"(…) Por su parte, la Gestapo era muy accesible al soborno.
Lograr un pasaporte falso tenía una cifra que oscilaba entre los 200.000 y los
500.000 rengs, aunque las garantías eran muy escasas, sucediendo,
corrientemente, que los evadidos eran oportunamente denunciados antes de lograr
trasponer una frontera neutral.
A mí me fueron ofrecidas, en muchas ocasiones,
oportunidades para atraer hebreos, facilitarles documentación aria y cobrar una
comisión. Tales "negocios" eran propuestos abiertamente, sin el
menor pudor, por los oficiales de la Gestapo, ya extraordinariamente
corrompidos.
Hay quizás una explicación a todo esto. La guerra iba de mal
en peor. Nin-gún oficial ni soldado creía en la victoria; hoy estaban en
Budapest, gozando de una existencia paradisíaca, pero mañana podían ser
trasladados al frente, de dónde, cada vez, volvía menos gente. ello y el
ejemplo del Estado traficando con todo lo traficable, aniquiló una frágil
moral, curtidä en la victoria continua, que se vino abajo con el revés constante
de las armas. (...)
(Eugenio Suárez:
Corresponsal en Budapest (1946),
Ed. Fundación Mapfre, 2007, págs. 109/110)
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