“Luego hablamos de los viajes de Bogo. A este propósito me
conto no pocos secretos. Me produjeron una especial consternación los detalles
que narro del gueto de Lodz, o como ahora se llama, Litzmannstadt. Bogo se
había introducido en él con un determinado pretexto y había mantenido
conversaciones con el presidente de la judería, un antiguo teniente austríaco.
Viven allí cien-to veinte mil judíos, hacinados en un espacio estrechísimo, y
trabajan para la industria del armamento. Han levantado uno de los más grandes
complejos industriales que hay en el Este. Y así es como pueden ir viviendo,
pues resultan imprescindibles. Entre-tanto afluyen allí más judíos cada día,
que llegan deportados de los países ocupados.
Para borrarlos de la faz de la
Tierra se han construido crematorios en las cercanías de los guetos. A las
víctimas se las transporta hasta allí en unos camiones que, según se dice, son
una invención de Heydrich, el nihilista jefe — los gases de los tubos de escape
son introducidos en el interior de los camiones, que de esa manera se
convierten en celdas de muerte.
Al parecer existe un segundo método de carnicería; consiste
en llevar desnudas a las víctimas, antes de quemarlas, a una gran placa de
hierro por la que se hace pasar luego una corriente eléctrica de alta tensión.
Se ha recurrido a estos métodos porque se ha mostrado que los hombres de las SS
destinados a liquidar a los judíos de un tiro en la nuca padecían trastornos de
salud y al final se negaron a hacerlo.
El personal que se precisa para esos crematorios es escaso; se dice que quienes actúan en ellos son una especie de amos y criados infernales. Allí es, pues, donde desaparecen las masas de judíos que son enviados de Europa para su «reasentamiento». Ese es el paisaje en que sin duda se revela del modo más claro la naturaleza de Kniébolo (Hitler)y que ni siquiera Dostoievski previo.
El personal que se precisa para esos crematorios es escaso; se dice que quienes actúan en ellos son una especie de amos y criados infernales. Allí es, pues, donde desaparecen las masas de judíos que son enviados de Europa para su «reasentamiento». Ese es el paisaje en que sin duda se revela del modo más claro la naturaleza de Kniébolo (Hitler)y que ni siquiera Dostoievski previo.
El propio judío que está al frente de cada gueto es el que
ha de dar los nombres de los destinados a los crematorios. Tras una larga
consulta con los rabinos selecciona a hombres viejos y a niños enfermos. Se
dice que son muchos los ancianos e inválidos que se presentan voluntariamente —
de ese modo, pues, tales horrores acaban redundando siempre en honor de los
perseguidos.
El gueto de Litzmannstadt está aislado de la ciudad — en
otras poblaciones más pequeñas hay también guetos que constan única-mente de
unas pocas calles, las habitadas por los judíos.
Se dice que los policías judíos encargados de capturar a las víctimas han cogido también, y han entregado, a personas alemanas y polacas que en aquel momento pasaban por el gueto, y que nunca más se ha vuelto a saber de ellas.
Se asegura que esto ha ocurrido en especial con «alemanes del Volga» que estaban allí aguardando a que les asignasen una parcela de terreno. Naturalmente esas personas insistían en decir que sus verdugos no eran judíos, pero sin duda la única respuesta que oían era:
Se dice que los policías judíos encargados de capturar a las víctimas han cogido también, y han entregado, a personas alemanas y polacas que en aquel momento pasaban por el gueto, y que nunca más se ha vuelto a saber de ellas.
Se asegura que esto ha ocurrido en especial con «alemanes del Volga» que estaban allí aguardando a que les asignasen una parcela de terreno. Naturalmente esas personas insistían en decir que sus verdugos no eran judíos, pero sin duda la única respuesta que oían era:
-Eso lo ha dicho aquí todo el mundo.
Al parecer en los guetos nadie engendra hijos, excepto los
miembros de la secta más piadosa de todas, los chassidim.”
(Ernst Jünger: Radiaciones II. Diarios de la segunda guerra
mundial (1943-1948). Tusquets Editores, 2005. Págs. 161/2)
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