"(...) "No pierdo la
esperanza de encontrar a mi tío. Voy a seguir, no voy a amilanarme",
expresa Ana Gil, sobrina de Francisco Gil Sánchez, un jerezano de El
Torno que fue apresado mientras vendía espárragos, tagarninas... lo que
encontrara por el campo.
¿Su delito? Sus ideas, nacer en el seno de una
familia republicana. Cuenta que lo detienen en las proximidades de El
Puerto y que se lo llevan preso al penal, "luego pasó a San Fernando y
no volvimos a saber nada más de él".
La noche oscura del franquismo le
engulló. En una visita que la madre de Francisco le hizo a éste en San
Fernando, le dicen que ahí ya no se encontraba, que Francisco es enviado
por unas brigadas de trabajo a hacer los canales de Bilbao. Mentira. A
su tío lo matan con 32 años. Ana, su sobrina, lleva investigando desde
mayo de 2015, pero dice que siempre ha tenido “ese afán por recuperar su
memoria y conocer dónde están sus restos”.
Su tío, Francisco Gil,
aparece fallecido en el informe a causa de una encefalitis crónica. Una
mentira más, una tras otra. “Era lo que decían en vez de poner que le
habían dado dos tiros”, espeta. Ana lucha para que "se haga justicia y
darle un entierro digno junto a su mujer y su hija ya fallecidas”. (...)
Francisco Reinoso Cobo, ex Defensor de la Ciudadanía, lleva consigo la
vida de su madre, Ana Cobo, la de su tío Antonio y la de su tía María
Luisa, a la que todo Jerez conocía por su labor social: "Si tienes
problemas, llama a María Luisa la comunista". (...)
Reinoso cuenta que su tía sortea a la muerte cuando la falange
preguntaba, debido a una equivocación en el registro civil, por Ignacia
Cobo. Ella, hábil y astuta, le dijo a la milicia que se trataba de su
hermana, y así, María Luisa consiguió salvar su vida.
Su hermano,
Antonio Cobo no tuvo tal dicha. “Un chaval que estudió y trabajó como
proyectista de cine”, cuenta su sobrino, fue apresado una noche en casa
de sus padres. Se lo llevan y dos días después llaman a la puerta para
entregarle su abrigo, sus pertenencias.
Lo fusilaron. “¿Dónde está?”,
pregunta retóricamente Francisco Reinoso. “Supuestamente en la Trocha,
lo que hoy es la N-IV, se responde a sí mismo. “¿Dónde está enterrado?”,
profundiza. No lo saben, creen que está en la cuneta. (...)
La familia Cobo fue perseguida desde el primer momento en que se
posicionó a favor del cambio social. “Mi tía, una buenísima persona, se
va creando enemigos”, expone Reinoso. Habla de los poderosos, de la
Iglesia y la nobleza, aquellos estratos que querían continuar con la
desigualdad social y conservar al pueblo como borrego y fiel servidor.
María Luisa Cobo y su hermana Ana, sin temor alguno a las futuras
represalias, fueron constructoras de la fundación de la CNT Mujeres
Libres, el sindicato que quería la emancipación y la igualdad de la
mujer. A esta causa también se unió la pequeña de la familia, y esto
colocó al apellido Cobo en la diana del pelotón de fusilamiento.
“Tenían
que matar a alguien de la familia”. Reinoso explica que finalmente
acaban cogiendo a su madre Ana como rehén, con tan solo 16 años, para
que su hermana María Luisa se entregara. Y así fue, terminó siendo
encarcelada.
Entre el público también se encuentra como oyente Amaro de la Calle,
nieto de Manuel de la Calle Camas, quien en su época fue presidente del
gremio de hostelería de cocineros y camareros en Jerez por la CNT.
"A él
lo fusilan meses después del golpe porque logró esconderse", explica su
nieto. Manuel fue durante cierto tiempo "un topo", es decir, una
persona que vivió oculta después del golpe por miedo a ser fusilados por
sus ideas políticas.
Vivió escondido en un armario que se ubicaba
en una azotea. Viudo a sus 45 años y con seis hijos, era ayudado por sus
hermanas. Ellas, cada día, le daban la comida arrojándola a la azotea y
él salía por la noche a recogerla. "Se ve que alguien lo vio y pegó el
chivatazo a la Guardia Civil. Fueron a por él y ya no supieron más. No
sabemos dónde está", incide Amaro con crudeza. (...)
Por último, un nieto narra los últimos momentos de su abuelo, y los
siguientes días de su abuela, "una verdadera madre coraje". Honorio
Marín y Micaela, trebujeneros de nacimiento y jerezanos de adopción, se
conocieron muy jóvenes y con el paso del tiempo se hicieron pareja de
hecho.
Conciben a nueve hijos, ocho de los cuales estaban con vida en el
momento en que Honorio Marín, abuelo de Honorio Marín Trillo, es
arrestado y asesinado. Viticultor de profesión, alternaba su jornada con
la pedagogía y estuvo afiliado a la CNT.
“De hecho llegó a ser una
persona destacada en el gremio de viticultores”. Honorio cuenta, con
mucho mimo, una de las facetas más bonitas de su abuelo. “Me cuenta mi
madre que los vecinos no podían tener pájaros porque llegaba mi abuelo,
abría la puerta de la jaula y los dejaba en libertad.
Él amaba la
libertad”, comparte. “Ese era mi abuelo”, pronuncia con dificultad por
un nudo que se le forma en la garganta. A causa de su actividad sindical
y política, Honorio Marín fue reprendido y asesinado por el movimiento,
además de haber sido encarcelado años antes por la República.
Su mundo se volvió oscuro en el mismísimo día del levantamiento.
“Mi abuelo tenía un buen amigo en la Guardia Civil y el mismo 18 de
julio le avisó. Fue a su casa y le dijo: Honorio vete de Jerez, estás en la lista, van a venir a por ti”.
Su mujer, Micaela, le aconsejó lo mismo. Sin embargo no hizo ni caso,
decía que no se movía porque no había cometido ningún delito.
Su nieto
relata que tampoco tuvo mucho tiempo para pensárselo, ya que en aquel
día, por la madrugada, aparecieron varios guardias de asalto para
detenerle. “Ambos se llevaron a mi abuelo a rastras en ropa interior,
sin dejarle ni siquiera algo de tiempo para que se vistiera”. Lo meten
preso durante 33 días, tiempo en el que de vez en cuando le arreaban
alguna que otra paliza; hasta que el 21 de agosto le dieron la noticia a
la familia.
“Tu padre ya se ha ido de viaje”, recrea Honorio Marín
Trillo con los ojos vidriosos. Se emociona y mantiene una larga pausa.
Relata que su familia consigue contemplar el adiós de Honorio Marín
mientras este iba en el camión con los demás presos.
“Mi abuela, a
consecuencia de aquello, que estaba amamantando a ese bebé que tenía, de
unos meses, pues parece ser que se le retiró la leche, y al poco
tiempo…”, no logra concluir. Pero el auditorio se hace una idea. Honorio
Marín Trillo, entre sollozos, no consigue terminar la frase. La
historia que lleva sobre sus hombros le pesa, y el público, casi un
centenar de personas, empatiza e inicia un sonoro aplauso." (La Voz del Sur, 0802/17)
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