25/2/11

"Lo único que recuerdo de aquel momento eran sus ojos, de un azul glacial, como los de mi hermano. ¡No era posible que O'Neill estuviera muerto!"

"Cuando se tiene esta frase: "la mala noticia es que no dormiremos mucho esta noche, pero la buena es que mataremos a unas cuantas personas", hay que lograr publicarla. No importa tanto que uno sea escritor como que esté implicado hasta las cejas en las guerras de Irak o Afganistán. (...)

"Había experimentado antes cientos de ataques aéreos en mis entrenamientos. Pero esto era de verdad... Tres, dos, uno... La cuenta atrás del impacto de las bombas y, de repente, vuelan por los aires dos camiones repletos de talibanes. Sólo quedó metal retorcido y pedazos de carne quemada junto a la carretera". (...)

"Cuando estén bajo el fuego, ninguno de estos hombres dudará en disparar contra el enemigo", relata Fick. "En la Segunda Guerra Mundial, cuando los marines desembarcaban en las playas, muchos de ellos nunca disparaban un solo tiro. Dudaban. Pero estos tipos no".

Y termina Fick preguntándose: "¿Han visto lo que han hecho con ese pueblo [iraquí]? Lo han jodido totalmente, lo han destrozado; estos chicos no tienen ningún problema en matar". (...)

"No se trataba de un ejercicio o una película", dice Craig M. Mullaney, licenciado en West Point y autor de The unforgiving minute. "Aquéllos eran soldados de verdad con sangre de verdad a quienes sus familias esperaban en casa".

Mullaney reconoce que, en parte, escribió el libro como catarsis para superar la muerte de un hombre bajo su mando, el soldado O'Neill. "¿Qué hice mal?", se cuestiona el capitán del Ejército cuyo grupo cayó en una emboscada de Al Qaeda en la frontera entre Afganistán y Pakistán.

"Lo único que recuerdo de aquel momento eran sus ojos, de un azul glacial, como los de mi hermano. ¡No era posible que O'Neill estuviera muerto!". (...)

"sentándome en el Internet-café de la base y con los oídos todavía pitándome por cualquiera que hubiese sido la experiencia de ese día, me ponía a teclear como un loco", describe Buzzell, a quien convencieron para unirse a la guerra diciéndole que en el Ejército se estaba mejor "que en un jodido Club Med de vacaciones".

La guerra le costó al soldado Buzzell su matrimonio y le ha dejado en herencia un diagnóstico de estrés postraumático que le evitó ser enviado a Irak en un segundo turno.

Pero ni su libro ni los de sus antiguos compañeros de filas son un alegato contra la guerra. De hecho, muchos de ellos la apoyan y la defienden. Nunca la cuestionan. Sólo la relatan." (El País Semanal, 07/03/2010, p. 12 ss.)

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