24/11/14

El trato en la DGS hacia las mujeres era aún más vejatorio...

"Los siete supervivientes de un consejo de guerra franquista se reúnen en el aniversario del juicio sumarísimo con el que Franco les hizo pagar las consecuencias de un acto que no habían cometido: la explosión de un artefacto en el Valle de los Caídos. (...)

Aquella bomba casera apenas ocasionó daños en el recinto de Cuelgamuros, pero empañaba la imagen de un régimen que pretendía dar apariencia de bienestar en el extranjero.  Se trataba, para Franco, de "actos de terrorismo que tenían como objetivo frenar el creciente desarrollo de nuestra economía y debilitar el prestigio de nuestra país en el exterior", según el comunicado del Ministerio de Gobernación publicado en ABC.

Los verdaderos autores de la explosión, Antonio Martín Bellido -fallecido el pasado agosto- y Paul Denais, huyeron a Francia y, sin más pruebas que la sospecha, Lucio de la Nava, Alejandro Mateo, Elio Salas, José Martin Rodríguez, Ricardo Metola, Eugenio Cordero, Rafael Asenjo, Paquita Román Aguilera, Francisco Sánchez Ruano, Julio Moreno  y  Antonio Astigarraga  fueron detenidos las semanas siguientes a la explosión y convertidos en cabeza de turco. (...)

La cárcel fue la última parada de un itinerario que comenzó con las detenciones y con el paso por los calabozos del edificio del reloj de la Puerta del Sol, la antigua Dirección General de Seguridad. "Allí te metían el tiempo que la policía quisiera. Yo estuve encerrado siete días sin que nadie me dirigiera la palabra. 

Cuando me sacaron a declarar y vi el ventanal con la luz que entraba pensé que estaba en el paraíso, me quedé como tonto y desperté con un guantazo que me tiró al suelo. Ahí me di cuenta de dónde estaba y de lo que estaba pasando", relata Alejandro Mateo.  

"Yo estuve unos seis días. Por el día te tenían sin decir nada, y cuando llegaba la noche te subían y empezaban las presiones y los palos", aclara Martín. "Y a las mujeres les hacían unas perrerías..., era brutal. 

Les descubrían los pechos y les daban con una regla", cuenta Elio Salas sobre el calvario de su compañera de expediente y amiga Paquita, que fue recluida en las cárceles de Ventas y de Alcalá de Henares. "Ella siempre estuvo muy dolida con aquello. El trato en la DGS hacia las mujeres era aún más vejatorio", apostilla De la Nava.

Por aquellos calabazos desfilaron cientos de presos políticos. Alejandro Mateo coincidió con uno que le avanzó "ellos ya saben todo lo que tú les puedas decir". Después, Mateo supo que se trataba del escritor Luis Martín Santos, autor de Tiempo de Silencio.
"Lo mejor fue cuando a Alejandro le hicieron las fotografías; cuando acabaron, él preguntó a los policías ‘¿cuándo tengo que venir a recogerlas?', ¡y le soltaron una ‘hostia'!", relata De la Nava entre risas.

 "Eso era para que vieran que, a pesar de las palizas, no les teníamos miedo", explica Mateo, el mismo que mantuvo ocupada a la policía toda una noche picando en un descampado de Madrid buscando la propaganda que, según él, había enterrado en lugar de repartirla por la ciudad. "Era mentira, claro, allí no apareció nada", concluye.

Finalizado el rosario de palizas en la DGS, el grupo fue llevado ante el juez instructor.  "Pensábamos que al fin íbamos a contarle lo que nos habían hecho, pero nos dijo que a ver si podía conseguir que nos fusilaran a todos", recuerda Salas. "Yo le dije que me habían pegado y él cogió un flexo que tenía en la mesa y me dio en la cabeza diciendo que tenían que haberme matado", lamenta De la Nava. (...)"        (Público, 24/11/2014)

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