"23 de julio de 2013. El diputado y alcalde centrista Gilles
Bourdouleix pierde los nervios ante un grupo de gitanos franceses
instalados en un terreno agrícola de Cholet, cerca de Nantes.
Los
romaníes hacen el saludo nazi para recordar que durante el Holocausto
—Porraimos, devoración, en caló— Hitler exterminó a 800.000 gitanos. El
alcalde responde: “Quizá Hitler no mató lo suficiente”.
Antes, el 4 de julio, el eurodiputado Jean-Marie Le Pen,
exlíder del Frente Nacional, ha abierto la veda en Niza: “Tenéis cierta
preocupación, parece, por unos cientos de gitanos que dan a la ciudad
una presencia urticante y odorífera”.
“No es más que la pequeña punta
del iceberg. A partir del 1 de enero de 2014, llegarán a Niza no menos
de 50.000 gitanos, porque los 12 millones de romaníes que viven en
Rumania, Bulgaria y Hungría podrán establecerse libremente en todos los
países europeos”. (...)
Cuando parece que ya no hay quién dé más, esta semana, el ministro del Interior, Manuel Valls,
hijo y nieto de republicanos españoles, afirma que “el problema gitano
solo puede solucionarse con expulsiones”, ya que los romaníes “no tienen
vocación de integrarse sino de volver a sus países”.
Aunque muchos de esos 20.000 gitanos europeos son niños, y algunos
miles residen en Francia desde hace años —la cifra se mantiene desde
hace 20—, Valls estima que “la integración solo puede concernir a una
minoría, porque sus modos de vida son extremadamente distintos de los
nuestros y chocan con nuestra cultura”.
Luego, el ministro socialista anuncia que Francia quiere que Europa
solo permita la libre circulación de rumanos y búlgaros por los
aeropuertos. “Así los hombres de negocios podrían viajar”.
Hace años, el sociólogo Eric Fassin acuñó la fórmula “xenofobia de Estado” para explicar la política de identidad nacional de Nicolas Sarkozy.
“Era xenófoba porque marginaba a los extranjeros, aunque también puso
en la diana de forma ambigua a los musulmanes franceses”, explica
Fassin. “Ahora, el Gobierno socialista añade racismo a la xenofobia.
Valls evoca diferencias culturales y quiere que Europa trate de forma
distinta a empresarios y gitanos”.
El profesor de la Universidad París VIII advierte que “Francia no es
la excepción sino la vanguardia de una nueva definición de Europa. La
política económica neoliberal que ha impuesto la UE crea miedo y
xenofobia”, explica Fassin. “Francia sabe que tiene que dar algo a los
electores para compensar su inseguridad económica.
Así que, a falta de
pan, Valls propone circo. El circo son los gitanos. Europa elige
defender la política neoliberal antes que los derechos humanos. El
criterio es el mismo que se usó en los años treinta contra los judíos,
pero no se justifica diciendo que los otros son diferentes
biológicamente sino culturalmente”.
Fassin concluye: “La situación es muy grave porque supone el fin de
la Europa construida contra la idea de la raza tras la II Guerra
Mundial. Estamos en la Europa de los mercados. Sí a los empresarios
rumanos, no a los gitanos; esa es la vocación de Valls”. (...)
París olvida cumplir algunas leyes. El informe de Amnistía Internacional
Condenados a ser errantes afirma: “Los inmigrantes gitanos siguen
viviendo en condiciones indignas y son expulsados de sus lugares de
residencia de forma reiterada, sin ser consultados, informados ni
realojados, incumpliendo los compromisos con los derechos humanos”. (...)
Cadier ha entrevistado a docenas de desahuciados. Adela, de 26 años,
madre de tres hijos, vive en Îlle de France desde 2002 con su marido,
Gheorghe. Han sido desalojados 15 veces. “No me quedo en Francia porque
esté bien, sino porque no tengo otra opción. Yo querría un trabajo y una
casa como todo el mundo, y no tener que vivir en un campamento de
chabolas”, dice Adela. (...)
Según la Liga por los Derechos Humanos (LDH), Francia dejó sin techo a
más de 10.000 romaníes en los seis primeros meses de 2013, ignorando la
norma que prohíbe desahuciar en invierno y duplicando en ese periodo a
los casos registrados en todo 2012, cuando expulsó a 11.982." (El País, 28/09/2013)
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