"Ha pasado toda una vida tratando de esquivar la censura
para que la historia de su hermano Cipriano, un obrero antifranquista
torturado hasta la muerte en la casa cuartel de Reus, Tarragona, en 1973
fuera pública.
Incluso uno de los cauces que trató de abrir fue en el
programa radiofónico Encarna de Noche (1978-1983) de Radio Miramar.
"Llamé tres o cuatro veces y cuando les decían quién era y lo que quería
contar me colgaban el teléfono", revela Antonio Martos, de 73 años.
"La
prensa y las autoridades civiles lo sabían, pero hacían como si no se
enteraran", lamenta. Ahora agradece el interés sobre el caso de su
hermano, que ha sido investigado de forma exhaustiva e incluido en la
querella contra el franquismo que sigue su curso en Argentina (...)
Cipriano Martos, natural de Loja, Granada, tenía 30 años y trabajaba
como encofrador cuando fue detenido por la Guardia Civil el 25 de agosto
de 1973. Fue trasladado a la casa cuartel de la localidad para ser
interrogado por una acción de reparto de propaganda con mensajes contra
la dictadura.
Le sometieron a torturas, pero no delató al resto de
compañeros y el segundo día de reclusión en la casa cuartel fue obligado
a ingerir el conocido como ‘cóctel de la verdad': un líquido definido
en algunos documentos de la investigación como "cáustico ácido" y "ácido
corrosivo".
El veneno le abrasó por dentro y fue trasladado al
hospital del municipio, ingresado en la sala de beneficencia y atendido
por diferentes médicos. Según la investigación que acompaña a la
querella, dos días después del ingreso, y a pesar de sus dificultades
para comunicarse, el juez le tomó declaración. Cipriano falleció a las
dos semanas, el 17 de septiembre, y el certificado de defunción que se
aporta en la querella alude a una "hemorragia interna".
En todo ese tiempo, su madre y su hermano, que se habían trasladado
desde Granada, no pudieron ver a Cipriano. "Llamaron a mi familia
diciendo que estaba muy malo, y mi madre y mi hermano vinieron a Reus.
Recuerdo hablar con mi madre por teléfono y ella decirme que no fuera al
hospital porque ya estaba todo hecho, que ellos no habían podido hacer
nada y que yo tampoco lo iba a hacer", relata Antonio a Público
con la voz entrecortada.
"Se tuvieron que volver a Granada sin saber
qué había pasado", lamenta. La madre de Antonio y Cipriano suplicó
llorando a la Guardia Civil que la dejaran pasar a ver a su hijo. "Se
arrastraba como podía escalera arriba, a gatas, y la tiraban de un
puntapiés para abajo", detalla Antonio, que residía entonces en
Sabadell. "Ella murió con toda la pena del mundo por no haberse hecho justicia", deplora.
Para mayor escarnio de la familia, el cuerpo de Cipriano fue enterrado en beneficencia, arrojado a la fosa común del cementerio de Reus sin la presencia de sus seres queridos
y en total secretismo. "Fue una manera de silenciar su caso. La forma
en que se les negó ver a Cipriano fue cruel y violenta, con el fin de
intimidarlos y asustarlos para que no removieran el asunto", apunta
María José Bernete, la investigadora (...)" (Público, 27/11/2014)
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