"(...) Los investigadores presentaron sus conclusiones este lunes en Ginebra
(Suiza). Estas incluyen la historia de Shin Dong-hyuk, de 30 años, que
contó su vida a los enviados de la ONU
el 30 de agosto pasado en una audiencia pública en Seúl (Corea del
Sur): nació en un campo de prisioneros políticos concebido por una
pareja a la que obligaron a unirse, lo primero que recuerda de su
infancia es una ejecución, tenía 13 años cuando delató a su madre tras
oírle susurrar un plan de fuga y 14 cuando tuvo que asistir a su
ahorcamiento público y ver también cómo fusilaban a su hermano mayor.
A
los 22, logró escapar del denominado campo 14, un gulag de 125 kilómetros cuadrados
que queda a 65 kilómetros de la capital, Pyongyang. En este país de 25
millones de habitantes, hay unos 100.000 internos en campos.
“Informé al guarda de sus planes [de huir] porque eran las normas.
Estaba realmente orgulloso de mí mismo. Pedí a mi supervisor que me
recompensara, que me diera una ración completa de arroz para llenar el
estómago”, relató Shin aquella tarde en Seúl. Hasta los 22 años apenas
sobrevivió, atenazado siempre por un hambre atroz, la que deja la ración
diaria: 400 gramos de gachas de maíz. Tanta hambre que, si el guarda de
turno le daba permiso, comía ratones vivos.
Lo novedoso de estos testimonios no es tanto su contenido —Shin, el testigo número uno de la ONU, publicó su autobiografía Escape from Camp 14 en 2012 como han hecho otras decenas de huidos—, sino que cuentan con el aval del organismo multilateral.
Las 372 páginas del informe
son un detallado catálogo de un sistema represivo que utiliza
sistemáticamente la tortura, la falta de comida, los asesinatos, los
secuestros y las desapariciones para mantener controlado al pueblo.
“La gravedad, la escala y la naturaleza de las violaciones de
derechos humanos [documentadas] no tiene parangón en el mundo
contemporáneo”, sostienen los investigadores. Corea del Norte, que no
les permitió entrar en el país, rechazó “tajante y totalmente” todas las
acusaciones, que atribuyó a las maquinaciones de EE UU, la UE y Japón. (...)
Los testimonios públicos y los privados (dos centenares) incluyeron
algunos de antiguos guardas. Ahn Myong-chol relató cómo uno de sus
compañeros mató a palos en el campo 22 a un preso por comer demasiado
despacio. El asunto fue investigado pero el vigilante no fue castigado,
sino premiado con “el derecho de asistir a la universidad”. (El País, 17/02/204)
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