12/12/14

Dilma Rousseff: “Las marcas de la tortura son parte de mí. Yo soy eso”


"Los últimos tres presidentes de Brasil fueron perseguidos por la dictadura militar (1964-1985). Pero sólo Dilma Rousseff, de 66 años, militante por entonces de una formación de extrema izquierda, fue torturada. 

Lula fue detenido y Fernando Henrique Cardoso sufrió varios años de exilio en Chile y en París. Pero sólo Rousseff tiene en el cuerpo marcas de los casi tres años de represión sufridos en una celda. Hasta hoy.

De los golpes recibidos, entre otras humillaciones, se le saltaron varios dientes y se le desencajó la mandíbula "La mandíbula se giró para un lado. Aún hoy me da problemas en la parte en que se sujetan las muelas", contó en 2001, para la Comisión Estatal de Indemnización a las Víctimas de la Tortura (CEIVT). La actual presidenta brasileña relató que, para el dolor de muelas, tomaba un analgésico en gotas. Nada contó sobre si toma algo para la cicatriz resultante de los puñetazos que le doblaron la mandíbula.

A Rousseff nunca le ha gustado recordar en público los tres años que pasó en la cárcel, desde 1965 a 1968. El testimonio que prestó en 2001 ante la comisión de víctimas de la tortura sólo se hizo público en 2012. La primera vez que habló en público de aquel tormento fue en mayo de 2008, siendo ministra de la Casa Civil, lo que equivale en España a ministra de la Presidencia. 

Entonces, un senador conservador, José Agripino Maia, le espetó: "Si la señora mintió en la dictadura, ¿por qué no va a mentir aquí?". Era cierto: Rousseff mintió a las preguntas de los torturadores. Dio pistas falsas. Jamás delató a nadie. Irritada por la provocación de Maia, la por entonces ministra abandonó el silencio autoimpuesto sobre la etapa más oscura de su vida.

 "Tenía 19 años, permanecí tres años en una cárcel y fui bárbaramente torturada, senador. Debe saber que cualquiera que dijera la verdad en esos interrogatorios comprometía gravemente a sus compañeros. Comparar la dictadura brasileña con la democracia, hacer comparaciones como las que usted ha hecho sólo lo puede hacer alguien que no da ningún valor a la democracia brasileña".

Quienes la conocen aseguran que, aunque no hable de ello, el paso por una prisión de São Paulo está siempre presente en la vida de la presidenta. Tal vez por eso, al encargar en mayo de 2012 a los integrantes de la Comisión de la Verdad el trabajo que tenían por delante, Rousseff se emocionó y al final de su discurso de 20 minutos la voz se le quebró. Ayer al recibir el informe completo, la presidenta de Brasil se volvió a emocionar. La voz le ha vuelto a fallar y sus ojos se empañaron de lágrimas de nuevo.

Y no es normal que Rousseff se emocione. Al contrario: gasta fama de dura, de malhumorada, de tener pocos amigos, de aislarse en su palacio de Brasilia. Algunos achacan este carácter reservado a su estancia en prisión, a las vejaciones sufridas, al silencio que ella se impuso a sí misma. 

"La peor cosa de la tortura era esperar", testificó en 2001. "Esperar para recibir golpes. Supe allí que la tarea era pesada". Y prosiguió: "Me acuerdo muy bien del suelo del baño, del azulejo blanco. De cómo se iba formando una costra de sangre, de suciedad, de cómo uno iba oliendo mal".

 Y añadió: "Ninguno de nosotros consigue explicar la cicatriz emocional que nos persigue. Por eso siempre vamos a ser diferentes. En aquella época, ayudó mucho el hecho de que fuéramos tan jóvenes. Cuando se tienen 20 años el efecto de todo es más profundo, pero también es más fácil aguantar. Las marcas de la tortura forman parte de mí. Yo soy eso".   (   El País, São Paulo 10 DIC 2014)

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