"Pocos documentos se conocen de aquella acción
represiva perpetrada sin piedad en plenas fiestas navideñas.
La
iniciaba un piquete de guardias civiles en el campo de tiro, cerca del
cuartel de regimiento de Infantería Argel 27, en la ciudad de Cáceres,
bajo el mandato del gobernador Ricardo de la Rada. Entre las víctimas
se encontraban maestros, sindicalistas, jornaleros, militantes de
partidos, ferroviarios... Y madres, esposas e hijos de algunos
desaparecidos.
Tampoco faltaban en la lista miembros de la corporación
municipal como el alcalde de Cáceres, Antonio Canales, y el presidente
de la Diputación, Ramón González Cid. Familias enteras, como los Bru o
los Doncel, quedaron truncadas para siempre después de aquellos días de
infierno
“A mi Alfonso y mi Antoñita, qué pequeñitos y sin padre”
La carta de Juan Doncel, tabernero en el municipio de
Malpartida de Cáceres, rescata un documento inédito que deja constancia
de como el gobernador militar, Ricardo de la Rada, no tuvo piedad
en terminar con la estabilidad de familias enteras en aquella
sangrienta fecha de 1937. En su carta habla así a sus dos hijos más
pequeños: "A mi Alfonso y mi Antoñita, qué pequeñitos y sin padre”.
Prosigue "he sido bueno, honrado y trabajador" para que todos sus hijos
no dudaran de su conducta. Doncel fue asesinado el 27 de diciembre de 1937 a los 34 años de edad.
Solo en Malpartida, un municipio de 3.000 habitantes,
fueron asesinadas 54 personas aquel día de Navidad. Su esposa Josefa
recibió su carta días después. Y finalmente fue fusilada el 2 de enero
de 1938. Los hijos de Doncel fueron internados en orfanatos del régimen
franquista hasta su mayoría de edad.
Sánchez Torreño, director del documental Navidad fusilada narra a Público cómo la ciudad de Cáceres se convirtió en aquellos días en una orgía de sangre.
El historiador y vicepresidente de AMECECA, José Hinojosa, destaca que
“en septiembre del 36, Falange publicó una investigación de la policía
cacereña que destacó la conclusión de que se estaba en vísperas de
grandes acontecimientos”.
Un complot que comprometía al dirigente comunista Máximo Calvo y que iniciaba una fuerte represión en la ciudad extremeña. Torreño apunta a Público que
“Máximo y el complot se utilizaron para poder conjugar el único verbo
que por entonces articulaban: matar”. En Cáceres capital no hubo guerra,
tampoco en la provincia, salvo en algunos focos. “Aquí no hubo plaza de
toros como en Badajoz y estaban sedientos, querían su cuota de sangre roja".
Entre las víctimas de aquellos días se recogen nombres y apellidos que
indican que la barbarie había asesinado a varios miembros de una misma
familia. Nombres como Ángeles, Antonio y Asunción Bru Casanova, cuyo
hermana Rafaela había “desaparecido” a manos de los franquistas en
agosto de 1936, fueron víctimas aquella navidad. Torreño apunta que los
“Bru fueron de las familias más castigadas en aquellos momentos”,
conociendo la historia de Blanca Vila Bru, a quien “no llegó a tratar
pero de cuyo rostro sobresalía una profunda pena”.
Ángel Barrado es otro de los asesinados de cuya
historia se habla en la cinta, maestro republicano procedente de
Malpartida de Plasencia. Es una de las historias que se han logrado
rescatar de los vecinos fusilados en aquellos días, ya que participó muy
activamente en las Misiones Pedagógicas y pudo conocer en vida al poeta
Federico García Lorca.
La llegada del golpe truncó la vida de este maestro
por completo. El 22 de julio de 1936, Ángel fue detenido y encarcelado
en Cáceres. El informe de la comisión depurativa de enseñanza lo
describía como un “maestro de absoluta irreligiosidad que inducía los
niños ideas extremistas… ” Fue fusilado en el primer piquete el 25 de
diciembre de 1937. Su carnet del periódico El Gladiador nos ha
permitido tener una fotografía de Barrado antes de ser asesinado aquella
navidad. El régimen negó a su viuda Sabina una pensión y una paga a sus
tres hijos de por vida.
El saldo de la masacre: 182 hombres y 14 mujeres
El desenlace de aquella Navidad fusilada se saldó con el asesinato de 182 hombres y 14 mujeres.
Sus nombres aparecen en un macabro documento en el que los verdugos
hicieron el recuento final. El documento se titulaba “relación nominal
de personas fusiladas con motivo del abortado complot del 23 de diciembre en Cáceres dirigido por el cabecilla rojo Máximo Calvo”.
Torreño concluye que en toda esta historia hay un hecho crucial: de que los representantes de la Iglesia, los mismos que representaban a Cristo en tierra extremeña, “no hicieron nada por evitar la masacre de las navidades del 37, después, y la de otras historias que aún están por contar”.
Hasta abril de 1979 no se logró exhumar a algunos de
las víctimas de esta masacre. En plena transición democrática se inició
la exhumación de los cuerpos de algunos vecinos asesinados en el
municipio cacereño de Navas del Madroño. Muchos otros, como el maestro
Barrado siguen en la fosa común de Cáceres, mientras la asociación
Memorial en el Cementerio de Cáceres (AMECECA) sigue reivindicando desde
2014 la memoria de estos 196 asesinados, la peor masacre cometida
durante unas navidades de la etapa franquista." (María Serrano, Público, 29/12/19)
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