"(...) Lidia Falcón, autora del libro En El Infierno. Ser Mujer en las Cárceles de España (Ed. Feminismo), afirma que se trata de un acto que homenajea a las mujeres que
"mientras dedicaban toda su energía a mantener con pleno rendimiento la
industria de guerra y la producción de paz, la agricultura, la escuela y
el hospital, soportaron primero los bombardeo y el hambre en la
catástrofe guerrera: sufrieron más tarde el derrumbamiento de sus
hogares, la derrota de sus esperanzas, y con la muerte en el alma,
enterraron a sus padres, a su marido, a sus hermanos, y siguieron
cumpliendo el papel asignado desde siempre: trabajaron en los campos y
en las fábricas, y aceptaron el relevo y criaron a sus hijos,
manteniendo vivo el fuego de los ideales por los que habían muerto los
suyos".
Falcón, que mantiene activo el blog La verdad es siempre revolucionaria, asegura que "las mujeres de nuestro pueblo supieron ser fieles a sus héroes y a sus mártires.
Durante cinco, diez, veinte años ininterrumpidos esperaron a sus
hombres en las puertas de las cárceles, haciéndoles más llevadera la
prisión con sus visitas, con sus cartas, con sus paquetes difícilmente
conseguidos.
Educaron a sus hijos, garbanzo a garbanzo y remiendo a
remiendo, en la devoción al padre preso. Y los hombres que ganaron el
respeto y la admiración del mundo entero, pudieron mantenerse firmes y
esperanzados gracias al sacrificio de las ignoradas mujeres que
les dedicaron íntegramente los mejores años de su edad. Nunca se ha
contado un mayor número de fidelidades observadas, sin una vacilación,
día a día".
La autora recuerda que estas mujeres fueron también detenidas y encarceladas, torturadas y vejadas con sadismo sexista, cuando participaron en la resistencia antifranquista. Colaboraron activamente en las organizaciones clandestinas
que continuaron la batalla sin descanso hasta el fin de la dictadura.
"Para ellas no hubo indulgencia sexista", asegura.
Además, fueron
fusiladas "tras un simulacro de juicio" y cumplieron condenas de decenas
de años, bajo los gritos de los vencedores, en el frío, el hambre y la
miseria. "Ni indultos, ni remisiones de condena les fueron concedidos por su condición de mujeres",
remarca.
El "sexo despreciado" no obtuvo más que la doble carga de
soportar sus maternidades, de cuidar a sus hijos y de mantener la
dignidad frente a sus torturadores varones, afirma.
"Muchas otras mujeres han caído víctimas de la miseria, de la ignorancia, de la masacre social que ha machacado al pueblo español. Esas mujeres han robado para comer y dar de comer a los suyos.
"Muchas otras mujeres han caído víctimas de la miseria, de la ignorancia, de la masacre social que ha machacado al pueblo español. Esas mujeres han robado para comer y dar de comer a los suyos.
Se han prostituido en un régimen que le
señala a la mujer el burdel como única solución. Han abortado y matado a
sus hijos mientras la mortalidad infantil alcanzaba el índice más alto
de Europa, y los escupitajos de la moral oficial las condenaba a la
muerte civil", acusa la autora.
"Las más han reproducido a todos los españolitos y españolitas que han
poblado el país en estas interminables ochenta décadas. Han mantenido el
mundo por la base, cuidando hijos y ancianos y enfermos, y han
trabajado en las más duras y humildes tareas imprescindibles para que la
economía y la sociedad existan, recibiendo por ello ínfimos salarios. Y
la legislación franquista las condenó a la muerte civil, laboral, política, cultural.
Y no se han recordado sus nombres, no se ha escrito su historia, porque la historia siguen escribiéndola los hombres". (Público, 01/11/15)
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