"(...) Las autoridades golpistas encontraron una base científica en la que apoyarse, las teorías eugenésicas desarrolladas en la Inglaterra del siglo XIX por Francis Galton y continuadas en la Alemania nazi. En España, fue el doctor Vallejo Nájera
el encargado de establecer la "incapacidad" de hombres y mujeres de
izquierda.
En el campo de concentración de San Pedro de Cardeña
(Burgos), con prisioneros masculinos de distintas nacionalidades que
pertenecían a las Brigadas Internacionales, las Investigaciones psicológicas en marxistas femeninos delincuentes se llevaron a cabo en la prisión de mujeres de Málaga.
El historiador catalán Ricard Vinyes Ribas, en su trabajo Construyendo a Caín. Diagnosis y terapia del disidente: las investigaciones psiquiátricas militares de Antonio Vallejo Nájera con presos y presas políticos, recoge alguna de las conclusiones de dichos textos:
"Recuérdese,
para comprender la activísima participación del sexo femenino en la
revolución marxista, su característica labilidad psíquica, la debilidad
del equilibrio mental, la menor resistencia a las influencias
ambientales (...) cuando desaparecen los frenos que contienen
socialmente a la mujer (...) entonces despiértase en el sexo femenino
el instinto de crueldad y rebasa todas las posibilidades imaginadas,
precisamente por faltarles las inhibiciones inteligentes y lógicas..."
En este contexto es fácil imaginar el tono que adquirieron las noticias relacionadas con las figuras femeninas arriba reseñadas.
Como
dirigente del Partido Comunista español, Dolores Ibárruri Gómez se
convirtió en objetivo importante de la prensa franquista. En los
periódicos, su figura fue utilizada como símbolo de todo aquello que el
régimen quería reprimir en su doctrina femenina.
Las palabras recogidas
del diario La Vanguardia Española (15/10/1960) no dejan lugar a dudas: "Dolores Ibárruri, La Pasionaria,
es una de las figuras más tristes y de más envenenada historia, con
abundar tanto éstas en el mundo comunista. Su nombre suena en los oídos
españoles con acentos particularmente hirientes. Toda su actividad
política fue un frenesí vengativo y rencoroso...".
Un trato similar recibió Federica Montseny Mañé, dirigente anarquista
y primera mujer en ocupar un cargo ministerial en España. En su caso,
el agravio se inició ya con sus padres. De nuevo ABC de Sevilla (9/09/1937) se hacía vocero del gobierno: "Me
trae a la memoria el recuerdo de Federico Urales y su mujer, Soledad
Gustavo...
¡Qué excelente pareja de farsantes para llevar a un concurso o
exhibir en una feria!... ¿habrá nacido allí Federica Montseny, la ex
ministra de Sanidad del Gobierno de Valencia...? No lo sé, ni sabía
tampoco que Soledad Gustavo hubiese nunca dado a luz otros engendros que
los de su monstruosa imaginación"
Margarita
Nelken Mansberger, nacida en Madrid y de ascendencia judía, fue la
figura femenina republicana que, con diferencia, recibió el trato más
degradante en los diarios del momento. Su condición de mujer de
ideología liberal unida a su origen la convirtieron en víctima
propiciatoria de unos medios que no vacilaron en acusarla de los peores
delitos.
Así fue descrita en La Vanguardia Española (01/11/1949):
"En la vida pública no hay más que hombres con faldas, cualquiera que
sea su sexo. Y Doña Margarita Nelken, diputado, agitador comunista,
agente a sueldo de Moscú, es un hombre público. Pocos habrán ejercido en
estos últimos tiempos influencia más nefasta.
En la galería de
monstruos de nuestra historia contemporánea, tiene un puesto señalado
por su propio derecho... serpiente con faldas, vagabunda sin patria y sin Dios... que envenenaba e inducía al asesinato a sus secuaces rurales y que hubiera traficado en drogas tóxicas o en carne humana..."
Éstos
son sólo tres ejemplos representativos de lo que supuso para las
mujeres españolas el triunfo de los golpistas en la Guerra Civil.
Durante la 2ª República una serie de reformas sociales dejaron entrever
un esperanzador futuro para un país inmerso en un atraso secular.
Pero
los nuevos gobernantes marcaron un antes y un después de la contienda
fratricida y los medios de comunicación se convirtieron en medios de
persuasión, en elementos indispensables para un poder que pronto
recurrió al castigo y a la humillación de aquellos que defendieron la
libertad: los perdedores. Socialistas, anarquistas, republicanos... no
importaba la ideología, el nuevo régimen no hizo diferencias. Todos eran
uno y hubo una definición para todos: comunistas.
El modelo
de mujer diseñado por el franquismo se concretó en una figura femenina
cuyas principales labores consistían en ejercer de madre abnegada,
esposa sumisa y devota cristiana. Un modelo que los medios se prestaron a
divulgar y para ello no dudaron en recurrir a un discurso alejado del
periodismo y próximo a la difamación. En ABC de Sevilla (20/11/1934) se podía leer:
"...Como
toda España las conoce, eso nos dispensa de designarlas por sus
nombres. Aunque parezcan animadas y aún enardecidas por una noble fiebre
idealista, no son más que aventureras de la política (...) es difícil
que inspiren el menor interés porque ni son bellas, ni rebasan intelectualmente el nivel de cualquier modistilla francesa
(...) Su feminismo empieza y acaba en la ropa. La más ilustre de todas
ellas hubiera sido feliz con un marido que no fuese un fantoche y que la
hubiese revelado las angustias y los placeres de la maternidad". (Eloína Calvete, Público, 01/12/2014)
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