"Todas las formas de represión franquista han pasado por la vida de Teófila Herreruela (1919) a través de sus familiares más cercanos. (...)
A sus 94 años, relata su trayectoria vital y denuncia la indiferencia
de quienes "no quieren enterarse" de los episodios más traumáticos de
la historia reciente. Maestra de profesión, la vida se le llenó de cárceles, saqueos, detenciones y despedidas.
Sufrió la muerte de uno de sus hermanos a consecuencia de un bombardeo bélico
en Colmenar Viejo, a las afueras de Madrid, donde ejercía de médico.
Tras la Guerra Civil, la casa de sus padres, en la colonia de Manzanares
-aún reside ahí-, fue saqueada y para recuperarla su padre la tuvo que volver a comprar.
Su cuñado Joaquín Madrid Huelgas murió enfermo en la cárcel de Porlier en 1943 mientras cumplía una pena de 30 años. Y su marido, Antonio, afrontó una pena de muerte
hasta que se la conmutaron por 30 años en 1944.
"Nos casamos en el
hospital penitenciario de Yeserías, donde él cumplía la pena mientras se
recuperaba de la operación de una hernia", recuerda Teófila. Antes,
Antonio sufrió todo un periplo carcelario por los penales de
Comendadoras, San Antón, Porlier y Ocaña.
Uno de sus recuerdos
más traumáticos es el que la motiva a acudir cada año al homenaje que se
realiza ante las tapias del cementerio del Este [renombrado de la
Almudena durante el franquismo]. Allí, la Asociación Memoria y Libertad
recuerda cada 14 de abril a los más de 2.660 fusilados, entre los que
figura Isabel Huelgas, la suegra de Teófila.
"La detuvieron a los pocos
días de acabar la guerra, y se dieron mucha prisa en fusilarla",
deplora. En el expediente penitenciario de Isabel, al que ha tenido
acceso Público, se repiten las acusaciones de varios testigos que la tildan de abrazar "ideas sumamente rojas", de ser "marxista" e incluso de haber colgado en el balcón de su casa una tela con la silueta del demonio.
Asimismo, el legajo recoge que, en el transcurso de una investigación realizada a un vecino de su mismo edificio, alguien aprovechó para denunciar a Isabel por sus ideas.
Isabel aprobó las oposiciones para ingresar en el cuerpo de funcionarias de prisión,
y comenzó a trabajar como oficiala durante los años de la República. En
la cárcel de Ventas coincidió con la reclusa María Millán Astray, hermana del fundador de la Legión,
a quien tuvo que vigilar durante una conversación en inglés que la
presa mantuvo con un visitante. Isabel advirtió a la jefa de servicio
del idioma en que se estaba desarrollando la charla, y ésta canceló la
visita, según el testimonio recogido por Fernando Hernández en 'Mujeres
encarceladas'.
Al finalizar la guerra, Isabel y otras compañeras fueron expulsadas del
cuerpo de funcionarias de prisiones. En mayo, ingresó como interna en
la cárcel de Ventas, y el 31 de julio de 1939 la fusilaron, según consta
en su expediente, junto con otras cinco reclusas.
"La misma cárcel
donde trabajaba fue la que la vio salir para morir", exclama Teófila.
Tenía 60 años, estaba enferma y pasó sus últimos días postrada en una cama.
"Era una mujer mayor, enflaquecida, febril. Tan enferma que
esperábamos, con un poco de suerte, que muriese antes de la hora de
ejecución", recogió Tomasa Cuevas en su libro Cárcel de mujeres.
"Un hermano de Isabel era juez militar,
pero no pudo hacer nada por ella; la acompaño durante su última noche
y, después, logró paralizar el expediente de Antonio, para que no se
ejecutara su pena de muerte, y el de Joaquín", explica Teófila. Este
hermano, de ideas opuestas, había participado en la quinta columna, y
fue encarcelado durante la Guerra Civil en Madrid. Isabel logró, gracias
a su posición, que saliera en libertad.
"Imagino que ella le pediría
que hiciese todo lo posible por Antonio y Joaquín", conjetura la nuera. "Después de fusilarla, fueron a su casa, se lo llevaron todo y la precintaron", añade.
A partir de ahí, Teófila, que había sido vecina de la familia Madrid
Huelgas, comenzó a visitar a los hijos de Isabel en prisión. "Ellos
estaban presos, y yo fuera también lo estaba". "Mi vida era ir a verlos a
la cárcel", reconoce. Y a lo largo de esos años de visitas se fue
enamorando de Antonio.
"El matrimonio se celebró en la capilla de la
penitenciaria; me fui a casa muy triste", rememora
emocionada. El director de Yeserías cedió su despacho para celebrar un
humilde banquete.
"El trato que ambos hermanos tuvieron en las cárceles
por parte de los oficiales fue bueno porque sabían que eran hijos de una
funcionaria de prisiones", apunta Teófila. Precisamente, se enteraron
del fusilamiento de su madre porque dos trabajadoras de la cárcel de Ventas, compañeras de Isabel, fueron a comunicarles la fatal noticia.
Tanto Isabel como sus dos hijos afrontaron juicios sumarísimos.
Tan vertiginoso fue el procedimiento contra la madre que, en 1942, tres
años después de su ejecución, la Capitanía general de la primera región
militar solicitó en marzo de ese año a la Guardia Civil un "informe de
conducta social y política" de la procesada, según consta en su
expediente. A Joaquín y a Antonio les acusaron de participar en el asalto al cuartel de la montaña y de pertenencia a la Juventud Socialista Unificada.
"Les denunciaron por auxilio a la rebelión; ¡cuando los rebeldes fueron
los que se sublevaron contra el Gobierno de la República, legalmente
establecido!", lamenta la maestra [insiste en referirse a ella como
maestra: "lo seré hasta que me muera", puntualiza].
El juicio
contra Antonio se celebró en 1944 -Joaquín falleció un año antes en
prisión- y en el tribunal se encontraba su tío. "Le conmutaron la pena
de muerte por 30 años; después del juicio, pude bajar a verle al
calabozo". Dos años después, logró salir de prisión.
En 1960, Teófila enviudó. Siguió trabajando de maestra, convirtiendo su
antigua casa de la colonia del Manzanares en un colegio de primaria con
ayuda de su hija Guadalupe. Allí, por el día, acogían a unos 40 niños y
niñas y, por la tarde, sus hijos Antonio y Joaquín daban clases de apoyo
a alumnos de instituto. "Un día que había huelga en la universidad detuvieron a Antonio", relata Teófila sobre uno de los últimos episodios de terror que vivió en la dictadura.
"La policía entró en la facultad, algo que no pueden hacer, y vieron el
suelo lleno de pasquines. Se lo llevaron detenido a él y a otros
compañeros".
Esa tarde, Antonio no acudió a impartir sus clases de apoyo. La
policía política del franquismo llegó a casa preguntando por él. Teófila
pensó en un primer momento que eran amigos de su hijo. "'No somos
amigos, su hijo está detenido', me dijeron". Para una
mujer que había padecido la peor represión de la posguerra, aquel
momento le congeló el habla. "Pensé que se estaba repitiendo la
historia", recuerda. Tras una dura noche de interrogatorios en la Dirección General de Seguridad, Antonio pudo salir gracias a la intervención de un teniente de policía primo de Teófila.
Hoy en día, esta mujer insiste en que le duele "la indiferencia" de algunos sectores ante todo lo que han padecido familias como la suya. "Hemos pasado mucho, y muy malo", recuerda.(...)" (Público, 02/10/2013)
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