"Los curas delatores en la Guerra Civil española.
Había que darles un escarmiento a esos
rojos que hacía tiempo le venían a pedir entierros civiles y, sobre todo, al
alcalde, la otra autoridad local, Pedro López Bodelo, vecino de la parte de
Arentía.
Una cuadrilla fue a buscarlos casa por casa. Tenían que
presentarse en A Gándara, donde la escuela, con sus mejores galas. "Ponte
lo del domingo", le sugirieron los falangistas a Ramón Sánchez Rapela …
Isidro Filloi López, Isidro do Canteiro, de la aldea vecina de Parabico, que
había sido despedido de la fábrica de tejidos de Présaras por defender los
derechos laborales de sus 200 compañeras, también se presentó.
Antes mandó
recado a Andresito Filloi, su sobrino, para que escapase, pero él fue puntual.
Al llegar, le pidió a su sobrina que corriese a buscarle el dinero que tenía
guardado, y uno de los fascistas que presenciaba la escena le dijo que no se
apurase: "Tranquilo, que para donde vas no necesitas cuartos".
Juan Martínez Bao, Juanito de Froito, de la aldea de O
Boído, dejó la sopa humeante en el plato y, en torno a la mesa, a su madre, a
Consuelo, su mujer, y a sus cuatro hijos. Y Antonio Felpete Budiño, de Os
Currás, ya esposado, le pidió un duro prestado al dueño de la tasca de A
Gándara por si le hacía falta. Unos meses después, Carmela, la viuda, fue donde
el tabernero y se lo devolvió.
El alcalde y otros dos convocados escaparon. Un par de
vecinos más lograron librarse por intercesión de los curas de otras parroquias.
El resto, 12, fueron llevados en un camión a Sobrado dos Monxes. Allí los
retuvieron 48 horas sin comer ni beber, obligándolos a pasear con sacas de 100
kilos de piedra. Luego los golpearon, y por último transportaron a seis de
ellos a Amenal, en O Pino, junto a Lavacolla. Los otros seis fueron llevados a
Ortoño, en Ames.
(…) Ayer a última hora, en presencia de familiares, habían
conseguido desenterrar tres esqueletos con zapatos de domingo. Fueron los
primeros que se desplomaron bajo el sol, aquel 20 de agosto del 36, a tres metros de sus
verdugos. "Corred", les habían dicho los mandados de don Emilio, y
ellos se echaron ladera abajo. Les dispararon por la espalda y fueron
enterrados donde cayeron.
José Cabanas fue el único que salió vivo. Lo dieron
por muerto y escapó. Unos campesinos que estaban mallando le sacaron una bala
de la pierna con el fouciño. Y siguió corriendo 40 kilómetros. Vivió
escondido en una chimenea varios años y se intentó suicidar tres veces. Por suerte
para él, no sobrevivió a sus camaradas más que 15 años.” (El País, ed. Galicia, Galicia, 30-08-07, pp. 30)
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