras hacerla pública, y siete para otros tantos orensanos, supuestamente amigos, con buena posición económica, rogándoles que se ocuparan de su familia. "Ni uno solo apareció jamás por casa; ni uno. Nos saludaban en la calle con un murmullo, sin mirarnos siquiera", recuerda Lolita. (...)Desde el alzamiento, permaneció tres días al frente de la alcaldía y luego, como era "muy menudo", se escondió siete meses en el cajón de las piñas de la cocina económica de su casa.
Los falangistas lo buscaban peinando los tejados de la ciudad, acosando a su hijo pequeño a preguntas y presionando a los serenos, que lo protegieron con sus llaves: "Se negaron siempre a abrirles la puerta".
Pero lo encontraron." (El País, ed. Galicia, 10/07/2009, p. 6)
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