"Durante la presentación de uno de mis libros hace pocos días, un hombre
citó una encuesta de 2017 sobre el conocimiento que los jóvenes
universitarios vascos tenían de ETA. Más del 50% no sabía quién fue
Miguel Ángel Blanco.
Lo comentaba entre la indignación y la perplejidad,
una postura que comparto. Estos días, leyendo el ensayo colectivo Construyendo memorias entre generaciones: Tender puentes, buscar verdades, reclamar justicia (Postmetrópolis
2019), pensé que esa indignación no es tan común o tan compartida
cuando hablamos de la ignorancia de nuestros jóvenes y no tan jóvenes
respecto a la represión franquista.
Este volumen, editado por la abogada
Ana Messuti y en el que contribuyen seis investigadores nacidos en los
años ochenta, es una interesante reflexión sobre cómo las generaciones
más jóvenes se enfrentan al conocimiento de la historia de la represión a
través de su trabajo de investigación y su activismo en iniciativas
pro-derechos humanos como la querella argentina o la exhumación de las
víctimas del franquismo en fosas comunes.
Marina Montoto Ugarte (1988), doctora en Antropología y Sociología y
autodenominada milenial, reflexiona sobre cómo su investigación supuso
un aprendizaje democrático y ciudadano y la ayudó a “conocer un pasado
no trasmitido a las nuevas generaciones, sentir[se] interpelada como
ciudadana española y a repensar las relaciones entre democracia,
ciudadanía y memoria”.
Su reflexión sobre memoria y democracia enmarca
la de sus compañeros/as de volumen. No hay que tener un familiar en una
cuneta ni haber heredado directamente el trauma de la represión para
darse cuenta de que algo ha fallado en estos 40 años de democracia. Sólo
este dato es suficiente: somos el segundo país del mundo con más
desapariciones forzadas, después de Camboya.
Comparemos esta actitud con la de los políticos de derechas que
tampoco vivieron el pasado traumático. Para ellos las preocupaciones de
personas como Montoto Ugarte son “historietas de abuelos” o de “carcas
de izquierda”. “Las fosas de no sé quién” son los más de 100.000
muertos, las 2.400 fosas sin exhumar y los familiares que reclaman sus
cuerpos. No es que desconozcan la historia o no tengan memoria sino que,
como aclara María Laura Martín-Chiappe, las derechas y sus votantes “se
sienten representados por la historia oficial: esa es su memoria. Una
memoria que aparece reflejada en los libros de texto, en las grandes
narrativas, en el imaginario social”.
Construyendo memorias establece el vacío de conocimiento
histórico heredado por la generación de sus autores/as: la historia de
la represión no se estudia en los colegios porque no se llega a esa
parte del temario o se enseña a través del tópico de “las dos Españas
fratricidas” que obvia la represión de la dictadura posterior. Tampoco
la memoria se ha transmitido fuera del ámbito privado porque, dice
Manuela Bergerot Uncal, “el derecho cívico a la memoria en España ha
sido reducido al ámbito de lo íntimo, de lo privado, eximiendo al Estado
de cualquier responsabilidad” y, por tanto, no ha formado parte del
debate público sobre nuestro pasado.
Ojalá hubiera muchas voces como las que se recogen en este volumen.
Porque sí, los jóvenes deben saber quién fue Miguel Ángel Blanco y que
ETA asesinó por pensar diferente. Igualmente, deben saber que la
dictadura franquista hizo exactamente lo mismo durante 40 años largos,
hasta sus últimos días, incluyendo en ese final los grupos de
ultraderecha asesinos que operaron en la Transición." (Edurne Portela , El País, 29/12/19)
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