"(…) Juan García, nombre de
corrido y el dueño del Santa Bárbara, invita a comer… En un momento dado, tipo
Cruyff, comunica que a su abuelo lo mataron en la guerra civil. Era arriero y
vivía en Almonaster, y lo mataron como él lo cuenta ahora. Un momento dado y
cosas. Sus huesos están en una fosa cercana y localizada, próxima al pueblo. El
hijo nunca quiso removerlos y el nieto tampoco.
El hijo del arriero levantó
Casa García, el hotel madre, y el hijo sigue con él. Durante muchos años han
visto pasar a los asesinos, y es probable que hayan dado posada a ellos y a sus
descendientes.
Lo impresionante del relato de Juan García no son, por
desgracia, los huesos del arriero, sino el aire de inexorabilidad con que ha
aludido a su fusilamiento. Por supuesto no ha sido Juan García el que ha traído
el tema.
Su socio estaba explicando algo sobre Barrancos, un pueblo portugués
de la zona de las Contiendas donde se escondían los españoles perseguidos, y
fue entonces cuando se vio obligado a introducir una cuña leve. Como en otros
casos no hay mayores referencias al signo ideológico de los asesinos. Debió de
existir, pero ya se ha olvidado.
Respecto a ciertos asesinatos civiles el
tiempo está desprendiendo la costra ideológica. Pero no hay que hacerse
ilusiones. Lo que queda es peor. La carne viva del odio vecinal,
administrativo, del siguiente en el escalafón. Un momento dado y cosas. La
resignación de Juan Gacía tiene también un punto rural. El granizo del 36.”
(Diarios. Blog de Arcadi
Espada, 30-08-07: http://www.arcadi.espasa.com/mt-static/2007/08/30_de_agosto.html )
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