22/11/13

Conocimiento por los alemanes del Holocausto

“Luego hablamos de los viajes de Bogo. A este propósito me conto no pocos secretos. Me produjeron una especial consternación los detalles que narro del gueto de Lodz, o como ahora se llama, Litzmannstadt. Bogo se había introducido en él con un determinado pretexto y había mantenido conversaciones con el presidente de la judería, un antiguo teniente austríaco.

 Viven allí cien-to veinte mil judíos, hacinados en un espacio estrechísimo, y trabajan para la industria del armamento. Han levantado uno de los más grandes complejos industriales que hay en el Este. Y así es como pueden ir viviendo, pues resultan imprescindibles. Entre-tanto afluyen allí más judíos cada día, que llegan deportados de los países ocupados.

 Para borrarlos de la faz de la Tierra se han construido crematorios en las cercanías de los guetos. A las víctimas se las transporta hasta allí en unos camiones que, según se dice, son una invención de Heydrich, el nihilista jefe — los gases de los tubos de escape son introducidos en el interior de los camiones, que de esa manera se convierten en celdas de muerte. 

Al parecer existe un segundo método de carnicería; consiste en llevar desnudas a las víctimas, antes de quemarlas, a una gran placa de hierro por la que se hace pasar luego una corriente eléctrica de alta tensión. Se ha recurrido a estos métodos porque se ha mostrado que los hombres de las SS destinados a liquidar a los judíos de un tiro en la nuca padecían trastornos de salud y al final se negaron a hacerlo.

 El personal que se precisa para esos crematorios es escaso; se dice que quienes actúan en ellos son una especie de amos y criados infernales. Allí es, pues, donde  desaparecen las masas de judíos que son enviados de Europa para su «reasentamiento». Ese es el paisaje en que sin duda se revela del modo más claro la naturaleza de Kniébolo (Hitler)y que ni siquiera Dostoievski previo.
El propio judío que está al frente de cada gueto es el que ha de dar los nombres de los destinados a los crematorios. Tras una larga consulta con los rabinos selecciona a hombres viejos y a niños enfermos. Se dice que son muchos los ancianos e inválidos que se presentan voluntariamente — de ese modo, pues, tales horrores acaban redundando siempre en honor de los perseguidos.
El gueto de Litzmannstadt está aislado de la ciudad — en otras poblaciones más pequeñas hay también guetos que constan única-mente de unas pocas calles, las habitadas por los judíos.

Se dice que los policías judíos encargados de capturar a las víctimas han cogido también, y han entregado, a personas alemanas y polacas que en aquel momento pasaban por el gueto, y que nunca más se ha vuelto a saber de ellas.

Se asegura que esto ha ocurrido en especial con «alemanes del Volga» que estaban allí aguardando a que les asignasen una parcela de terreno. Naturalmente esas personas insistían en decir que sus verdugos no eran judíos, pero sin duda la única respuesta que oían era:
-Eso lo ha dicho aquí todo el mundo.
Al parecer en los guetos nadie engendra hijos, excepto los miembros de la secta más piadosa de todas, los chassidim.”

(Ernst Jünger: Radiaciones II. Diarios de la segunda guerra mundial (1943-1948). Tusquets Editores, 2005. Págs. 161/2)

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