"Queridísimos hijos Rafael y
 Luis: os pido perdón por causaros vuestra desgracia por mi vida 
política, pero lo hacía por servir a mi Patria y a la Libertad. Un 
proceso amañado con testigos falsos, que Dios perdone, me quita 
injustamente la vida. Reivindicad mi nombre en este pueblo tan ingrato 
para mí. Adiós hijos queridos, valor y confianza y no me olvidéis 
nunca". 
 Horas 
después de escribir esta carta de despedida en una celda de la prisión 
de Lugo, el doctor Rafael Vega fue fusilado por las tropas franquistas; 
su único delito fue haberse mantenido leal a la democracia republicana. 
81 años después, su deseo y el de los miles de prisioneros y prisioneras
 que pasaron por este lúgubre penal se ha hecho realidad. Sus nombres y 
sus historias perdurarán entre los muros del edificio que, tras un 
laborioso proceso de rehabilitación, será inaugurado este jueves como 
centro cultural y espacio de Memoria.(...)  
Inaugurada en 1887, la 
cárcel de Lugo se convirtió en un verdadero infierno tras la sublevación
 franquista que se hizo con el control de la ciudad gallega el 20 de 
julio de 1936. En pocos días, fueron encerrados entre sus muros las 
principales autoridades de la provincia: el gobernador civil, el alcalde
 de la ciudad y de numerosos municipios cercanos, diputados a Cortes, 
líderes de los partidos democráticos y de los sindicatos, un buen número
 de maestros de escuela, intelectuales, periodistas y artistas. 
 Según la documentación obtenida por la investigadora Cristina Fiaño, 
por el penal pasaron más de 6.000 presos políticos en solo 4 años. Pese a
 que su capacidad máxima era de 180 reclusos, llegó a albergar 
simultáneamente a cerca de un millar de presos. En sus celdas de 30 
metros cuadrados se hacinaban 45 hombres mal alimentados, sin medios 
para asearse y atormentados día y noche por un ejército de piojos. 
 Al menos 27 reclusos 
perecieron de enfermedades relacionadas con las pésimas condiciones 
higiénicas y la nula asistencia sanitaria. Varias decenas más 
fallecieron como consecuencia de las torturas y las palizas que 
recibieron. Los supervivientes dejaron constancia de que lo peor no era 
eso, sino tener que vivir bajo la permanente amenaza de ser ejecutado o 
"paseado". 
 Junto 
al doctor Rafael Vega, esperaron su ejecución en este penal decenas de 
políticos, sindicalistas, maestros y simples militantes de 
organizaciones de izquierda. Una mujer, Consuelo Alonso, fue también 
fusilada tras pasar por un Consejo de Guerra y varias más fueron 
asesinadas extrajudicialmente.
 El número de presas políticas no hizo 
sino incrementarse durante los primeros años: de 14 reclusas en 1936 
pasaron a 203 en 1940. Algunas de ellas tuvieron que compartir 
cautiverio con sus hijos de corta edad a los que intentaron mantener con
 vida en el ambiente insano de la prisión.
 En medio de tanto dolor, los presos trataron de mantener su dignidad 
hasta el último momento. Entre todos compartían los escasos paquetes de 
comida que llegaban del exterior e intentaban conservar algo de buen 
humor. Así llegaron incluso a rebautizar sarcásticamente a su prisión, 
situada en la plaza de Canalejas: "Vivo en el 2º piso del Hotel 
Canalejas, nº 26, en compañía de 44 huéspedes más. Tenemos dos horas por
 la mañana y dos por la tarde de recreo por los jardines del Hotel". 
 Quien realizó este relato, en una carta enviada a su compañera, fue el 
secretario de la UGT Emilio Timiraos. Dos meses después fue sacado del 
"hotel" y fusilado. Su mensaje y su tragedia, junto a la del doctor Vega
 y a las del resto de presos y presas de Lugo, perdurarán en el mismo 
lugar en el que hace 80 años intentaron borrarlas de la Historia."               (Carlos  Hernández 
  
  
    
    
      , eldiario.es, 29/03/2017)
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