Todo cambió hace dos años. Durante una visita al campo de exterminio de Auschwitz, descubrió 1.950 kilos de pelo de mujer que ocupaban un mueble de 14 metros. "Cuando lo vi tuve que poner las manos en el cristal porque con los ojos no me valía", recuerda.
"Había cabello rubio, moreno, pelirrojo, todo mezclado, decolorado por el paso del tiempo. De repente, me pregunté ¿de qué color es este pelo? Era un color nuevo. No había existido antes".
Cuando salió de un lugar sobre el que lo había leído todo y en el que casi todo terminó sorprendiéndole, se dio cuenta de que debía responder a aquella pregunta y "dar una limosna a aquella mendicidad".
El resultado de aquel impulso es La cabellera de la Shoá, un poema-libro de 1.000 versos con el que se cierra la nueva edición de su poesía reunida Biografía (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores).
(Fragmento del poema La cabellera de la Shoá)
Mil novecientos cincuenta kilos de pelo de mujer
pesando para siempre sobre la pesadumbre craneana.
Mil novecientos cincuenta kilos de pelo de mujer
partiendo en dos mitades la historia de la Historia.
Cada cabello de esta pelambrera
equivale a un crujido de placenta.
Cada pelillo de este Bulto
canta un réquiem a los alvéolos del humo y la ceniza.
Cada uno de los pelos de esta hecatombe capilar
llora con todos su dos ojos al pie de la tijera
uno a uno lagrimando el Poder del desprecio.
Y cada cabellito de esta pelambre muda
en un discurso universal de pena
y un párrafo de luto colosal
y una conversación sensual con el futuro
y un mitin amoroso cebado de memoria.
En cada anonimato de ese pelo
vuela con una lágrima en el pico
la muchedumbre de la consolación.
¡Baja a esta cueva misericordiosa!
Esta es la cabellera de la Shoá.
Calla más que el silencio y está ciega.
Lo ve todo. Retumba.
("Si no llegan las palabras es que no lo mereces, de Félix Grande. El País, 11/05/2011, p. 36)
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